2002
Una cumbre contra la intolerancia
Atila Roque
Instituto Brasileiro de Análises Sociais e Econômicas (IBASE)
Tres días después del cierre de la III Conferencia Mundial Contra el Racismo, la Xenofobia, la Discriminación Racial y las Formas Conexas de Intolerancia (CMR), los atentados terroristas contra Estados Unidos revelaron de manera contundente la actualidad de los temas discutidos en Durban, Sudáfrica. Lo que está en juego es la posibilidad de otro paradigma de civilización que no se preste a reducciones simplistas y maniqueístas con respecto al bien y al mal, y que valorice la diversidad, los derechos humanos universales y la preservación de la vida, tal como lo enfatiza sistemáticamente la Declaración y el Programa de Acción de la CMR.
El 11 de
septiembre de 2001 el mundo presenció horrorizado los actos terroristas
perpetrados en Nueva York y Washington. La perplejidad y la indignación causadas
por la muerte brutal de miles de personas colocó en el centro del debate
internacional la cuestión del terrorismo y de sus causas más profundas. La
respuesta de Estados Unidos fue una guerra sin piedad contra Afganistán, que
profundizó el dolor y el sufrimiento de la población civil de ese país. Las
consecuencias de esos terribles acontecimientos todavía no son plenamente
perceptibles. Sin embargo, está claro que será necesario sumar todas las fuerzas
comprometidas con la paz y la democracia para contrarrestar la ola conservadora
y militarista que se moviliza con el pretexto de la lucha contra el terrorismo.
No podemos aceptar que se combata el horror con más horror. La solidaridad entre
los pueblos es esencial en un momento como éste.
Apenas tres
días después del cierre de la III Conferencia Mundial Contra el Racismo, la
Xenofobia, la Discriminación Racial y las Formas Conexas de Intolerancia (CMR),
los atentados terroristas contra Estados Unidos revelaron de manera contundente
la actualidad de los temas discutidos en Durban, Sudáfrica. Realizada entre los
días 31 de agosto y 8 de septiembre de 2001, la conferencia reunió a más de
2.500 representantes de 170 países, entre ellos 16 jefes de estado, 58 ministros
de relaciones exteriores y 44 ministros de otras carteras. Además de los
representantes oficiales, cerca de 4.000 ONG del mundo entero y alrededor de
1.300 periodistas estaban acreditados para seguir los debates.
Las
dificultades que se encontraron para llegar a un consenso sobre algunos de los
principales temas de la conferencia –especialmente aquellos relacionados con la
cuestión Israel-Palestina, el pasado esclavista y la identificación de las
“víctimas de la discriminación”– terminaron llevando a que las negociaciones
duraran un día más de lo previsto. Entre quienes siguieron el proceso de Durban
estuvo claro desde el comienzo que no se trataba de una conferencia cualquiera.
La propia amplitud del título, elegido después de intensas discusiones entre los
gobiernos, anticipaba las tensiones que se enfrentarían en el curso del proceso
preparatorio y en las negociaciones finales. Estábamos ante una conferencia
mundial que lidiaría, a una escala inédita, con las razones profundas del odio,
la violencia y la fragmentación social.
Entre todas
las conferencias del ciclo social de la ONU, la CMR fue la que convocó de manera
más contundente a las sociedades “nacionales” a enfrentar sus propios demonios.
Temas y cuestiones que afectan el bienestar y la seguridad de individuos y
grupos en sus vidas cotidianas ocuparon el centro de la agenda de debates,
desestabilizando las divisiones tradicionales entre Norte y Sur. Problemas como
los de los inmigrantes, los romas (gitanos), los dalits (los
“intocables” de India), los descendientes de africanos, los indígenas y las
mujeres cruzan límites territoriales nacionales y geopolíticos. Lo mismo puede
decirse con relación a los problemas vividos por las personas que sufren
discriminación por causa de sus opciones sexuales o religiosas.
Agravadas por
variables económicas y políticas, las diferentes formas de intolerancia y
discriminación sufridas por esos grupos están arraigadas en la cultura, se
expresan a través de gestos en la vida diaria y son reafirmadas por los medios
de comunicación. Son manifestaciones de relaciones sociales excluyentes
transmitidas de una generación a otra. El modo en que las sociedades abordan
estas cuestiones afecta la jerarquía social y el acceso a los beneficios del
desarrollo.
Alcanzar
legitimidad internacional para sus luchas fue, en algunos casos, el principal
objetivo de movimientos sociales involucrados en el proceso preparatorio de
Durban y durante la propia conferencia. En algunos casos encontraron la
oposición acérrima de los gobiernos, como ocurrió con la lucha contra la
discriminación de los dalits, excluida de los documentos por causa del
veto de India. Lo mismo ocurrió con el problema de la discriminación basada en
las opciones sexuales, también excluida de los documentos finales, que solo
contó con la defensa activa de Brasil hasta los últimos momentos de las
negociaciones.
En algunos
casos, los obstáculos eran resultado de la insistencia por parte de los
gobiernos en restringir el debate al ámbito de los mecanismos ya consagrados por
las negociaciones y procesos internacionales. Un ejemplo fue el intento por
parte de los países africanos de que el tema de las reparaciones debidas a las
víctimas del tráfico de esclavos, de la esclavitud y del colonialismo fuese
tratado sólo en el contexto de las políticas de ayuda económica a África. De la
misma forma, se intentó evitar que las manifestaciones actuales de esas
prácticas tuvieran un tratamiento destacado en la conferencia.
En ese
sentido, la participación de las organizaciones y movimientos sociales
directamente interesados en los resultados de la conferencia fue fundamental
para garantizar que la amplitud del alcance prometido en el título de la CMR no
se perdiera en el camino hacia Durban. En el caso de las cuestiones de los
descendientes de africanos, la movilización de los movimientos sociales resultó
en la incorporación de un conjunto de propuestas sumamente avanzadas en el
documento aprobado en la reunión regional preparatoria de las Américas,
realizada en Santiago de Chile en diciembre de 2000.
La
movilización y coordinación de los descendientes latinoamericanos y caribeños de
africanos tuvieron un papel crucial en ese proceso. La constitución de la
Alianza Afro-Latina-Caribeña puede ser considerada uno de los principales logros
políticos de la CMR, proporcionando no sólo una referencia política para ejercer
presión sobre los gobiernos, sino también un espacio de intercambio con las
demás organizaciones de descendientes de africanos europeas, norteamericanas
(Estados Unidos y Canadá), así como africanas.
El arte del compromiso posible
Los acuerdos
alcanzados en Sudáfrica, a pesar de muchas piedras encontradas en el camino,
representan un paso decisivo a favor de la tolerancia y de la paz. La
polarización de los debates sobre el conflicto en Medio Oriente dificultó casi
hasta el final la construcción del consenso y dejó marcas profundas en las
negociaciones de Durban. La radicalización de las posiciones desembocó en el
abandono de las negociaciones por parte de Estados Unidos y de Israel, en uno de
los momentos más tensos de la conferencia. Ni siquiera el Foro Paralelo de ONG
escapó a las tensiones. El texto del documento final del Foro sobre la cuestión
Israel-Palestina, bastante contundente con relación a la política israelí,
sufrió restricciones de entidades como Amnistía Internacional y Human Rights
Watch.
Al final, el
acuerdo alcanzado en los documentos finales con relación a los párrafos
referentes al conflicto entre Israel y Palestina acentuó el aislamiento de
Estados Unidos. Israel no fue criticado individualmente, y tanto el
antisemitismo como el antiislamismo fueron condenados. El derecho a la
autodeterminación del pueblo palestino fue reconocido, pero el sionismo no fue
clasificado como racismo. El lenguaje del compromiso adoptado no contempla las
aspiraciones de quienes esperaban una condena más dura de las violaciones de los
derechos de los palestinos, perpetradas por Israel en los territorios ocupados,
pero posibilitó el acuerdo con relación a un texto consensual.
La
Declaración y el Programa de Acción aprobados en Durban, por otro lado, tratan
abiertamente las causas de la discriminación, el racismo y la xenofobia. Lo
mismo puede decirse con respecto a inmigrantes e indígenas, aunque algunos
grupos hayan protestado porque no se reconociera el derecho de éstos últimos a
denominarse “naciones”. Entre las cuestiones más polémicas estaban las
relacionadas con la clasificación del tráfico de esclavos y de la esclavitud
como crímenes contra la humanidad, así como todo el debate sobre las
reparaciones debidas a quienes sufren sus consecuencias.
Con relación
a la condena del tráfico transatlántico y de la esclavitud, la Conferencia llegó
a una formulación intermedia: clasifica como crímenes contra la humanidad los
episodios contemporáneos y dice que “siempre tendría que haber sido así”. El
texto acordado en los momentos finales de la conferencia representa un avance
histórico significativo:
"Reconocemos que la esclavitud y la trata
de esclavos, en particular la trata transatlántica, fueron tragedias atroces en
la historia de la humanidad, no sólo por su aborrecible barbarie, sino también
por su magnitud, su carácter organizado y, especialmente, su negación de la
esencia de las víctimas, y reconocemos asimismo que la esclavitud y la trata de
esclavos, especialmente la trata transatlántica de esclavos, constituyen, y
siempre deberían haber constituido, un crimen de lesa humanidad y son una de las
principales fuentes y manifestaciones de racismo, discriminación racial,
xenofobia y formas conexas de intolerancia, y que los africanos y
afrodescendientes, los asiáticos y las personas de origen asiático y los pueblos
indígenas fueron víctimas de esos actos y continúan siéndolo de sus
consecuencias."
De hecho,
desde el punto de vista de los descendientes de africanos, son muchos los puntos
positivos en los documentos aprobados. Las cuestiones específicas surgidas de
esa condición fueron ampliamente contempladas, aunque el tema central de las
reparaciones, uno de los puntos causantes de interminables controversias, haya
recibido en el documento final una formulación demasiado genérica:
"...invitamos a la comunidad internacional
y a sus miembros a que honren la memoria de las víctimas de esas tragedias. La
Conferencia observa también que algunos han tomado la iniciativa de lamentar lo
sucedido, expresar remordimiento o pedir perdón, y hace un llamamiento a quienes
todavía no hayan contribuido a restablecer la dignidad de las víctimas para que
encuentren la manera adecuada de hacerlo..."
La CMR fue
menos específica en cuanto a medidas concretas y nuevas metas, dejando el
detalle de las acciones por cuenta de los propios países, encargados de la
elaboración de Planes de Acción Nacionales para la promoción de la diversidad,
la igualdad, la justicia social y la equidad. Pero las pautas y prioridades de
esas acciones fueron claramente indicadas por los delegados y se tradujeron en
un conjunto de compromisos fundamentales a ser cumplidos por los gobiernos e
instituciones internacionales. Entre los más importantes señalados por los
documentos de Durban debemos destacar:
-
Reconocimiento de la importancia de los instrumentos internacionales
actualmente existentes para combatir el racismo, la discriminación racial, la
xenofobia y las formas conexas de intolerancia, en particular la Convención
Internacional Para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
Racial, que establece al año 2005 como meta para su ratificación;
-
La reforma
de las instituciones judiciales y de las legislaciones nacionales, de manera
de combatir el racismo, la discriminación racial, la xenofobia y las formas
conexas de intolerancia, inclusive garantizando el castigo de los responsables
por tales prácticas;
-
La mejora
en los sistemas de recolección de información e investigación, nacionales e
internacionales, así como la producción regular de indicadores sociales que
posibiliten la medición de los progresos o atrasos con relación a los
objetivos de la conferencia. La conferencia también solicita que las Naciones
Unidas desarrollen programas de investigación, educación y comunicación en el
sentido de rescatar la contribución de África con la historia de la humanidad;
-
La
promoción de acciones afirmativas como un medio preferencial de combate
de las desigualdades raciales, especialmente en las áreas de educación,
mercado laboral, salud, vivienda, saneamiento, agua potable y control
ambiental;
-
Los
programas de combate al racismo, la discriminación racial, la xenofobia y
formas conexas de intolerancia deben incorporar, necesariamente, la dimensión
de género;
-
La
centralidad del combate a la pobreza debe ser una prioridad en la lucha contra
el racismo, por medio de iniciativas como la Nueva Iniciativa Africana y otros
mecanismos innovadores tales como el Fondo Mundial de Solidaridad para la
Erradicación de la Pobreza;
-
Los países
desarrollados, las Naciones Unidas y las instituciones financieras
multilaterales deben encontrar los medios de ofrecer nuevos recursos
financieros para financiar las acciones que surgen de la aplicación de los
compromisos de Durban;
-
La
conferencia apoyó la propuesta del Alto Comisionado de la ONU para los
Derechos Humanos de crear una Unidad Antidiscriminación para colaborar con los
estados miembros y otras agencias de la ONU en el proceso de aplicación de los
compromisos, produciendo informes anuales de progreso, recopilando información
y buscando la cooperación con organizaciones de la sociedad civil.
La
conferencia de Durban reveló, de manera contundente, las dificultades que el
mundo encuentra para lidiar con las cuestiones del racismo y la intolerancia, en
todas sus manifestaciones. El estancamiento y virtual fracaso de las
negociaciones por la imposibilidad de llegar a acuerdos sobre Medio Oriente y
los llamados “temas del pasado” fueron apenas los aspectos más visibles de un
clima de extremo sectarismo que dominó el proceso prácticamente hasta el último
día.
Los
compromisos asumidos por los gobiernos en la Declaración y en el Programa de
Acción tal vez sean todavía tímidos y limitados ante la enormidad de los
problemas a ser enfrentados, pero constituyen un avance innegable, un paso al
frente hacia la resolución de los problemas discutidos.
Finalmente,
la agenda que se establece a partir de los resultados de la III Conferencia
Mundial Contra el Racismo, la Xenofobia, la Discriminación Racial y las Formas
Conexas de Intolerancia nos deja ante opciones cruciales, para la construcción
de un mundo en que los actos de desprecio absoluto con relación a la vida
humana, tan frecuentes en la historia de la humanidad, ya no sean posibles. Los
resultados de Durban constituyen una brújula, aunque todavía frágil y
contradictoria, que nos guiará en medio de las tormentas que se anuncian en el
horizonte.
Lo que está
en juego es la posibilidad de otro paradigma de civilización que no se preste a
reducciones simplistas y maniqueístas con respecto al bien y al mal, y que
valorice la diversidad, los derechos humanos universales y la preservación de la
vida. Estos principios y premisas son sistemáticamente enfatizados en la
Declaración y el Programa de Acción de la CMR. Además, el papel de las
organizaciones de la sociedad civil en el contexto de los gigantescos desafíos
que surgen del 11 de septiembre no puede ser menospreciado.
Así como
ocurrió en la CMR, cuando las voces de la sociedad civil fueron la garantía de
que temas controvertidos no fueran silenciados, corresponde a las sociedades
civiles del mundo entero, así como a los liderazgos políticos y religiosos,
reaccionar vigorosamente contra el nihilismo deshumanizante de los que descartan
la vida como detalle insignificante.
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