1998
¿Convención de Lomé vs. Cumbre Social?
Tetteh Hormeku
Secretaría de África, Red del Tercer Mundo
Los dos compromisos de la Cumbre Social sobre comercio exterior son: (a) la promoción del acceso igualitario de los países en desarrollo a los mercados mundiales, la inversión productiva y la transferencia de tecnologías y conocimientos adecuados, con la debida consideración hacia las necesidades de países con economías en transición; y (b) la plena implementación de la Declaración Final de la Ronda Uruguay, incluyendo los artículos complementarios especificados en el Acuerdo de Marrakech que estableció la Organización Mundial de Comercio (OMC). La importancia básica de la Ronda Uruguay radica en que obligó a todas las economías, sin importar sus niveles de desarrollo y sus problemas específicos, a adoptar reglas y normas iguales en materia de reducción de aranceles, alta protección de propiedad privada e inversión extranjera, etc., siendo su objetivo el de lograr igualdad de condiciones para el movimiento mundial de bienes, capital e inversión. Este tratamiento a desiguales como iguales, en realidad significó la prohibición de muchos de los instrumentos específicos disponibles a los países en desarrollo para corregir la distribución desigual del acceso a los mercados mundiales, la tecnología y la inversión productiva. Desde este punto de vista, se puede decir que los compromisos de la Cumbre Social, que requieren la plena realización de la Ronda uruguay en el contexto de la promoción de la equidad en el comercio y la inversión mundial, constituyen una contradicción frente a los propósitos de la Cumbre.
Esta contradicción se despliega en los debates
sobre la estructura que sucederá a Lomé IV, el actual de una serie de acuerdos
que desde 1975 ha sido el marco para la cooperación del comercio y el desarrollo
entre Europa y países de África, el Caribe y el Pacífico (ACP), y que concluirá
en el año 2000. El debate se centra principalmente en las preferencias
comerciales que gozan los países de estas tres regiones en los mercados de la
Unión Europea (UE), de acuerdo con la Convención de Lomé, que excluye de
aranceles y otras barreras no arancelarias a muchas de sus exportaciones hacia
la UE. Esto está vinculado a la estrategia económica global de la UE en cuyo
contexto se están redefiniendo y construyendo las relaciones con los países de
África, el Caribe y el Pacífico.
Preferencias Comerciales en la Convención de
Lomé
En la actualidad, la mayor parte de los productos
industriales y procesados de la región de África el Caribe y el Pacífico gozan
de preferencias no recíprocas en la UE, incluidas en cuatro protocolos agrícolas
anexados a la Convención de Lomé, que otorgan acceso preferencial no recíproco a
las exportaciones de bananos, carne vacuna, azúcar y ron de ACP. El futuro de
estas preferencias está en peligro, entre otras razones por la declinación
histórica general de las barreras arancelarias de la UE, como parte de su
tendencia hacia la liberalización del comercio. Para muchos productos
industriales, los márgenes arancelarios ya no son significativos, porque los
países menos desarrollados que perciben tratamiento de Sistema Generalizado de
Preferencias Generalizado gozan del mismo acceso a la UE que los países de ACP.
Otros socios comerciales de la UE, en el Mediterráneo y Europa oriental, también
reciben acceso especial como parte de sus acuerdos comerciales recíprocos. En el
sector agrícola, la reforma de la Política Agrícola Común de la UE permitirá el
acceso a los mercados europeos y reducirá los precios garantidos en los mismos,
lo que afectará especialmente a los cuatro protocolos agrícolas.
Pero el desafío más serio ha sido externo: del
nuevo régimen internacional de comercio y los países en desarrollo fuera de la
ACP, que exportan sus productos a la UE. Su argumento de que las preferencias y
protocolos discriminan de manera injusta contra sus productos, recibió el
reciente respaldo de un panel del GATT al declarar que el régimen del banano de
la Comunidad Europea era ilegal. A su vez, esto queda respaldado por el
argumento adicional de que, como no están disponibles para otros países en
desarrollo en similar situación, las preferencias comerciales de Lomé son, en
general, incompatibles con el GATT.
Existen, por supuesto, quienes cuestionan la
importancia misma de las preferencias, dado que, a pesar de cierto rendimiento
positivo limitado, la mayoría de los países de ACP no tuvieron una mejoría
económica importante desde el comienzo de Lomé. En contra de esta posición se
halla el argumento de que el mediocre rendimiento económico se debe menos al
valor inherente de las preferencias que a la capacidad limitada de esos países
para utilizar las oportunidades que brindaron las preferencias. De manera que,
aunque mucha gente reconoce que las preferencias quizá no duren para siempre, la
idea es mantenerlas por tiempo suficiente, quizá unos diez años, para permitir
la adaptación de los países de ACP. La cuestión es entonces cómo hallar una
forma para retener las preferencias que sea compatible con la Organización
Mundial de Comercio (OMC).
El "Documento Verde" ("Green Paper") de la
Comisión Europea sobre las relaciones entre la UE y la ACP en las vísperas del
siglo XXI, propuso cuatro opciones en este sentido: 1) mantener el status quo,
2) aplicar el sistema generalizado de preferencias - GSP, 3) incorporar la
reciprocidad uniforme, y 4) incorporar la reciprocidad diferenciada.
La primera opción mantiene la actual disposición
comercial con preferencias no recíprocas específicas para ACP. Ya que estas no
se adaptan a las normas de la OMC, la UE y ACP pueden seguir gozando de la
suspensión de la aplicación de los artículos de la OMC o solicitar una enmienda
que permita el comercio selectivo, no recíproco, entre los países industriales y
en desarrollo.
La segunda opción implica la abolición de la
preferencia de Lomé y la gradual integración de los países de ACP en el sistema
generalizado de preferencias (GSP), lo que convertiría a las preferencias
comerciales en una decisión unilateral de la UE. Esta opción tiene la intención
de hacer que el GSP normal esté disponible para los países que la UE considera
países en desarrollo "avanzados" (como Barbados, Mauricio o Zimbabwe),
mientras que a los países menos desarrollados (ACP y otros) se les otorgarán GSP
aumentados (igual a las preferencias actuales de Lomé). Si bien esta opción
cumple con las normas de la OMC, impone serias interrogantes sobre lo que la UE
considera como países en desarrollo "avanzados", los criterios que se
utilizarán para retirar a un país en desarrollo del sistema y qué ocurrirá con
los países en desarrollo que no se consideran ni "menos desarrollados" ni
"avanzados".
Además, la opción incorpora un mecanismo que
comienza a socavar la base de solidaridad política entre los países en
desarrollo, tanto en el trato con la UE como en el mantenimiento de una
presencia política coherente en otros foros económicos internacionales.
La tercera opción incorpora la reciprocidad
uniforme entre países de la UE y ACP. Esto sería un retroceso con respecto a la
OMC: poner en una misma bolsa de comercio recíproco a los países en desarrollo
con aquellos de menor desarrollo ignora las normas de la organización sobre
"tratamiento diferencial y más favorable", especialmente para los países
menos desarrollados.
La última opción implica la reciprocidad
diferenciada por la que la UE construirá zonas de libre comercio con distintos
grupos regionales o países de ACP. Un problema con este enfoque es que la
mayoría de estos grupos regionales de comercio aún no están funcionando y no
pueden incorporarse a un acuerdo de este tipo. Pero el verdadero peligro radica
en que permite que la UE comience a construir relaciones con enclaves de los
países más exitosos de ACP, a expensas del resto.
El problema con el enfoque de la CE es que no es
lo suficientemente activo para buscar la reforma de los acuerdos de la OMC con
el fin de conseguir un arreglo beneficioso para los países de ACP. Desde la
perspectiva de que las preferencias deben mantenerse, aun por un período de
transición, la opción más directa es la retención del status quo. Pero esto
requiere voluntad política, de la UE junto con ACP, para presionar por las
necesarias excepciones dentro de la OMC. Quizá sea difícil, pero no imposible,
ya que la UE es un bloque de integración líder en la economía política de la OMC,
que tendrá el apoyo adicional de los países de ACP. El verdadero obstáculo es la
voluntad política europea que a su vez está relacionada con la política
internacional de comercio e inversión de la UE. Es aquí donde entra a jugar la
propia estrategia mundial de Europa, en cuyo contexto está redefiniendo y
construyendo sus relaciones con la ACP.
Estrategia Mundial de Europa y la Convención
Lomé
La política europea de cooperación para el
desarrollo (el amplio rubro en que caen las relaciones de UE-ACP en la Comisión
Europea) está diseñada para integrarse a otros dos brazos de la política externa
de la Unión Europea: a) política exterior, diseñada para promover la seguridad,
la democracia, los derechos humanos, etc., y b) política de comercio e inversión
de Europa. "La coherencia en el sentido estricto, o sea, los efectos externos
de las políticas que no sean los de la cooperación para el desarrollo, no podrán
convertirse nunca en un compromiso internacional de parte de la Comunidad",
expresa el "Documento Verde" cuando analiza la cuestión de la coherencia de los
tres brazos.
En otras palabras, el tema de si la política de
comercio e inversión de Europa tiene efectos externos que socavan los esfuerzos
de desarrollo de los países de ACP, o incluso la propia política de cooperación
para el desarrollo de la UE, no es algo que se pueda discutir en el contexto de
la cooperación para el desarrollo, en este caso, las relaciones ACP-UE. Dado
que, la política de inversión común de Europa está, según las palabras del
"Documento Verde", "centrada en el cumplimiento de obligaciones
multilaterales, la conformación de un sistema multilateral mejor administrado y
la búsqueda de mayor acceso a los mercados externos", no es de sorprender
que el enfoque de la Comisión Europea hacia las preferencias comerciales de ACP
pretenda adaptarlas a la OMC en lugar de buscar reformas de esta organización.
El hecho de que su política internacional de
comercio e inversión esté centrada en obligaciones multilaterales, fortalecida
por un sistema multilateral "mejor administrado" (es decir la OMC),
refleja el aporte de Europa, y su interés, a la nueva estrategia de regulación
internacional del comercio presentada por la URA. Los hitos de este sistema -es
decir, los principales acuerdos, especialmente: Medidas de Inversión
Relacionadas con el Comercio (TRIMS), Derechos de Propiedad Intelectual
Relacionados con el Comercio (TRIPS), Acuerdo General sobre Comercio de
Servicios (GATS), en conjunto, un mecanismo de resolución de disputas basado en
la sanción comercial- son medidas que transformaron el comercio en un
instrumento para la intervención de las políticas económicas nacionales y las
estrategias de otros países, especialmente para satisfacer las necesidades
monopólicas de las empresas transnacionales de Europa, Estados Unidos y Japón,
que dominan la producción y el comercio mundiales.
Los TRIP fueron diseñados para fortalecer el
monopolio tecnológico de las transnacionales; las TRIMS para liberar la
inversión de las compañías transnacionales del tipo de requisitos de política
nacional que los países del Tercer Mundo adoptaron para ajustar las inversiones
a sus propias necesidades; y el GATS para liberalizar el sector de los servicios
a las transnacionales. Desde la conclusión de la ronda Uruguay, Europa presiona
para adoptar el Acuerdo Multilateral de Inversión (MIA) y concretar aún más los
procesos iniciados con las TRIM.
El "Documento Verde" propuso la adopción del MIA
dentro de ACP como parte de la estrategia para el futuro. En efecto, se puede
decir que todos los cambios que la Comunidad Europea propone para que sean
incluidos en el instrumento sucesor del acuerdo de Lomé IV están diseñados para
alinear las relaciones UE-ACP con el multilateralismo de la OMC y su visión de
globalización. Un aspecto que se destaca con nitidez en el "Documento Verde" es
la actitud de la UE hacia la integración regional.
El Tercer Mundo habitualmente percibe a la
integración regional como una manera de proteger las economías contra los
destrozos que la aplicación de reglas que no discriminan una situación de otra
habrán de traerles aparejados, para ganarle espacio a este sistema y así
desarrollar sus capacidades para construir economías sustentables. Por ende los
países intentan con esfuerzo fortalecer las iniciativas de integración
regionales en el ámbito mundial. El acuerdo de Abuja de un sistema económico
africano representa una de estas iniciativas.
Por el contrario, el apoyo que brinda la UE a la
integración regional está motivado por el punto de vista de que esta es
necesaria para la integración a la economía mundial y entonces debe ser siempre
compatible con el mero multilateralismo iniciado por la URA. Por lo tanto existe
la tendencia de promover las iniciativas integracionistas que fragmentan en
lugar de fortalecer la capacidad regional africana.
El "Documento Verde" ni siquiera menciona el
acuerdo de Abuja, que fundó la Comunidad Económica Africana y es la base de los
esfuerzos de Africa por lograr la integración en el ámbito continental. En su
lugar, el "Documento Verde" apoya lo que la UE promociona como un nuevo
organismo regional en Africa occidental, Union Economique et Monetaire de
l’Ouest Africaine (UEMOA). Pero como nueva iniciativa, UEMOA es incluso más
restringida -y una amenaza mayor de fragmentación- que la más amplia y antigua
Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental (ECOWAS). ECOWAS reúne a
todos los países de Africa occidental y no sólo a los francófonos, como es el
caso de UEMOA, y ha sido reconocida como uno de los bloques subregionales que
debe ser fortalecido como la unidad de construcción de una definitiva comunidad
económica de Africa. En definitiva, esto se corresponde con el interés europeo
por la creación de regímenes de comercio sólo dentro de los así llamados
enclaves viables, en lugar de crear espacios donde economías débiles y fuertes
puedan reforzar sus capacidades mutuas.
Para justificar el deseo de reestructurar su
relación con ACP de la manera antes descrita, el "Documento Verde" hace una
evaluación sesgada de los logros pasados de la Convención de Lomé. Según su
opinión, la Convención fue "un marco ambicioso pero en ocasiones poco
realista basado en suposiciones que no se cumplieron sobre las capacidades
institucionales y políticas de los países de ACP". De esta manera, los malos
resultados de los instrumentos de cooperación de Lomé son atribuidos a la falta
de capacidad institucional de los países de ACP.
Así, de acuerdo con el "Documento Verde", el
principio de la asociación, que era central en la Convención Lomé, fue socavado
por "instituciones débiles y, en muchos casos, administraciones ineficientes",
lo que alentó a la Comisión Europea a adoptar un papel más intervencionista. Las
políticas de ayuda fallaron debido a la "situación de la política
institucional y económica" de los países receptores que redujo el impacto de
la ayuda. Por esta razón, los donantes tendieron a trasladar la ayuda de países
"en que las condiciones políticas no cumplen con los requisitos básicos hacia
los países que realizan ajustes estructurales". El fracaso de las
preferencias comerciales se atribuye a la falta de infraestructura, etc., pero
sobre todo a la ausencia de estabilidad política y macroeconómica, políticas de
tipo de cambio, regímenes de importación y tributación creíbles, etc.
La primera falla de esta evaluación radica en
que, aun si la principal razón del fracaso fuera la capacidad institucional
interna y la política sólida de ACP, el "Documento Verde" no indica que fueron
las mismas políticas que fomentó Europa las que provocaron este resultado. Por
ejemplo, el caso del ajuste estructural. Ahora se reconoce que el diseño y la
implementación de las políticas de ajuste estructural hicieron su parte para
destruir tanto la capacidad económica como político-administrativa de los países
que realizaron ajustes estructurales. Los programas de ajuste asumieron,
erróneamente, que era suficiente con conseguir que los "precios" fueran los
correctos y obligaron a los países a depender de las llamadas ventajas
comparativas, o sea la mano de obra económica, con políticas que condujeron a la
desindustrialización de Africa. Y sin embargo el ajuste estructural es el
pegamento explícito que mantiene unidas todas las medidas e instrumentos de Lomé
IV, firmado en 1989, y cualquier revisión posterior de la misma. Así es que el
artículo 246 de esa Convención dice que
"Los estados de ACP que llevan a cabo
programas de reforma que son reconocidos y apoyados por lo menos por los
principales donantes multilaterales, o que están aceptados por estos donantes
pero no necesariamente financiados por ellos, serán tratados como si hubieran
satisfecho automáticamente los requisitos para la asistencia al ajuste"
El mayor defecto de la evaluación del "Documento
Verde" yace en la base. Lomé no fue realista, pero no por las razones que supuso
el documento. No fue realista que la Convención esperara que los países se
diversificaran, etc., dentro de un marco por el cual, como reconoce el propio
documento, Europa buscó retener a estos países como proveedores de materias
primas y mercados extranjeros. Europa ofreció la estabilización de precios de
productos básicos, apoyo técnico, etc., todo a cambio de la certeza de que estos
países cumplieran el mismo papel que tuvieron durante la época colonial, y que
mejoraran dentro de este marco. Así, por ejemplo, los instrumentos de
cooperación industrial de la Convención fueron diseñados sobre la base de la
llamada sustitución de importaciones que hoy en día todos condenan por ser la
causa de los problemas de ACP.
Al ignorar todo esto, y señalar las debilidades
institucionales y las fallas de la política en los países de ACP, el "Documento
Verde" no sólo oculta la forma en que los intereses económicos y el poder
político de Europa determinaron los fracasos del pasado. Sienta la base para
rectificar estos fracasos de manera que coincida con la manera que Europa
pretende conformar sus políticas para el futuro.
Por desgracia para el futuro, las injustas
relaciones económicas internacionales que limitaron las opciones de los países
de ACP en sus negociaciones con Europa están perpetuadas en un régimen más
implacable: el de la OMC, cuyas exigencias de compatibilidad amenazan incluso
las preferencias abiertas a ACP con el sistema actual.
Referencias
1. Comisión Europea: "Documento Verde" sobre
Relaciones Entre la Unión Europea y los Países de ACP en Vísperas del Siglo XXI
2. European Centre for Development Policy
Management, Lomé Infokit: Nos 1 & 2, preparados por Anthony Koning.
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