1998
Estrategias de combate a la pobreza, modelos de desarrollo y políticas de ajuste: una perspectiva comparada
La erradicación de la pobreza fue uno de
los compromisos asumidos por los jefes de Estado durante la Cumbre de
Copenhague. El agravamiento de la pobreza de los grupos y las comunidades más
desfavorecidas en el mundo, unido a la discriminación social y la exclusión, fue
un acuerdo generalizado a nivel del diagnóstico. Para ello, la Cumbre hizo
especial hincapié en las políticas de combate a la pobreza. Al mismo tiempo, en
la Conferencia de Beijing se hizo especial énfasis en la forma en que la carga
de la pobreza afecta a las mujeres y en la necesidad de adoptar o mantener
políticas que apoyen esfuerzos para superar estas situaciones. ¿Cuán continuos y
eficaces han sido los intentos por superar la pobreza en los distintos países
que han suscrito estos acuerdos? Este artículo pretende indagar críticamente en
los resultados e iniciativas de un grupo de países en materia de erradicación de
la pobreza, poniendo de manifiesto las deficiencias y logros que se han
manifestado en este terreno, y que constituyen "lecciones de la experiencia"
a las que debe prestarse especial atención.
Examinar las relaciones entre modelos de
desarrollo económico, pobreza y desigualdad, en un conjunto de países que han
transitado desde economías más o menos cerradas y con una presencia importante
del Estado, a economía abiertas, en el marco de los procesos de ajuste
estructural, permite discutir las relaciones entre políticas de ajuste
estructural y estrategias de combate a la pobreza, y extraer conclusiones
importantes sobre los límites y el alcance de estas políticas, en el contexto de
la reforma económica imperante,
Reducción de la pobreza y crecimiento
económico: un "goteo" insuficiente?
Las políticas macroeconómicas no siempre han
resultado consistentes con políticas de reducción de la pobreza: más aún, en la
mayor parte de los casos han sido contradictorias con las necesidades del
desarrollo social.
La estrategia de desarrollo, las políticas
macroeconómicas y el tipo de políticas de combate a la pobreza, parecen estar
fuertemente relacionadas: el modelo de desarrollo tiene impactos directos sobre
las posibilidades de reducción de la pobreza.
Una de las asunciones básicas de las relaciones
entre crecimiento y pobreza, está dada por la teoría del "goteo": el crecimiento
económico "goteará" hacia los sectores más carenciados, aumentando
automáticamente su estándard de vida. Sin embargo, los casos analizados más
abajo muestran las deficiencias de esta interpretación, así como la ambigüedad
de las relaciones entre crecimiento y reducción de la pobreza.
Son países que han experimentado el tránsito de
economías más o menos protegidas, y con fuerte presencia del Estado en la
provisión de servicios básicos, a economías de mercado abiertas donde el Estado
ha dejado de ser el principal proveedor de servicios sociales. Este tránsito ha
operado en las últimas dos décadas: los 80s y los 90s, con resultados diferentes
según el caso.
Los de América Latina, experimentaron el
tránsito de modelos de industrialización sustitutiva de importaciones a
economías abiertas y desreguladas, entre la década del 70 y del 80. Mientras
algunos países han sido "exitosos" en la consecución de los objetivos del
crecimiento (Chile y Costa Rica), otros, como el caso de México, experimentan
dificultades para consolidar un modelo de desarrollo autosustentable. En la
mayor parte de los casos, este tránsito implicó altísimos costos sociales.
Los costos sociales de las políticas de ajuste en
el continente, diferencian casos de mayor o menor gravedad. Esta diferencia está
dada en buena medida, por elementos clave al modelo de desarrollo. Uno de estos
elementos es el mayor o menor gasto público en "capital humano" (la presencia
del Estado en la provisión de servicios básicos como salud y educación). Países
como Chile y Costa Rica, han logrado "amortiguar" o "superar" los costos
sociales del ajuste, por un rol más decisivo del Estado en la apuesta al
desarrollo humano.
Un segundo elemento está dado por la forma y el
grado en que el modelo de desarrollo estimula la creación de empleo,
especialmente en aquéllos sectores de menores ingresos. Si las exportaciones son
intensivas en mano de obra (Costa Rica) o la demandan al resto de la economía.
La liberalización comercial afecta negativamente en ésta cuando los sectores
exportadores son intensivos en capital y tienen débiles vínculos con los otros
sectores de la economía (México).
La situación que presentan los países del ex
bloque socialista, es diferente a la de los países de América Latina. Por un
lado, han experimentado un tránsito económico acelerado, desde economías
totalmente estatizadas y planificadas hacia economías de mercado, al tiempo que
experimentaron cambios políticos de la mayor envergadura, que en muchos casos
redefinieron los propios límites de los estados nacionales.
En estos países, la inequidad era muy baja en
términos relativos, los indicadores de "desarrollo social" (esperanza de vida,
mortalidad infantil, alfabetismo, entre otros) eran buenos, y la pobreza
absoluta era prácticamente inexistente. Lo que la transición hacia el mercado
produjo, fue un empobrecimiento generalizado producto de la recesión económica y
la caída de los salarios e ingresos reales, un aumento de la inequidad entre los
sectores que pudieron "ajustarse" al mercado y los que no, y el surgimiento de
una "nueva pobreza".
Para estos países, el crecimiento económico es
una deuda aún pendiente, y sin él, las estrategias antipobreza parecen
destinadas a fracasar. Como consecuencia, a un desempeño económico pobre y a una
autosustentabilidad dudosa, enfrentan costos sociales crecientes. El gran
problema es cómo manejar la transición hacia una economía de mercado en una
sociedad en que el Estado satisfacía las necesidades básicas.
Estos países, asimismo, muestran que la relación
entre crecimiento y pobreza no es directa. El caso polaco es un "contrafáctico"
de que el crecimiento traerá aparejada una disminución de la pobreza: a pesar
del crecimiento del PBI la pobreza permaneció incambiada, sólo variando el
perfil de los grupos que eran afectados por ella.
Un tercer conjunto de países lo constituyen los
del sur y sudeste asiático, que son los que han mostrado un buen desempeño en
ambos campos: en el crecimiento económico y en materia de pobreza. Son éstos
países los que han reforzado la idea de que el crecimiento per capita ha sido la
principal fuerza que ha estado operando en dicha reducción. La más fuerte ha
tenido lugar en los cuatro países de crecimiento más acelerado: Indonesia,
Malasia, China y Tailandia. Los países más retardados en aliviarla, han sido
Bangladesh e India, también caracterizados por sus pésimos desempeños
económicos.
Pero estos mismos países, muestran dos resultados
contradictorios con la hipótesis de una relación lineal entre crecimiento y
pobreza. Un país creciendo aceleradamente, puede evidenciar la misma o menor
tasa de reducción de la pobreza, que otro que lo haga en forma más lenta. Así,
Malasia ha tenido un desempeño en materia de pobreza comparable al de China, que
ha tenido el proceso de crecimiento más acelerado de los cuatro.
Un segundo resultado contradictorio, muestra que
el crecimiento, aunque es una condición necesaria para la reducción de la
pobreza, no es suficiente. Pakistán creció mucho en los 60 y su pobreza aumentó
también. Por el contrario, en los 70 ésta se redujo, aunque la tasa de
crecimiento en esos años disminuyó a la mitad con relación a la década
precedente. Bangladesh creció más después de la mitad de los 80s que en los años
anteriores, y sin embargo, su pobreza se incrementó al mismo tiempo. China
creció aceleradamente desde la mitad de los 80 pero la tasa de reducción de la
pobreza disminuyó también en el mismo período.
Estos países enseñan que el incremento del PBI
puede no redundar en el incremento del ingreso de los pobres, por un conjunto de
razones: a) este incremento puede destinarse a otros propósitos y no a mejorar
el ingreso de las personas (por ej. al aumento de la acumulación pública, como
en China); b) este incremento puede concentrarse en sectores donde la incidencia
de la pobreza sea relativamente baja (en el sector urbano en Bangladesh, por
ejemplo); c) este incremento puede no compensar las pérdidas de ciertos grupos,
producidas por un aumento de la inequidad relativa (India en años recientes).
Un cuarto conjunto de países lo constituyen los
africanos, aunque debe diferenciarse la situación de los del Norte (Egipto,
Túnez, Marruecos) de los países del África Subsahariana. Estos últimos son los
que presentan problemas de desarrollo más dramáticos. Algunos de los mismos, son
los países más pobres del mundo.
El desempeño en materia social en África es, en
la mayor parte de los casos, dramático, y las políticas de ajuste no han
arrojado resultados positivos en materia de reducción de la pobreza. En el
África Subsahariana, la reforma económica y el ajuste estructural no tuvieron
impactos sobre la reducción de la pobreza, y, peor aún, muchos indicadores
sociales en estos cinco países han experimentado descensos significativos (ej.
la esperanza de vida en Uganda, Zimbabwe y Malawi).
Cuánto y quiénes se han empobrecido
Las tendencias de la pobreza y su perfil, varían
según países y regiones. Algunos la han, otros la aumentaron, y en otros se
mantiene en forma similar, pero los grupos afectados han cambiado. Afecta a
grupos étnicos minoritarios, a desempleados, a personas de bajo nivel educativo,
pero las diferencias entre países son considerables. En algunos los viejos son
más afectados, y en otros los niños, en algunos la pobreza es un fenómeno
fundamentalmente rural y en otros es un fenómeno urbano. Vale la pena tomar en
cuenta estas diferencias, a la hora de evaluar las estrategias de combate a la
pobreza posibles y deseables.
En los países de América Latina analizados, se ha
disminuido la pobreza claramente en Chile y Costa Rica, siendo los resultados
contradictorios en el caso de México. En Chile y Costa Rica , la "década
perdida" de los 80 mostró un aumento de la pobreza, y en ambos, la recuperación
económica posterior, vino acompañada de una reducción de la misma. En el caso de
México, la pobreza parece haber permanecido igual durante el período 84-94 y el
ajuste no colaboró a su reducción. Los estudios de CEPAL para América Latina
muestran que la mayor parte de los pobres se concentran en zonas urbanas, y que
la estructura del mercado de trabajo es decisiva a este respecto. El desempleo y
el empleo informal malpago y de baja cualificación, se agrava por las políticas
de ajuste. Asimismo, la pobreza rural permanece alta, y los problemas más
importantes en este sentido son el acceso a la tierra, el crédito,
infraestructura y mercados.
Los países del ex bloque socialista, evidencian
el surgimiento de una "nueva pobreza".
Un primer problema que enfrentan, al igual que
muchos de América Latina, es el del desempleo. Su aumento ha tenido impactos
negativos sobre la pobreza, y todo parece indicar que si el fenómeno se vuelve
de largo aliento (lo que parece previsible), es el status del empleo el que
explicará la incidencia de la pobreza en estos dos grupos de países. En Hungría,
Polonia, Rusia y Ucrania, los hogares con desempleados tienen mayor incidencia
de la pobreza, pero en el caso de los dos primeros, un miembro de la familia
desempleado, la duplica. En estos últimos, un fenómeno asociado con el
desempleo, es que las personas que viven de pensiones y jubilaciones y otros
beneficios sociales (asistencia social, beneficios de desempleo), y aquéllos que
viven de ingresos temporarios, evidencian mayor incidencia de la pobreza.
La edad también es un factor asociado a la
pobreza, aunque en forma diferente. En la mayoría de estos países (Europa del
Este, Rusia y Ucrania), se concentra entre los de menor edad. En los países de
Europa del Este, las tasas de pobreza son mayores en niños que en adultos o
personas de edad mediana. En Rusia y Ucrania, la pobreza declina con la edad, y
aumenta con el número de hijos. Sin embargo, en algunos de estos países, la
pobreza afecta principalmente a las personas de mayor edad (Uzbekistán, Kazjstán,
Kirguistán), acostumbradas a una sociedad más igualitaria y poco "reciclables" a
la nueva sociedad de mercado.
Finalmente, un factor adicional y políticamente
explosivo en estos países, es la brecha de ingreso entre etnias (ej. europeos y
turcos, gitanos, mujeres indígenas), y su diferencial acceso a trabajos
calificados y a educación.
La pobreza es un fenómeno nuevo en estos países,
y ello crea oportunidades que no están abiertas para sociedades que han tenido
un segmento poblacional de pobres que se han reproducido generación tras
generación. Esta "nueva clase de pobres", sólo lo son por pocos períodos (en
ambas sociedades se carece de una estructura de clases fuertemente
diferenciada), es fluida, y las personas "entran y salen" permanentemente de su
condición.
Asia Meridional y el Sudeste Asiático, han tenido
un buen desempeño en materia de reducción de la pobreza. En la década
(1985-1995) ésta disminuyó en los 8 países considerados. Sin embargo, las
diferencias entre períodos o entre grupos permiten relativizar la magnitud de
esta reducción: en Filipinas, la pobreza a inicios de los 90 era más alta que a
principios de la década del 80 y en China, la pobreza urbana no ha disminuido
entre 1988 y 1995.
Las características de la pobreza en el Sur y
Sudeste Asiático, la muestran como un fenómeno fundamentalmente rural y con una
fuerte dimensión étnica (sea una etnia minoritaria o una mayoritaria como en
Malasia). En las áreas rurales, se verifica una mayor incidencia de la pobreza
entre los pequeños agricultores y trabajadores sin tierra. En Tailandia, está
más extendida entre los hogares agrícolas. En Bangladesh, India y Pakistán, su
incidencia es mayor entre los grupos rurales no campesinos. En el sector urbano,
se concentra en los informales.
Las tendencias hacia un aumento o consolidación
de la pobreza en África no parecen ser superables en el mediano plazo, y
presentan características específicas: es una pobreza fundamentalmente rural,
tiene que ver con el escaso desarrollo del "capital humano" en estos países, y
evidencia una alta fluctuación, dependiendo a menudo, de circunstancias del
entorno físico (como las lluvias, las epidemias, etc.)
A pesar de la similitud en los programas, las
evoluciones del crecimiento y la pobreza en los países no son las mismas, debido
a las diferencias que introduce la herencia anterior al periodo de ajuste. Así,
vale la pena destacar que en el Norte de África, la situación es diferente,
registrándose, en general, una baja de su pobreza. Aún dentro de esta región, la
pobreza se distribuye diferencialmente en rural/urbana según países: en
Marruecos, es fundamentalmente rural, mientras en Túnez fundamentalmente urbana.
En Egipto, se distribuye igualmente entre rurales y urbanos. En Túnez, es
extrema entre los desocupados, los agricultores y los sin educación. En
Marruecos, la inactividad y el analfabetismo, son los principales factores
asociados a ella.
En el África Subsahariana, el impacto del ajuste
estructural ha sido marginal en términos de los indicadores de pobreza
disponibles. En estos países, en general, la pobreza está fuertemente extendida
entre toda la población, y no corresponde a segmentos marginales o específicos.
Como consecuencia, se aduce que medidas redistributivas para eliminar partes
significativas de la pobreza, implicarían transferencias my elevadas del ingreso
total. La pobreza que se evidencia en el medio urbano, se debe a las pérdidas
que se producen en el empleo formal, debido a las políticas de ajuste. Sin
embargo, en estos países, es principalmente rural, asociada a la poca
infraestructura, la baja productividad agrícola, los bajos niveles de educación
y de ingresos, los déficits en salud básica y la falta de acceso al crédito. La
pobreza afecta fundamentalmente a los pequeños propietarios rurales, a las
familias grandes y con muchas personas en situación de dependencia, a los que
viven en lugares aislados de los centros urbanos, a los analfabetos, a las jefas
de familia mujeres y a los jefes de familia jóvenes.
¿Cómo combatir la pobreza?
Las eficacia de instrumentos y estrategias
empleadas de combate a la pobreza, depende del contexto específico de su
aplicación: del tipo y de las tendencias que se verifican a lo largo del tiempo.
Sin embargo, los estudios comparados nos permiten sacar algunas conclusiones
generales.
En primer lugar, los más exitosos casos de
reducción de la pobreza muestran que el vínculo entre crecimiento agregado y
mejoramiento del nivel de vida de los pobres, depende de una distribución
razonablemente igualitaria del ingreso.
En segundo lugar, se ha comprobado que la
apuesta a la formación de "capital humano" reforzando el gasto público en salud
y educación, es altamente eficaz en la consecución de los objetivos de
desarrollo social que hacen al combate a la pobreza.
En tercer lugar, la búsqueda de estrategias
que privilegien el desarrollo económico de aquéllos sectores donde se concentra
(sea en el sector agrícola o en el sector informal urbano), vía modelos que
privilegien el empleo intensivo de mano de obra en ellos, se revela como un
camino habilitado para obtener impactos significativos en materia de reducción
de la pobreza.
La experiencia de América Latina, deja lecciones
importantes en estos tres aspectos. Los tres países estudiados difieren en
cuanto al gasto público social empleado históricamente en la formación de
capital humano, así como a la distinta apuesta a un desarrollo sectorial
intensivo o no en mano de obra, que permita "incorporar económicamente" a los
pobres.
Los casos exitosos han implicado una fuerte
reasignación de recursos a la educación primaria y a la prevención en salud (el
ejemplo de Costa Rica es contundente en este sentido). Chile y Costa Rica
han tenido una tradición de cobertura universal de servicios sociales básicos
que alcanzaba eficazmente a los más pobres. Las reformas económicas han
implicado una reducción del gasto público en ambos países pero una adecuada
reasignación de recursos en salud y educación primaria ha permitido mantener el
nivel histórico. En México, por el contrario, el gasto está orientado a la
educación superior, y la salud básicamente curativa (y no preventiva), con
impactos negativos o insuficientes para un combate efectivo a la pobreza.
Al mismo tiempo, la apuesta a un desarrollo
intensivo en mano de obra, en los sectores más dinámicos de la economía,
diferencia a Costa Rica y Chile de México. En Costa Rica, el apoyo al sector
agrícola y al turismo, ha conseguido integrar económicamente, por un lado a los
campesinos y por otro, a la mano de obra de baja cualificación. Chile, asimismo,
expandió el empleo, a través de un desarrollo industrial intensivo en mano de
obra. México, por el contrario, no consiguió consolidar un desarrollo sostenido,
en un contexto de alta dependencia del capital externo, revelándose precario en
la creación de empleo en la agricultura y la manufactura (sectores con alta
concentración de pobreza). Los impactos de las estrategias de reducción de la
pobreza en este país, como consecuencia, son de corto aliento o limitados.
Los países del Sur y Sudeste asiáticos, también
han dejado lecciones importantes, en los aspectos anteriormente considerados.
Estos países han empleado algunas estrategias,
que han tenido impactos positivos sobre la reducción de la pobreza: a) el
crecimiento a base de una estrategia de uso intensivo de mano de obra, b) la
apuesta al crecimiento de la economía rural, c) la inversión en servicios
sociales básicos. Los distintos países analizados han combinado estas medidas en
forma específica, con impactos diferentes en materia de reducción de la pobreza.
El crecimiento basado en un uso intensivo de la
mano de obra, parece requerir condiciones institucionales que vuelvan deseable
invertir en sectores concentradores de mano de obra, impidiendo una
concentración exclusiva de las inversiones en sectores intensivos en capital. La
reducción de la pobreza en India entre 70 y 80 fue debida a la intensidad del
empleo en la economía rural, y lo mismo ocurrió en China, Bangladesh, Indonesia
y Malasia, en la mitad de los 80. Algunos países, como Bangladesh e India, han
usado los programas públicos de trabajo rural como método para la provisión de
empleo a los más pobres. Filipinas constituye una excepción en este sentido, con
reducción de la pobreza en el marco de un sistema de incentivos e instituciones
"hostiles al empleo".
La apuesta al crecimiento de la economía rural,
fue otra de las estrategias utilizadas para combatir la pobreza. Estos países
experimentan una creciente desigualdad entre la sociedad urbana y el sector
rural, y por consiguiente, se han obligado a prevenir la discriminación contra
la agricultura como una solución para resolver el problema de la pobreza rural.
Algunas de las medidas son: regulación de las exportaciones y de los precios y
mercados agrícolas (China), políticas que prevengan la migración campo-ciudad
(China), aumento del gasto público en la economía rural (Indonesia).
La apuesta al "capital humano", constituye otro
factor de considerable importancia en las estrategias de reducción de la pobreza
que han empleado estos países. Los del Sudeste Asiático con rápidas reducciones
en la incidencia de la pobreza, enseñaron que ésta no fue alcanzada a través de
planes específicos antipobreza o políticas de distribución del ingreso, sino por
la provisión pública de servicios sociales como educación primaria y salud
básica. Una gran diferencia entre estos países y los países del Sur asiático, ha
sido su distinta inversión en expansión de servicios sociales básicos. Por
consiguiente, fue mucho más fácil para los pobres de los países del Sudeste
Asiático tener acceso a capital humano, que le permitiera mejorar su
productividad y escapar de la pobreza, que a sus pares del Sur, con impactos
diferentes sobre la reducción de la pobreza.
Finalmente, medidas redistributivas, como la
reforma agraria deChina , Malasia, Pakistán, Filipinas), han sido también
importantes.
En cuanto a los países africanos, que han tenido
un mal desempeño (con la excepción de los países de África del Norte) en materia
de reducción de la pobreza, los estudios señalan, al igual que en casos
anteriores que la apuesta al sector agrícola, y la reasignación de gasto a
universalizar la cobertura de servicios básicos (educación y salud), son las
estrategias más eficaces para estas situaciones. Un problema adicional en estos
países es la falta de información sobre el impacto de los programas en
aplicación, así como la inexistencia de datos precisos que permitan diagnosticar
el perfil e incidencias de la pobreza.
Los países del Norte de África, con un mejor
desempeño en la reducción de la pobreza, evidenciaron que éste fue de la mano
con medidas tendientes a favorecer el acceso de los más pobres a los recursos
productivos y a los servicios sociales esenciales. Algunos programas específicos
y el gasto público en educación y salud, tuvieron impactos positivos.
En el África Subsahariana, los programas de
combate a la pobreza y expansión de servicios básicos actualmente existentes, se
revelan insuficientes, y fueron tardíamente aplicados, con posterioridad a las
políticas de ajuste estructural. Los escasos recursos disponibles, una
focalización mal planteada que deja más saldo positivo para los no pobres que
para los pobres (especialmente en zonas urbanas) y la alta centralización que
hace que las instituciones "absorban" buena parte de los recursos, son algunas
de las razones aducidas para dar cuenta de estos fracasos relativos.
Los países del ex bloque socialista, también
dejan su legado, en términos de la relación entre gasto público social y
pobreza. Los procesos de transición hacia una economía de mercado que
experimentan, pueden ser encarados de diversas maneras y es posible realizar una
"transición con equidad", que permita minimizar los costos sociales del
ajuste y maximizar los beneficios de la estabilidad económica en pro de los más
pobres. Si bien la experiencia asiática mostró que era posible, la piedra de
toque a la posibilidad de transición con equidad, la constituyeron los países
del ex bloque socialista. Estos países merecen un tratamiento especial, pues las
estrategias de combate a la pobreza en ellos, pasan por la apuesta a la
recomposición de las "redes de protección social" existentes. A diferencia de
los asiáticos considerados, cuentan con el legado de una apuesta histórica muy
fuerte al desarrollo de su "capital humano", pero experimentan transiciones
hacia economías de mercado, que parecen capaces de desmantelar los logros de
décadas precedentes. Como consecuencia, están lidiando con fenómenos que no son
de larga data (como la pobreza) sino recientes, y que son poco o escasamente
comprendidos.
Dado que la principal apuesta de estos países es
a la recuperación del crecimiento económico y la estabilidad, los objetivos de
combate a la pobreza, no aparecen priorizados en sus agendas, al menos como
diferentes de los objetivos del crecimiento (que se supone, tendrán impactos
positivos sobre la desigualdad). Mientras en algunos de estos países (Uzbekistán,
Kazajstán, Kirguistán), los gobiernos se declaran formalmente comprometidos con
la erradicación de la pobreza , en otros (Europa del Este), no se registran
políticas de combate explicitadas en un programa comprensivo, con objetivos y
programas expresos. Las opciones principales frente a la amenaza de la pobreza
fueron, por un lado, apostar al crecimiento vía reformas económicas - en el
entendido de que crecimiento y mercado irían juntos, y que el primero acarrearía
inevitablemente la reducción de la pobreza - y por otro, apostar al reacomodo de
las redes de protección social que protegen a los más afectados por la
transición hacia una economía de mercado.
Es posible alcanzar una "transición con
equidad"? La diferente forma en que manejaron las estrategias de ajuste
estructural y la búsqueda de crecimiento, por un lado, y los objetivos sociales
por el otro, nos permite aventurar respuestas en tal sentido. Algunos de estos
países (Kazajstán y Kirguistán) han priorizado la estabilidad macroeconómica y
la creación de una economía de mercado que genere futuro crecimiento, y por el
efecto de "goteo" beneficie a los pobres, sin crear mecanismos redistributivos,
debido a sus costos presupuestales o a su previsible impacto negativo sobre los
beneficios económicos. Otros (el caso de Uzbekistán), han buscado en forma más
consistente mantener los estándares de vida, aún al costo de una transición más
lenta, manteniendo el gasto de gobierno e incrementando el de salud y educación.
Este país ha sido considerado por los estudios como el más interesado de los
tres en un enfoque de reducción de la pobreza y puede ser tomado como un posible
modelo de "transición con equidad".
Pero no fue la lentitud con la que se produjo la
transición económica lo que explica el "éxito relativo" de Uzbekistán, sino la
forma de la transición. En Europa del Este, por ejemplo, la opción por la
reforma económica, diferenció a aquéllos que apostaron a una transición rápida,
de los que sostenían que una más lenta permitiría a los agentes adaptarse a
nuevas reglas, reduciendo así los costos sociales de la transición. Hungría y
Polonia adoptaron la primera opción y Bulgaria y Rumania la segunda, no
obteniendo resultados positivos y sí negativos, en materia de desigualdad y
pobreza. Sin embargo, la comparación con Uzbekistán nos indica que el ritmo de
la transición es o no benéfico en función a otras variables, como la
reasignación de recursos a salud y educación. A diferencia de Uzbekistán, esa
"lenta transición" fue acompañada de un crecimiento del gasto en dichas áreas.
Una perspectiva crítica sobre la focalización
Los estudios abundan en señalar las ventajas de
la focalización para combatir la pobreza, señalando la necesidad de identificar
claramente los grupos en cuestión y diseñar estrategias que maximicen las
ventajas para los mismos, impidiendo que estos beneficios puedan ser apropiados
por otros. América Latina, con experiencias más o menos exitosas de focalización
(Chile y Costa Rica), y los países del ex bloque socialista, con sus
experiencias de reconstitución de "redes de protección social", han dejado
lecciones importantes sobre ventajas y desventajas.
Los países de América Latina señalados, muestran
que la focalización es positiva, en aquéllos casos en que existe una red de
cobertura universal preexistente. En Chile, por ejemplo, las políticas sociales
focalizadas tuvieron impacto positivo, sólo y en la medida que existían desde
antes, programas de cobertura universal. En Costa Rica, la focalización descansó
en una política social de amplia base en materia de educación y salud. La
experiencia de Chile, México y Costa Rica, junto con Malasia e Indonesia,
muestra que el éxito en la erradicación de la pobreza tiene lugar cuando estos
programas comienzan con una reasignación de recursos para proveer cobertura
universal en servicios sociales básicos, como fuera señalado. Sólo después que
esta cobertura es asegurada, la focalización traerá resultados positivos. Las
lecciones de la experiencia comparada indican que en contextos de reducciones
fiscales, la focalización estricta afecta la cualidad y extensión de la
cobertura de los servicios básicos y aumenta la vulnerabilidad de grandes
segmentos de la población. Lo ideal sería empezar con la cobertura universal de
servicios, focalizar programas después, hasta finalmente orientarse a mejorar la
calidad y la equidad de acceso a los servicios básicos.
En el caso de los países del ex bloque
socialista, la necesidad de focalización se hizo asimismo preeminente. En Rusia
y Ucrania, la ausencia de redes de "protección social", que permitieran
contenerr a los grupos más vulnerables en la transición, se debía a la
universalidad de la cobertura de servicios anterior. Esta ausencia se expresaba
en la falta de políticas basadas sobre impuestos redistributivos y provisión de
servicios focalizados. La existencia de una cobertura universal de servicios
básicos sin diferencia entre pobres y no pobres, el empleo garantido, los
precios fijados por el estado, y la distribución no mercantilizada de salud,
educación y programas de seguridad social, anteriores a la transición, proveían
todo lo necesario. Las transferencias de recursos gubernamentales no hacía
diferencias entre pobres y no pobres, y en muchos casos, los no pobres absorbían
una mayor parte de las mismas.
En cuanto a las estrategias concretas de
focalización, vale la pena señalar la diferencia entre las experiencias en
América Latina y los países del ex bloque socialista
Para América Latina, los estudios señalan tres
formas de focalización y los países han usado una u otra en sus programas
antipobreza. La primera es lo que los autores llaman de "autofocalización": los
más pobres se "autoseleccionan" para algunos programas, que dejan de ser
atractivos para sectores de mayor bienestar relativo (por ej. Chile). La segunda
es la focalización en función a la demanda: la naturaleza de los programas es
determinada por las comunidades más que por el gobierno. Algunos problemas que
hacen a este tipo de focalización es el hecho de que los pobres a menudo no
tienen voz, y están poco organizados. México usó este esquema y Chile también.
La tercera opción es la focalización en recursos para grupos económicos o
actividades económicas específicas. Se probó exitosamente en Malasia, Indonesia,
Chile y Costa Rica. Finalmente, la cuarta opción, es aquélla en que el gobierno
focaliza los grupos hacia los que dirige políticas específicas. En este caso,
los problemas se producen porque no siempre el gobierno está en condiciones de
distinguir pobres de no pobres, y los programas están sujetos a las
arbitrariedades de los que deciden.
Los países de América Latina, evidencian distinta
eficacia de sus políticas sociales focalizadas. Chile implementó un paquete de
medidas que incluyeron: descentralización, participación de grupos afectados,
incremento de las complementariedades entre crecimiento económico y reducción de
la pobreza, y focalización. Costa Rica, entre sus instrumentos, usó la
focalización en jefas de hogar, niños de bajos ingresos y productores
tradicionales. En México, los programas antipobreza específicos no consiguieron
contrabalancear los efectos negativos de las fluctuaciones económicas y de la
contracción del ingreso.
El ajuste de los sistemas de protección social en
los países de Europa del Este, descansó en cuatro instrumentos: a) asistencia
pública social focalizada a los más carentes; b) beneficios para los
desempleados; c) mejoramiento de la eficiencia de programas de pensión, salud, o
asignaciones familiares; d) implementación de "mínimos": pensión mínima, salario
mínimo; e) reforzamiento del rol de las autoridades locales; f) reconocimiento y
reforzamiento del rol de ONG; g) diseño de programas pro-pobres (apoyo a los sin
techo, o socialmente excluidos). En algunos casos, como
Uzbekistán, también se ha aplicado exitosamente
la descentralización de algunas redes, por ejemplo, la de seguridad social.
En estos países, los programas focalizados de
combate a la pobreza han sido difíciles de implementar. Por una parte, las
urgencias de tipo fiscal, unidas a las presiones de los organismos financieros
internacionales, no han permitido una planificación de largo plazo a los efectos
de crear las nuevas instituciones requeridas por la transición. Por otro lado,
los programas focalizados no despiertan apoyo popular ya que las clases medias,
y los no pobres, pierden sus beneficios, y ellos son los políticamente más
activos en estas transiciones.
Lecciones de la experiencia
Los estudios han acordado en recomendar una
acción conjunta en materia de equidad y pobreza dado que en contextos de
desigual distribución, se minimizan los beneficios del crecimiento para los
pobres, a la vez que se reducen las posibilidades de un conflicto social
extendido.
Los casos de América Latina y de los países
asiáticos, han mostrado que el éxito en la reducción de la pobreza depende del
modelo de desarrollo elegido: un aumento de la desigualdad tiene impactos
negativos sobre la relación entre crecimiento económico y pobreza. Al mismo
tiempo, un crecimiento intensivo en mano de obra combinado con una acceso
expandido a capital humano básico es la mejor garantía para un crecimiento
igualitario.
Estas experiencias han demostrado que la apuesta
al "capital humano" (reasignación del gasto público en beneficio a la provisión
de salud y educación), al desarrollo de los sectores donde la pobreza se
concentra, y a modelos de crecimiento intensivos en mano de obra, conjugan un
ejercicio positivo en materia de reducción de la pobreza.
También se evidencia la necesidad de medidas de
protección social para los pobres durante el período de transición, de modo de
prevenir las distorsiones iniciales que las políticas macroeconómicas producen
(aún cuando aparezcan como eficientes en términos de crecimiento), y que los
afectan adversamente.
Los países del ex bloque comunista muestran
que la apuesta a la reconstitución de redes de protección social, y a la
prevención de fenómenos de pobreza grave (en países donde este fenómeno era
inexistente), con políticas que apunten a la protección de los sectores más
vulnerables en una economía de mercado, se evidencia como la más adecuada al
contexto reinante. Al mismo tiempo éstos señalan el surgimiento de una
pobreza diferente a la crónica que se verifica en otras realidades (como en
América Latina), que requiere ser comprendida, estudiada y diagnosticada. Sólo
de una cabal comprensión del nuevo fenómeno de la pobreza, se deducirán las
estrategias necesarias para combatirla.
Las experiencias en África han mostrado asimismo,
la importancia del impacto de la política macroeconómica sobre la agricultura
(en especial de las políticas de ajuste y estabilización sobre el sector
primario), y por consiguiente, sobre la pobreza, en la medida en que ésta es de
origen rural. La necesidad de reforzar la inversión pública en "capital social"
(educación y salud) es también priorizada en los estudios, a los efectos de
lograr una reducción sostenida de la pobreza en estos países. Pero nada de esto
se conseguirá, con el actual ritmo de crecimiento, a todas luces insuficiente,
para erradicar la pobreza que alcanza a enormes contingentes de población, en
los países estudiados. Dos problemas no parecen poder resolver las políticas de
ajuste y transición económica en vigor: el desarrollo rural y la generación de
empleo. Ambos se revelan como cruciales para superar la pobreza extendida y la
exclusión de importantes segmentos de población, del mercado de bienes y
servicios.
El análisis de la experiencia comparada de los
países, muestra que el éxito en los planes de erradicación de la pobreza (sea
que tengan esta forma general, o se manifiesten en políticas más o menos
específicas) depende en buena medida del modelo de desarrollo elegido. Apostar
sólo al crecimiento económico se ha revelado como una propuesta insuficiente.
Una preocupación exclusiva en el crecimiento, unida a la aplicación de políticas
de ajuste y de recorte del gasto público social, se manifiesta negativa en
relación al objetivo de erradicación de la pobreza. Al mismo tiempo, planes
específicos sólo darán resultado en la medida en que se involucren en una
estrategia de crecimiento con equidad, que privilegie el acceso extendido a
salud y educación para los sectores de menores recursos, así como la creación de
empleo y oportunidades económicas para los sectores más afectados por los
procesos de reconversión que tienen lugar en la mayor parte de los países.
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