2000
Un Plan de Acción Mundial para la Educación
Ingrid van Tienhoven
Novib/Oxfam Internacional
Se cuenta entre los más terribles flagelos de la humanidad a principios del siglo XXI. Ha dejado a cientos de millones de adultos en desventaja y empobrecidos. Cada año, reclama millones de nuevas víctimas entre los niños. Destruye el potencial humano a gran escala. La mayoría de las víctimas son pobres. Entre ellos predominan las mujeres y niñas. El flagelo en cuestión no es una enfermedad. Es el analfabetismo masivo, causado por la exclusión de oportunidades educativas.
Estas frases
incisivas son de Kevin Watkins, autor del libro Break the cycle of poverty
(Romper el ciclo de la pobreza) publicado por Oxfam Internacional en 1999 a
los efectos de movilizar la voluntad política para lograr las metas de educación
básica de buena calidad para todos acordadas por la comunidad internacional. La
campaña mundial para la educación se lanzó en Bruselas en 1999 para alcanzar
este mismo objetivo y reúne a sindicatos de maestros, agencias para el
desarrollo y organizaciones comunitarias que trabajan en más de 180 países. (Ver
cuadro 1 para los objetivos de la Campaña Mundial.)
Hace diez años,
en la Conferencia Mundial de Educación para Todos en Jomtien (Tailandia), los
gobiernos de 155 países prometieron ofrecer a todos los niños del mundo una
educación básica de buena calidad. Se fijó el fin de la década como meta. Los
gobiernos del mundo han fracasado vergonzosamente con respecto al cumplimiento
de este objetivo.
A comienzos del
nuevo milenio:
-
125 millones
de niños en edad escolar no van a la escuela; la mayoría de ellos son niñas.
-
Otros 150
millones de niños comienzan primaria pero abandonan durante los primeros
cuatro años, la gran mayoría sin haber aprendido a leer y escribir.
-
Uno de cada
cuatro adultos en el mundo en desarrollo—872 millones de personas—no pueden
leer ni escribir, y esta cifra va en aumento.
Esto no es sólo
una flagrante violación al derecho universal a la educación, sino que también
representa una pérdida enorme de recursos humanos y un obstáculo al desarrollo
económico. La exclusión de la educación en una economía mundial que se basa cada
día más en el conocimiento, equivale al crecimiento de la pobreza y la
desigualdad entre los pueblos y naciones.
Los costos de
la privación de educación son incalculables. La falta de instrucción elemental
socava los esfuerzos para reducir la mortalidad infantil y materna, para mejorar
la salud pública y la nutrición y para reforzar las oportunidades de una vida
más segura y productiva. La buena gobernancia y la democracia no pueden
prosperar en una situación en que grandes segmentos de la población están
imposibilitados de participar debido al analfabetismo.
Mirando hacia
el futuro, los costos de la crisis de la educación mundial aumentan. Las
desigualdades educativas de hoy serán las desigualdades en el nivel de ingresos
mañana. Por ello un mejor acceso a la educación de buena calidad es la clave
hacia el desarrollo de patrones de globalización más equitativos. A nivel
nacional, la educación tendrá también un papel cada vez más importante en la
modificación de las oportunidades de vida.
En la Cumbre
Social de Copenhague de 1995, los gobiernos aplazaron la meta hasta el 2015 para
alcanzar la universalidad de la educación primaria. Cerrar la brecha de género
en primaria y secundaria se postergó hasta el 2005. La comunidad internacional
también asumió un nuevo conjunto de objetivos de desarrollo para el 2015. Entre
estos se encuentran reducir a la mitad la proporción de la población mundial que
vive en situación de pobreza, así como lograr metas parecidas con respecto a la
mortalidad infantil y materna. Estos objetivos no se podrán cumplir dada la
falta de avance rápido hacia la concreción de la universalidad en la educación.
El Foro sobre Educación Mundial en Dakar
(Senegal), agendado para abril de 2000, y las revisiones de la Cumbre Mundial de
Desarrollo Social, así como la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en
junio, ofrecen la oportunidad para cumplir con el compromiso de la educación
universal asumido para el 2015. Si los gobiernos no hacen un esfuerzo coordinado
para movilizar recursos políticos y financieros, esta oportunidad se perderá.
Por esta razón,
una gran coalición de activistas hace un llamado para exigir un Plan de Acción
Mundial (PAM) sobre educación para posibilitar la recaudación de financiación
de la educación primaria, actualmente calculada en unos USD 8 mil millones por
año durante diez años.
En el marco del
PAM, los países en desarrollo tienen que movilizar la mitad de esta suma
mediante el aumento de los recursos y la redistribución del gasto público
improductivo, como las compras militares. La otra mitad de la suma se
movilizaría a través de la comunidad internacional mediante:
-
Aumento de la ayuda. El
aumento de los presupuestos para la asistencia en torno al 8% podría movilizar
unos USD 3 mil millones. La proporción de los presupuestos de ayuda destinada
a la educación elemental (hoy apenas 2%) crecería debido a la redistribución
desde niveles más altos de gastos para la educación. Se debería insistir más
en la capacitación que en la asistencia técnica.
-
Alivio de deuda. La
iniciativa de los Países Pobres Muy Endeudados (PPME) tiene el potencial de
generar flujos importantes de recursos para más de 30 países. Bajo la
iniciativa reformada de PPME, la eligibilidad para el alivio de deuda estará
condicionada al compromiso demostrado por los países con la reducción de la
pobreza. Es importante que una parte significativa de los fondos para la
reducción de la deuda se dirijan a la educación básica. En los países de
medianos ingresos se podrían desarrollar arreglos de intercambio de deuda para
financiar iniciativas educativas.
-
Capital privado. Aunque los
aportes de este sector seguirán siendo modestos en relación a las necesidades
globales de financiación, el PAM se puede utilizar para incrementar los fondos
de las organizaciones no gubernamentales, las fundaciones y otras fuentes
privadas.
Se pueden
acordar mecanismos para la implementación del PAM en Dakar. Es importante
comenzar con dos principios centrales. Primero, el PAM se debe utilizar para
apoyar y fortalecer estrategias nacionales ya existentes. La asistencia bajo el
PAM no se debe utilizar para crear otro nivel de condiciones. Segundo, las
claves para el éxito de la implementación serán la participación pública y la
propiedad nacional. Los gobiernos deben tratar de establecer a través de la
interacción con la sociedad civil los requisitos financieros para poder
“encaminarse” hacia el 2015. Estos se pueden fijar en un Plan Nacional de Acción
para la Educación (PNAE) que supere las barreras más importantes al acceso más
equitativo y a una mejor calidad de la educación. El PNAE puede analizar y
evaluar el progreso nacional en materia de educación básica para todos, y crear
un marco político capaz de apoyar el progreso acelerado.
La situación de
la educación en África Subsahariana es grave. Es la única parte del mundo donde
el número de niños fuera de la escuela va en aumento. Más de 40 millones de
niños—casi la mitad de los niños en edad primaria —no acuden a la escuela.
Millones más comienzan, sólo para abandonar antes de aprender a leer y escribir.
Ellos se unirán a los 360 millones de adultos en la región que comenzaron el
milenio siendo analfabetos. Si continúan las tendencias actuales, para el año
2015 habrá 57 millones de niños en edad escolar fuera de la escuela.
No existen
soluciones sencillas a la crisis de la educación en África. La mezcla fatal
entre el lento crecimiento económico, el crecimiento demográfico, las guerras,
la corrupción, el SIDA y la discriminación de género contribuyen al hecho de que
el gasto público por niño se haya reducido en un tercio desde 1970. Los
gobiernos tampoco desarrollan programas de estudios adecuados o métodos
pedagógicos capaces de ofrecer una educación de buena calidad.
Los acreedores
de África extraen USD 12 mil millones por año de la región en la forma de
servicios de deuda—más del doble del gasto gubernamental en educación primaria.
Los programas de ajuste del FMI impusieron grandes recortes a los presupuestos
educativos de todo el territorio africano. En Zambia, por ejemplo, el
presupuesto para primaria cayó en 20% bajo el régimen del FMI. En este país, los
niños tienen menos probabilidades de terminar la escuela que sus progenitores.
Pero no todo es negativo; varios países
han implementado reformas educativas de largo alcance que dan esperanzas de
progreso. Entre ellos está Uganda, uno de los países más pobres de África, donde
la población escolar aumentó dos millones desde que el gobierno eliminó la
matrícula e incrementó el gasto en educación primaria. Países como Malawi,
Burkina Faso y Mozambique también implementaron reformas radicales.
En definitiva,
las restricciones financieras de los gobiernos africanos significan que los
objetivos del 2015 no se pueden lograr solamente con esfuerzos a nivel nacional.
Por esta razón, Oxfam Internacional propone, como parte del PAM, un Convenio
para África. Bajo dicho Convenio, los gobiernos nacionales tendrán que movilizar
USD 1.600 millones más por año mediante la reducción de los gastos
militares y el incremento de recursos. Al mismo tiempo, la comunidad
internacional debe movilizar USD 2 mil millones a través del aumento de la ayuda
y la reducción de la deuda.
Los niños de
África no necesitan más promesas sin cumplir ni metas vacuas de la ONU. Lo que
necesitan son acciones concretas que demuestren que el banco de la justicia
social y la cooperación internacional no está en bancarrota.
El calendario
de la ONU para el 2000 representa una gran oportunidad para asegurar que un
nuevo sentido de urgencia, de propósito y energía se aplique a la agenda para
lograr los objetivos de desarrollo para el 2015. El PAM cumple con la necesidad
de un renovado esfuerzo colectivo para alcanzar la educación básica para todos.
“La educación,” escribió Julius Nyerere, el ex maestro que llevó a Tanzania a la
independencia y se convirtió en su presidente, “no es una manera de escapar de
la pobreza del país, sino de luchar contra ella.”
La Campaña Mundial para la
Educación exige:
-
Educación de calidad para todos los niños y niñas, gratis y obligatoria,
durante no menos de ocho años, y una segunda oportunidad para los
adultos que no la tuvieron.
-
El
aumento de los servicios de guarderías y educación preescolar de
calidad.
-
El
incremento del gasto público para la educación al menos a 6% del PNB, y
nuevos recursos en forma de ayuda y reducción de la deuda de los países
más pobres.
-
Terminar con el trabajo infantil.
-
Participación democrática y responsabilidad ante la sociedad civil,
incluyendo a los maestros y sus sindicatos, en los procesos de decisión
a todo nivel.
-
Reformar las políticas de ajuste estructural del FMI y del Banco Mundial
para asegurar que apoyen, y no que perjudiquen, la calidad de la
educación gratuita.
-
Salarios justos y periódicos para los maestros, aulas adecuadamente
equipadas y la provisión de textos de calidad.
-
Servicios inclusivos y sin discriminación para todos.
-
Un Plan
de Acción Mundial para la educación básica que movilice la voluntad
política y nuevos recursos en apoyo a los planes educativos nacionales
para lograr las metas del 2015.
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Por mayor
información acerca de la Campaña Mundial para la Educación, por favor
escríbanos a: global.edu.campaign@ei-ie.org |
Comité Directivo de la Campaña
Mundial
para la Educación Los miembros del
Comité Directivo provienen de las siguientes organizaciones:
-
ActionAid
-
Education International
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Global
March against Child Labour
-
Oxfam
International
-
Associaçao Brasileira de ONGs/Açao Educativa-Brazil
-
Campaign for Popular Education, Bangladesh
-
South
Africa NGO Coalition/AETASA
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