| A Roma los que luchanContra la globalización de 
                    la pobreza
Por Andrés Alsina Medio centenar de personas reunidas 
                    en Roma a fines de noviembre resolvieron que lo más 
                    escandaloso del escándalo es resignarse a él, 
                    así que insistirán en su tarea. Lo escandaloso 
                    fue reconocido por una cumbre de 117 gobiernos, la mayor de 
                    la historia, reunida en Copenhague en marzo de 1995: es posible 
                    erradicar la pobreza, y cada uno de ellos se comprometió 
                    a un programa de acción política, económica 
                    y social para lograrlo.  Fue la primera vez que la comunidad 
                    internacional se juramentaba a la erradicación de la 
                    pobreza, integración social y promoción del 
                    empleo productivo, pero todo hubiera quedado en papeles bien 
                    intencionados y a esta altura polvorientos si no hubiese sido 
                    por gente como ésta, que se reunió ahora en 
                    un ascético y económico convento de Roma a discutir 
                    con pasión e inteligencia para encontrar el mejor rumbo 
                    a seguir y darse una mejor organización. Pues lo escandaloso 
                    del escándalo es que la pobreza no se erradicó 
                    pese a que era posible hacerlo, que gobiernos de países 
                    con menos posibilidades hicieron más por lograr sus 
                    metas que países ricos, y que el escollo no es falta 
                    de recursos sino ausencia de voluntad política.  Es más. Las cifras de Naciones 
                    Unidas muestran disminución de la pobreza relativa 
                    pero crecimiento del número absoluto de pobres, según 
                    el informe que prologó el encuentro de Roma. La desigualdad 
                    en el mundo aumentó en términos de ingresos, 
                    empleo, acceso a servicios sociales y participación 
                    en organizaciones públicas. Los países desarrollados 
                    no sólo no cumplen con su compromiso de ayudar al desarrollo 
                    con el 0,7% de su PBI sino que además menguó 
                    su aporte al desarrollo social a través de ONU. La 
                    desigualdad dentro y entre los estados continúa creciendo, 
                    según el balance hecho por ONU del cumplimiento de 
                    los acuerdos de Copenhague, hecho en Ginebra tras cinco años, 
                    en junio de 2000.  Esta gente que se reunió en 
                    Roma medio año después trabaja aguijoneando 
                    a gobiernos para que cumplan simplemente con lo que cada uno 
                    dijo que es posible y deseable; ellos dicen verse como abejas, 
                    por lo de también producir miel. Lo amargo, según 
                    describieron uno tras otro representantes de un mundo de gente 
                    con preocupaciones, dudas y cuestionamientos a su presente, 
                    es la globalización y sus efectos, la pérdida 
                    de soberanía de los gobiernos ante decisiones de organismos 
                    internacionales, como los que surgieron con Estados Unidos 
                    de America triunfante de la Segunda Guerra, en 1945, como 
                    el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y la 
                    injusticia que afecta a millones de agricultores y manufactureros. 
                   Ellos creen que la globalización 
                    no es inevitable. Se citó en la reunión una 
                    predicción proveniente de Naciones Unidas: la Organización 
                    Mundial de Comercio desaparecerá en un cuarto de siglo, 
                    a un costo de 500 millones de muertos; el desafío es 
                    reducir ese tiempo y ese costo al 20% mediante la movilización. 
                    Hubo voces de peso que reclamaron que Control Ciudadano monitoree 
                    no sólo los acuerdos de Copenhague sino también 
                    la marcha de la globalización. Otras voces dudaron, 
                    con toda sinceridad y candor: no sé cómo 
                    cambiar todo esto. Habría que modificar leyes internacionales. 
                    Lo posible deviene de lo necesario: El imperio de la 
                    ley no justifica a Hitler, que actuaba dentro de su propia 
                    normativa legal.  Esta gente que toma sobre sus hombros 
                    una responsabilidad desmedida sólo porque ésta 
                    es justa, pertenece a organizaciones de la sociedad civil 
                    que se agruparon por primera vez en 1996 bajo la denominación 
                    Control Ciudadano, o Social Watch, para monitorear el cumplimiento 
                    de los acuerdos de Copenhague. Esa red, hasta hoy única 
                    red global de este tipo basada en el sur, en Uruguay, representaba 
                    organizaciones no gubernamentales (ONGs) entonces de 13 países; 
                    la cifra casi se duplicó al año siguiente, a 
                    25, y para el 2000 casi se volvió a duplicar: 45 países. 
                    Esa es una buena noticia: la sociedad civil se compromete 
                    cada vez más con el tema, y las organizaciones de base 
                    encuentran en esta red que organizaron una manera de llegar 
                    al primer plano internacional compartiendo demandas con el 
                    sentido común que subsiste en este mundo, un nivel 
                    de diálogo de peso con sus respectivos gobiernos y 
                    una forma de establecer una relación directa entre 
                    las demandas que recogen de la gente al más específico 
                    nivel local, y las políticas generales que pueden darles 
                    respuesta.  El sentido común es aquello 
                    a lo que se comprometieron 117 gobiernos: por ejemplo, garantizar 
                    la enseñanza básica, el agua potable y el saneamiento 
                    para todos, reducir en un tercio la mortalidad infantil de 
                    1990 y en una cifra no especificada los gastos militares. 
                    La sencilla tarea de reclamar la palabra dada no sólo 
                    no se cumplió, sino que va para largo. Así que 
                    buena parte de las ONGs de Control Ciudadano tuvieron su primera 
                    asamblea en todo este tiempo, para reconocer que lo sencillo 
                    no necesariamente es simple de conseguir, y por eso las 200 
                    organizaciones de 70 países que la integran reforzaron 
                    su compromiso institucional con Control Ciudadano. Lo hicieron 
                    con un optimismo razonado y cauteloso, porque pese a que la 
                    situación general tiende a agravarse, la de las fuerzas 
                    que se le oponen se consolida, según el balance que 
                    hizo el secretariado de Control Ciudadano, avalado por el 
                    encuentro: se logró una plataforma de acción 
                    que uniera a las sociedades civiles del Norte y del Sur, una 
                    mayor disciplina de las ONGs, la capacidad de vincular esfuerzos 
                    locales, nacionales e internacionales y construir una voz 
                    potente en las relaciones internacionales. Buena parte de 
                    su fuerza yace en que la idea es muy simple: que los gobiernos 
                    cumplan lo que dijeron que es posible hacer y que querían 
                    hacer. La gente se sorprende que este reclamo no se haya hecho 
                    antes, tan evidente resulta. Lo que le resulta muy difícil 
                    de explicar a los que están en falta es que no se cumpla. 
                    Pero por eso estuvo esa gente allí, sumando esfuerzos, 
                    insistiendo con tesón en que al final todos los caminos 
                    llevan a Roma. |