|
|
|
|
| ENGLISH | Compromisos | Informe anual | Noticias | Acerca de | Mapa del Sitio | Contáctenos |
El Índice de Capacidades Básicas desarrollado por Social Watch para resumir en una sola cifra las numerosas dimensiones de la pobreza y la necesidad coincide: “Si se cumplieran los ODM, el ‘mapa social del mundo’ que acompaña a este informe debería estar pintado de azul, o por lo menos verde, para 2015, para indicar que se cumplió con el nivel mínimo de servicios sociales. Pero si los avances mantienen la lentitud de la década de 1990, entonces habrá aproximadamente 70 países con deficiencias inaceptables en sus capacidades básicas,[4] y al menos 25 seguirán pintados de rojo ‘crítico’”. ¿Cuál fue el error? ¿Las metas eran demasiado ambiciosas o poco realistas? Jan Vandemoortele, quien ayudó a desarrollar los objetivos cuando trabajaba para el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y que en la actualidad es el funcionario de mayor rango del Grupo de Desarrollo de la ONU a cargo del seguimiento de los ODM, no lo cree: “En general, las metas cuantitativas se fijaron sobre la premisa de que el progreso observado en las décadas de 1970 y 1980 en todo el mundo continuaría 25 años más, de 1990 a 2015. Por ejemplo, si la evolución de la supervivencia infantil continuara como lo hizo en los años 70 y 80, la tasa mundial de la mortalidad infantil en 2015 sería dos tercios inferior a la de 1990”.[5] En otras palabras, que el mundo haya avanzado solo la mitad de lo necesario para estar en curso con el cumplimiento de los ODM significa que el ritmo de los avances en desarrollo social se redujo desde 1990, a pesar de todas las promesas y declaraciones. La coalición de Social Watch en Kenya revela que el gasto del gobierno en los servicios sociales básicos había descendido de 20% del presupuesto nacional en 1980 a solo 13% en 1995. Entre 1997 y 2001 el país gastó 52% del ingreso nacional del gobierno en la amortización de la deuda. La cantidad de niños que mueren antes de cumplir un año no solo se considera en los ODM sino que además es un indicador válido sobre cómo se desarrolla un país. El desempeño en los últimos 15 años de tres de cada cuatro países para los que existe información fue peor que en las décadas de 1970 y 1980. La mortalidad de los niños y niñas menores de cinco años descendía con mayor rapidez antes de 1990 en 80% de los países. Los niños que llegan a cumplir cinco años deben ir a la escuela. Que todos puedan hacerlo es también uno de los Objetivos del Milenio. Pero el progreso en la enseñanza también bajó el ritmo desde los años 90 y las regiones que están avanzando en materia de asistencia a la escuela primaria son América Latina y Europa, que ya estaban mejor de todas maneras. Paradójicamente, en el mismo período la enseñanza universitaria creció a un ritmo mucho mayor en cada una de las regiones del mundo, lo que apunta a la imagen real del escenario social de la última década: la desigualdad creciente. A las élites les va mejor en todo el mundo. En lugar de ver la disminución de la pobreza somos testigos del crecimiento de la brecha social. En Filipinas, por ejemplo, la coalición nacional de Social Watch informa que la relación del ingreso percibido entre el quintil más rico y el quintil más pobre de la población era de 13 a 1 en 1990 y que esa distancia se extendió a 16 a 1 en 2000. En Colombia, que tiene la tasa de desigualdad más elevada del continente (después de Brasil), el 10% más rico de los hogares percibe un ingreso 30 veces superior al 10% más pobre. La coalición colombiana de Social Watch señala que las diferencias son incluso mayores en el medio rural, donde el conflicto armado desplaza a los campesinos de sus casas y tierras. En países ricos y pobres por igual el progreso hacia la equidad de género es muy lento. El sindicato alemán de la industria siderúrgica IG Metall lo califica de “avance a paso de tortuga”. “Si los sueldos de las mujeres en Alemania Occidental continúan aproximándose a los de los hombres al mismo ritmo que en los últimos 40 años, les llevará a las mujeres no obreras 40 años más, al menos, y mucho más de 70 a las obreras alcanzar a sus compañeros hombres.”[6] Resulta una paradoja flagrante que los avances conmensurables en la salud, la enseñanza y el saneamiento y la promoción de la mujer se hayan reducido inmediatamente tras el fin de la Guerra Fría, cuando se esperaban los grandes “dividendos de la paz”, cuando los dirigentes políticos expresaban por unanimidad su compromiso con la lucha contra la pobreza y cuando el público, acaso como consecuencia de la expansión de las comunicaciones internacionales, expresaba su solidaridad en formas generosas y espontáneas, como en la impresionante “ola de solidaridad” que siguió al trágico tsunami de diciembre de 2004. Ciudadanos de todo el mundo organizaron una campaña internacional (el Llamado Mundial a la Acción contra la Pobreza) para exigir más ayuda y de mejor calidad, justicia en el comercio y la condonación de la deuda como requisitos para lograr los objetivos acordados por la comunidad internacional. En el Reino Unido esta campaña adoptó la ambiciosa consigna “Make Poverty History” (Hagamos que la pobreza pase a la historia). Con la esperanza de que el G8 (los ocho países más poderosos del mundo, cuyos gobernantes se reunieron en Escocia el pasado julio) acordara medidas reales contra la pobreza, millones de personas lucieron bandas blancas, el símbolo de la campaña, y un grupo de celebridades organizó la serie de conciertos “Live8”, televisados en forma simultánea a todo el mundo en lo que puede haber sido la mayor audiencia de la historia para un evento aislado. En contraste con los conciertos similares de “Live Aid” hace 20 años, la intención no fue recaudar dinero para los pobres, sino motivar a las autoridades para que creen las condiciones que permitan a las personas que viven en la pobreza y a sus países ganarse la vida dignamente. En años pasados, manifestantes contra la globalización o altermondialistes (para usar su propia denominación en francés) procuraron impedir las reuniones del G8, por creer que nada bueno resultaría del encuentro de hombres poderosos que no rinden cuentas a nadie. En algunas de las reuniones ocurrieron disturbios y debieron ser abreviadas debido a las grandes multitudes que impedían el paso en las calles. Este año, en julio, ni siquiera las bombas que explotaron en Londres alteraron la reunión de los gobernantes, pero las decisiones adoptadas no cumplieron tan siquiera con las esperanzas más realistas. Pocas horas después de firmar el documento por el cual se duplicaba la ayuda a África para 2010, el gobierno de Estados Unidos negó haber asumido un compromiso nuevo para incrementar su ayuda al desarrollo, una de las más bajas per cápita. En septiembre de 2005 monarcas, presidentes y primeros ministros de todo el mundo se reunirán nuevamente, esta vez en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, para evaluar su gestión con respecto al cumplimiento de los objetivos de la Declaración del Milenio. Kofi Annan, Secretario General de la ONU, los desafió a actuar con audacia y simultáneamente en tres direcciones: la paz y la seguridad, los derechos humanos y la democracia, y el desarrollo y la erradicación de la pobreza. Ninguno de estos objetivos se podrá alcanzar sin los otros dos. El vínculo entre ellos fue creado hace 60 años en el preámbulo de la Carta de la ONU. No hacen falta promesas nuevas, pero la acción es indispensable.
Notas:
[1]
Cumbre del Milenio de
las Naciones Unidas, Declaración del Milenio, párr. 11. Nueva York, septiembre
de 2000.
|
|