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El camino ancho y propio de Héctor Béjar

Por Andrés Alsina

El de Héctor Béjar ha sido un camino largo. Aún más importante que eso, supo encontrar, en el error o en el acierto, una senda de honestidad consigo mismo y la manera de irle doblando el brazo a la realidad, más no sea muy poco a poco. Nació en 1935, militó desde la adolescencia en el partido Comunista y llegó al cargo de secretario general de prensa y con ello, a dirigir la voz oficial, el periódico Unidad; luego fue expulsado. Entre febrero de 1966 y diciembre de 1970 estuvo preso a consecuencia de haber llevado su búsqueda de una alternativa revolucionaria a la formación de un grupo guerrillero, el Ejército de Liberación Nacional. Lo liberó una amnistía del general Juan Velasco Alvarado, a cuyo régimen de facto (1968-75) y política de nacionalización de recursos, reforma agraria y desarrollo no alineado con participación de sectores hasta entonces relegados sumó su entusiasmo.

Lo hizo con una tarea social y política entre el campesinado indígena en un organismo de siglas como una consigna, Sinamos, y hasta que el golpe de Estado (1975-78) del primer ministro Francisco Morales Bermúdez (“que todavía vive”, recuerda, implacable) lo mandó a la clandestinidad por más de un año.

En 1977 retomó su andar, con la edición de la revista de estudios de ciencias sociales Socialismo y Participación, que, ahora cuatrimestral, va por el N° 89. Desde ella se ilustró a la izquierda latinoamericana, por ejemplo, de la existencia de José Carlos Mariátegui (1895-1930), editor de Amauta y autor de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, y de sus diferencias con la III Internacional ya en la década del 20, en un memorable N° 11 hecho junto a Pancho Aricó, un estudioso argentino ya fallecido que en esa época trabajaba en la editorial Pasado y Presente, en México, y cuyo preciado ejemplar el cronista dejó en esas bibliotecas abandonadas que jalonan la vida de toda esa época. “Ese número causó un pequeño escándalo”, recuerda sin regodearse en la memoria.

Pese a todos los peros y a los muros, la revista conserva al socialismo en su nombre.

- Tu sabes que nosotros discutimos si le cambiábamos el nombre. Y hubo también presión de amigos. Y no. Aún más. Consideramos que era necesario reafirmar el nombre. Nosotros nos decíamos: es absurdo, nosotros nunca creímos... precisamente la posición de esta revista fue que el socialismo real era inaplicable en un país como el Perú, en países como los de América Latina. No estamos identificados pues con ese modelo. Por qué entonces vamos a llorar por su derrota o vamos a cantar triunfo porque el modelo se cayó. No es nuestro problema. El problema del Perú es otro. Y tampoco nos parecía apropiado adoptar una actitud más bien oportunista a nuestro juicio, de abandonar los postulados socialistas como lo hacía mucha gente. No por eso teníamos que hacerlo nosotros. El socialismo sigue siendo una posibilidad, las ideas socialistas siguen siendo una posibilidad en el Perú, nos parece. Aún más: una necesidad más que una posibilidad,

ríe, no se sabe bien por qué.

Meses después de iniciar la edición de la revista, como si toda la vida hubiese acumulado energía para un derrotero del que ya no saldría, fundó con un grupo de gente en la misma sintonía el Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación. Desde entonces, “desde hace la friolera de 24 años”, el Cedep trabaja en asistencia técnica a comunidades campesinas indígenas en Perú en zonas de alta montaña, con agricultores en la costa, y en “una permanente tarea de análisis político, de formulación de propuestas y de política pública. Particularmente yo trabajo ahora en el seguimiento de las políticas sociales del gobierno”.

Desde la pobreza de recursos que da el llano, eso continúa el trabajo de Sinamos (1971-75), sin comparación con la cantidad de recursos que movía ese organismo del gobierno de Juan Velasco Alvarado (1909, presidente de facto desde 1968 a 1975, año en que es derrocado por su primer ministro Francisco Morales Bermúdez)

- ¿Será el Cedep el resultado del deber ser de viejos militantes o la gota que horada la piedra?

- Este trabajo que hacemos con el Cedep es el deber ser, en la medida en que queremos mantener los valores socialistas y formulamos propuestas de lo que debería ser la política pública en el Perú, y también la gota que labra la piedra, porque trabajamos por eso, y lo hacemos en las bases, que es con quienes lo pueden hacer. El desarrollo por el cual trabajamos no es neutro sino que debería ser parte de una nueva formulación para un país con una opción a lo que hoy existe. En esa medida nos definimos como claramente contrarios al modelo neoliberal que se intentó aplicar en el Perú.

Ese modelo es explícito desde 1990, pero viéndolo en perspectiva, el primer modelo de ajuste, mediante un acuerdo con el FMI, se aplicó en 1977, justamente cuando nació Cedep y Francisco Morales Bermúdez hacía el último tramo de su gobierno, cuando era ministro de Economía precisamente quien hoy es nuevamente ministro de Economía con el nuevo gobierno transitorio de Valentín Paniagua, Javier Silva. Los contrincantes también insisten.

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