2004
No hay seguridad humana sin igualdad de género
June Zeitlin, Doris Mpoumou
Women's Environment & Development Organization (WEDO)
El empoderamiento de la mujer y la igualdad de género son esenciales para el desarrollo humano y la erradicación de la pobreza. La seguridad humana - una plataforma y un marco prometedores para que la ONU promueva la paz, los derechos humanos y el desarrollo humano - no será más que otra idea noble a menos que se sirva para mejorar la situación de las mujeres en sus familias y comunidades.
La
Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha sido un foro fundamental para el
movimiento internacional de mujeres, particularmente en los últimos 30 años. A
partir del Año Internacional de la Mujer en 1975, y luego con la Década de la
Mujer (1976-1985), las conferencias mundiales y las cumbres de la década de
1990,
las mujeres participaron activamente y con decisión para influir en el
desarrollo económico, social y sostenible. En este contexto, las activistas
influyeron en resoluciones claves, ganaron compromisos esenciales y
establecieron mecanismos estratégicos que sentaron una agenda de política global
de largo alcance por la cual se aceptó que la promoción de la igualdad de género
y el empoderamiento de la mujer son esenciales para el desarrollo humano y la
erradicación de la pobreza.
Pero a
pesar de los avances políticos y de los esfuerzos por utilizar estos compromisos
gubernamentales para lograr cambios jurídicos y políticos que protejan y
profundicen los derechos de las mujeres en el plano nacional, muchas mujeres -
especialmente las pobres - están en peor situación hoy que hace una década.
Importantes
fuerzas globales surgidas en la última década están socavando los avances de las
mujeres. El modelo económico neoliberal y las políticas orientadas al mercado
(especialmente los cambios en las normas comerciales y financieras, y la
liberalización y privatización de los bienes y servicios públicos) exacerbaron
la pobreza, la inseguridad alimentaria y la exclusión económica de la mayoría, a
la vez que incrementaron la riqueza y las oportunidades económicas, y por tanto
el consumo excesivo de unos pocos privilegiados. Simultáneamente, el mundo es
cada vez más peligroso debido a las intervenciones militares unilaterales y a la
violencia comunitaria y étnica. La escalada del militarismo y los
fundamentalismos nuevos y resurgidos, tanto laicos como religiosos, generaron un
ambiente asfixiante para el cambio progresista.
Aunque está
bien documentado que el empoderamiento de la mujer es central para la
erradicación de la pobreza y el desarrollo nacional, las mujeres aún deben
superar fuertes barreras para acceder a los recursos, al empleo remunerado y a
los cargos con poder de decisión. Con demasiada frecuencia, las políticas
macroeconómicas y nacionales ignoran el factor género, por lo que no abordan con
eficacia las necesidades de las mujeres pobres y pertenecientes a minorías. En
muchos lugares del mundo, el impacto de la pandemia de VIH/SIDA obligó a las
mujeres a cargar con más responsabilidades para generar ingresos, mantener su
hogar y cuidar de sus seres queridos.
Estas
fuerzas y tendencias externas, fomentadas por las instituciones financieras
internacionales y la Organización Mundial del Comercio (OMC), perpetúan y
refuerzan las desigualdades estructurales entre las mujeres y los hombres, en la
economía y la sociedad. En consecuencia, el influjo del poder externo sobre la
política y los marcos nacionales de desarrollo debilitó la capacidad de algunos
gobiernos para satisfacer las necesidades sociales básicas, mientras el
incremento de los gastos militares y “antiterroristas” agota aún más los
limitados fondos públicos para la educación, la salud y los servicios sociales.
El énfasis puesto en la seguridad nacional y la policía también es utilizado
para socavar los derechos y las libertades civiles ganadas con mucho esfuerzo.
Estas
tendencias son exacerbadas por las políticas de Estados Unidos, donde el
gobierno actual utiliza su poderío militar y económico sin parangón en aras de
intereses económicos, políticos e ideológicos estrechos, con terribles
consecuencias para el pueblo estadounidense y el resto del mundo. La guerra
preventiva en Iraq - el caso más extremo de unilateralismo estadounidense hasta
la fecha - fue precedida por el rechazo del gobierno de ese país del Protocolo
de Kyoto y de la Corte Penal Internacional, y por su negativa a ratificar la
Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la
Mujer (CEDAW).
Estos
desafíos internacionales a menudo obstaculizan el trabajo de las activistas para
implementar los compromisos de la política global de los años 90. La ONU es la
institución de gobierno global más universal y legítima, pero ahora se encuentra
ante una encrucijada, debilitada por la falta de fondos y una extensa agenda, y
por desequilibrios de poder entre sus diversos miembros. Las voces de los países
en desarrollo y de la sociedad civil, especialmente de aquellos que hablan por
la mujer, los pobres y otros grupos marginados, exigen cambios. En lugar de
consolidar el statu quo tratando de complacer a las instituciones
financieras y comerciales internacionales, las corporaciones trasnacionales y
los países industrializados poderosos, la ONU debe convertirse en un contrapeso,
en una institución responsable y eficaz promotora de la paz, los derechos
humanos, la igualdad de género, el desarrollo sostenible y la justicia
económica.
La
seguridad humana es una plataforma y un marco prometedores para que la ONU
promueva la paz, los derechos humanos y el desarrollo humano. Sin embargo, tras
más de una década de experiencia de trabajo con mujeres que buscan no sólo la
igualdad y la equidad de género sino también la transformación social, hemos
aprendido que sin el compromiso expreso para con la igualdad de género y la
aplicación de una óptica de género, las aspiraciones de las mujeres, sus
necesidades, inquietudes y soluciones, no son visibles ni abordadas
adecuadamente.
Con
demasiada frecuencia, el desarrollo “humano”, los derechos “humanos” y ahora
quizá la seguridad “humana” suponen que las experiencias de los hombres son la
norma, no reconocen las diferencias de género y, en definitiva, no consiguen sus
metas.
El
empoderamiento de la mujer y la igualdad de género son centrales para la
seguridad humana. A menos que los enfoques de seguridad humana se utilicen para
mejorar la situación de las mujeres en sus familias y comunidades, se
convertirán en otra idea noble que no se trasladará a los hechos. Esperamos que
este trabajo allane el discurso entre los propulsores de la “seguridad humana” y
los activistas de los derechos de la mujer, para que juntos podamos desarrollar
un enfoque más “genérico”.
La seguridad
humana centrada en las personas no implica necesariamente un enfoque de
seguridad humana sensible al género.
Tradicionalmente, la seguridad se comprendía en relación con el Estado, con un
énfasis en la seguridad del territorio ante la agresión externa o como la
seguridad global ante la amenaza de una hecatombe nuclear. El Informe sobre
Desarrollo Humano de 1994 aboga por enfatizar la seguridad de la gente, pasando
de la provisión de seguridad mediante las armas a la seguridad a través del
desarrollo humano. Esta comprensión de la seguridad humana no sustituye la
seguridad del Estado por la seguridad de las personas. En cambio, los dos
aspectos son considerados interdependientes.
Un enfoque
de seguridad humana centrado en las personas es, de hecho, un enfoque neutro en
cuanto al género. Este enfoque suele estar sesgado contra las mujeres ya que
supone que las experiencias de los hombres son la norma. Por tanto, dada la
ausencia de una discusión expresa en torno a las desigualdades de género, la
suposición de que el enfoque centrado en las personas incluye automáticamente a
la perspectiva de género suena vacía.
No
obstante, es mucho más fácil plantear temas de igualdad de género y
empoderamiento de la mujer si la discusión se centra en la gente y no en el
Estado. Es difícil preguntar “¿dónde están las mujeres?” si el énfasis se pone
en los Estados.
Integración de la perspectiva de género en el enfoque de seguridad humanaLa
Plataforma de Acción de Beijing aboga por la incorporación de la perspectiva de
género a todas las estructuras, instituciones, políticas y programas. El párrafo
79 señala específicamente que “los
gobiernos y otros agentes sociales deberían promover una política activa y
visible de integración de una perspectiva de género en todas las políticas y
programas, a fin de que se analicen, antes de adoptar decisiones, sus posibles
efectos en las mujeres y los hombres.”
Esto coincide con el enfoque de
la Comisión de Seguridad Humana de la ONU, que integra con éxito las inquietudes
de género a lo largo de su informe. El informe se concentra en temas diversos
pero interrelacionados relativos a los conflictos y la pobreza. Entre esos temas
están la protección de las personas en situaciones de conflicto y posconflicto,
la protección de las personas obligadas a trasladarse, la superación de
inseguridades económicas, la garantía de la atención sanitaria básica, y la
garantía de la educación universal. La Comisión analiza, por ejemplo, el impacto
diferencial de la pobreza en las mujeres, así como en los hombres, y los
problemas específicos que las mujeres padecen como inmigrantes o refugiadas. El
informe también reconoce el importante papel que desempeñan las mujeres en los
procesos de paz, entre ellos la resolución de conflictos. Sin embargo, el
informe no identifica como asuntos fundamentales los temas derivados de la
integridad física que las mujeres consideran centrales para su seguridad íntima.
Entre éstos se incluyen especialmente los temas de violencia intrafamiliar
contra la mujer y los derechos reproductivos de la mujer. Esta laguna ilustra el
que no podamos dar prioridad a la integración de género por encima de la labor
específica de las mujeres o viceversa, ya que ambos enfoques se complementan.
Qué hace
falta para crear la seguridad humana para la mujer
Hasta la
fecha no se realizó ningún examen o análisis cabal de la seguridad humana de las
mujeres, aunque la Plataforma de Acción de Beijing identificó en 1995 muchos
elementos constitutivos de la seguridad humana femenina, tales como temas de
seguridad en situaciones de conflictos armados y de otra índole, seguridad ante
la violencia, desastre ambiental, seguridad alimentaria, refugio y vivienda. Es
esencial comprender el concepto de seguridad humana desde una perspectiva de
género, para mejorar la seguridad humana de las mujeres de manera integral y
holística. Eso significa que las metas y objetivos de igualdad entre los géneros
deben incorporarse al enfoque de la seguridad humana. Estos temas se relacionan
con la cuestión central de las diferencias entre la seguridad de la mujer y la
del hombre. Estas cuestiones no deben considerarse agregados o suplementos de
las discusiones principales, sino que deben integrarse a la comprensión misma de
lo que implica el enfoque de la seguridad humana.
Violencia contra las mujeres
La
violencia contra la mujer es un asunto de seguridad muy distinto para mujeres y
hombres. Los actos o las amenazas de violencia, ya sea que ocurran en el hogar o
en la comunidad, ya sea perpetrados o tolerados por el Estado, generan miedo e
inseguridad en la vida de la mujer y son obstáculos para alcanzar la igualdad.
El temor a la violencia, incluido el acoso, es un freno constante a la movilidad
de millones de mujeres y limita su acceso a recursos y actividades básicas.
La
violencia contra la mujer es uno de los mecanismos sociales cruciales por los
cuales las mujeres son obligadas a adoptar una posición subordinada frente al
hombre. En muchos casos, la violencia contra mujeres y niñas ocurre en la
familia o dentro del hogar, donde suele ser tolerada. Con frecuencia el
abandono, el abuso físico y sexual, y la violación de niñas y mujeres por
familiares y otros integrantes del hogar, así como el abuso conyugal y
extraconyugal, no son denunciados y, por tanto, son difíciles de detectar.
Incluso cuando esa violencia es denunciada, a menudo no se protege a las
víctimas ni se castiga a los responsables. En muchos casos, las mujeres no
tienen control sobre las relaciones sexuales y quedan embarazadas. Todos estos
factores representan un núcleo concreto de inseguridad humana que rodea al
cuerpo de la mujer.
Un segundo
tema a destacar es la violencia contra la mujer durante los conflictos armados.
Las mujeres son sometidas a violencia porque son mujeres. Son violadas,
obligadas a ejercer la prostitución, objetos de tráfico sexual o embarazadas
contra su voluntad. Existe gran preocupación por la violencia basada en el
género en tiempos de conflicto, no sólo por lo extendida que es, sino también
porque los crímenes más horrendos contra las mujeres quedan impunes y no siempre
son reconocidos como violaciones de derechos humanos fundamentales.
Desigualdades en el poder y en la toma de decisiones
En todo el
mundo, las mujeres siguen estando mínimamente representadas en la toma de
decisiones políticas, aunque se avanzó algo en el plano local donde las mujeres
tienen mejores oportunidades de ser elegidas y donde comienzan sus carreras
políticas. Estas disparidades entre mujeres y hombres en cargos públicos
persisten en los foros nacionales e internacionales. Hoy en día las mujeres
representan sólo el 15,2% de las legislaturas nacionales.
Las
barreras estructurales y culturales impiden la participación plena y equitativa
de las mujeres en la toma de decisiones. Los estereotipos de género y las
actitudes discriminatorias predominantes presentan graves obstáculos para la
participación política femenina. Asimismo, el tipo de sistema electoral y las
leyes sobre la financiación de las campañas limitan las oportunidades políticas
de las mujeres. Más aún, el control desigual sobre los recursos económicos
descrito a continuación influye en la toma de decisiones de las mujeres al nivel
básico del hogar, así como en las instituciones públicas.
La CEDAW y
la Plataforma de Acción de Beijing destacan la importancia que tiene la igualdad
de representación de las mujeres en la toma de decisiones políticas. Los
artículos 7 y 8 de la Convención apelan respectivamente a los Estados Parte para
que garanticen la participación de las mujeres, en igualdad de condiciones con
los hombres, en la formulación de la política de gobierno y en las instituciones
internacionales. A la Plataforma de Acción le preocupa tanto el acceso de las
mujeres a estructuras y organizaciones públicas, privadas y no gubernamentales,
como su plena participación en las mismas, y la capacidad de las mujeres para
participar en cargos con poder de decisión y liderazgo.
Estas
desigualdades en relación con el poder son esenciales en el contexto de la
seguridad humana. Es importante que las mujeres representen una masa crítica
mínima del 30% en la toma de decisiones políticas porque entonces será más
probable que puedan dejar su huella en las decisiones que afectan sus vidas y el
futuro de sus familias.
Desigualdad en el acceso y control de los recursosEn ninguna
parte del mundo existe la igualdad entre hombres y mujeres en el acceso a los
recursos - créditos, tierras, agua y tiempo - o en su control. Las mujeres
desempeñan un papel fundamental en la administración de los recursos naturales y
tienen vastos conocimientos y experiencias sobre el agua, la tierra y las
fuentes de energía que mantienen a sus hogares y comunidades. Sin embargo, la
falta de la tenencia de la tierra o del derecho a la herencia, y las tendencias
actuales como la privatización del agua, menoscaban su capacidad para tener en
propiedad, administrar, usar y conservar estos recursos y mantenerse a sí mismas
y sus familias. El derecho limitado de las mujeres a la tierra, a la propiedad
privada y a la herencia con frecuencia significa menos acceso a los servicios de
extensión agrícola y a los créditos, lo cual se refleja en un acceso menor al
agua y los alimentos.
Las mujeres
siguen concentradas en el sector informal, donde no existen garantías laborales
ni de seguridad. Aquéllas que ingresan a la economía formal tienden a conseguir
los empleos peor remunerados, con mayores riesgos ambientales y de seguridad.
Las mujeres siguen ganando menos que los hombres por la misma tarea, y superan
en número a los hombres entre la población analfabeta. La responsabilidad de las
mujeres con respecto a las tareas domésticas implica que el tiempo es un recurso
sumamente limitado para ellas: tiempo para participar en organizaciones
comunitarias, tiempo para estudiar y tiempo para generar ingresos. Por tanto, la
capacidad de la mujer para proteger su propia seguridad y garantizar la
seguridad de su familia difiere enormemente.
Derechos
humanos de la mujer
La
protección y el respeto de los derechos humanos son considerados elementos
importantes de toda agenda de seguridad humana. Este aspecto de la agenda debe
ampliarse en forma expresa para asegurar una búsqueda más activa de los derechos
de la mujer como derechos humanos. Es importante que el uso de los derechos
humanos en este contexto incluya claramente temas de derechos específicos de
género, así como los derechos reproductivos de la mujer y la violencia
intrafamiliar contra la mujer. Los derechos humanos de la mujer deben ocupar el
centro de la comprensión de la seguridad humana.
Activismo de la mujer
Todo
enfoque de seguridad humana no debe apuntar exclusivamente a las mujeres como
víctimas: víctimas de violación, refugiadas sin opciones, viudas sin recursos,
trabajadoras comunitarias sin poder excluidas de las principales organizaciones
de toma de decisiones, etc. Es fundamental que el activismo de las mujeres,
especialmente en tiempos de crisis, sea destacado, ya que incluso en las
situaciones más difíciles las mujeres poseen recursos, talentos y capacidades.
Existe un
esfuerzo creciente de documentar las iniciativas de mujeres para construir la
paz y la seguridad, especialmente desde la adopción de la Resolución del Consejo
de Seguridad de la ONU que aboga por una mayor participación de las mujeres en
los procesos de paz. Hay iniciativas similares en marcha para destacar el
activismo de las mujeres en el ámbito de la seguridad alimentaria.
Ningún
objetivo de seguridad humana podrá alcanzarse sin tomar en cuenta los intereses
de seguridad tanto de mujeres como de hombres. Es fundamental que la discusión
acerca de la seguridad humana siga concentrándose en la gente, en mujeres y en
hombres, como una alternativa a la seguridad de base militar del Estado que ha
generado tantos conflictos en todo el mundo.
Referencias
Plataforma de Acción de Beijing.
www.un.org/womenwatch/daw/beijing/platform/
Convención sobre la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer.
www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/
Women's
Environment & Development Organization (WEDO).
www.wedo.org/5050kit.htm
Nota:
Conferencia de Naciones Unidas sobre Ambiente y Desarrollo, Río de Janeiro,
Brasil 1992; Conferencia de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos, Viena, 1993;
Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, El Cairo, Egipto, 1994;
Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Social, Copenhague, Dinamarca,
1995; Cuarta Conferencia Mundial de Naciones Unidas sobre la Mujer, Beijing,
China, 1995.
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