2000
El debate sobre ajuste deja atrás al Banco Mundial
SAPRIN
Hace cinco años, en Copenhague, la Cumbre Social de la ONU atrajo la atención mundial sobre el crecimiento de la pobreza, el desempleo, la desigualdad y la desintegración social en las décadas de 1980 y 1990. El año pasado, como preparación para su evaluación a cinco años de la Cumbre, la ONU invitó al Banco Mundial y al Fondo Monetario Inernacional (FMI), que fueron dos de los principales administradores de la economía mundial en ese período, para que informaran a la Comisión para el Desarrollo Social acerca de la integración de los objetivos del desarrollo social en los programas de ajuste económico que ambas instituciones impusieron a cerca de 100 países desde 1980. Mucho ha cambiado desde Copenhague. Asia sufrió una crisis económica y financiera que dejó a su paso un desastre social. Las políticas de ajuste crearon nuevas crisis en Rusia y América del Sur. La “batalla de Seattle” y las subsiguientes disputas en Davos y Bangkok demostraron que la paciencia de la gente con la administración neoliberal de la economía mundial se está agotando. Mientras crecía el reconocimiento oficial del problema, el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, subió al podio a principios del 2000 en América Latina y Asia para hacerse eco del mensaje que recorría las calles: que decenas de millones de personas no están mejor de lo que estaban hace una generación y que la globalización económica los dejó más marginados y alienados. Joseph Stiglitz, el saliente Ecónomo en Jefe del Banco Mundial, fue más explícito al responsabilizar parcialmente a aquellos que insisten en las políticas ortodoxas de ajuste .
Sin embargo, aquellos que
abriguen esperanzas de que el Banco Mundial y el FMI estén listos para discutir
las políticas de ajuste económico causantes del deterioro en el nivel y
condiciones de vida de la mayoría quedarán profundamente defraudados. La
desconexión entre causa y efecto quedó en evidencia en la respuesta tardía y
débil que el Banco le dio a la solicitud de la ONU en febrero pasado. (El FMI ni
se molestó en contestar.) A pesar de las declaraciones de Wolfensohn al
respecto, este asunto no tiene prioridad para su institución. Sin personal
interesado en el tema y también sin voluntad de la Dirección, el Banco presentó
en los últimos días de la sesión de la comisión una declaración desprolija, de
media página, con un resumen de cinco puntos que logró evitar el tema. No
mencionó en absoluto los temas económicos, causas centrales del aumento de la
pobreza mundial, el desempleo y la desintegración social, y solamente se refirió
de manera superficial a los temas de las políticas y programas sociales.
Además, la presentación hace
afirmaciones -basadas en breves conclusiones y recomendaciones- sin fundamento
en los hechos. No ofrece pruebas, por ejemplo, para su argumento de que, en
general, los ajustes fueron beneficiosos a la larga y que aquellas naciones que
los aplicaron con “éxito” tienen más posibilidades de reducir la pobreza. Esta
declaración permite al Banco argumentar que, a no ser por la necesidad de
proteger ciertos gastos sociales que de otra manera sufrirían recortes con los
programas de ajuste y estabilización, las políticas de ajuste no se oponen y
deben ser parte central de cualquier intento de reducción de la pobreza. De
hecho, el papel de supervisores que el Banco y el FMI se reservaron para sí en
cuanto a estos esfuerzos está diseñado para asegurar que las políticas de ajuste
se mantengan en pie, independientemente del rumbo en que los países quieran
orientar sus respectivas luchas contra la pobreza.
Una realidad diferente en SAPRIN
Las afirmaciones del Banco
contrastan fuertemente con los resultados de varias investigaciones de campo
durante la última década, incluyendo el resultado interino de la Iniciativa de
Revisión Participativa del Ajuste Estructural (SAPRIN), en el cual participa el
mismo Banco, junto con la sociedad civil y los gobiernos de ocho países y cuatro
continentes. De hecho, el Banco no consultó de manera alguna estos resultados al
presentar su informe ante la Comisión para el Desarrollo Social.
SAPRIN se lanzó en 1997 con el
apoyo de gobiernos europeos como un programa central de consulta con la sociedad
civil a nivel mundial sobre el historial y el futuro de la política económica.
SAPRIN es la red mundial de ciudadanos involucrados en esta iniciativa con el
Banco. Para SAPRIN, los objetivos eran legitimar el papel de los ciudadanos en
el proceso de decisión económica y ayudar a movilizarlos para cumplir ese papel
con eficacia. Las metas acordadas con el Banco consistieron en aumentar el
conocimiento del Banco Mundial acerca de los programas de ajuste estructural
desde abajo hacia arriba, identificar cambios prácticos y necesarios en las
políticas económicas que mejoren la vida de la gente común, y a su vez demostrar
que la participación de la sociedad civil nacional con amplias bases populares,
puede mejorar el proceso de formulación de políticas económicas.
Desde que asumió la presidencia
del Banco en 1995, Wolfensohn ha llamado a diálogos a nivel nacional sobre todo
lo que atañe al desarrollo. SAPRIN se estableció como su mecanismo para lograr
este diálogo sobre el tema central de la política económica. La red mundial de
sociedades civiles movilizó y organizó una gran gama de sectores económicos en
ocho países a los efectos de seguir con su desafío a Wolfensohn para que
investigue las políticas de ajuste económicas apoyadas por el Banco. Entre 100 y
750 organizaciones se involucraron efectivamente en el proceso de cada nación.
Se organizaron talleres regionales, locales y sectoriales en preparación para
los foros públicos nacionales y los ejercicios de investigación participativa.
Temas claves de privatización, liberalización de precios y comercio, reforma
financiera y del mercado laboral, políticas de gasto público y otras medidas de
ajuste fueron seleccionadas para analizar como puntos problemáticos de prioridad
para la sociedad civil. Su impacto sobre diferentes sectores y grupos de
población fue discutido durante los foros mientras que los ciudadanos compartían
experiencias y análisis.
Las Raíces Económicas de la
Pobreza
Aquellas experiencias y
análisis de parte de organizaciones populares durante los foros de SAPRIN en
Zimbabwe, en septiembre de 1999, y en Ecuador, ocho meses antes, así como en el
foro nacional de sociedades civiles organizado en julio en Filipinas (donde el
Banco no logró que participara el gobierno), fueron sorpresivamente similares a
otras presentadas en las anteriores conferencias de países. De acuerdo con
participantes en Zimbabwe, por ejemplo, la liberalización del comercio y
las finanzas causó que el mercado de aquel país se inundara con productos
baratos de importación, mientras que el comercio nacional no ha podido encontrar
mercados externos significativos para sus productos. Por lo tanto, la pequeña y
mediana industria se vio forzada a reducir la producción, cerrar, o pasar de
fabricar a importar con una importante caída en la producción manufacturera.
Como las compañías se vieron forzadas a despedir obreros, el empleo cayó
drásticamente entre 1991 y 1998 y los salarios también se deterioraron.
Las políticas de liberalización
también socavaron el sector industrial, responsable del medio de vida del 70 %
de la población de la nación. Esto derivó en falta de alimentos y desigualdad
creciente. Barreras comerciales, controles de precios, subsidios y cupos
productivos fueron retirados como parte de un programa que el gobierno anticipó
transformaría la agricultura de subsistencia tradicional y de pequeña escala del
país a otra agricultura comercial a gran escala. Los participantes de la
sociedad civil sostuvieron, sin embargo, que la mayoría de los habitantes
rurales de Zimbabwe no se beneficiaron con este programa. Los granjeros de
pequeña escala fueron perjudicados por la falta de acceso a la tierra, a los
créditos y a otras entradas, así como por la pérdida de información oportuna que
antes proporcionaban las direcciones de comercialización. La producción general
de alimentos durante los años 90 no se mantuvo a la par del ritmo de crecimiento
de la población, y el país se vio obligado a importar alimento agravando la
deuda nacional.
Los sectores manufacturero y
agricultor se vieron perjudicados por la liberalización de los mercados
financieros. La eliminación de restricciones a las tasas de intereses bancarios
llevó a que se multiplicaran por cinco hasta llegar al 50 % desde que se lanzó
el programa de ajuste económico estructural hace 10 años. Ni siquiera las
grandes empresas pueden pagar estos intereses y debieron financiar sus
actividades a través de sus ahorros. Las empresas más pequeñas y el sector
informal fueron los más perjudicados pues carecen de esta opción. Mientras
tanto, se incrementó la inversión especulativa en los mercados monetarios en
lugar de los sectores productivos generadores de empleo.
De la misma manera,
participantes del foro de las Filipinas informaron que el programa para
la liberalización del comercio en ese país, derivó en un aumento en la
desigualdad del ingreso y en una menor seguridad alimenticia, ya que los
productores fueron perjudicados por la reducción de barreras al comercio. La
insuficiencia del apoyo estatal a los servicios de infraestructura como la
irrigación, la asistencia posterior a las cosechas y los caminos que conecten
las granjas con los mercados significó que los productores no pudieran superar
sus niveles de producción o llevar sus productos al mercado a precios que
cubrieran sus costos. La competencia de las importaciones más baratas redujo la
producción nacional de arroz y otros productos de primera necesidad, y muchos de
estos productores fueron, según los participantes, marginados más aún.
Ecuador
también perdió capacidad productiva y la habilidad de alimentar a su población
desde que implementó los programas de ajuste en los años 80. Los participantes
del foro de SAPRIN apuntaron sobre todo al rápido proceso de
desindustrialización que siguió a las políticas de liberalización del comercio y
a la estrategia nacional orientada hacia las exportaciones. Estas medidas
incrementaron las ganancias de los grandes exportadores (quienes se beneficiaron
con la devaluación de la moneda), pero no los niveles de producción para la
exportación.
Mientras tanto, según participantes del
foro, la inundación de importaciones debido a la liberalización del comercio
devastó la producción nacional de alimentos y catapultó el subempleo rural a
casi 70%. A fines de 1998, el subempleo a nivel nacional superaba el 50 %,
mientras el desempleo en general aumentó más de tres veces desde 1980. Las tasas
de interés de casi 70 % socavaron la producción y el empleo, al mismo tiempo que
atrajeron y beneficiaron a los especuladores. Las crisis económicas y
financieras de los últimos años agravaron aun más estas condiciones económicas
deterioradas.
Las políticas laborales
intensifican el problema
Las políticas de reforma
laboral también profundizaron y ampliaron la pobreza en estos y otros países. En
Filipinas, por ejemplo, las nuevas reglas de flexibilización laboral y la
necesidad de incrementar la competencia llevaron a las industrias a recortar
costos mediante diferentes arreglos laborales, sobre todo contratando personal
temporario: pocas fábricas textiles y de vestimentas emplean obreros de tiempo
completo; los trabajadores bajo contrato perciben menos que el salario mínimo y
no reciben beneficios ni seguridad laboral. Estos y otros resultados de los
planes de flexibilización laboral ayudaron a destruir sindicatos y a reducir el
poder de negociación de los obreros en general.
La situación laboral también se
deterioró en Zimbabwe con el ajuste. Participantes del foro de SAPRIN
explicaron que el crecimiento promedio del empleo, desde que comenzó el ajuste
equivale a la mitad del ritmo anterior de crecimiento de la fuerza laboral. Con
la reducción o eliminación de los subsidios, los empleadores del sector privado
redujeron costos para mantenerse competitivos. La desregulación laboral les
permitió aumentar la contratación de trabajadores temporarios de dedicación
parcial. Estos cambios resultaron en el aumento del desempleo, la caída del
salario real y la inseguridad laboral. Aquellos trabajadores que sí encuentran
un empleo de tiempo completo no tienen garantizado un sueldo de supervivencia, y
los efectos de esta reducción de ingresos se agravan debido a la inflación. El
colapso de los sueldos significó que muchos trabajadores vivan muy por debajo de
la línea de pobreza. Esto resultó en una espiral de recesión, con la caída de
poder adquisitivo, que a su vez genera una menor demanda y aumenta los índices
de desempleo.
Mientras tanto, en Ecuador,
los salarios reales cayeron estrepitosamente durante las décadas de ajuste de
1980 y 1990. Según participantes del foro, la política de salarios contribuyó
con la insuficiencia de los incrementos salariales para compensar por los
efectos inflacionarios sobre los costos de bienes esenciales y los continuos
aumentos de los servicios públicos. La política de flexibilidad en el mercado
laboral debilitó el respeto por los derechos de los trabajadores, dejándolos
desamparados y vulnerables al abuso de sus empleadores. El impacto de la
legislación apoyada por el FMI y el tesoro de los Estados Unidos a principios de
2000 para acelerar las reformas al mercado laboral y las privatizaciones como
parte del plan de dolarización, casi con seguridad empeorará la situación
dramáticamente. Dado que con el ajuste estructural la pobreza creció hasta
abarcar a casi dos tercios de la población ecuatoriana, estas reformas
adicionales desataron protestas populares a nivel nacional.
No sabe, no contesta
De un foro nacional de SAPRIN a
otro, los participantes de la sociedad civil instaron al Banco a abandonar su
insistencia sobre una variedad de medidas de ajuste económico que fueron
devastadoras para el empleo, los salarios y la producción nacional generadora de
ingresos. Sin embargo, estos temas no han sido siquiera sugeridos por el Banco
en sus más recientes recomendaciones para combatir la pobreza. Hasta en países
como Ecuador y Zimbabwe, donde las crisis económicas y políticas fortalecieron
las relaciones entre la institución y los grupos de la sociedad civil, el Banco
no ha demostrado intención alguna para hacer cambios sustanciales u ofrecer
alternativas a las políticas económicas actuales como las propuestas por
importantes organizaciones de la sociedad.
Esta falta de atención seria
por parte del Banco a las presentaciones de los foros nacionales debe ser
instructiva para otros actores de la sociedad civil que pretenden que el Banco
dialogue sobre sus políticas. A pesar de que estas consultas de SAPRIN a nivel
nacional fueron organizadas en forma extensa durante un largo período y que la
información, el análisis y la experiencia correspondieron exactamente a los
puntos de vista “legítimos” de los alienados a los cuales Wolfensohn hacía
referencia, SAPRIN no recibió respuestas significativas y aún no se estableció
un mecanismo en el Banco para procesar y utilizar la información recolectada por
SAPRIN de una manera provechosa.
En parte, esta falta de respuesta del
Banco y su incumplimiento de otros compromisos asumidos con SAPRIN se debe a que
esta institución, a pesar de su declarado interés por ser socio y por consultar,
no está acostumbrada a trabajar en relaciones de igualdad si no dicta los
términos de la relación. Está más a gusto con su proceso tradicional de consulta
con la sociedad civil donde ha sido capaz de seleccionar coordinadores y
moderadores de ONG, elegir los participantes a dedo, definir la agenda y
controlar el flujo de información. Por lo general, se ha interesado en divulgar
su interpretación de los resultados de esas consultas.
En los ejercicios de campo de
SAPRIN, la organización niveló la cancha con éxito desde un principio, para que
las ONG se sentaran a la mesa en términos de igualdad con el Banco y el
gobierno. No se le permitió al Banco interferir con las movilizaciones y
organizaciones nacionales de la sociedad civil. Estos grupos eligieron a sus
propios líderes y crearon sus propias estructuras luego de un proceso de amplio
alcance e inclusión. También tomaron la iniciativa al seleccionar los temas de
prioridad del ajuste para discutir y analizar. A través de la administración de
las finanzas ejercieron el control principal sobre la estructura de los foros
nacionales. Incapaz de seleccionar sus homólogos a nivel nacional o de modificar
la agenda y el resultado del proceso, el Banco aparentemente optó por
relativizar los foros nacionales de SAPRIN al mismo tiempo que, curiosamente,
destacó la organización extraordinaria que tuvo lugar en algunos países. Eso
deja a SAPRIN con la importante pero amedrentadora tarea de responsabilizar al
Banco por sus compromisos.
Profundizando la tarea
Una forma de emprender la implementación
de la rendición de cuentas, más allá de asegurar que el proceso sea
transparente, es continuar con el enfoque profesional a través de SAPRIN,
anticipando que los resultados hablen por sí solos, tanto a nivel nacional como
mundial. Mientras se celebraban el año pasado los últimos foros nacionales,
SAPRIN comenzó su fase de investigación de campo en los otros países
involucrados en la iniciativa. En la mayoría de los casos hubo demoras
importantes debido a dificultades en el desarrollo de los términos de referencia
y otros acuerdos entre los tres socios nacionales—SAPRIN, el Banco y el
gobierno—que conforman los equipos técnicos nacionales o debido a la necesidad
de mejorar la capacidad y aumentar la claridad con respecto a la finalización y
la implementación del diseño de investigación a nivel nacional. SAPRIN organizó
varios talleres a nivel regional, nacional y mundial a los efectos de encarar
estos temas.
Las investigaciones están más
avanzadas en Bangladesh, El Salvador y Hungría. Las copias
finales, que incluyen información de campo, se aguardan para mediados de año,
los segundos foros nacionales continuarán poco tiempo después. Estas
investigaciones de carácter participativo, sensibilizadas a los temas de género,
orientadas hacia la política y la economía, profundizarán los análisis
presentados durante los foros, concentrándose principalmente en las
consecuencias de las políticas de liberalización de los mercados laborales y en
los programas de privatizaciones.
En Bangladesh, los
estudios que se llevan a cabo actualmente se concentran en: 1) las consecuencias
de las políticas de reforma agrícola sobre el mercado laboral, los salarios y la
seguridad alimenticia; 2) el impacto de las políticas de reforma industrial y
comercial sobre el empleo y la capacidad industrial; y 3) el impacto de las
reformas del sector financiero sobre los sectores productivos, especialmente los
pequeños productores en zona rurales. Las causas económicas que radican detrás
de la pobreza y el desempleo también están en el centro de la investigación en
El Salvador, casi concluida, y que se concentra en los siguientes temas:
1) la privatización de la distribución de la electricidad y su impacto en los
pobres y los sectores de bajos ingresos de la sociedad; 2) la flexibilización
laboral y su impacto sobre los trabajadores; y 3) la liberalización del sistema
financiero y su impacto sobre el acceso al crédito de las pequeñas empresas. En
Hungría, donde en principio se proyecta el segundo foro nacional para
fines de junio, dos de los temas que se investigan son : 1) el impacto de las
políticas de liberalización en los sectores del comercio, los precios y los
salarios sobre las pequeñas y medianas empresas, el sector agricultor y los
consumidores, especialmente en los grupos vulnerables; y 2) el impacto del
proceso de privatización sobre la producción, el empleo y la concentración de la
riqueza.
Ninguno de estos temas se perciben
siquiera en la órbita del Banco en lo que respecta al informe que presentó a la
ONU y a sus planes de “reducción de la pobreza”. Para los pueblos del Sur, sin
embargo, estos temas están en el centro del deterioro social y económico de sus
respectivos países.
La agenda de SAPRIN se
amplía
En consecuencia, SAPRIN agregó
nuevas dimensiones a su trabajo en los últimos dos años. Para asegurar la
participación y el rendimiento eficaz de la sociedad civil en los ejercicios de
SAPRIN y, al mismo tiempo, emprender nuevas tareas diseñadas a promover la
ampliación de la agenda de la sociedad civil, duplicó los presupuestos de las
sociedades civiles nacionales. También apoya iniciativas similares a la de
SAPRIN en las economías de mercado emergentes de México y Filipinas. Respondió a
nuevas prioridades que emergen a nivel nacional en los 10 países, principalmente
al lanzamiento de programas de bases de alfabetización económica y el desarrollo
de alternativas económicas paralelas y también integradas a la investigación
actual. La labor de las ONG sobre propuestas económicas alternativas también
está en el centro de procesos menos ambiciosos en Argentina, Brasil, Canadá, y a
nivel regional en América Central.
Estas actividades se financian
con el presupuesto de SAPRIN ampliado a nivel mundial,
cosa que también ofrece más flexibilidad a la red, sobre todo con respecto a la
participación de cada país. Subsidios importantes de grupos de la sociedad civil
y de organizaciones del primer mundo involucradas con SAPRIN ayudaron con este
esfuerzo de expansión.
Para difundir la visión alternativa que
emerge de los ejercicios en los países, SAPRIN se une a otros movimientos
sociales en el Sur que comparten una misma agenda. Al igual que SAPRIN, redes
como Control Ciudadano y Jubileo del Sur, así como importantes sectores del
movimiento sindical internacional, consideran a los programas de ajuste como a
los amargos programas de comercio e inversiones propuestos por la OMC y otros
organismos poco representativos. Dentro de este movimiento más amplio para hacer
que las instituciones antidemocráticas se responsabilicen por la gente cuyas
vidas afectan de manera tan directa y nefasta, SAPRIN busca alianzas con otros
movimientos populares, gobiernos e instituciones oficiales comprometidas con una
nueva generación de políticas económicas más igualitarias basadas en las
experiencias, el conocimiento y las prioridades de los pueblos del Sur.
Notas:
La labor de SAPRIN ha sido posible gracias a generosos aportes de los
gobiernos de Noruega, Suecia, Holanda y Bélgica, así como de la Unión
Europea, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, varias
fundaciones públicas y privadas y otras instituciones no gubernamentales.
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