21/04/2009
Perspectivas de la sociedad civil sobre la Agenda de Financiación para el Desarrollo
Social Watch
El Consejo Económico y Social de Naciones Unidas (ECOSOC) convocó a un panel de debate sobre "Perspectivas de la sociedad civil sobre la Agenda de Financiación para el Desarrollo" el lunes 20 de abril de 2009 en Nueva York. Roberto Bissio, Director de Social Watch/Control Ciudadano intervino en el primer panel junto con otros representantes de la sociedad civil.
El panel de debate se realizó como preparación para la Reunión Especial de Alto Nivel del ECOSOC con las instituciones de Bretton Woods, la OMC y la UNCTAD que tendrá lugar el 27 de Abril de 2009.
Algunas de las intervenciones estuvieron a cargo de Roberto Bissio, Director de Social Watch, Marina Durano de DAWN y John Foster del Instituto Norte-Sur. En breve estaremos publicando las tres intervenciones:
Intervención del Sr. Roberto Bissio,
Coordinador del Secretariado Internacional de Social Watch
Panel 1: Abordaje del impacto de la crisis financiera y económica global en el desarrollo, incluyendo cuestiones relacionadas con las estructuras de la arquitectura financiera y monetaria internacional y de gobernanza global
Gracias señora Presidenta,
Hablo en representación de Social Watch, una red de organizaciones de la sociedad civil en 70 países, que monitorea la implementación, por parte de los gobiernos, de los compromisos acordados a nivel internacional para la erradicación de la pobreza y alcanzar la igualdad de género.
La red de Social Watch está abocada al proceso de preparación de su informe 2009 que, precisamente, tiene como tema central el impacto social de la actual crisis. Al comenzar a recibir las contribuciones de las organizaciones de base de todo el mundo, resulta evidente que la crisis, que comenzó en los centros financieros de las economías más sofisticadas y desarrolladas, está teniendo consecuencias desproporcionadas para los pobres de los países en desarrollo, especialmente las mujeres.
En agosto pasado el Banco Mundial informó que sus anteriores estimaciones sobre el número de personas que viven en la pobreza en todo el mundo estaban equivocadas y la cifra total estimada aumentó en 50% a 1.400 millones de mujeres y hombres viviendo con menos de un dólar al día… ¡en 2005! Eso ocurrió antes de que se desatara la crisis de alimentos por lo que, cuando el Banco Mundial publicó esas cifras, ya advirtieron que durante el período intermedio el número de personas viviendo en la pobreza seguramente había aumentado. Y esa advertencia llegó unas pocas semanas antes del colapso de los mercados financieros, por lo que la cifra sigue creciendo aún más.
Esta es la mala noticia. La buena es que ahora se acepta universalmente como sentido común económico que los gobiernos deben intervenir en la economía porque los mercados fallan y que la intervención debe ser anticíclica. “Estímulo” es el nombre del nuevo consenso y se están gastando muchos billones de dólares para producir ese efecto estimulante. El problema es que, cuando esos billones llegan a los bancos con activos disminuidos o a la gente de clase media y alta preocupada por una futura recesión, en vez de hacer circular ese dinero en créditos y gastos, lo ahorran; y como resultado no hay ningún efecto de estímulo. Si el dinero llega a los pobres, lo gastan, no porque no entienden sus deberes como ciudadanos, sino porque no tienen otra opción. Los programas anti-pobreza tienen, no sólo ética sino también económicamente, más sentido que bonos millonarios en dólares para los altos ejecutivos. La lucha contra la pobreza, a nivel nacional como internacional, es el mejor programa de estímulo posible, además de ser consecuente con los derechos humanos, incluyendo el derecho al desarrollo, y también con lo que el sentido común percibe como justicia básica.
La Cumbre del G20 del pasado 2 de abril acertó cuando concluyó que los países que carecen de bolsillos profundos, de grandes reserves o de capacidad para contraer más deudas (entre otras cosas porque los mercados de obligaciones se arriesgan a quedar saturados por las enormes emisiones de las economías más voluminosas) deberían recibir apoyo si se espera que se embarquen en gastos anticíclicos. Pero erró al encomendar esa tarea a las instituciones de Bretton Woods sin antes reformarlas de la forma que especificara el consenso de Monterrey.
¿Es posible determinar unilateralmente el equilibrio apropiado entre deudores y acreedores, entre estímulos anticíclicos e inflación futura, entre las necesidades de los pobres y la necesidad de mantener a flote los sistemas financieros? Creemos que la historia reciente prueba que no es posible. Mientras muchos señalaban con sus dedos, exigiendo a los países pequeños dolorosos ajustes estructurales, a la economía más grande se le permitía manejar sus propias finanzas (y los ahorros del mundo) de forma irresponsable, lo que llevó al colapso de la economía mundial. ¿Por qué ninguna de las instituciones encargadas de supervisar la economía mundial nos alertó? Por las mismas razones por las que ningún ministro se animó a decir que el emperador iba desnudo en la vieja historia infantil. Un subordinado no puede supervisar adecuadamente a su jefe y la crisis estalló precisamente en el país con poder de veto en las instituciones de Bretton Woods, sin la vigilancia apropiada o rendición de cuentas internacional.
Legitimidad y gobernanza adecuada son el primer requisito para una correcta arquitectura financiera; cualquier especialización que se necesita se puede construir a partir de ellas. La pericia por sí sola, que ciertamente no falta en las instituciones de Bretton Woods, no es suficiente. Por esta razón es que necesitamos una Segunda Conferencia Monetaria y Financiera de la ONU. La primera, como es sabido, se celebró en Bretton Woods en 1944, antes de la adopción de la Carta de las Naciones Unidas. Pero la agenda de Bretton Woods quedó sin terminar por muchas décadas por falta de un acuerdo integral sobre comercio, sin el cual cualquier acuerdo financiero carece de sentido, y por el colapso del estándar del oro en 1972.
Durante las últimas dos o tres décadas, las instituciones de Bretton Woods y la OCDE han promovido activamente un modelo basado en la liberalización de los flujos de capital, la apertura de los mercados para el comercio y los servicios y la reducción del papel del estado, incluyendo, por ejemplo, la activa promoción de una “carrera fiscal hasta el fondo” entre países para la reducción de normas regulatorias. Ahora que se reconoce ampliamente que los supuestos que respaldaban ese modelo eran “defectuosos”, para usar las palabras de Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal en su testimonio ante el Congreso de los Estados Unidos, esas mismas instituciones no pueden seguir manejando la economía mundial sin ser reformadas y sin coordinación. Mientras por un lado el G20 el pasado 2 de abril amenazó con “sanciones” contra los países que no sigan las reglas sobre impuestos, el último informe del Banco Mundial “Paying Taxes” de hecho alaba a países incluidos en la lista negra de la OCDE por ser “paraísos fiscales” como los mejores lugares para “hacer negocios”.
Incluso antes de que estallara la crisis actual, ya se reconocían esas incoherencias en Monterrey. La tarea de coordinar una economía globalizada sólo puede concederse legítimamente a la ONU, como muy bien sugirió la Comisión Stiglitz. Un grupo ad hoc no puede imponer sanciones; ni siquiera una organización bien establecida como la OCDE tiene derecho a imponer disciplina por medio de “listas negras” manipuladas políticamente a países no miembros.
Señora Presidenta, mi organización, junto con muchas otras ONG, está a favor de la justicia fiscal, en contra de “carreras hacia el fondo”, ya sea en materia fiscal o en estándares laborales, que a menudo van de la mano, y contra el secreto bancario, que es vehículo de ambas. Según tengo entendido, sólo el Consejo de Seguridad de la ONU tiene autoridad para imponer sanciones a los “países malhechores”, en tanto que las organizaciones con “dientes” para imponer disciplina económica, como la Organización Mundial del Comercio, sólo tienen la autoridad conferida por sus miembros tras meticulosas negociaciones.
Es por ello que las Naciones Unidas deben ser el organismo coordinador de las agencias especializadas y las organizaciones que tratan con las finanzas, la ayuda al desarrollo y el comercio, como también las que aseguran la colaboración en asuntos fiscales. Es por ello que la próxima cumbre de la ONU en junio sobre la crisis económica y financiera y su impacto sobre el desarrollo es una oportunidad clave para cumplir con el mandato de Monterrey, reafirmado en diciembre pasado en Doha.
En tanto ONG estamos comprometidos con este proceso y exigimos a los gobiernos que asistan a la Cumbre con delegaciones de alto nivel y comprometidos con el éxito de la misma. En vista del creciente número de pobreza y sufrimiento humano que expresan esas frías estadísticas, el fracaso no es una opción.
Gracias señora Presidenta.
Descargar la presentación de Roberto Bissio (formato doc)
Notas de la intervención de Marina Durano Development Alternatives with Women for a New Era (DAWN)
Panel 1: Abordaje de la crisis financiera y económica global y su impacto en el desarrollo, incluyendo cuestiones relacionadas con las estructuras de la arquitectura financiera y monetaria internacional y de gobernanza global
Gracias por esta oportunidad. Estoy aquí en representación de DAWN – Development Alternatives with Women for a New Era – una red de mujeres activistas y académicas de todo el Sur global.
Al final de la Conferencia de Revisión de Doha, las mujeres dieron la bienvenida a la redacción mejorada de su documento de resultados, específicamente de los Párrafos 4 y 19, los cuales, tomados en conjunto, probablemente representen los compromisos más amplios con la igualdad de género realizado por los gobiernos en cualquier foro de políticas económicas reciente, siendo que los mismos por lo general ignoran esta dimensión del desarrollo. Este avance, sin embargo, se ve limitado por los débiles compromisos en prácticamente cada dimensión de la financiación para el desarrollo.
Por mucho tiempo, las organizaciones feministas y de mujeres colaborado con la ONU por ser éste el más representativo, transparente y abierto de los espacios intergubernamentales disponibles. Sobre todo durante los años 1990, las conferencias de la ONU abrieron espacios para el compromiso de la sociedad civil en una variedad de temas – el ambiente, los derechos humanos, población, mujeres, desarrollo social, hábitat, racismo, etc. La ONU ha sido el terreno donde los derechos humanos de las mujeres y la igualdad de género se han convertido en una parte importante de los compromisos globales.
Sin embargo, fue en el auge del Consenso de Washington que se dieron las Conferencias de la ONU de los años 1990, cuya temática abordó los bienes públicos globales críticos y las desigualdades sociales. Como resultado, los compromisos asumidos en las Conferencias de la ONU a menudo entraban en conflicto con las restricciones fiscales y las privatizaciones de la reinante ortodoxia neoliberal; sus mandatos permanecieron sub-financiados y tendieron a caer en vacíos institucionales o estructuras paralelas. Por consiguiente, los compromisos a menudo se contraponían o tenían un vínculo limitado con los programas de financiación implementados por las principales instituciones económicas globales, las cuales también establecían la principal agenda de desarrollo. Y debido a que la ONU misma estaba siendo socavada institucionalmente en términos de su capacidad para abordar esta agenda, la igualdad de género afrontó un doble infortunio.
La crisis financiera en curso presenta una oportunidad de realizar cambios estructurales significativos en la arquitectura mundial de desarrollo. Creo que todos estamos de acuerdo en que las viejas estructuras y abordajes ya no sirven. Es claro que necesitamos nuevos acuerdos institucionales que de verdad promuevan el desarrollo basado en derechos tanto de los países como de los pueblos del Sur global. Tenemos cuatro propuestas para avanzar en esa dirección:
Primero, la ONU debe recobrar un papel fundamental en esta nueva arquitectura mundial de desarrollo. Debemos reconocer que el sistema de la ONU se ha debilitado junto con la maquinaria estatal nacional. En la actual división del trabajo, el Club de París y el Banco Mundial tratan con la deuda externa y la sustentabilidad de las deudas. La Declaración de París del CAD de la OCDE es el marco preferido para la ayuda oficial al desarrollo. La resolución de los asuntos en torno a las políticas comerciales internacionales queda en manos de la Organización Mundial del Comercio. Por consiguiente, las Instituciones de Bretton Woods y la OMC toman la delantera en la definición de las políticas macroeconómicas en tanto dejan a la ONU para tratar con (a) los esfuerzos humanitarios y de pacificación; (b) el establecimiento de marcos normativos, como los derechos humanos; y (c) la fijación de objetivos de desarrollo, como los ODM, todo lo cual está desconectado de los marcos de las políticas macroeconómicas. Como resultado, al concentrarse en el crecimiento más que en la reducción de las desigualdades, las instituciones multilaterales dejan de lado muchos temas de desarrollo. Lamentablemente, los compromisos realizados durante la Cumbre del G-20 en Londres para aumentar los recursos del Banco y el Fondo sólo reforzarán la marginación del sistema de la ONU de la arquitectura mundial de desarrollo.
Segundo, es crucial que la nueva arquitectura mundial de desarrollo integre plenamente la igualdad de género en su agenda. Debe darse prominencia al empoderamiento de las mujeres, sus derechos humanos e igualdad de género a través de una agencia que tenga la capacidad para determinar el marco de desarrollo central de la ONU y no sea relegada a un segundo plano. De ese modo, la deliberación sobre la Coherencia del Sistema de la ONU será un indicador de compromiso, o de su falta, para asegurar el papel crucial de la ONU.
Tercero, no sólo debemos reforzar la maquinaria de la igualdad de género de la ONU sino también mejorar la capacidad de los mecanismos nacionales de género para participar e influir en los procesos de las políticas financieras, fiscales y monetarias a nivel de país. La capacidad es crítica para crear coherencia entre las políticas macroeconómicas y los objetivos de la igualdad de género. Entendemos la coherencia como una forma diferente de división del trabajo, donde las políticas públicas cambien las estructuras de incentivos de la sociedad de modo que las responsabilidades por la provisión y el cuidado se compartan entre las instituciones estatales, el mercado y las instituciones de los hogares y comunidades.
Finalmente, SÓLO SI los movimientos de mujeres y sociales participan plenamente en el proceso logará la ONU reclamar su papel central en la arquitectura de desarrollo. El enfoque multisectorial del proceso de FpD sigue siendo un mecanismo importante para el intercambio de análisis y opiniones políticas y debe ser parte integral de cualquier discusión sobre reforma. El proceso multisectorial puede ser reforzado con el mecanismo de informes sombra que las organizaciones de mujeres han utilizado en sus actividades con la CEDAW. Con este tipo de mecanismo, los movimientos de mujeres podemos demostrar fácilmente nuestra capacidad para analizar los desafíos del desarrollo desde una perspectiva feminista, movilizar nuestras agrupaciones y promover alternativas de desarrollo.
En resumen, el panorama global no es solamente la gobernanza económica, sino una noción más amplia de gobernanza de desarrollo. Creemos que éste es EL momento político para alejarse de instituciones y políticas fracasadas y encaminarse hacia una arquitectura mundial de desarrollo basada en derechos que reconozca el papel central de la atención y el cuidado, la reproducción social y la sexualidad. Estamos listas a comprometernos con ustedes en este desafío político.
Descargar la presentación de Marina Durano (formato doc)
Notas de la intervención de John W. Foster
The North-South Institute
Señora Presidenta, Delegados, Colegas,
Permítame saludarla, como presidenta de ECOSOC, por haber organizado esta oportuna sesión y, a través de usted, felicitar al personal del Servicio de Enlace No gubernamental de la ONU por su apoyo a la iniciativa.
Me gustaría abordar tres puntos y agregar algunos comentarios.
En cuanto al contexto en el cual nos encontramos, un conocido dramaturgo canadiense tuvo gran éxito algún tiempo atrás con una obra titulada “Placas Tectónicas”. Las placas se están moviendo y las propuestas a ser presentadas a la Reunión de Alto Nivel y a la Conferencia de la ONU en junio deben abordar no sólo lo que estamos experimentando hoy, sino también la posibilidad de que se den eventos aun más dramáticos en el futuro. Los mismos afectan los equilibrios de poder, los valores monetarios y la situación diaria de miles de millones de habitantes de la Tierra. En muchos de los procesos y documentos que se dan aquí y en otras reuniones globales hay una tendencia a la cautela, quizás incluso timidez. Debemos abordar el potencial de transformación del sistema económico global y las instituciones que procuran gobernarlo.
Esto sugiere que necesitamos nuevos fundamentos o marcos. Tengo presente que el G-20, en el párrafo 21 de la Declaración de sus Líderes, apoyó al desarrollo de lo que llamaron “una carta para la actividad económica sostenible.” Esto podría tornarse excusa para un debate interminable, o convertirse en un momento similar al lanzamiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Menciono esto último por dos motivos:
1. El debate sobre una carta global debe tener lugar dentro del único organismo legítimo para desarrollar y respaldar tal marco: las Naciones Unidas.
2. A dicho proceso deben darle forma la amplia experiencia de organismos relacionados a la ONU tales como la Organización Internacional del Trabajo, los resultados de las Conferencias de la ONU y sus secuelas (Beijing, Viena, Copenhague, Río, etc.), y en particular la visión y la experiencia del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Este proceso debería incluir naturalmente las opiniones y experiencias de los trabajadores, agricultores y campesinos, mujeres, indígenas y muchos otros sectores de sabiduría y experiencia.
Otros oradores están abordando el proceso y las propuestas para la continuación y el fortalecimiento de la Financiación para el Desarrollo, su membresía inclusiva, su ritmo de actividades y su apoyo y personal. Esto es absolutamente esencial. Un organismo con una sólida continuidad, con compromiso ministerial, reuniones regulares y una agenda integral es absolutamente necesario.
También debemos pensar, más allá de la Conferencia de la ONU de junio, en un proceso continuado que permitirá a la comunidad global establecer un organismo legítimo, totalmente representativo y, en última instancia, poderoso que asista en el gobierno de la economía global, en el establecimiento de estándares para los diferentes organismos especializados, que examine y exija rendición de cuentas de los diversos actores y sus actos. Las actuales operaciones de los grupos por invitación “informales” y “autodefinidos” – los “G” – pueden ser positivas, en áreas limitadas, pero carecen de legitimidad y son inadecuados en términos de gobernanza.
La Comisión de Expertos ha propuesto la creación de un Consejo Global de Coordinación Económica. Esta idea tiene muchos precursores, desde Ramphal y Carlsson, pasando por Delors y Zedillo, hasta la propuesta actual. ¡A esta idea le ha llegado su momento! La Reunión de Alto Nivel de ECOSOC debería contribuir a promover la propuesta y la Conferencia de junio debería establecer un mecanismo continuado para su pleno desarrollo.
La Comisión de Expertos ha sugerido un mecanismo relacionado para realizar un análisis independiente integral sobre cuestiones de la política económica global, incluyendo sus dimensiones sociales y ambientales, que asesoraría a la Asamblea General y a ECOSOC y en última instancia al Consejo Global de Coordinación Económica. Entendemos que éste ha de ser un organismo de expertos tanto del sector oficial como del no gubernamental y movimientos sociales. Debería estar apoyado e informado por una intensa recolección de datos y análisis de los diversos elementos relevantes del sistema de la ONU, un objetivo que propusimos en el Proceso de Helsinki sobre gobernanza global hace unos años.
No hay razón alguna por la que la próxima Reunión de Alto Nivel no deba respaldar y amplificar esta propuesta y crear el impulso que necesita en las semanas previas a la Conferencia de la ONU.
Señora Presidenta,
Estas nuevas iniciativas no solucionarán las crisis presentes o futuras, pero sí garantizarán evaluaciones y respuestas más universales y participativas, políticamente legítimas y bien informadas para superar y coordinar la actual mezcolanza de respuestas y consorcios interinos.
En conclusión, en las muchas propuestas presentadas en la Conferencia de Doha sobre la Financiación para el Desarrollo y en la preparación para la actual Reunión de Alto Nivel y la Conferencia de la ONU quedan en evidencia, de parte de muchos integrantes de la sociedad civil, la voluntad y disposición de participar en la construcción de esos nuevos organismos. Uno de los valores primordiales del proceso sobre Financiación para el Desarrollo es que ha hecho carne la colaboración con la sociedad civil, tanto en el diseño del proceso, como en el liderazgo del Señor de Rojas y su personal. Su conducción en la inauguración de esta sesión encarna ese espíritu.
Muchas gracias.
The North South Institute – es una organización de investigación para el desarrollo con más de 30 años de experiencia en investigación y compromiso. Tiene su sede en: 200-55 Murray Street, Ottawa, Ontario, Canada K1N 5M3 (613-241-3535). El Dr. Foster forma parte del Instituto desde 2000, y se lo puede ubicar en jfoster@nsi-ins.ca
Descargar la presentación de John Foster (formato doc)
Vea el video de las intervenciones (96 MB)
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