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  Noticias de Control Ciudadano

22/02/2006

Países fallan en meta de reducción de pobreza

Bia Barbosa
Agência Carta Maior

Informe mundial de la organización Social Watch muestra que las naciones están lejos de cumplir el primero de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Globalización es una de las principales causas del aumento de la pobreza en el mundo.

CARACAS – Durante el año 2000, los Estados miembros de las Naciones Unidas se reunieron para lanzar un desafío a sus propios gobiernos: en 15 años, tendrían que reducir a la mitad el número de personas viviendo en extrema pobreza, es decir, con menos de un dólar al día. Esa meta, sin embargo, que pasó a ser la primera y prioritaria de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la ONU, sólo debe ser – si es que llega a ser – cumplida por Europa, y por algunos países del Medio Oriente y de Asia Central, y, tal vez, por algunas naciones del norte de África. En América Latina, la lentitud de la reducción mostrada en los últimos años vuelve la meta inalcanzable. Y en regiones como el África Subsahariana, la situación es inversa: la pobreza, en vez de disminuir, afecta ahora 140 millones de personas más que a mediados de la década de los 90.

La conclusión está en el décimo informe anual de la Social Watch, una red que reúne más de 400 organizaciones en 60 países y que fue creada en la época de la Cumbre de Copenhague sobre desarrollo, realizada en 1995 en Dinamarca. El objetivo de la articulación es informar sobre el avance de los compromisos asumidos por los gobiernos a nivel internacional en lo que se refiere a la cuestión de la pobreza y de desarrollo. Presentado por primera vez en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre de 2005, el informe del Social Watch fue lanzado en América Latina este sábado (28), durante el Foro Social Mundial. Se trata del más reconocido documento independiente sobre desarrollo social en todo el mundo y ejerce influencia incluso sobre los informes oficiales de los Estados.

Según el informe de 2005, el porcentual de la población mundial viviendo en extrema pobreza, primera preocupación de los ODM, se habría reducido en la última década, de 1995 a 2004, pero esta reducción estuvo fuertemente influenciada por la evolución de un único país, China, cuya población representa un quinto de la población mundial.

“Difícilmente nuestros gobiernos encontrarán, solos, soluciones a largo plazo. Lo que tienen que asumir, de hecho, es el compromiso de erradicar la pobreza y la injusticia social, no sólo con declaraciones, sino con políticas concretas”, cobra Cecilia Alemany, del secretariado internacional de Uruguay. “Las metas, pese a que exigen menos de los gobiernos en comparación a los compromisos asumidos antes, aún así no se cumplirán, a no ser que haya cambios rápidos y radicales en el modo de hacer política de los países”, cree Cecilia.

De acuerdo al estudio, parte de las causas del aumento de la pobreza en el mundo está en el proceso de globalización económica publicitado, después de la Guerra Fría, como camino para la superación de las desigualdades entre los países. El resultado, sin embargo, fue el opuesto, el de la riqueza generada que no es compartida de manera igualitaria entre las poblaciones.

“Es un escenario contradictorio, donde no hay propuestas únicas para enfrentar la situación de desigualdad y pobreza en el mundo. Al mismo tiempo en que hay una fragilización del sistema neoliberal frente a la consolidación de la pobreza, nuestros gobiernos, incluso los de izquierda, asumen el poder y son convencidos a mantener actitudes conservadoras y entrar en la lógica del sistema financiero internacional. Es un círculo vicioso, que sangra las venas abiertas de América Latina”, afirma la brasilera Iara Pietricoviski, del Instituto de Estudios Socioeconómicos (INESC), citando al escritor Eduardo Galeano. “No podemos caer en la falacia de pensamientos únicos, propuestos incluso por la izquierda. De lo contrario, seremos masa de maniobra de quienes tienen el poder establecido”, cree.

Iara cita como ejemplo de un escenario donde el combate a la pobreza es imposible, los análisis presupuestarios, que muestran hasta qué punto están restringidos los presupuestos públicos. Habla también de la inversión entre deuda externa e interna en América Latina, con el aumento de la última en relación al PIB en los últimos años. Y de la transferencia líquida de recursos de los países del sur hacia los del norte. La investigación de Social Watch muestra que, de 1995 a 2004, enviamos mucho más dinero hacia fuera del país de lo que los tratados de libre comercio han traído para dentro. En Brasil, por ejemplo, esta diferencia fue de 31 millones de dólares. En Venezuela, de 19 millones.

“Es en este escenario que tratamos de incidir, desarrollando instrumentos para aumentar el debate en la esfera pública y hacer que los gobiernos sean menos populistas y demagógicos y realicen lo que necesitamos. Estamos muy lejos de lo que es necesario para cambiar esta lógica en curso”, analiza Iara Pietricoviski. “Estamos hablando de una lucha cultural civilizadora. Tenemos que tener conciencia de que estamos en un continente desigual y que debemos transformarlo. No tenemos el derecho a no tener conciencia en este sentido”, señala.

Lo que es pobreza

En la visión de las 400 organizaciones que componen el Social Watch, el combate a la pobreza pasa, incluso, por la cuestión técnica de como definir y medir la pobreza global. Diez años atrás, la Cumbre de Copenhague definió el concepto como la falta de recursos y también de participación social, política y cultural. Y consideró la pobreza absoluta como aquella que impide a las personas de tener sus necesidades básicas garantizadas para su subsistencia.

La Declaración del Milenio, sin embargo, combina la referencia a las necesidades básicas con la renta para obtenerlas, tomando en cuenta el criterio de subsistencia con menos de un dólar al día, establecido por el Banco Mundial como el límite para la línea de extrema pobreza. Según esta evaluación, habría un billón y 300 millones de personas viviendo abajo en la línea de pobreza en el mundo. El informe Social Watch advierte, sin embargo, que si son considerados los criterios nacionales de pobreza utilizados por los diferentes países, 500 millones de personas se sumarían a este total sólo en los países de renta promedia y alta de la población. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), por ejemplo, usa la medida de renta de dos dólares por día para fijar la línea de extrema pobreza, mientras los Estados Unidos utilizan 12 dólares diarios. Dentro de esas definiciones, sólo en América Latina habría 200 millones más de personas viviendo en la pobreza de lo que dice el Banco Mundial.

“Si pensarnos así, los niños que lavan autos en los semáforos de América Latina no son pobres, porque ganan más que un dólar al día con esa actividad. Para los gobiernos, por lo tanto, son personas que ya superaron la línea de pobreza”, retruca Daniel Macadar, de Social Watch. “Pobreza se define según las necesidades básicas de las personas, lo que está en contradicción con el modelo en curso, que dice que con el dinero se resuelve todo: las personas van al supermercado y allá compran salud y educación”, ironiza.

El nuevo informe Social Watch concluye que la pobreza está, en realidad, aumentando en África, en América Latina, en el Medio Oriente, en Europa Occidental y en gran parte de Asia. Y argumenta que el uso del indicador de un dólar diario responde básicamente a motivos ideológicos y políticos. “Este indicador ha llevado a los investigadores del Banco Mundial a afirmar que la globalización está funcionando, ya que da a entender que la proporción de personas viviendo en la pobreza está disminuyendo”, dice Roberto Bissio, coordinador de la organización.

Nuevos índices

En su trabajo de monitorar el cumplimento de los compromisos nacionales, regionales e internacionales asumidos por los países para la erradicación de la pobreza y medir avances en dirección a esos objetivos, la organización desarrolló un índice que va más allá de la dimensión única de la renta y se propone analizar el grado de desarrollo de los países. La metodología, denominada Índice de Necesidades Básicas, complementa en varios aspectos los índices internacionales hasta ahora utilizados para evaluar el desarrollo humano y propone una nueva lectura de la realidad. Clasifica a los países considerando aspectos como educación, nutrición, salud, derechos reproductivos, acceso al agua y saneamiento, igualdad de género, gasto público en áreas sociales, en información, ciencia y tecnología.

De acuerdo con el nuevo índice, las peores deficiencias están en el África Subsahariana y en el Asia Meridional: 82% de los países que peor atienden a las necesidades básicas de su población pertenecen a esas regiones y casi 70% de ellos se concentran en el África Subsahariana. En América Central y Caribe, seis Estados presentan niveles muy bajos o críticos. En América Latina, sólo Chile y Cuba tienen buenos índices de satisfacción de las necesidades básicas. Los diez países que presentan la peor situación del mundo son Chad, Etiopia, Ruanda, Guinea Bissau, Nigeria, Madagascar, Bangladesh, Burundi, Laos y Pakistán.

Y como el desarrollo social de un país no afecta de la misma forma a todos los ciudadanos y ciudadanas, Social Watch también desarrolló el Índice de Equidad de Género, que evalúa si la distribución de la renta se está haciendo de manera igualitaria en 134 países. En algunos de ellos, el desarrollo terminó por potenciar las desigualdades entre hombres y mujeres. El índice considera los aspectos de educación y de participación en la actividad económica y en los niveles de decisión política y económica. La conclusión es la de que ningún país del mundo trata a sus mujeres de la misma forma que a los hombres. Mientras algunos Estados alcanzaron al menos la equidad de género en educación, en países como Benin y Nigeria el número de mujeres alfabetizadas es la mitad que el de hombres. Yemen, Costa de Marfil, Egipto, Pakistán y Togo presentaron los índices más bajos de equidad.

“En América Latina, el problema de la exclusión de las mujeres es multidimensional y agrava la desigualdad que constituye uno de los mayores problemas sociales del continente. Ser mujer, del campo y descendiente de poblaciones originarias o afrodescendentes son aspectos que empeoran la situación de las latinoamericanas. Aunque el acceso a la educación haya mejorado recientemente, eso no se traduce en un mejor acceso al mercado de trabajo ni a los centros de decisión. La elección de Michele Bachelet, nueva presidente de Chile, es una excepción a la regla”, afirma Cecilia Alemany.

En América Latina, las mujeres reciben en promedio la mitad de los sueldos de los hombres y ocupan sólo 15% de los asientos en los parlamentos. Para que haya una influencia real en los procesos políticos decisorios es necesaria una participación de cerca de 30% de mujeres en los congresos, pero sólo algunos países nórdicos superan ese porcentual.
En relación al mercado de trabajo, las mayores desigualdades están en el Medio Oriente y África del Norte. En esos países, las mujeres reciben 33% de lo que ganan los hombres por el mismo trabajo.

Para Social Watch, la herramienta es un primer paso en dirección a la combinación de diferentes dimensiones en un mismo índice. Pero la perspectiva de género debería incorporarse transversalmente a todas las dimensiones de análisis de desarrollo social, integrándose, así, al propio concepto de desarrollo. “Queremos una sociedad en que todos y todas sean sujetos de derechos, sin ninguna forma de discriminación y con respecto a las diferencias. Sin embargo, hasta hoy, 47 países de la ONU no ratificaron la convención para la abolición de todas las formas de discriminación contra las mujeres y 43 la ratificaron con reservas”, explica la también uruguaya Mariana Cabrera.

En Brasil

En Brasil, donde 8% de la población vive con menos de un dólar al día y 22%, con menos de dos, Social Watch incorporó, además, la dimensión racial en los análisis que hizo sobre el país. Partiendo de un análisis del documento que entregó el gobierno brasilero en la Cumbre de Copenhague, en 1995 – que decía que el país reconocía como principal dificultad para el desarrollo la dicotomía entre la política económica y la social –, mostró que muy poco ha sido hecho en este sentido en los últimos diez años.

“Eso no ocurrió ni en el gobierno de Fernando Henrique, que elaboró el documento, ni en el gobierno de Lula. Seguimos con una política que prioriza la estabilidad económica y permite la concentración de renta. Brasil, en este momento, se dedica a producir superávit primarios para pagar intereses y cargos de la deuda. En 1994, ésta correspondía a 12,9% de nuestro PIB; hoy corresponde a 34%. En el mismo periodo, la renta del brasilero disminuyó 21% y el desempleo creció 31%”, afirmó Fernanda Carvalho, de Ibase, durante el lanzamiento del informe en Caracas, este sábado.

“Aunque el gobierno Lula haya abierto espacio para que la sociedad civil participe en la construcción de políticas públicas, con la realización de conferencias nacionales y la implementación de consejos, la situación no cambió porque la política económica, que produce las desigualdades, está blindada; es impermeable a presiones”, cree Fernanda.

El resultado es que la diferencia entre negros y blancos se ha manteniendo o ha empeorado en el país. La expectativa de vida creció para todos, pero creció menos para los negros. La mortalidad materna es tres veces mayor entre las negras. Y mientras sólo 25% de los blancos son pobres, el total de negros sobrepasa los 50%. La última Encuesta Nacional de Muestra por Domicilio (PNAD), divulgada el año pasamos, mostró que la desigualdad social disminuyó en Brasil. “Pero el estudio es hecho sólo en base a la renta de la población, y eso no mide concentración de riqueza ni desarrollo social”, señala la representante del Ibase.

El objetivo de Social Watch con el lanzamiento del informe anual y con el desarrollo de los nuevos índices es sumar otro grano de arena al proceso de lucha de los movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil por otro mundo posible. Y recordar, siempre, a los gobiernos, que al lado de los tratados y acuerdos económicos, hay compromisos sociales que deben ser cumplidos para que los derechos humanos continúen siendo garantizados – sobre todo a la población más pobre del mundo, que con certeza necesita de más de un dólar al día para vivir con dignidad.

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