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2000
Las micro respuestas no solucionan los macro problemas

Susana Chiarotti
CLADEM

En la esfera de los derechos humanos se pudo constatar que los Estados de América Latina y el Caribe han actuado positivamente al ratificar los tratados internacionales que protegen los derechos humanos de las mujeres, entre ellos, la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Convención Interamericana para la Prevención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra la mujer.

También se registró como positiva la sanción de leyes nacionales para sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, en todos los países, con excepción de Brasil y Paraguay. La creación y/o mantenimiento de mecanismos institucionales para trabajar por la equidad de género y la presentación de propuestas o planes de igualdad de oportunidades entre mujeres y varones por parte de la mayoría de los países, fue considerado otro logro. En algunos países se dictaron leyes de salud reproductiva que incluyeron programas de planificación familiar.

Pero estos avances no han alcanzado a revertir la situación de discriminación que siguen sufriendo las mujeres de la región. Los problemas más serios son:

1. La teoría de los derechos humanos sigue desconociendo las experiencias y necesidades de las mujeres. Por tanto su visión sigue siendo parcial.

Los derechos humanos siguen anclados en el esquema tradicional de jerarquización de lo público sobre lo privado. A pesar de los esfuerzos de las feministas para demostrar que ellos pueden ser disfrutados y por tanto violados, tanto en la esfera pública como en la privada, la denuncia de las violaciones registradas en la esfera pública y la defensa de sus víctimas, gozan de más reconocimiento y atención que el reclamo por la visibilización de las violaciones registradas en la esfera privada.

2. Se mantiene la brecha entre los derechos consagrados en los tratados internacionales de derechos humanos y la posibilidad de su disfrute por parte de las ciudadanas.

Los logros formales, si bien son un avance en el reconocimiento de derechos de las mujeres, no fueron acompañados por transformaciones políticas, culturales y sociales que permitan vislumbrar la erradicación de la discriminación de género.

Por otra parte, la implementación de la Convención de la Mujer requiere acciones del Estado a todos los niveles. Aún en los países donde los tratados internacionales tienen rango constitucional (Argentina, Brasil, Colombia) el compromiso de los gobiernos con la problemática de la discriminación de género sigue siendo  parcial.

3. El desconocimiento al mandato de la integralidad e interconexión de los derechos humanos (los derechos civiles y políticos deben implementarse de manera interconectada con los económicos, sociales y culturales y los derechos sexuales y reproductivos).

Mientras se nos reconocen algunos derechos civiles y políticos (leyes de cuotas en la participación parlamentaria, leyes contra la violencia hacia la mujer), estamos perdiendo aceleradamente derechos económicos y sociales. A pesar de registrarse un pequeño avance en la ciudadanía civil, retrocedemos en la ciudadanía social, y eso hace que los derechos conquistados puedan ser gozados por un número cada vez menor de mujeres.

Las mujeres siguen en la encrucijada entre la actividad económica realizada en el mercado de trabajo y los bienes y servicios producidos  en la esfera doméstica. En efecto, la economía doméstica (administración y mantenimiento del hogar), la economía de la reproducción (reproducción, alimentación, crianza y educación  de hijos e hijas) y la economía de cuidado (atención de otros seres humanos)  demandan largas horas de trabajo que no han sido reconocidas aún por el Estado,[1]  permanecen invisibilizadas y sólo se contabilizan cuando las realiza una persona contratada  por la familia.

Los gobiernos de nuestra región no tienen poder de decisión dentro de la Organización Mundial del Comercio y se ven limitados a firmar los acuerdos diseñados por los países del norte. Esos acuerdos condicionan las políticas nacionales e impactan a las mujeres, que además no tienen ninguna voz en esa discusión.[2] Los esfuerzos de nuestros gobiernos por atraer inversiones se han limitado a la disminución de la protección laboral. Esta disminución, realizada con el argumento de que se crearían nuevos puestos de trabajo, ha tenido como efecto, en algunos lugares, la reaparición del trabajo esclavo[3] y el trabajo infantil. Las condiciones de trabajo empeoran según la pertenencia étnico racial y la condición de migrante.

En cuanto a los derechos sexuales y reproductivos, su pleno ejercicio se ve obstaculizado por la influencia de sectores religiosos fundamentalistas, lo que motiva a las organizaciones de mujeres a reclamar “el afianzamiento del carácter laico de los Estados (como) una condición sine qua non para el afianzamiento de la institucionalidad democrática de los países de la región.”[4]

4. La exclusión de las mujeres del diseño de las grandes políticas nacionales.

La ausencia de las mujeres en el diseño de las políticas de seguridad, por ejemplo, no se podrá compensar con una ley de violencia, una comisaría de la mujer o un refugio para mujeres golpeadas.

En el mismo sentido, nuestra falta de participación en las reformas de la justicia, no puede compensarse con un curso de capacitación en género a funcionarios judiciales y operadores del derecho. Y la falta de participación de las mujeres en los planes económicos estratégicos de cada país tampoco puede ser nivelada con programas aislados de micro emprendimientos, que resultan ser micro respuestas a macro problemas.

Debemos insistir en la integralidad e interconexión de los derechos humanos, al igual que en la multiplicación de los esfuerzos para la implementación de los Derechos Humanos Económicos, Sociales, Culturales y los Sexuales y Reproductivos.

Notas:

[1] Estas  tareas fueron visibilizadas expresamente por Hanna Arendt, quien las llamó Labor (ocupaciones necesarias para el mantenimiento de la vida, para hacer frente a sus necesidades). Ver  por ej. La Condición Humana. Paidós. Barcelona. 1993.

[2] Es imperativo y urgente fortalecer las capacidades de las mujeres para participar en la discusión sobre los acuerdos internacionales de comercio e inversión. Una mirada de género sobre la OMC y el impacto de los acuerdos en las vidas de las mujeres es imprescindible, así como el sumarse al activismo que ejerce el control social sobre los acuerdos multilaterales de comercio.

[3] En Argentina, solo en Capital Federal, se pudieron detectar más de mil personas trabajando en condiciones de esclavitud para la industria textil. Ver investigación publicada por Clarín, 27-2-2000.

[4] Declaración de la Articulación de Organizaciones de Mujeres y Feministas de América Latina y el Caribe a la Plenaria de la VIII Conferencia Regional sobre la Mujer en América Latina y el Caribe de la CEPAL. Lima, 10 de febrero de 2000.

 

 


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