| La sociedad se desintegraBolivia, candela y dinamita
Por Andrés Alsina  Bolivia es un país que siempre 
                    está por estallar, tan fuertes son las tensiones que 
                    acumula con rapidez, tan intensa es siempre la inequidad del 
                    reparto, tan vieja la injusticia. Antes, muchas veces estallaba, 
                    en la dinamita con que los mineros expresaban su insatisfacción. 
                    Pero aquel pasado de lucha de clases en la que confluían 
                    universitarios y el aymará indígena ya no defiende 
                    las minas de estaño sino los pozos de agua potable. 
                    Ahora se bloquean las rutas, se marcha hacia la capital, se 
                    aíslan ciudades, se hace huelga de hambre. No es que 
                    la lucha de clases se haya aguado sino que tiene formas y 
                    protagonistas impensables en otra época, aquella del 
                    rigor de la doctrina de los trotskistas, de los anarcos, de 
                    sindicalistas fuertes como leyendas. Ahora el protagonismo 
                    es de un dirigente de los plantadores de coca, Evo Morales, 
                    de una organización de regantes, o sea, 
                    aquellos que riegan con agua que encabeza un ex obrero fabril, 
                    Oscar Olivera, y del ex guerrillero Felipe Quispe, quien honra 
                    a otro ex guerrillero, Tupac Katari, quien en 1781 sitió 
                    a la capital La Paz por meses; Quispe prometió lo mismo, 
                    logró en tres meses una fuerza descomunal con alianzas 
                    impensables, arrancó promesas que el gobierno no parece 
                    en condiciones de cumplir, y el décimo mes del año 
                    2000 Quispe creó un partido político indígena 
                    e indigenista, Pachakuti, que va a ojos vista por el poder 
                    político.  Gustavo Luna se concentra para dar 
                    todos los elementos de juicio en orden, para que se perciba 
                    la fuerza terrible de lo que va a decir. Tiene 32 años, 
                    una mujer, sueños de un hijo y una enternecedora ingenuidad 
                    para las cosas de la vida cotidiana. El nació un año 
                    después que muriera el Ché Guevara en la selva 
                    boliviana, siempre le interesaron las ciencias 
                    sociales y la preocupación de plantearme una 
                    participación ideológica más fuerte, 
                    trabajando con el conocimiento que da la investigación, 
                    y encontró hace dos años su lugar en una organización 
                    no gubernamental que existe desde 1985, el Cedla, Centro de 
                    Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario.  El panorama político 
                    y social de Bolivia es inestable, dice como primera 
                    frase de la entrevista en un recodo de la asamblea de Control 
                    Ciudadano en una Roma en la que llovizna el otoño. 
                    Sin reflexionar, el cronista deja pasar la frase esperando 
                    la novedad. La COB (la poderosísima central obrera 
                    boliviana) perdió fuerza y los mineros dejaron de ser 
                    protagonistas y hoy son coqueros, pequeños propietarios, 
                    gremialistas y comerciantes. Es una larga historia, 
                    pero a Luna no lo asustan las décadas sino el lograr 
                    un trato equitativo con su mujer para alimentar al niño 
                    de noche y estar lúcido para trabajar al otro día. 
                    Entre 1983 y 194 hubo una inflación del 20.000% que 
                    significó un formidable barajar y dar de nuevo los 
                    recursos, y la apertura de un nuevo tiempo político 
                    que en 1997 terminó llevando a la presidencia por el 
                    voto democrático al dictador (1971-78) y general Hugo 
                    Banzer. Él ha jurado que erradicará las plantaciones 
                    de coca que hacen ex mineros a los que Banzer y gente como 
                    él había jurado antes extirpar de la clase obrera; 
                    y cumplieron. Ahora, los planes que impulsa y apoya EEUU van 
                    caminando pero no se sabe hacia dónde tomará 
                    rumbo la gente arrinconada.  Bueno, Gustavo Luna lo sospecha: 
                    hacia formas insospechadas de confrontación, porque 
                    este modelo económico que convierte al agua en mercancía 
                    termina haciendo irrespirable el fino aire del altiplano. 
                    Porque lo terrible que tiene para decir Luna es para peor 
                    sencillo de expresar: se desestructuró la sociedad 
                    boliviana. Luego de quince años de ajustes y aplicación 
                    de políticas neoliberales, los cambios fueron mucho 
                    más allá del plano económico y tuvieron 
                    un impacto fuerte en la sociedad, no sólo entre 
                    los pobres sino en sectores medios y en grupos empresarios 
                    de la nueva buerguesía de la agricultura, muy afectados 
                    por la situación internacional del mercado.  En verdad, el gobierno de Banzer 
                    parece enfrentar un gigantesco y multifacético conflicto 
                    con la sociedad civil boliviana. En abril 2000, la ciudad 
                    de Cochabamba fue bloqueada en protesta por la privatización 
                    del servicio de agua potable y el aumento de tarifas, y un 
                    movimiento similar se daba en Achacachi, en el altiplano. 
                    Más que por los motivos por los que se produjo, 
                    la explosión mostró la insatisfacción 
                    acumulada en el país, señala Luna.  Finalizado este período de 
                    conflictos, Felipe Quispe lanzó una advertencia al 
                    gobierno que fue desoída: tendrá un enorme conflicto 
                    si en cuatro meses no soluciona los problemas del indígena 
                    del altiplano. El gobierno de Banzer siguió su marcha. 
                    Por recomendación del Banco Mundial y del Fondo Monetario 
                    Internacional convocó a un Diálogo Nacional, 
                    y eso le permitió acceder a recursos de alivio de su 
                    deuda externa. Las condiciones del diálogo incluyen 
                    un proceso de consulta con la sociedad civil sobre las prioridades 
                    en la lucha contra la pobreza.  En teoría, esto es una respuesta 
                    a las movilizaciones de abril; en la práctica, los 
                    recursos disponibles son mínimos. En representación 
                    de la sociedad civil hay una fuerte presencia de la iglesia 
                    católica y de Jubileo 2000, y además, de ONGs, 
                    gobiernos municipales y partidos políticos, discutiendo 
                    una agenda muy extensa. La deliberación culmina reafirmando 
                    en lo sustancial la posición de la iglesia católica 
                    y sin acuerdo con los empresarios respecto de la crisis ni 
                    con los políticos respecto de la reforma estructural 
                    reclamada.  En setiembre estalla el conflicto 
                    de los campesinos cocaleros cuyas plantaciones están 
                    siendo erradicadas, más los maestros por sueldos y 
                    el comercio minorista afectado por la depresión económica, 
                    conjunción que deriva en cortes de ruta y una notoria 
                    inoperrancia del gobierno para controlar la situación. 
                    Para peor, la represión produce 7 muertos y 129 heridos. 
                   La columna vertebral de la protesta 
                    son los cocaleros, 40.000 familias, o 120.000 personas, que 
                    por tres semanas bloquean La Paz. Estos ex mineros emigrados 
                    a la zona subtropical para cultivar la coca y hacer a pasta 
                    base como alternativa laboral se nuclean en media docena de 
                    federaciones de lógica muy rígida, heredada 
                    de la sindical, a la que suman las nuevas de defensa de la 
                    propiedad y la producción campesina, y la ancestral 
                    indígena de defender la tradición de la coca. 
                    El dirigente Evo Morales defiende con consecuencia esos intereses 
                    pero aparecen rivalidades entre grupos étnicos que 
                    muestran una fisura.  Se abre entonces el juego de alianzas 
                    y Quispe logra encabezar la negociación, y en ella 
                    involucra a un sin fin de sectores rurales y urbanos, del 
                    comercio minorista y de los transportistas, pero aislando 
                    a los cocaleros y a su dirigente Morales, que de todos sus 
                    reclamos -media hectárea por familia para cultivo alternativo, 
                    que se detenga la erradicación de cultivos de coca, 
                    creación de una Universidad Agraria y no instalación 
                    de bases militares- sólo logra la última.  En cambio Quispe logra imponer fuertes 
                    demandas al gobierno, fundamentalmente la derogación 
                    de la ley de reforma agraria y la redistribución de 
                    prioridades en el reparto de tierras, y la liberación 
                    de la migración del altiplano al llano para que puedan 
                    mejorar las condiciones de vida. Lo más importante 
                    es que Quispe impone que esto se haga en tres meses, y el 
                    gobierno no tiene posibilidades de hacerlo, menos aún 
                    de las que tenía en setiembre, con el empresariado 
                    más arrinconado por la situación del mercado 
                    externo de minerales y soja y la duplicación de la 
                    desocupación: la abierta está en 8% y la informalidad 
                    en índices del 70%. La renuncia del gobierno es una 
                    posibilidad, tal vez en procura de mayor margen para contener 
                    la avalancha de situaciones explosivas, y Quispe funda su 
                    Movimiento Indígena Pachakuti en la aspiración 
                    de disputar el poder político.  Con el agotamiento del gobierno se 
                    transparentan las fisuras del sistema político, el 
                    sistema de representatividad se muestra extenuado y la discusión 
                    de la viabilidad del todo queda planteada, pero nadie la encara. 
                    En su lugar, se plantea lo que Gustavo Luna llama el 
                    racismo al revés, y recoge como muestra elementos 
                    del discurso político del Pachakuti: Esta gente 
                    blanca, qué hace en mi territorio. Ellos son ricos 
                    y nosotros vivimos como llamas. Del otro lado, la 
                    burguesía blancoide y los intelectuales califican esta 
                    actitud de racista. Con el trasfondo de diferencias y el racismo 
                    existente, es una barbaridad discutir esto, pues no hay solidaridad 
                    social que sea punto de referencia. La pobreza 
                    y el racismo son demasiado cotidianos. La ventanilla ahumada 
                    del auto no hace desaparecer a los pobres, y es verdad que 
                    un sector social se beneficia del otro.  La situación que describe 
                    Luna está para favorecer el enfrentamiento estructural, 
                    y eso es peligroso. Los conflictos pueden ser muy fuertes, 
                    con muchos muertos. Pero no pronostico una guerra civil. Digo 
                    sí que hay expectativas de explosión social 
                    y que ante ellos la burguesía plantea reforzar medios 
                    represivos ligándolos a métodos fascistas. 
                   ¿Qué puede hacer 
                    una ONG ante eso? El proyecto de Control Ciudadano ve la necesidad 
                    de insistir en la creación de empleos y seguir con 
                    el monitoreo del ajuste. Pero tienen que coincidir en que 
                    el balance es muy negativo. Hemos hecho consultas a 
                    muchas organizaciones sobre el diálogo nacional 2000 
                    realizado y la estrategia de reducción de la pobreza, 
                    y la mayor parte sostiene que la instancia del diálogo 
                    fue creada de mala manera, que no esperan en verdad una reducción 
                    de la pobreza y que la reducción de la deuda externa 
                    es dinero que no llegará a la gente dada la burocracia 
                    y la corrupción existente. Por lo tanto no hay expectativas 
                    positivas en ningún sector. 
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