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1994–1998: Avances y obstáculos La red DAWN evaluó las políticas posteriores a la CIPD en Bolivia, Brasil, Nicaragua, Perú, Puerto Rico, India, Malasia, Tailandia, Indonesia, Viet Nam, Lao, Camboya, Filipinas y Fiji.6 Lo que surge de este ejercicio de análisis de la política es un panorama mixto de avances y obstáculos. Aunque existen variaciones entre los países, al menos en algunos los cambios de política comenzaron incluso antes de El Cairo. En Brasil, India y Filipinas, el programa de El Cairo se anticipó varios años. Pero aun en estos países, la CIPD representó un gran estímulo para los cambios que estaban ocurriendo. En otros países, los cambios ocurridos se generaron en gran medida por la preparación para la Conferencia. En los del Sudeste asiático (además de Filipinas), funcionarios declararon que sus políticas ya estaban alineadas con las pautas de la CIPD, incluso antes de 1994. Estas declaraciones son cuestionadas por activistas de la salud de la región. Aunque es verdad que varios gobiernos del Sudeste asiático aplicaron efectivas políticas de desarrollo y contra la pobreza en las dos décadas anteriores a la crisis actual, probablemente sea apropiado decir que estas políticas son más acordes con los acuerdos de la Primera Conferencia Mundial de Población, celebrada en Bucarest en 1974, que con la agenda de El Cairo en sí. La agenda de El Cairo se basó en la agenda de Bucarest y subrayó la importancia de las políticas de desarrollo social, pero la supera considerablemente al poner énfasis en la salud reproductiva y sexual, los derechos reproductivos, la igualdad de género y la potenciación de la mujer. En todos los países analizados a partir de 1995, los procesos previos y posteriores a Beijing parecen haber sido reforzados por la agenda de la CIPD. Los casos estudiados demuestran que desde 1994 el discurso político pasó de las urgencias demográficas al enfoque de salud. En muchos países –Bolivia, Tailandia, Filipinas, Fiji–, la denominación de los programas de planificación familiar pasó a ser Programas de Salud Reproductiva. En India, se dio un cambio potencialmente más radical. En 1996 se canceló el método de implementación del programa, con tres décadas de antigüedad, de fijar metas en términos de la cantidad de personas que usan anticonceptivos. Incluso en el caso de Brasil, donde se aplica una política integral nacional de la salud de la mujer desde 1984, El Cairo y Beijing representaron un estímulo, sobre todo con respecto al aborto. Los servicios que ofrecen abortos en los casos permitidos por la ley –violación y riesgo para la vida de la mujer– aumentaron rápidamente. Estos avances no se deben subestimar. El ambiente político y económico predominante en los últimos cuatro años no ha sido favorable a la agenda de El Cairo. En América Latina, especialmente en América Central y en Puerto Rico, las fuerzas religiosas, sobre todo la jerarquía católica, atacaron abiertamente las agendas de El Cairo y Beijing. En Asia y el Pacífico, la reacción moral conservadora no es tan abierta ni tan clara, siendo una excepción la de Filipinas. Pero los gobiernos exhiben una clara sensibilidad hacia los derechos reproductivos, la salud sexual, la salud adolescente y el aborto. Los esfuerzos de implementación se llevan a cabo en todas partes en un ambiente económico totalmente insatisfactorio. En el Sur, los profundos patrones de desigualdad y el nivel de pobreza se agravaron tras 1994. Las políticas de salud reproductiva se implementan en el contexto de reformas estatales y de la salud que, en muchos casos, implican recortes en la inversión social y la privatización de los servicios. Después de 1997, la tormenta mundial de la inestabilidad financiera afectó directamente tanto al Sudeste asiático como a América Latina. Pero a pesar de estas limitaciones, el progreso fue evidente, al menos hasta principios de 1998. En varios países se realizan esfuerzos para superar la falta de integración entre los diversos componentes de la política de salud reproductiva –salud materno infantil, asistencia anticonceptiva y prevención de enfermedades de transmisión sexual y VIH/SIDA. Se da más atención a la mortalidad materna. En India, funcionarios, profesionales y activistas de la salud luchan con los tremendos desafíos de revertir un programa de planificación familiar vertical y limitado. En varios países se están desarrollando iniciativas para abarcar las necesidades de los adolescentes. Adicionalmente, como resultado de Beijing, los funcionarios, las ONG y los medios de comunicación de todos los países están hablando de género, violencia contra la mujer, acción positiva y cuotas políticas. Hay notables ejemplos positivos de arreglos institucionales en que los gobiernos, las ONG, incluida la comunidad de salud reproductiva y de defensa de los derechos humanos, y organismos internacionales interactúan y discuten en forma conjunta la manera de implementar los acuerdos de El Cairo. En Brasil, hay mecanismos de monitoreo incorporados en la estructura del sistema de salud a través de los consejos de salud. Junto con la Comisión Nacional sobre Población y Desarrollo creada para monitorear la implementación de la CIPD, los consejos de salud han sido cruciales para sostener políticas relacionadas con la CIPD. En Perú, se creó un mecanismo de negociación tripartita que incluye al Ministerio de Salud Pública, organizaciones feministas y organismos de donación para seguir la implementación de la CIPD. En Bolivia, la Comisión Nacional de Mortalidad Materna realizó esfuerzos de monitoreo y responsabilidad. En Uruguay, se crearon vínculos entre la comunidad activista y el sistema nacional de salud y el municipal de Montevideo, la capital. Por positivas que puedan ser estas señales, también es evidente que queda mucho por hacer. Aún hay falta de claridad con respecto a conceptos claves de la CIPD, como el género, la potenciación de la mujer y la responsabilidad del hombre. Problemas similares se encuentran en el caso de la salud sexual y los derechos reproductivos. Donde la salud sexual se adopta como concepto, se expresa básicamente en la prevención de las enfermedades de transmisión sexual y el VIH. En la mayoría de los casos, los derechos reproductivos se interpretan meramente como el derecho o el acceso a los servicios de salud reproductiva, lo que deja de lado otras dimensiones críticas como la opción informada y la autodeterminación reproductiva. La reacción y la confusión también son evidentes en el ámbito de las necesidades de los adolescentes. Un área donde el movimiento ha sido lento es la del aborto. Entre los países analizados por DAWN, sólo en Brasil se lograron avances claros.7 En Bolivia, en el contexto de la reforma de la salud, los defensores de la salud y los derechos consiguieron que el tratamiento posterior al aborto sea financiado con fondos públicos. En India y Vietnam, donde el aborto es legal, hay un mayor reconocimiento sobre la necesidad de mejorar los servicios existentes. Pero en Fiji, donde hay espacio para mejorar los servicios de aborto (el procedimiento se permite en los casos de violación y riesgo físico o mental), la CIPD no generó iniciativas en ese rumbo. En América Central es justo decir que hubo algunos retrocesos. En general, el avance ha sido relativamente mediocre, y es imprescindible hacerlo con mayor rapidez. Las conclusiones también indican que la mejoría efectiva de los servicios de salud reproductiva ha sido muy limitada, especialmente en el caso de las poblaciones pobres del medio rural y urbano. En muchos contextos, los programas verticales de planificación familiar se están reorganizando o simplemente redenominando como salud reproductiva. Estos paquetes verticales no siempre establecen los vínculos necesarios con otras áreas estratégicas, como la prevención del VIH/SIDA o los análisis de cáncer cervical. Otros obstáculos recurrentes para mejorar la calidad de los servicios en la planificación familiar o la salud reproductiva son la capacitación insuficiente, la mentalidad burocrática y la actitud insensible de los funcionarios y los profesionales de la salud hacia las cuestiones de género. Un tema importante para la implementación de la CIPD es la falta de comprensión sobre cómo los servicios de salud reproductiva de buena calidad pueden ampliarse en el contexto de las reformas de la salud en la manera en que son enmarcados e implementados en la actualidad. El Banco Mundial, que ahora sustituyó a la OMS como principal donante en el ámbito de la salud, hace hincapié en la importancia de la reforma del sector de la salud. Esto implica llegar a un acuerdo entre el gobierno y los donantes de un país para adoptar un enfoque de tres etapas que supone: a) políticas y estrategias comunes que abarquen a todo el sector; b) la prioridad del enfoque de gasto público, basado en ejercicios de efectividad del costo utilizando las medidas de «carga por enfermedad» y DALY,8 y la identificación de un paquete de «servicios esenciales»; y c) un marco común de administración.9 Si bien no se puede negar el valor de un enfoque en común, esto también reduce la flexibilidad que tienen los gobiernos y los donantes para experimentar con otros enfoques. Dada la hegemonía tecnocrática del Banco Mundial y su creciente dominio financiero en el ámbito de la salud, ésta es una probabilidad desconcertante. Significa que aquéllos menos comprometidos que el Banco Mundial con la efectividad del costo como principal criterio para las intervenciones de salud quizá tengan menos avenidas políticas o programáticas a su disposición. Los casos estudiados también demuestran que los organismos, los administradores y los activistas involucrados con la programación de la salud reproductiva no interactúan adecuadamente con los sectores que diseñan e implementan la reforma de la salud, ya sea a nivel internacional o nacional. Por último, los mecanismos de supervisión y responsabilidad no se crearon en todos los países. En la mayoría, el progreso observado se puede atribuir en su mayor parte a los esfuerzos denodados de la comunidad defensora de los derechos y de la salud reproductiva. En algunos casos, como en Nicaragua y Puerto Rico, estos esfuerzos se realizan con muy poco apoyo institucional. En otros países, como Camboya, Lao, Viet Nam y Fiji, las agencias internacionales tuvieron un papel más fuerte como participantes de la CIPD. En general, las políticas están bien orientadas en los lugares donde los gobiernos, las agencias y las ONG de salud y defensoras de derechos reproductivos están cooperando y se consultan, o donde se acordaron mecanismos de responsabilidad. Es necesario profundizar, en la agenda de la CIPD, la cooperación y el diálogo efectivos entre al menos dos de los principales participantes: gobierno + ONG, o gobierno + agencias, o agencias + ONG. También es cierto que la función de la ONG tiene mayor importancia cuanto mayor es la resistencia del gobierno a la implementación de la CIPD. El Cairo +5 en el escenario mundial de 1999–2000 En el mejor de los casos, la profundización de la agenda de El Cairo+5 no será una tarea fácil, ya que supone luchas semánticas, transformaciones macropolíticas y microintervenciones para cambiar la calidad de los servicios así como la mentalidad y las actitudes de los proveedores. El escenario económico y político mundial para 1999–2000 nos recuerda lo difícil que será. Hace un año, nadie podría haber previsto la magnitud del terremoto desencadenado por la crisis financiera de Asia. Pocos esperaban que la inestabilidad financiera se expandiera tan rápida y extensamente a otras regiones, incluido el propio corazón del sistema financiero mundial. Una consecuencia inmediata del huracán económico actual ha sido la reducción de los presupuestos de salud en países como Brasil, Malasia y Tailandia, donde el gasto nacional en la salud primaria y reproductiva iba en aumento. Adicionalmente, como hemos visto, los gobiernos del Sur cumplieron con los compromisos financieros asumidos en la CIPD mucho mejor que los países donantes. Por consiguiente, se pueden esperar posiciones fuertes por parte de los países del G–77 en La Haya. En 1994, aun cuando el panorama económico mundial no era fácil, el consenso de El Cairo se concretó luego de la cuidadosa construcción de puentes entre el Norte y el Sur en torno a los temas de la salud y los derechos reproductivos. Las condiciones políticas predominantes en la actualidad no pueden propiciar con tanta facilidad la atmósfera de diálogo que llegó a conocerse como «el espíritu de El Cairo». Es fundamental recordar que en todas las conferencias de la ONU de esta década, fuerzas fundamentalistas se aprovecharon sistemáticamente del clima político que sucedió a la profundización de las brechas entre el Norte y el Sur:
Pero este posible lado sombrío del escenario político de El Cairo+5 debe equilibrarse con indicios poco habituales que también se pueden rastrear en el debate económico mundial. Si hace un año pocos previeron la extensión de la crisis próxima, nadie –además de los «sospechosos de siempre» entre los ambientalistas, las organizaciones de mujeres, los sindicalistas, las organizaciones de desarrollo y los pensadores de izquierda y progresistas– pensaba seriamente que se pudiera resquebrajar el consenso ideológico que gobernó la economía mundial en las últimas dos décadas. Hoy los defensores más férreos y los beneficiarios de la economía «globalizada» están a la defensiva y se distancian del globalismo descontrolado para pedir una mejor administración de la economía mundial y una mayor inclusión de aquéllos que quedaron al margen. El nerviosismo no sólo afecta a los mercados financieros mundiales, sino también a los niveles más altos de los gobiernos de la OCDE. El espectacular milagro de crecimiento del Sudeste asiático fue sucedido por un colapso igualmente espectacular que amenazó a todo el sistema mundial. En el proceso, las creencias atesoradas por los neoliberales en las últimas dos décadas son cuestionadas desde el propio corazón del sistema. No sólo los gobiernos, habitualmente dóciles, de Malasia y Hong Kong impusieron cierto tipo de controles de capital, y no sólo Rusia reprogramó su deuda en forma unilateral, sino que la duda penetró en las propias organizaciones de Bretton Woods. Varios destacados economistas y personalidades influyentes11 criticaron al FMI por negarse a alterar las propuestas recesivas que recomienda a las atribuladas economías del Sudeste asiático y por arrojar miles de millones de dólares a las brechas cada vez más amplias de un dique en colapso, con muy poco efecto. Pero la crítica más importante del consenso de Washington provino del principal economista y vicepresidente del Banco Mundial, Joe Stiglitz. En su conferencia en Helsinki a principios de 1998, y en una serie de exposiciones y trabajos escritos, Stiglitz criticó al FMI por su enfoque mal orientado y abogó por un consenso post Washington: uno que imponga mayores controles al movimiento de capitales, que no utilice la recesión nacional como instrumento para alinear a los países en el orden mundial y que se concentre más en las necesidades de desarrollo humano y en la inclusión de los marginados. Resulta irónico que el Banco Mundial, que aplicó programas de ajuste estructural en todo el mundo durante los años 1980 y en gran parte de los años 1990, ahora ataque las mismas premisas de sus acciones anteriores. Pero esta división en la forma de pensar entre los niveles más altos del Banco y el FMI probablemente sea la señal más importante de que los días del neoliberalismo puro se acabaron. Este clima creó definitivamente el espacio para que una variedad de iniciativas de la sociedad civil dé mayor transparencia y responsabilidad a la economía política mundial. Las negociaciones de El Cairo+5, sobre todo en aquellos aspectos que son fuertemente dependientes de una transformación más profunda del paradigma neoliberal en decadencia –como es el caso de las tendencias de cooperación internacional y las premisas de la reforma de la salud–, deben verse como una oportunidad fértil para elevar el perfil de las inquietudes y las necesidades de las mujeres en el centro de los debates sobre el cambio del orden mundial.
Pasos a dar Algunas conclusiones, aunque preliminares, se pueden extraer de este ejercicio. Una que sobresale es que la CIPD desencadenó cambios importantes no sólo en políticas de población, sino también en los debates de desarrollo. Aunque los escenarios de la política previos a El Cairo eran sumamente heterogéneos en todos los países, luego de 1994 se pueden apreciar tendencias positivas convergentes y obstáculos similares con respecto a la implementación de la CIPD. Por consiguiente, en vista de las acciones futuras fundamentales que se han de tomar, se puede definir una agenda mínima para orientar los debates y las negociaciones de El Cairo+5:
Notas 1 Sonia Correa es investigadora
de IBASE (Instituto Brasileño de Análisis Social y Económico) y Gita Sen es
profesora de economía del Instituto Indio de Administración, de Bangalor. Ambas
son coordinadoras de investigación de DAWN –Development Alternatives with Women
for a New Era (Alternativas de Desarrollo con Mujeres para una Nueva Era). Este
artículo se basó en escritos anteriores de las dos autoras: Correa, Sonia. 1998,
«Cairo+5: Good News, Obstacles, Challenges Ahead», DAWN INFORMS – 2; Sen,
Gita, ene–feb 1995, «The World Program of Action: A New Paradigm for Population
Policy», Environment volumen 37: número 1; publicado en portugués como «O
Programa de Açao do Cairo», en Cadernos do CIM–1, 1994, Sao Paulo; Gita
Sen y Anita Gurumurthy, 1998, «The impact of globalization on women’s health»;
ARROWS FOR CHANGE, volumen 4: numero 1; Sen, Gita, 1998, «The global
crisis: cracks in the neoliberal consensus», DAWN INFORMS –3.
2 De hecho, la disputa sobre el aborto no se prolongó más que la
negociación sobre la emigración, pero la cobertura de los medios no lo destacó.
Resultó más que irónico que algunos periodistas del Sur y otros estaban
dispuestos a dicotomizar la salud y los derechos de la mujer al desarrollo,
quizá sin darse cuenta de que caían de esa manera en la óptica de la Santa Sede.
3 Hay mucho en el Capítulo III que aquéllos interesados en la
equidad social y económica pueden apoyar. Por ejemplo, las mujeres de las
minorías de Estados Unidos quedaron encantadas cuando, como consecuencia del
activismo informal, EEUU modificó el párrafo 3.16, que define el objetivo de
elevar la calidad de vida e incluye que merecen especial atención las mujeres
pobres tanto de países desarrollados como de países en desarrollo.
4 La definición de salud sexual se abrevió considerablemente en
la versión final del Programa de Acción de la CIPD para satisfacer las
objeciones de Irán y Pakistán.
5 Un punto válido que se plantea con respecto a la distribución
de recursos de UNICEF, entre otros, es que siguen sin especificarse los recursos
que se necesitan para la atención de salud primaria, la supervivencia infantil,
la educación primaria y para otros aspectos de la potenciación de la mujer. En
1994, la expectativa era que esto se analizaría por la Cumbre Social. Como
sabemos, el resultado más claro al respecto en Copenhague fue la Iniciativa
20/20.
6 Los casos fueron estudiados por los siguientes investigadores:
Brasil, Sonia Correa, sobre la base de otro estudio realizado en colaboración
con Sergio Piola y Margareth Arilla; Bolivia, Ximena Machicao; Fiji, Margaret
Chung; India, Gita Sen, Vanita Mukerjee, Vimala Ramachandran y Anita Gurumurthy;
Nicaragua, Ana María Pizarro; Perú, Cecilia Mandelengoitia; Filipinas, Gigi
Fransisco; Puerto Rico, Isabel Laboy y Alicia Warren; Uruguay, Cristina Grela y
Alejandra López. Una revisión regional de los países del Sudeste asiático
–Malasia, Tailandia, Indonesia, Lao, Camboya y Viet Nam– se ofreció amablemente
a DAWN por Rashida Abdullah, de ARROW. Un ejercicio separado sobre un conjunto
de países africanos se encuentra en proceso.
7 Se realizaron avances importantes para asegurar que las
mujeres accedan al aborto legal desde la CIPD en países como Sudáfrica y Guyana.
8 DALY, del inglés Disability–Adjusted Life Year, expresa
los años de vida perdidos debido a muerte prematura y los años vividos con una
discapacidad severa y duradera.
9 Sen y Gurumurthy, 1998, op cit.
10 Sen, 1995, op cit.
11 Entre los economistas se encuentran Jagdish Bhagwati,
Jeffrey Sachs y Paul Kurgman; entre las influyentes personalidades públicas
están Henry Kissinger y George Schultz.
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