2000
El reto de la integración regional y el desarrollo humano sostenible
Lic. Felipe Rivas; Dr. Carlos Alemán.
Control Ciudadano, Centroamérica, Panamá y México.
Las organizaciones sociales de Centroamérica, Panamá y México, miembros de la red de Control Ciudadano, están desarrollando una evaluación regional del nivel de cumplimiento de los compromisos adquiridos en la Cumbre Social de Copenhague. El presente, es un avance del documento sobre los resultados e impactos desde la perspectiva no gubernamental. (El documento completo, que incluirá recomendaciones estratégicas, será publicado en el mes de mayo por el Control Ciudadano en Centroamérica y será incluido en la página web de Control Ciudadano-Social Watch.www.socialwatch.org)
Recordemos
que los 118 jefes de Estado, los Organismos Internacionales y la participación
significativa de las Organizaciones No Gubernamentales, le dieron un elevado
reconocimiento tanto político como social a la declaración y al plan de acción
de la cumbre, sobre todo por el énfasis en una orientación estratégica por
resolver los problemas sociales más sensibles de la humanidad: erradicar la
pobreza, crear empleos productivos, lograr la equidad e igualdad entre hombres y
mujeres, y reforzar la sociedad en su conjunto, movilizando la solidaridad, la
cooperación y acciones gubernamentales consistentes.
Al revisar
la realidad regional de los últimos cinco años es evidente un avance
significativo en la estabilidad macroeconómica, es decir, a pesar de tendencias
cíclicas, los países en su conjunto poseen un crecimiento económico leve pero
positivo, control sobre la inflación y estabilidad monetaria. Asimismo, se
constatan logros importantes en cuanto al avance de la democracia, el proceso de
pacificación y tolerancia, y el desarrollo de algunas empresas desde la
perspectiva microeconómica. Sin embargo, todo lo anterior se basa en un modelo
de desarrollo orientado a la apertura y la globalización, en donde los programas
de ajuste estructural han sido una etapa significativa de los procesos
económicos regionales.
Dichos
resultados son importantes al comparar la década "perdida" de los ochenta
con los noventa, pero al evaluar los compromisos de Copenhague y la evolución
histórica de los indicadores económicos, sociales y políticos, la situación se
relativiza bastante, pues son pocos los países que presentan progresos
significativos.
Centroamérica, en los últimos cinco años, se encuentra con “logros económicos
y políticos precarios, con resultados negativos en equidad social y
sostenibilidad ambiental, además con fracturas regionales importantes.”
Asimismo, México y Panamá no escapan a dicha realidad. En efecto, al analizar
los compromisos adquiridos y contrastarlos con el cumplimiento real, el
resultado es que el nivel de pobreza y desempleo y las brechas entre ricos y
pobres, han aumentado en todos los países estudiados; agravado esto con un claro
aumento de los desequilibrios regionales, entre las zonas rurales y urbanas de
todos los países. Dicho escenario se ve completado por la creciente diferencia
en el acceso a los servicios básicos y al empleo, especialmente de las mujeres,
lo que apunta a la permanencia de estructuras inequitativas en el tratamiento de
género.
En este
marco, uno de los problemas centrales es el modelo de desarrollo que prevalece
en todos los países considerados, modelo concentrador y excluyente, que responde
a una concepción neoliberal tradicional aplicada a ultranza. De esta manera, la
liberalización y desprotección comercial acelerada, la reducción del Estado y la
limitación de sus competencias, los programas de ajuste estructural y de
estabilización -sin compensar los costos sociales derivados-, así como las
modernizaciones y privatizaciones ambiguas y cuestionadas, entre otros, se
convirtieron en puntos comunes en las agendas políticas de todos los estados de
Centroamérica, México y Panamá; lógicamente, con diferencias de su ejecución en
el tiempo.
Por consiguiente, se aceleraron las aperturas y la globalización de las
economías domésticas en función de las grandes empresas, sin contrarrestar y
compensar adecuadamente sus impactos en la mayoría de la población. Además, se
diluyó el concepto de integración regional, pues la liberalización implica la
renuncia de las formas de protección conjuntas y la priorización de tratados
comerciales unilaterales y no como bloques y aliados comerciales. Todo lo dicho,
hace más evidente la poca voluntad política por erradicar la pobreza, existiendo
poca capacidad para converger en una visión compartida del desarrollo centrado
en las personas.
De esta
manera, se deja de lado toda la concepción de desarrollo humano, que debería ser
la base central para región. Un desarrollo que parta de una concepción de
integración regional que mejore la eficiencia, genere economías de escala y
aumente la inversión; que estimule el desarrollo tecnológico, las relaciones de
intercambio y la problemática rural con una política agropecuaria regional; que
fomente el desarrollo del “capital humano” y resuelva los aspectos
urgentes de la equidad social, la vulnerabilidad económica y ecológica, la
equidad entre hombres y mujeres. Como establece el PNUD el desarrollo humano
debe incorporar: productividad, equidad, sostenibilidad y participación.
Los
Compromisos de la Cumbre Social
Un aporte
muy importante al proyecto del modelo de desarrollo humano de los países de la
región, está conformado por los compromisos que los gobiernos adquirieron en la
Cumbre Social. Sin embargo, los resultados obtenidos en estos cinco años es
insuficiente:
-
En
primer lugar, con respecto al compromiso de erradicar la pobreza, a
pesar que ha habido avances, no se ha logrado reducir el elevado porcentaje de
la población que presenta restricciones en su nivel de ingresos, ya sea que no
son suficientes (pobreza absoluta) o que no logren cubrir la canasta básica
alimenticia (indigencia). Para mediados de los años 90, Centroamérica y Panamá
presentaban un promedio de 60% de su población en pobreza absoluta, de los
cuales el 40% eran indigentes. Ambos se concentraban en mayor medida en las
zonas rurales (71% de la pobreza absoluta y 52% de la indigencia), revelando
las históricas desigualdades regionales entre el campo y la ciudad.
Por su parte, en México en 1996, el 76% de la población vivía bajo la línea de
pobreza, de los cuales aproximadamente el 45% eran indigentes.
Según estimaciones, esta situación no se ha modificado esencialmente para el
fin de siglo: aunque hay una leve mejoría de uno o dos puntos en la pobreza
absoluta, se ha incrementado la desigualdad regional al interior de cada país.
-
En
segundo lugar, y en la base del problema, está la ausencia de compromisos
políticos serios y explícitos -necesarios en cada país para erradicar la
pobreza y el desempleo- expresada en la no existencia de planes, ni
estrategias que beneficien directamente a la población en condiciones de
pobreza e indigencia. Los programas de los distintos gobiernos para tal
fin, tienen en común la generalidad y la ambigüedad, lo que dificulta las
acciones contundentes y continuadas que ayuden a resolverlo.
Diamante
de la equidad de la Región. Una forma gráfica muy útil para expresar el
estado actual de la región formada por México, Centroamérica y Panamá, es el
Diamante de la equidad; éste recoge la situación con base a cuatro indicadores:
mortalidad de menores de 5 años, nivel de alfabetismo, índice de Gini y el
índice de Desarrollo relativo de Género IDG del PNUD. Presentamos en la gráfica
siguiente una estimación del diamante de la equidad de la región ampliada
considerada para los años de 1995-1999;
asimismo se colocan los promedios de la región de América Latina y el Caribe,
para fines de comparación.
DIAMANTE DE
LA EQUIDAD EN LA REGION DE MEXICO, CENTROAMERICA Y PANAMA
Se observa
que los países de la región considerada sobresalen sobre el promedio de América
Latina en lo que respecta a la mortalidad infantil (0.0335) y están sobre el
promedio en referencia al índice de concentración de Gini (50.6); en cambio, su
condición es menos favorable si comparamos la alfabetización de adultos (77.67%)
y el Indice de Desarrollo de Género (0.562). Lo anterior nos ofrece líneas de
acción donde se debe avanzar, tanto en lo relativo a la modificación de
estructuras concentradoras de ingreso que explican, en último término, los
elevados niveles de pobreza, como en la educación y alfabetización de adultos.
Hay que recordar que el promedio de los 7 países considerados es afectado a la
baja por la situación de Guatemala, Nicaragua y Honduras, y a la alta por el
sesgo introducido por México, Costa Rica y Panamá.
Con respecto
a algunas de las áreas sociales, nuestra evaluación indica lo siguiente:
-
Educación. Los
indicadores han dado resultados positivos en los últimos cinco años, sobre
todo en el aumento de las coberturas e incrementos de presupuestos,
principalmente en México, Costa Rica y El Salvador. Sin embargo, este avance
ha sido insuficiente: ninguno de los países considerados ha logrado la
alfabetización y el acceso universal a la enseñanza básica de los niños en
edad escolar (medido por el coeficiente de matricula de escuela primaria) e
incluso Honduras y Guatemala
presentan retrocesos y/o estancamientos.
-
Equidad de Género. No se
ha logrado aumentar significativamente la equidad entre los géneros y mejorar
sensiblemente la situación de las mujeres. Por el contrario, prevalecen las
desigualdades en el desarrollo humano y social. Esto se expresa en las
diferencias entre el IDH de cada país y el IDG del PNUD, que recoge las
peculiaridades en el tratamiento de género. Para 1998, en promedio existían 4
puntos entre uno y otro indicador para el total de la región considerada.
Asimismo, el IPG o índice de potenciación de genero, presenta en promedio, 8 a
10 puntos menos que el IDG de la región, lo cual señala la peor ubicación de
la mujer con respecto a su posición en el mundo laboral y en la participación
política. Las grandes diferencias que son posibles ubicar en el último
quinquenio, son la creación de instituciones gubernamentales de “protección” a
la mujer, la conciencia creciente de la población con respecto al problema de
género y el mayor número de casos denunciados respecto a delitos cometidos
contra esta. De esta manera, el vacío persiste porque la orientación de las
políticas es más teórica que práctica, el nivel de recursos e inversión es
insuficiente, y la participación de las mujeres sigue siendo limitada por
factores culturales y estructurales dentro de cada país.
-
Participación ciudadana y Democracia.
Resultan innegables los avances logrados en materia de
democratización en la región: es la primera vez que todos los países
considerados presentan estados de derecho en forma conjunta. Sin embargo,
muchas tareas quedan pendientes, una de las más importantes se refiere a la
generación de un clima de seguridad personal y jurídica. En todos los
países considerados, la seguridad personal se encuentra permanentemente
amenazada por fenómenos de violencia y delincuencia; el caso de El Salvador es
paradigmático: para 1997, la tasa de homicidios alcanzaba los 109.1 por 100
mil habitantes, en tanto que para sus países vecinos la misma no pasaba de los
10 por 100 mil en promedio.
Asimismo, para ese mismo año, existían 28,048 denuncias presentadas ante las
procuradurías de derechos humanos de cada país, sólo considerando 4 países de
la región (Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Honduras). El incremento de la
violencia y el poco desarrollo de las instituciones del estado limitan el
desarrollo democrático.
-
Vulnerabilidad. Otro
aspecto común en la región es la fragilidad y vulnerabilidad social ante los
fenómenos naturales, especialmente la develada por el paso del huracán Mitch
por el área de Centroamérica. De esta manera, estos países sufren "catástrofes
naturales" con mayor frecuencia, las cuales no son más que resultados del
deterioro ambiental y del alto grado de vulnerabilidad de las familias,
particularmente la población rural de estos países. El Huracán Mitch, es un
ejemplo paradigmático en este sentido. Su paso por el istmo, afectó directa o
indirectamente al 23.6% de la población total de la región, aproximadamente a
6.7 millones de centroamericanos; divididos estos entre 32,184 personas
muertas, heridas ó desaparecidas, 456, 135 refugiados/as y 1.2 millones de
evacuados/as,
en toda la región centroamericana. El costo total de las pérdidas se estima en
USD 5.300 millones, siendo Honduras (USD 3.600 millones) y Nicaragua (USD 900
millones), los países más afectados.
Asimismo, en México, a pesar que no sufrió el debate del huracán Mitch, los
daños causados por las lluvias y el terremoto de finales de los 90,
ocasionaron perdidas millonarias y causaron miles de damnificados.
El 2000
se ha iniciado con grandes dificultades y con una elevada deuda social contraída
con los habitantes de la región. Sin embargo, este mismo año se evalúa la
Cumbre Social en Suiza, proporcionando la oportunidad de revisar, evaluar y
reorientar los acuerdos internacionales en materia de desarrollo social y lograr
erradicar los grandes problemas de la humanidad: pobreza, desempleo, inequidad,
entre otros. Construir una sociedad más humana, justa y democrática deben ser
imperativos del desarrollo económico y social de la región.
Notas:
Estado de la Región en Desarrollo Humano Sostenible,
1999, Costa Rica, 1999.
Los pioneros en este campo han sido
México y Costa Rica, ya que han aplicado los primeros programas de ajuste desde
1982 y 1985 respectivamente.
“Estado de la Región.....”, op. cit, p. 176.
SocialWatch. The starting point.
Uruguay, 1996, p. 87.
WWW.lanic.utexas.edu/, tanto de Centroamérica como la de México.
Se basa en datos provisionales, ya que para ciertos años (1995-1996), no fue
posible obtener información coherente de todos los países (Nicaragua y Honduras,
principalmente).
Fuente: Social Watch, 1996, 1997, 1998, 1999; Informe Banco Mundial, iguales
años.
Control Ciudadano, 1999, Uruguay, p. 21.
“Estado....”, op. cit, p. 49.
La única excepción es Honduras, que presentó una tasa de 52.5 por 100 mil
habitantes en 1997. Ibíd., p. 208.
Estudio sobre el impacto del Fenómeno Natural Mitch. CIDEP, San Salvador, mayo
de 1999.
Fuente primaria PNUD y CEPAL, citado en CIDEP. Ibíd., p. 11.
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