21/10/2003
Los Objetivos del Milenio en Uruguay
Social Watch
El 21 de octubre de 2003, el Coordinador Residente del Sistema de las Naciones Unidas y el Equipo de las Naciones Unidas en el Uruguay realizó la presentación del informe "Objetivos de Desarrollo del Milenio en Uruguay. Documento base para la discusión nacional".
Los panelistas en el evento fueron Sr. Pedro Daniel Weinberg, Coordinador Residente a.i. de las Naciones Unidas en Uruguay; Sr. Roberto Bissio, Social Watch; Sr. Omar Sellanes, Presidente de la Asociación Nacional de Organizaciones No Gubernamentales Orientadas al Desarrollo (ANONG); y Sr. Leonardo Costa, Pro-Secretario de la Presidencia de la República.
En este marco
Roberto Bissio realizó la siguiente intervención.
En 1995, reunidos
en Copenhague en la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social, en medio del
período de conferencias internacionales con el cual Naciones Unidas renovó la
agenda social global en la posguerra fría, los jefes de Estado y de gobierno de
todo el planeta se comprometieron solemnemente a erradicar la pobreza en el
mundo. Ese mismo año la Conferencia de la Mujer en Beijing replantea y
transforma en plan de acción concreto el objetivo de lograr la equidad y la
igualdad de género.
Al plantearse la
erradicación de la pobreza, los gobernantes del mundo dijeron muy claramente que
por primera vez en la historia de la humanidad esa meta es posible con los
recursos, el conocimiento y las tecnologías de que la humanidad dispone en este
momento.
Y si eso es
posible, es un escándalo que no ocurra. De ahí que el documento de Copenhague
también dice que la erradicación
de la pobreza no sólo es
un imperativo ético y moral, sino además político, porque el sistema
mundial –como ya en ese momento se preveía con lucidez- no iba a poder
sustentarse sobre la base de enormes desigualdades.
En Copenhague se
establecieron diez compromisos concretos y mensurables; el programa de acción de
Beijing también establece una serie de metas cuantitativas y plazos para
lograrlas. En función de lo inspiradores que resultaban esos compromisos
muchísimas organizaciones de la sociedad civil comenzamos la tarea de monitoreo,
observación y prestación de informes independientes sobre cómo va cada uno de
los distintos países y a nivel global en el progreso hacia esos objetivos.
De allí surgió
“Social Watch”, que hoy tiene organizaciones miembro, organizaciones ciudadanas
independientes, en 60 países del mundo basadas en un principio muy simple de
participación ciudadana: “Aquí está la promesa de nuestros gobiernos y la
promesa del sistema público internacional; por consiguiente como ciudadanos
vamos a ejercer el derecho de preguntar qué se ha hecho hacia el logro de esas
metas y hacer nuestra propia evaluación sobre cómo van”. Una idea simple que ha
tenido un enorme mérito y valor motivador.
En el año 2000 se
bajó a tierra la meta de erradicar la pobreza del mundo, que en Copenhague era
una de las que no tenían aún una definición y plazos precisos. Se estableció la
meta de 2015 para reducir la pobreza extrema a la mitad y se fijaron, como
recién explicaba el señor representante residente de Naciones Unidas en Uruguay,
otra serie de indicadores bastante concretos a nivel mundial de qué quieren
decir estas metas. Que son –vamos a tenerlo claro– metas mínimas globales. No es
la descripción del mundo con el que soñamos. Es –para usar la comparación que ha
surgido en algunas discusiones– un “salario mínimo”. Apenas suficiente, lejos de
satisfactorio, pero base para poder lograr otras cosas, Son metas realizables.
Es posible, es técnicamente viable, hay estudios suficientes que demuestran que
se puede llegar a alcanzarlas en el año 2015; pero no está en el entorno de lo
obvio, de lo que se va a lograr de todas maneras si simplemente siguen las
tendencias actuales.
Si tomamos el
indicador de pobreza por debajo de un dólar por día a nivel mundial y los
niveles de crecimiento económico actual en la India y en China, es casi seguro
que esta meta se va a lograr mucho antes de 2015 si no hay una gran crisis en
alguno de estos dos países. O sea que la meta ya se puede dar por cumplida,
¿para qué vamos a preocuparnos?, nos podemos ir todos a casa tranquilos de que
cumplimos la meta simplemente porque pusimos el nivel en un lugar demasiado
bajo. Pero como bien se decía, aquí se está hablando de trazar las propias metas
en cada país y en cada situación; estas definiciones sobre el total de pobreza
extrema en el mundo son apenas un indicador de cómo todas las otras definiciones
de pobreza deben ir acompañándose y reducirse a la mitad en 2015 en cada uno de
los países del mundo para luego continuar con esos mismos ritmos de desarrollo
social.
Ahí hay tal vez
también un problema de comunicación entre la visión de qué es lo lograble y
medible y la visión inspiradora. La visión inspiradora es “vamos a erradicar la
pobreza”; estos datos van a ser los puntos de evaluación, como en un rally, done
hay que pasar por determinados puntos en determinado tiempo y eso nos van a
decir cómo vamos. Cuando se presentaron las metas por sí solas a organizaciones
que trabajan en zonas pobres, quienes están en la primera línea de combate a la
pobreza decían: “Si planteo que la pobrfeza se va a reducir a la mitad me van a
preguntar: ‘¿en qué mitad estoy yo?’, ¿en la que va a salir de la pobreza o en
la que va a quedar”. No se trata –sería hasta contradictorio con los tratados de
derechos humanos– de decir que la mitad de la población del mundo va a seguir en
la pobreza, se trata afirmar que hay avances medibles hacia la progresiva
erradicación.
En cuanto a como
lograr esa erradicación –hablando desde la sociedad civil y por lo tanto menos
sujeto a restricciones diplomáticas–, cuando uno mira los ocho objetivos ve que
hay siete que básicamente tienen que cumplir nuestros gobiernos en los países en
desarrollo y uno que tienen que cumplir los países desarrollados, que es el
objetivo ocho: crear el ambiente propicio y resolver los problemas de la deuda,
el comercio internacional, la transferencia de tecnología, la volatilidad
financiera; todos los cuales condicionan enormemente la capacidad de los países
en desarrollo de cumplir con los otros siete.
Sucede que
mientras los primeros siete Objetivos del Milenio tienen metas concretas y
plazos para ser cumplidos, el objetivo ocho no los tiene. Es una declaración de
buenas intenciones, no dice, por ejemplo, cuándo va a tener que cumplirse la
meta de que el 0,7 por ciento del producto bruto de los países desarrollados se
dedique a la ayuda. Esta meta se formuló hace 30 años y sin embargo la ayuda no
llega a la mitad de esa cifra. La meta todavía está vigente y todos pueden
decir: “Sí, nosotros estamos comprometidos con esa meta”, pero cuándo, no se
sabe. El Banco Mundial ha estimado en 50 mil millones de dólares anuales
adicionales de ayuda el monto necesario para cumplir los objetivos del milenio.
Para algunas ONGs la ayuda necesaria sería el doble. De todos modos son cifras
ínfimas si se las compara con lo que está costando la guerra y la reconstrucción
de un sólo país en el Oriente Medio. No puede alegarse que la pretensión es
irrealizable. Tampoco se establece en los Objetivos del Milenio cuándo van a
tener que eliminarse los subsidios agrícolas en los países desarrollados, por
ejemplo, al igual que con la deuda y tantos otros mecanismos que se identifican
como una traba para el desarrollo, y cuya modificación depende en gran medida de
la voluntad de los países desarrollados.
Allí está el
desafío y allí está la oportunidad. Es allí donde cabe destacar el enorme papel
que Naciones Unidas está jugando, porque se trata –vamos a no usar términos
militares como “librar batallas”– de avanzar con los dos pies, en paralelo,
hacia lograr concretizar esta meta ocho en transformaciones reales del sistema
económico internacional. Para lograr esos cambios tenemos la enorme fuerza moral
y política que significa que los países en desarrollo están haciendo avances
hacia las otras siete metas en un marco creciente de democracia y respeto a los
derechos humanos; con todas las excepciones que conocemos, pero que no dejan de
ser excepciones en un panorama de avances que no pueden dejar de registrarse.
La señora Eveline
Herfkens, exministra de Cooperación Internacional de los Países Bajos, nombrada
por el secretario general Kofi Annan como coordinadora de la campaña hacia las
metas del milenio, está concentrando su acción, no en ir a convencer a los
países del Sur de que tienen que lograr esos objetivos, sino en recorrer las
potencias desarrolladas y reclamarles que hagan su parte. Y que cumplan con la
meta ocho, no en el año 2015 sino en 2005 o 2010, porque hay que dar a los
países pobres el espacio y el tiempo para que logren los objetivos del milenio.
Esta campaña está teniendo ecos, tuvo una voz importante en Cancún señalando
todas las limitaciones y necesidades de cambio que tiene el sistema comercial
internacional, y está teniendo un impacto en los otros foros, también en Dubai,
en la asamblea del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, donde se
señaló e insistió justamente en que el cumplimiento de estas metas a nivel
global depende de estas transformaciones y de la voluntad política de quienes
tienen el poder de cambiar las cosas.
Eso no es –por
otro lado– ninguna excusa para que a nivel nacional en nuestros países no se
hagan todos los esfuerzos que sí son posibles, muchos de los cuales ni siguiera
son novedosos. Cuando se dice: “Hay que bajar las metas al piso, también a nivel
nacional y en cada país”, en el caso de Uruguay la meta no es educación primaria
universal, sino nueve años de ciclo básico. Esa meta está consagrada en la
Constitución de la República. O sea que no es un concepto innovador decir:
“Vamos a ponernos metas y vamos a juzgar a los gobernantes por cómo se avanza
hacia ellas”. Si ese objetivo está en la Constitución es porque es una meta a
lograr. Sin embargo nuestro país no tiene metas, por ejemplo, de mortalidad
infantil Y uno como ciudadano se pregunta ¿por qué no podemos tener la misma
mortalidad infantil que Costa Rica?
Este informe tan
oportuno se presenta desde el título como una base para la discusión nacional:
sobre la base de estos insumos, de este diagnóstico, de este recordatorio de
cuáles son las metas globales y de cómo estamos, ¿cuáles van a ser las metas que
nacionalmente el país se trace? Ya no puede ser una definición que venga de
afuera, sino que tiene que ser un debate propio para después abrir la otra
instancia: una vez trazada la meta, ¿cómo la alcanzamos? Por aquí, por allá, por
tal o cual vía; esa discusión ya no es del ámbito del sistema de Naciones Unidas
ni siquiera de las organizaciones ciudadanas sin fines de lucro, sino netamente
de la política y de los políticos a quienes les tocará definir, acordar y
viabilizar, transformar esas metas en políticas operativas.
Me parece que para
Uruguay este momento es excelente, de aquí a fin de año, antes de que los
políticos entren en plena campaña electoral, para reflexionar y acordar dónde
debe llegar el país en el año 2015; o sea no en este gobierno ni el próximo,
pero adónde no podremos llegar si los primeros pasos no comienzan a darse ya. Si
logramos acordar objetivos inspiradores, tendremos un excelente motivador para
ponernos a caminar.
Muchas gracias.
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