02/10/2003
Crítica del Informe de Desarrollo Mundial 2004
Citizens' Network on Essential Services (CNES)
El 21 de septiembre, 2003, el Banco Mundial dio a conocer su publicación insignia anual, el Informe de Desarrollo Mundial 2004, titulado “Hacer que los servicios funcionen para los pobres.” La premisa central del IDM es que los servicios básicos — educación primaria, salud, agua y electricidad — no llegan a los pobres porque a demasiados gobiernos les faltan instituciones de gobernanza sólidas y representativas. Irónicamente, el informe expresa una gran confianza en la capacidad de estos mismos gobiernos (que no rinden cuentas) para regular la provisión privada de los servicios.
Además de las instituciones deficientes, el IDM atribuye el
deterioro de los servicios públicos a los presupuestos regresivos (que
benefician principalmente a la clase media), la corrupción menor y la inercia
burocrática. Entre las muchas soluciones que el informe propone para estos
problemas se encuentran una asignación de recursos más progresista, mayor
transparencia, más competencia y monitoreo ciudadano. También alienta a los
responsables de las políticas a considerar la descentralización de la provisión
de servicios y — en particular en las áreas de agua y electricidad — la
implementación de la provisión privada y tarifas de usuario más elevadas.
Aunque el IDM es entusiasta acerca del potencial de los
mercados para mejorar algunos servicios esenciales — a veces demasiado
entusiasta, tal como se plantea en esta crítica — también deja claro que existen
límites a la provisión privada. Debido a que los críticos del Banco lo acusan de
promover la privatización indiscriminada, el Banco Mundial ha estado utilizando
el IDM en sus relaciones públicas y con la prensa como evidencia para rebatir
esos ataques.
El apoyo relativo del IDM a la provisión pública es una
importante afirmación para quedar registrada en el debate público sobre la
reforma de los servicios sociales, tales como la educación primaria o la
salud. La importancia del rol del estado en la provisión de servicios es aún
más enfática en el Informe sobre Desarrollo Humano 2003 (IDH), titulado
“Los Objetivos de Desarrollo del Milenio: un pacto entre las naciones para
eliminar la pobreza.” El informe del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo urge a los gobiernos a jugar un papel más importante en la provisión
directa de los servicios sociales, y concluye que: “Los supuestos beneficios de
la privatización de los servicios sociales son difíciles de apreciar: no hay
pruebas concluyentes de la eficiencia y de los niveles de calidad de la gestión
privada frente a la pública mientras que abundan los ejemplos de fracasos
mercantiles de la prestación privada.” (p. 113)
No obstante su apoyo a la provisión pública de la educación y
la atención primaria de salud, el IDM promueve la provisión privada de servicios
de infraestructura, tales como
agua, saneamiento y energía. El informe intenta justificar los esfuerzos pasados
y presentes del Banco Mundial en relación a la privatización de empresas
públicas desestimando las evidencias crecientes de los inaceptables riesgos de
la provisión privada en esos sectores — especialmente en países con una débil
capacidad regulatoria.
Mientras que el IDM evita cuidadosamente las “soluciones
mágicas” para mejorar los servicios básicos, muchas de las reformas que propone
se apoyan en un importante principio subyacente: que el estado no debería
regular y al mismo tiempo ser proveedor de servicios. De hecho, el IDM sugiere
que los servicios públicos tienden a fallarles a los pobres porque la fusión de
esas funciones representa un conflicto de
intereses. “Cuando los encargados de formular las políticas toman
un rol separado del proveedor, es más fácil decir ‘No me importan tus problemas,
sólo dime las tasas de vacunación. O los resultados del test. O las tasas de
criminalidad.’ Cuando los roles están mezclados, las burocracias se cierran y
tienden a esconder los errores.” (p. 98) El IDM reconoce que la provisión de la
mayoría de los servicios básicos en los países desarrollados se realiza por
proveedores del estado que están regulados por reguladores estatales — y que
este arreglo funciona a la perfección. Pero rechaza esa misma vía para los
actuales países en desarrollo. ¿Por qué?
Los países ricos tienen la ventaja de una larga evolución de
las relaciones entre estado y proveedores de primera línea. Prácticamente todos
los servicios que se brindan a los individuos en los actuales países ricos se
brindaban originalmente de forma privada. Con el tiempo fueron absorbidos o
consolidados por instituciones estatales distintas de las organizaciones
proveedoras existentes. El estado comenzó como un monitor externo independiente
y regulador de actividades privadas. En gran parte, mantuvo esa independencia de
monitoreo después de que las mismas actividades se tornaron públicas. Para el
mundo en desarrollo, el deseo de una rápida expansión de la financiación y la
provisión públicas provocó un corto circuito en ese desarrollo histórico. Tanto
el monitoreo como la provisión están teniendo lugar en forma simultánea. Esto no
es necesariamente malo—si no, los pobres tendrían que esperar mucho más para
acceder a los servicios. Pero sí muestra que las actuales características
institucionales de los países ricos no pueden transferirse directamente a los
países pobres sin el establecimiento de una estructura regulatoria
complementaria, una estructura que quizás debiera establecerse de antemano.
(p.99)
Esta explicación representa mucho más que una teoría novedosa
del desarrollo para el debate de los académicos. El imperativo de separar los
responsables de las políticas (esto es, los reguladores) de los proveedores de
servicios justifica el reemplazo de la
provisión de servicios estatales.
La presente crítica rechaza el argumento del IDM por dos
razones: primero, el informe no toma en cuenta las variaciones de resultados.
Tal como muestra el IDM en muchos lugares, el mundo en desarrollo está plagado
de ejemplos de servicios públicos eficaces y responsables que están regulados
por el mismo gobierno. ¿Por qué la buena gobernanza no ha hecho “corto circuito”
por un desarrollo rápido y tardío en estos casos? Segundo, y más fundamental,
debido a que los servicios públicos básicos son susceptibles a los fracasos del
mercado, existe amplio acuerdo de que el gobierno debe ser capaz de regular a
los proveedores privados. Sin embargo, si los países pobres no tienen las
“características institucionales de los países ricos” necesarias para que
funcionen los servicios públicos, mal puede esperarse que establezcan complejas
estructuras regulatorias imprescindibles para la provisión privada de servicios.
CNES Boletín "Services for All (SFA)"
30 de septiembre de 2003
Crítica
del Informe de Desarrollo Mundial 2004 (IDM)
“Hacer que los
servicios funcionen para los pobres”
por
Tim Kessler
(TKessler@coditel.net)
Citizens’ Network on Essential Services (CNES)
Ver el
documento completo:
http://www.servicesforall.org/html/tools/2004WDR_review.shtml
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