2004
Activismo de la mujer en un contexto de crisis
Marina Fe B. Durano
Development Alternatives with Women for a New Era (DAWN)
La visión de la política macroeconómica, conjuntamente con sus efectos microeconómicos, revela un panorama más amplio de la economía. De esta manera, los vínculos entre ambos se aclaran - vínculos que deben tomarse en cuenta cuando se busca el “crecimiento con equidad” y la “recesión con seguridad”. El énfasis puesto en las libertades y la realización humanas al resguardo de la seguridad humana garantiza que el activismo de las mujeres sea reconocido, preservado y fortalecido, tanto en tiempos de crecimiento como de crisis.
Oleadas de crisis La
última década del siglo XX nos enseñó lo dolorosas que pueden ser las crisis
financieras. Vimos cómo las crisis atacaron a México en 1995, a Asia oriental en
1997, a Brasil y Rusia en 1998, a Argentina y Turquía en 2001. Las oleadas de
crisis se sucedieron con mayor frecuencia, con picos más altos y depresiones más
profundas. Las oleadas no se limitaron nunca a su lugar de origen, sino que
repercutieron en puntos lejanos del planeta.
Distintos grupos y organismos multilaterales buscaron comprender las causas de
las crisis para formular medidas preventivas y mitigar sus efectos cuando fuera
imposible preverlas. La mayoría de las respuestas se orientó hacia las políticas
macroeconómicas decididas a nivel nacional en los países donde se originaron las
crisis. Por ejemplo, se discutió si los sistemas cambiarios de caja de
conversión (Currency Board) eran mejores que los sistemas de cambio
flotante. Las respuestas también se orientaron hacia la reglamentación, la
supervisión y las estructuras institucionales derivadas en los países
respectivos, como las modificaciones en las normas sobre suficiencia de capital
y en las reglas que rigen el secreto bancario.
Sin
embargo, se prestó menos atención a quienes sufrieron las consecuencias de esas
crisis. El sistema bancario, identificado como una víctima de los efectos
primarios, fue protegido por los rescates financieros que tuvieron el propósito
de impedir el agravamiento de las crisis. Los pobres quedaron relegados a la
condición de víctimas de los efectos secundarios, como si fuera necesario hacer
hincapié en su posición de por sí vulnerable en la sociedad. En el mejor de los
casos, algunos países poseen un mínimo de seguro social público, complementado
por asistencia social o programas sociales de ayuda a los pobres. Pero es más
probable que la norma sea la ausencia de redes de seguridad social que la crisis
financiera asiática de 1997 contribuyó a resaltar. Poco se hizo desde entonces
para mejorar estos mecanismos.
La
seguridad humana, como un concepto amplio, nos ayuda a concentrarnos en las
víctimas indefensas de las crisis. La principal diferencia entre seguridad
humana y la noción tradicional de seguridad estatal es que la unidad de análisis
es la gente, tanto individuos como grupos, en lugar del Estado y su aparato. Por
lo tanto, la seguridad trasciende las incursiones militares y la defensa del
Estado para incluir los shocks económicos y la protección social.
La seguridad humana de
las crisis económicasLa
Comisión de Seguridad Humana de la Organización de las Naciones Unidas afirma
que el objetivo de la seguridad humana es “proteger al núcleo vital de todas las
vidas humanas (...) de amenazas y situaciones críticas (severas) y extendidas
(generalizadas)” y el enfoque utiliza “medios que realzan las libertades humanas
y la realización humana”.
¿Cómo se puede cumplir este objetivo en el contexto de las crisis económicas y
financieras? ¿Cuándo las crisis económicas y financieras constituyen amenazas
críticas y extendidas?
Aunque
la medida del impacto de las crisis financieras sobre los indicadores de
supervivencia, medios de vida y dignidad no puede establecerse con exactitud, es
evidente que esas consecuencias son devastadoras cuando las crisis ocurren en
contexto de pobreza extrema. La pobreza implica vulnerabilidad ante las crisis,
ya sean pequeñas o grandes. Sería de mayor utilidad identificar ejemplos
específicos donde se manifiesta la tragedia en los lugares que experimentan
crisis para tomar las medidas adecuadas que corrijan la situación.
Las
crisis financieras son amenazas extendidas que se reiteran con el tiempo. Las
crisis financieras pueden ser escasas en el plano nacional, pero tomadas en
conjunto en el plano mundial, las amenazas deben abordarse de manera
internacional. Estas amenazas penetran las capas de las relaciones sociales que
constituyen el organismo en torno al núcleo vital de la vida humana, definido
como “un conjunto de derechos y libertades elementales que posee la gente”.
Cuatro niveles se identifican fácilmente: el de la familia, el local o
comunitario, el nacional y el internacional o global. Los diversos niveles
determinan los distintos contextos, condiciones y tendencias que darán su
carácter local al impacto de las crisis. Asimismo, cada persona tendrá su propia
concepción de lo que es vital para ella. Por lo tanto, el impacto de las crisis
tendrá siempre características singulares que exigen mecanismos de respuesta
sumamente específicos.
Los
gobiernos tienen la responsabilidad de crear mecanismos de respuesta. Las crisis
financieras residen en el dominio de la política macroeconómica, especialmente
de la política monetaria. Incluso la reglamentación de los mercados financieros
aún se produce al nivel de la macroeconomía. Sin embargo, la perspectiva de la
seguridad humana habrá de insistir que la política macroeconómica y los marcos
regulatorios financieros son capaces de demostrar hasta qué punto estas medidas
protegen con eficacia el núcleo vital de las vidas humanas. Esta es una
perspectiva que obligará a los ministros de economía y a los bancos centrales a
rendir cuentas por las políticas monetarias y fiscales, ya sea como amenazas o
como protección para la supervivencia, los medios de vida y la dignidad de la
gente. Este enfoque extiende los indicadores de éxito más allá del crecimiento y
del ingreso nacional bruto per cápita, que son los indicadores
macroeconómicos habituales.
Los
mecanismos de respuesta no son el cometido exclusivo de los gobiernos. También
se expresan por la participación activa de grupos formales o informales y
organizaciones de la sociedad civil. Durante las crisis, las familias y las
comunidades buscan activamente las formas de amortiguar la caída de su nivel de
vida. Como señalara la Comisión de Seguridad Humana, “las gestiones de base para
fortalecer la resistencia de la gente a través de planes de ahorros, facilidades
de crédito y sistemas de seguros comunitarios son importantes para permitir que
la gente sobreviva a las crisis de baja intensidad.”
Pero las crisis financieras de la última década fueron de una magnitud tan
trágica que amenazaron y perjudicaron estos sistemas de supervivencia.
Las
protestas de la sociedad civil que sucedieron al estallido de las crisis no
pueden considerarse actividades perjudiciales. La perspectiva de seguridad
humana reconoce estas actividades en el sentido de que estas acciones de
protesta son una forma de comunicación que permite hacer saber a los gobiernos y
las autoridades que las cosas tomaron el mal camino. Esto es de especial
importancia en el caso de los mercados financieros y del sistema bancario
formal, ya que las puertas de estas instituciones siguen cerradas para las
personas que viven en la pobreza y, por lo tanto, es improbable que sean
sensibles a sus intereses. Pero la volatilidad de los mercados financieros
ejerce un impacto inmediato en los pobres porque los precios relativos de los
mercados que son importantes para los pobres siempre quedan en situación
comprometida. Así, los ministros de economía y los bancos centrales también
deben aprender a abrirle las puertas a la participación activa de las
organizaciones de la sociedad civil, en lugar de descartarlas por contribuir a
la inestabilidad política. Si la seguridad humana fuera uno de los pilares de
las reuniones de los ministros de economía, estas reuniones no estarían rodeadas
de barricadas y las barreras a la comunicación desaparecerían.
En
ausencia de las consideraciones señaladas anteriormente, la pobreza y la
privación seguirán siendo el resultado natural de las crisis financieras y
económicas.
Política social
integrada a la política macroeconómicaLa
seguridad humana no es sólo un sinónimo más de protección social, aunque la
protección social es un elemento importante de aquella. La Comisión de Seguridad
Humana informa que “la búsqueda de respuestas a problemas nuevos y persistentes
impulsó la reforma de los sistemas de seguridad social en los países
desarrollados, la modificación de la agenda social tras el colapso de la
provisión estatal de los servicios sociales en los países en transición, y un
nuevo interés por las ‘redes de seguridad’ social y la protección social en los
países en desarrollo que padecen reveses económicos generados por la volatilidad
financiera (como en Asia oriental), pasan por cambios estructurales
fundamentales (como en América Latina y otras partes) o experimentan largos
períodos de estancamiento e incluso de retroceso económico (como en África y
otras partes).”
Para que estas reformas de la protección social sean efectivas, el enfoque de la
seguridad humana debe hacer hincapié en el empoderamiento de quienes más
necesitan esa protección. Así, la obligación gubernamental consistente en
proporcionar protección social se basará en diálogo y negociaciones informadas
con los pobres. Esta obligación de protección va de la mano del empoderamiento
de la gente. De esta manera, la protección social no se convierte en
responsabilidad paternalista de los gobiernos, sino en la responsabilidad
colectiva de todos los grupos sociales.
Una
lección importante extraída de las crisis de Asia oriental es que el sistema
integral de protección social es necesario por dos motivos. No solo protege a la
gente de las repercusiones negativas de los ataques al crecimiento económico,
sino que también ayuda a quienes no pudieron beneficiarse del crecimiento. Para
poder lograr ambos, la política macroeconómica debe formularse de tal manera que
no sacrifique los objetivos de la política social. En otras palabras, desde una
perspectiva de seguridad humana, los objetivos de crecimiento de las políticas
financiera y macroeconómica no pueden anteponerse a los objetivos de la política
social de tal manera que se sacrifiquen las “libertades humanas y la realización
humana”.
La
integración de la política social con la política macroeconómica suele hallar un
vínculo en el empleo. Sin embargo, la naturaleza del empleo en la actualidad ya
no se limita a los estrechos confines de las fábricas y los talleres. La fuerza
laboral es más heterogénea que nunca: trabajadores informales, por cuenta
propia, por contrato y trabajadores inmigrantes, entre otros. Normalmente, estos
trabajadores no están incluidos en los sistemas de seguridad social relacionados
con el sector formal. Hace falta continuar las reformas de los sistemas de
protección social que se llevan a cabo en países industrializados y en
desarrollo para que la mayor heterogeneidad de la fuerza laboral se tome en
cuenta con seriedad. Deben fortalecerse estos sistemas y ampliar su cobertura.
Activismo de la mujer y
no su protección social por defectoExiste
un tipo de trabajadores que no suele incluirse bajo el título de protección
social. Y sin embargo, este grupo desempeña un papel crucial, aunque subestimado
en la economía. A las amas de casa, madres y otras proveedoras de asistencia no
remuneradas se les asignó la tarea de atender las necesidades de seres
dependientes: niños, ancianos, enfermos y discapacitados. Pero el trabajador
sano también depende de estas proveedoras de asistencia ya que necesita
alimentos cocidos, ropa limpia, agua potable, fuego en la estufa, apoyo
emocional y demás para poder funcionar productivamente. Normalmente, las
proveedoras de asistencia no remuneradas son consideradas dependientes
económicas de los trabajadores sanos remunerados, pero la otra cara de la moneda
indica que los trabajadores sanos remunerados dependen socialmente de las
proveedoras de asistencia.
Cuando
las crisis financieras provocan la caída de la protección social proporcionada
por el Estado y el encarecimiento de los mercados de servicios privados se
recurre al apoyo del sistema de asistencia que, según determinó la sociedad,
pertenece a las mujeres. Las mujeres son las proveedoras de protección social
por defecto.
Entre
las expresiones de adaptación de la mujer ante la ausencia o el deterioro de la
protección social se encuentra el descenso en la calidad del uso del tiempo por
la mujer. Al perder el apoyo externo, la mujer aumenta el número de horas
trabajadas para poder realizar funciones de asistencia. Este fenómeno se
denominó incremento de la intensidad temporal del trabajo. En estas situaciones,
la mujer realiza numerosas tareas en el mismo período de tiempo.
Las trabajadoras independientes desde su casa, por ejemplo, realizan actividades
productivas mientras cuidan a sus hijos. La presencia de protección social
habría asegurado la existencia de guarderías y que la trabajadora independiente
realizara actividades productivas en un ambiente de trabajo adecuado.
Como la
seguridad humana exige un público que participe activamente, es necesario
escuchar las voces de las mujeres durante las deliberaciones acerca de la
estructura y el contenido de la protección social. La doble carga de trabajo
dentro y fuera del mercado, con el elemento agregado de la intensidad temporal,
impide que las mujeres participen en foros y debates públicos. La movilidad
femenina se ve aún más limitada por medios de transporte malos y caros, y por el
temor a sufrir daños físicos.
El
mayor beneficio que brinda el enfoque de la seguridad humana es que una visión
integrada de la política social y la política macroeconómica debería aliviar a
las mujeres de la doble carga laboral. A estas proveedoras de atención no
remuneradas no se les debería privar de la búsqueda de su propia realización. Al
trabajar para maximizar el bienestar de aquellos que reciben su asistencia, es
posible que sacrifiquen su propio bienestar. Este sacrificio es lo que la
seguridad humana espera evitar, especialmente en momentos de crisis y recesión.
La
perspectiva de seguridad humana saca a la luz el papel de la mujer a la hora de
cargar con los riesgos de las crisis financieras. La seguridad humana apela a
todos los actores sociales para que trabajen juntos y distribuyan mejor la carga
de la asistencia para que los dadores de la misma no sufran explotación ni
privación de sus capacidades.
ConclusiónLa
visión de la política macroeconómica, conjuntamente con sus efectos microeconómicos, revela un panorama más amplio de la economía. De esta manera,
los vínculos entre ambos se aclaran - vínculos que deben tomarse en cuenta
cuando se busca el “crecimiento con equidad” y la “recesión con seguridad”.
Asimismo, hace falta la acción colectiva: de mujeres y hombres, de grupos
organizados - sean estados, comunidades u organizaciones de la sociedad civil -
para poder elaborar un programa de desarrollo que coloque las “libertades
humanas y la realización humana” en el centro de la agenda.
El
énfasis puesto en las libertades y la realización humanas al resguardo de la
seguridad humana garantiza que el activismo de las mujeres sea reconocido,
preservado y fortalecido, tanto en tiempos de crecimiento como de crisis.
Notas:
Comisión de Seguridad Humana. La Seguridad Humana, ahora. Nueva York,
2003.
Ibid.
Ibid.
Ibid.
Floro, Maria Sagrario.
“Economic
restructuring, gender and the allocation of time”.
World Development
Vol 23, No 11, 1995, pp. 1-25.
“Recesión con seguridad” es una expresión utilizada por Amartya Sen en sus
conferencias sobre Seguridad Humana.
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