2005
El empleo de los mercados financieros internacionales para cumplir los ODM: ¿parte del problema o una posible solución?
Andrea Baranes
Fondazione Culturale di Banca Etica
Introducción
Si bien en las
últimas décadas la economía mundial tuvo un crecimiento constante, la distancia
entre ricos y pobres aumentó drásticamente, y esta tendencia no muestra indicios
de disminuir.
En la economía
mundial de hoy el mundo financiero internacional posee enormes responsabilidades
en esta situación.
Para
contrastar la distancia cada vez más creciente entre ricos y pobres, la
Organización de las Naciones Unidas presentó en 2000 los Objetivos de Desarrollo
del Milenio (ODM) con la intención de erradicar la pobreza y aplicar otros
objetivos de desarrollo antes de 2015.
Uno de los
principales desafíos que enfrentan los países es cómo recaudar los fondos
necesarios para cumplir esos objetivos. El Banco Mundial calculó la cifra entre
USD 40.000 millones y USD 70.000 millones anuales hasta 2015. Para reunirlos se
presentaron varias propuestas.
El presente
artículo se propone contribuir al debate y el análisis de las responsabilidades
del mundo financiero, proponiendo posibles mejoras y cambios.
En primer
lugar se describirá la situación actual, concentrándose en el papel y las
responsabilidades de las instituciones de desarrollo internacional y los
mercados financieros. Al análisis de algunos de los instrumentos propuestos para
recaudar los fondos necesarios le seguirán las principales críticas realizadas a
estos instrumentos.
Entre los
instrumentos propuestos se analizan el Fondo Financiero Internacional (IFF, por
sus siglas en inglés) de Gran Bretaña, el Impuesto Tobin, el Impuesto al
Carbono, y otros posibles impuestos internacionales. En segundo lugar, otro
aspecto a tomar en cuenta es el interés creciente por la Responsabilidad Social
Empresarial (RSE). El debate en torno a la responsabilidad de los mercados
financieros y la necesidad de aplicar cambios radicales estimuló a muchas
organizaciones internacionales e instituciones financieras a desarrollar pautas
éticas y códigos de conducta con el fin de mejorar sus actitudes sociales y para
con el medio ambiente. Aunque esas iniciativas tienden a reducir el impacto
negativo de las firmas privadas, existe la necesidad urgente de estudiar y
llamar la atención a las diversas prácticas (radicalmente diferentes) de RSE.
La parte final
del presente artículo abordará la financiación y el microcrédito éticos como
instrumentos adicionales en la lucha contra la pobreza. Se trata de estrategias
de crédito y financiación completamente diferentes que se proponen reducir los
impactos negativos y producir en su lugar otros positivos. Proporcionan un
ejemplo concreto para la comunidad financiera de hoy.
Instituciones
internacionales, desarrollo y deuda externa
El primer
elemento a tomar en cuenta cuando analizamos la lucha contra la pobreza es la
deuda. Gracias a las campañas internacionales de activistas y bases sociales, la
deuda se convirtió en uno de los principales temas de la agenda internacional.
La deuda de los países en desarrollo se calcula en aproximadamente USD 2,5
billones. Según estadísticas de la ONU, en los últimos años se produjo un
traspaso neto de dinero del Sur al Norte. En otras palabras, a pesar de la
Asistencia Oficial al Desarrollo (AOD), a pesar del dinero que los trabajadores
inmigrantes envían a sus hogares en el Sur, y a pesar de las demás formas de
ayuda, el volumen de la amortización y las tasas de interés crea un movimiento
financiero neto de los países más pobres hacia los más ricos.
Asimismo,
mientras que los países más ricos del mundo se comprometieron a proporcionar
0,7% de su ingreso nacional bruto (INB) al desarrollo y la ayuda para la
cooperación, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), el volumen internacional de la AOD descendió de USD 68.000 millones a
USD 65.000 millones entre 1992 y 2002, lo que corresponde a una reducción de
0,11% (de 0,34% a 0,23%).
En los últimos
años se dirigieron varias críticas a las iniciativas que pretendían reducir o
eliminar la deuda de los países pobres pero no cumplieron con ese objetivo.
Recordamos la Iniciativa de los Países Pobres Muy Endeudados, un programa
dirigido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Recientemente
el FMI reconoció que la propuesta planteada por las organizaciones de la
sociedad civil para que vendiera parte de sus reservas de oro con el fin de
cancelar las deudas podría ser factible y no afectaría excesivamente a las
Instituciones Financieras Internacionales (IFI) ni al propio mercado del oro. No
obstante, parece muy improbable que esa posibilidad se considere seriamente o se
ejecute.
Se acusa a las
dos IFI creadas en Bretton Woods en 1944 por la Conferencia Monetaria y
Financiera de las Naciones Unidas de ser responsables, al menos parcialmente, de
las actuales diferencias económicas y financieras entre los estados y de muchos
de los problemas de deuda. Numerosos proyectos financiados por el Banco Mundial
no ayudaron a desarrollar a los países receptores, sino que provocaron pesadas y
negativas consecuencias sociales y ambientales como el incremento de la deuda y
la corrupción.
También se
sucedieron consecuencias negativas similares cuando los proyectos fueron
auspiciados por organismos de crédito para las exportaciones. Estos últimos son
empresas de seguros controladas por el Estado que apoyan y auspician a las
firmas inversoras en los países en desarrollo. Los organismos de este tipo
suelen carecer de pautas que evalúen las consecuencias sociales y ambientales de
sus actividades, y sólo llevan al incremento de proyectos sin utilidad para los
países más pobres.
También los
programas de ajuste estructural promovidos por las IFI en los últimos 30 años
perdieron su lucha contra la pobreza. En muchos casos causaron efectos negativos
directos e indirectos que la agravaron.
Esos programas
siempre incluían políticas macroeconómicas, del tipo de recortes del gasto
estatal o metas inflacionarias, así como reformas estructurales, por ejemplo la
liberalización de los mercados y la privatización de empresas públicas.
Asimismo se
debe señalar que la Organización Mundial del Comercio (OMC), creada hace
aproximadamente 10 años, se convirtió en una de las organizaciones
internacionales más poderosas, transformándose cada vez más en el organismo
rector de la economía mundial.
Función y
dimensión de los mercados financieros
La OMC, por
medio del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS, por sus siglas
en inglés), fomenta la liberalización de la asistencia financiera. Esto amenaza
la capacidad de los países en desarrollo para mantener el control sobre ámbitos
de fundamental importancia para su desarrollo como la banca, los seguros y las
finanzas. Los mercados financieros están prácticamente liberalizados en la aldea
financiera global de hoy.
En los últimos
30 años los mercados financieros experimentaron un crecimiento mucho más
importante que la economía real. Estudios independientes indican que el valor
mundial de las transacciones financieras alcanzó USD 220 billones en 1992,
mientras que el valor del comercio en productos y servicios para el mismo año se
calcula en USD 4,3 billones, o sea apenas 2% de la actividad financiera. Se cree
que el crecimiento del mercado financiero y de su liberalización es una de las
principales causas de las desigualdades de hoy y de las últimas crisis,
incluidas las crisis que afectaron al sudeste asiático en 1997 y a Argentina en
2001.
Las siguientes
son algunas de las consecuencias más dramáticas del crecimiento del mercado
financiero:
·
el progresivo traspaso de recursos y poder desde las actividades productivas
(como la agricultura, la industria y los servicios) a las actividades
financieras
·
las empresas se fijan más en cómo cotizan diariamente en la bolsa que en las
estrategias de largo plazo que cumplan con los compromisos internacionales sobre
el desarrollo sostenible
·
especulaciones financieras y monetarias responsables de las más recientes crisis
financieras internacionales
·
los precios de las materias primas de la producción agrícola y extractiva son
fijados por unas pocas bolsas de valores occidentales, lo cual pone en riesgo la
posibilidad de que los países en desarrollo consigan precios justos y adecuados
para sus productos de exportación y a cambio puedan reunir recursos suficientes
para combatir la pobreza en sus países
·
el poder del sector financiero se invierte en influir en las decisiones
políticas contra la voluntad y los intereses de los ciudadanos.
Responsabilidad social de las empresas
El debate en
torno a las inversiones financieras éticas y socialmente responsables, y en
especial en torno a la responsabilidad social empresarial (RSE), va en aumento.
La RSE se reconoce como una herramienta importante ya que considera no sólo las
consecuencias económicas de las transacciones comerciales sino también sus
repercusiones extraeconómicas, ambientales y sociales.
Al mismo
tiempo, los neoliberales que tienen el apoyo de las principales IFI creen que el
papel del Estado debe reducirse y la expansión del libre mercado convertirse en
la solución para el crecimiento y el desarrollo. De esta manera, las firmas
virtuosas son recompensadas por el mercado y los consumidores a medida que se
eliminan progresivamente los reglamentos y controles.
Lamentablemente, la Comisión Europea parece inclinarse hacia este enfoque
neoliberal. En su Libro Verde sobre la “Promoción de un marco europeo para la
Responsabilidad Social Empresarial” se define a la RSE “esencialmente como un
concepto por el cual las compañías deciden por propia voluntad contribuir con
una sociedad mejor y un medio ambiente más limpio”. Este enfoque exclusivamente
voluntario hacia la RSE no abarca la falta de información disponible al público
en general y los consumidores acerca de la RSE. Asimismo puede aumentar las
iniciativas de “lavado verde de imagen”
por las cuales las firmas adoptan códigos de conducta no obligatoria o
declaraciones de RSE sin modificar sustancialmente sus políticas y prácticas. Si
tomamos en cuenta que las empresas privadas tienen fines de lucro, las compañías
podrán decidir la adopción de un código de conducta solamente si les garantiza
futuras ganancias. Por consiguiente, aspectos importantes del desarrollo como la
integración social, el medio ambiente y los derechos de los trabajadores, pueden
reducirse a una mera evaluación económica.
Más aun, la
RSE podría tener un efecto bumerang y ser el primer paso hacia la pérdida de
derechos que se conquistaron en las últimas décadas, como los derechos
laborales, sociales y ambientales. Se corre el peligro de la desregulación y de
otorgar al sector privado la facultad de la aplicación voluntaria. También, a
pesar de que algunas declaraciones de RSE incluyen compromisos importantes, las
iniciativas de RSE suelen estar limitadas al sector financiero. Por lo tanto, es
imposible considerar que la RSE pueda proporcionar un mínimo de igualdad de
condiciones que respete los derechos consagrados en las convenciones y los
compromisos fundamentales de derechos humanos asumidos por la comunidad
internacional.
El Mecanismo
de Financiación Internacional
En 2003 el
gobierno del Reino Unido propuso la creación de un Mecanismo de Financiación
Internacional o IFF (International Financial Facility en inglés) con la
intención de recaudar fondos a través de la venta de bonos como medio de cumplir
con los ODM en los próximos 10 años. Este instrumento financiero, aunque no está
totalmente definido, podría ser emitido por la OCDE para que los países ricos lo
suscriban y luego se ofrezca al público en general. Los bonos tendrían un plazo
de vencimiento de 10 a 15 años. El dinero recaudado se utilizaría entonces para
combatir la pobreza. Sin embargo, por lo habitual se considera que los bonos son
una de las principales causas de las injusticias económicas del mundo.
Aún no queda
claro si el IFF recaudaría la totalidad de la cantidad necesaria para cumplir
con los ODM. Una primera evaluación sugiere que el IFF podría generar una
pérdida neta de la ayuda. Además, no es posible pronosticar qué podría ocurrir
cuando, una vez que se llegue a la fecha límite de 2015, se deba devolver todo
el dinero. Naturalmente, eso provocaría un drástico descenso en los aportes de
la AOD. Durante la vigencia del bono es posible que los países suscriptores
decidan incluir los montos dentro de sus aportes a la AOD, lo cual reduciría el
volumen neto donado. O puede que encuentren otras formas de barajar los números
para incumplir la meta de 0,7% del INB.
La crítica más
grave que se le hace a la iniciativa IFF está vinculada al hecho de que el
problema de la amortización de la deuda se transfiere a las generaciones
futuras. Algunos gobiernos argumentan que la crisis económica actual les
dificulta aumentar su AOD, y por lo tanto apoyan al IFF como forma de garantizar
un cierto nivel de la AOD.
Ese podría ser
el caso de Italia, que según las estadísticas de la OCDE es el último país en la
lista de donantes en función del porcentaje de AOD: en 2003 aportó 0,17% de su
INB, y en 2004 había bajado a 0,15%. El gobierno italiano, no obstante, gastó
más de 1.000 millones (USD 1.270 millones) en misiones militares en el exterior,
especialmente en Iraq, y compró 121 aviones de combate Eurofighter 2000 a un
costo de más de EUR 14.200 millones (unos USD 18.000 millones). Por
coincidencia, el pago de esos gastos debería concluir en 2015, el mismo año del
cumplimiento de los ODM.
En la
actualidad no queda claro a cuál autoridad se le debe otorgar la facultad de
administrar el dinero del IFF. Una posibilidad es que la cantidad, total o en
parte, sea gestionada por el Banco Mundial. Cuando el Ministerio de Hacienda de
Reino Unido presentó el IFF explicó que los países receptores de donaciones o
préstamos especialmente ventajosos (o sea aquellos con plazos de vencimiento muy
largos, sin obligación de pagar intereses, etc.) deben ser sometidos a
condiciones rigurosas, como la buena gobernanza, compromisos contra la
corrupción, obligaciones de transparencia y la liberalización de sus mercados.
En los últimos
30 años las IFI y sus partidarios impusieron condiciones a los países en
desarrollo bajo la forma de programas de ajuste estructural. Por lo tanto,
parece inaceptable imponer condiciones específicas diseñadas para liberalizar
los mercados de los países y aplicar principios de libre mercado, teniendo en
cuenta el daño que ya provocaron las políticas de libre comercio en esos mismos
países.
Si el IFF no
toma en cuenta la función general de las IFI podría llevar al incremento del
poder de las mismas y agravar la situación de dependencia de los países más
pobres con la OMC, el Banco Mundial, el FMI y los mercados financieros en
general.
Impuestos
internacionales
Para poder
cumplir con los ODM y tener un impacto positivo en la lucha contra la pobreza
hacen falta un cambio radical en las instituciones internacionales y una
solución adecuada a la crisis de la deuda.
En los últimos
años se plantearon propuestas innovadoras para financiar el desarrollo, como los
impuestos internacionales. El impuesto que probablemente haya recibido más
atención es el impuesto Tobin, que grava las especulaciones monetarias
internacionales y lleva el nombre del ganador del premio Nobel de Economía que
propuso este mecanismo por primera vez.
Recientes
estadísticas muestran que el mercado de las divisas alcanzó un valor de USD 1,5
billones por día. Esta cifra debe compararse con el monto total del comercio
internacional de productos y servicios, que se calcula en USD 4,3 billones por
año. Eso significa que el volumen de dinero que maneja el comercio cada año
equivale al volumen que maneja el mercado de divisas en tres días.
Por lo tanto
se sugiere cobrar un pequeño impuesto a cada transacción de divisas,
independientemente del contenido y la cantidad de la transacción. Esto crearía
una desventaja exclusivamente para quienes, con fines especulativos, realizan
numerosas transacciones por día, y no para las firmas que importan o exportan
gran cantidad de productos con menos frecuencia. Este impuesto otorgaría a los
gobiernos un instrumento para controlar los mercados financieros. Los ingresos
podrían utilizarse para financiar programas de desarrollo en la lucha contra la
pobreza sin muchos de los inconvenientes discutidos anteriormente relativos a la
propuesta del IFF. Otra ventaja es que los gobiernos no podrían utilizar con
facilidad para otros fines las cantidades recaudadas mediante este tipo de
impuesto, y así disminuir sus aportes a la AOD. El informe de Landau encargado
por el presidente francés Jacques Chirac, junto con los gobiernos de España,
Brasil y Chile, señala la posibilidad de utilizar los impuestos internacionales
para financiar los ODM.
Entre otros
impuestos internacionales consideraremos aquellos que pretenden reducir la
contaminación. Por ejemplo, algunos gobiernos europeos, especialmente el francés
y el alemán, comenzaron a discutir la posibilidad de gravar los pasajes aéreos
para utilizar al menos parte de los ingresos obtenidos para financiar los ODM.
El Impuesto al Carbono sobre las emisiones de dióxido de carbono también
desencadenó un debate importante. Este impuesto se basa en el principio de
“quien contamina paga”. Lamentablemente, muchas iniciativas relativas al
Protocolo de Kyoto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio
Climático y relacionadas con el comercio de las emisiones de carbono permiten
que las compañías compren y vendan cantidades importantes de emisiones de
dióxido de carbono. Por consiguiente, el principio básico de quien contamina
paga se convierte en el principio de “quien paga puede contaminar”. Este es un
ejemplo de problema ambiental manejado exclusivamente mediante conceptos
económicos o financieros, lo que aumenta el poder y la influencia de los
mercados financieros sobre los temas ambientales.
Como en el
caso de la RSE, el enfoque voluntario puede llevar a las empresas privadas a
adoptar códigos de conducta que sólo tomen en cuenta los ingresos y los gastos.
Enfoques
financieros alternativos
La discusión
sobre la lucha contra la pobreza mediante el uso de instrumentos como la RSE y
los impuestos internacionales, entre otros, utiliza las palabras “banca ética”
al referirse a estos instrumentos económicos.
Sin embargo,
la banca ética implica un claro compromiso con la transparencia y la democracia,
donde el dinero no es el fin sino el medio para fomentar los derechos sociales,
proteger el medio ambiente y alcanzar el desarrollo sostenible. Por
consiguiente, los bancos éticos no financian todas sus actividades sobre el
principio de la maximización de la ganancia, pero consideran al crédito como
instrumento fundamental para erradicar la pobreza. El acceso al crédito es
considerado un derecho en sí mismo, o en otras palabras, un bien común, por
oposición a la liberalización del comercio y la mercantilización de los derechos
humanos. Estas experiencias crecen tanto en el Sur como en el Norte, y son la
prueba viviente de que un cambio radical en la economía y el sector financiero
de hoy no sólo es deseable sino también factible.
En el contexto
de la banca ética, el microcrédito desempeña un papel fundamental, que consiste
en pequeños préstamos utilizados con fines productivos, como la apertura de una
pequeña empresa. La importancia de esta práctica para erradicar la pobreza fue
reconocida recientemente por la ONU, que declaró a 2005 el Año Internacional del
Microcrédito. En los países en desarrollo millones de hombres y mujeres,
principales receptores de esos préstamos, mejoran razonablemente sus ingresos y
nivel de vida en general gracias a las iniciativas del microcrédito. En el Sur
se fundaron varios pequeños bancos éticos donde la propiedad del capital
accionario, los recursos gerenciales y los empleados son locales. Este es un
ejemplo concreto de un procedimiento útil para combatir la pobreza que fomenta
el autodesarrollo y no la caridad.
Uno de los
principales problemas de esas iniciativas es la necesidad de alcanzar cierta
dimensión crítica, o el punto en que se recuperan los gastos incurridos, que
permita la autosuficiencia de los pequeños bancos éticos del Sur. En muchos
casos, organizaciones del Norte u organismos de la ONU ayudaron a estas
experiencias en su etapa inicial, aunque queda mucho por hacer. Una de las
mayores críticas que se le hacen a los impuestos internacionales, y al impuesto
a las transacciones monetarias, es que si esas medidas se aplican las cantidades
recaudadas disminuirían rápidamente. De esta manera el impuesto no permitiría
financiar la lucha contra la pobreza a largo plazo. Incluso si esa crítica se
confirmara en los hechos, los ingresos procedentes de un impuesto a las
transacciones monetarias podrían ser muy eficaces para ayudar en la creación y
el inicio de bancos éticos, programas de microcréditos o iniciativas similares
en el Sur, las que exigen apoyo inicial y recursos financieros antes de lograr
la autosuficiencia.
Eso podría
iniciar un proceso sostenible de autodesarrollo en los países más pobres,
gestionado directamente por los ciudadanos de esos países y para su beneficio.
También sería una forma eficaz de combinar la lucha contra la contaminación o
las transacciones especulativas, con la lucha contra la pobreza. Asimismo
ayudaría a invertir el inaceptable flujo financiero que, junto con la
complicidad de las IFI, la deuda externa y los mercados financieros, sigue
absorbiendo los recursos de los países más pobres para el beneficio exclusivo de
los más ricos.
Conclusiones
La comunidad
internacional se cuestiona en la actualidad cómo hacer para cumplir con los ODM,
ya que en los primeros cinco años desde su presentación parecería haberse
avanzado muy poco. Esto sucede aunque se asumieron nuevos compromisos en la
Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, celebrada en
marzo de 2002 en Monterrey, México. El debate hoy parece concentrarse en colocar
un parche, útil pero insuficiente, sobre el problema. Los enormes desequilibrios
e injusticias que caracterizan a la presente situación no parecen haberse tenido
en cuenta.
No podemos
ignorar las responsabilidades de las instituciones internacionales, como el
Banco Mundial, los bancos regionales de desarrollo, el FMI o la OMC, o de las
agencias de créditos a las exportaciones, los bancos privados y demás firmas
financieras. También debe encontrarse una solución adecuada y definitiva a la
deuda de los países en desarrollo y es necesario detener el avance hacia la
liberalización y la privatización absolutas del comercio, la economía y la
banca.
Es necesario
concebir un enfoque nuevo hacia el desarrollo humano y sostenible. A pesar del
crecimiento constante de la riqueza mundial, millones de personas siguen
viviendo en la pobreza extrema. La metodología de la huella ecológica ha
demostrado que el enfoque actual para medir el desarrollo que sólo toma en
cuenta al crecimiento económico, calculado por los incrementos del INB, es
incoherente, falso, incompleto e insostenible.
El cambio debe
abordar varias iniciativas distintas. Hace falta una reforma radical de la
gobernanza económica internacional ya que, en la actualidad, las reglas
económicas, financieras y comerciales controlan y dictan las decisiones
políticas de los países y los gobiernos. Este enfoque debe invertirse para
llevar las inquietudes humanas, ambientales y de derechos sociales al centro de
todos los procesos de decisión internacionales. El Banco Mundial y el FMI deben
dejar de imponer condiciones a los países más pobres, y la OMC debe someterse a
un control externo democrático y transparente que evalúe las repercusiones
sociales y ambientales de los asuntos comerciales. El proceso de decisión debe
ser democrático, justo y transparente, en el que todas las partes interesadas
tengan un papel que desempeñar. Resulta inaceptable que hoy en día el Club de
París
o las propias IFI sean los principales acreedores así como los árbitros
autodesignados para hallar la solución a la crisis de la deuda.
Al mismo
tiempo es necesario implementar instrumentos innovadores como los impuestos
internacionales. Esos impuestos deben limitar los impactos negativos para los
países pobres y recaudar los recursos necesarios para cumplir los ODM, aunque
colaboren más extensamente en la lucha contra la pobreza y el hambre.
Ya existen
algunas iniciativas concretas, y el deber de la comunidad internacional es
apoyarlas. El movimiento por la justicia en el comercio exterior demuestra
(junto con otras iniciativas de banca ética) que es posible un enfoque distinto
en el comercio y que los seres humanos, sus relaciones sociales y el medio
ambiente pueden estar en el centro de los procesos de decisión económica. Por lo
tanto es importante aclarar el concepto de la RSE, con el fin de erradicar las
iniciativas de lavado verde de imagen, que no ofrecen una solución adecuada y
con las que sólo se corre el riesgo de echar a perder y bloquear las iniciativas
más interesantes y útiles.
Por motivos de
responsabilidad empresarial hace falta un enfoque de RSE. Por ejemplo, el uso
correcto de los recursos hídricos o las iniciativas de ahorro de energía no se
deben decidir según el balance de ingresos y gastos, o dejarse simplemente a las
iniciativas voluntarias. No debemos referirnos a este tipo de iniciativas
sencillamente como “responsabilidad empresarial” o “banca ética”. Todos los
interesados deberían tener el derecho de participar y exigir transparencia en
todas las actividades. La comunidad financiera debe cambiar y todos los aportes
son fundamentales para ayudar a asegurar que en los próximos años las
actividades financieras no provoquen más daños y, en cambio, ayuden a resolver
los problemas sociales y ambientales.
Notas:
Nota del editor: traducción del término en inglés “greenwash”, con el que
ecologistas y demás críticos denominaron a la actividad que otorga una imagen
pública positiva a las prácticas ambientales presuntamente deficientes. El
término surgió tras la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro
en junio de 1992. Grupos de presión empresariales vieron a la Cumbre de
la Tierra como una plataforma eminente desde la cual poder redefinir su papel y
dar forma al debate incipiente sobre el medio ambiente y el desarrollo
sostenible.
El Club de París es un grupo informal de técnicos financieros de los gobiernos
de 19 de los países más ricos del mundo que otorga servicios financieros tales
como la reestructura de la deuda, la reducción de la deuda y condonación de la
deuda a los países endeudados y sus acreedores. Los deudores con frecuencia son
recomendados por el FMI.
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