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2000
Crisis Asiática: La simbiosis de la globalización y el patriarcado

Gita Sen; Josefa (Gigi) Francisco
Development Alternatives with Women for a New Era (DAWN)

El ‘Milagro de Asia Oriental’ fue muy celebrado por las instituciones internacionales a principios de los años 90 como prueba de la solidez económica de la globalización basada en el modelo de “libre mercado”. Ese mito fue expuesto y derribado para siempre por la crisis financiera asiática que comenzó en 1997. Con el surgimiento y la desaparición del milagro de Asia Oriental quedó en evidencia una vez más la dependencia de la globalización del trabajo barato o no remunerado de la mujer durante los buenos tiempos. Y durante los malos. Nunca ha sido tan evidente la interacción entre el uso (y el abuso) del trabajo femenino, el resurgimiento de ideologías de estado patriarcales en la forma de los llamados ‘Valores asiáticos’, y el terrible incremento de la violencia contra la mujer utilizado sistemáticamente como arma por grupos en pugna por el control del poder estatal. La crisis asiática reveló que las fuerzas de la globalización económica y el resurgimiento de controles y violencia basados en el género tienen una relación simbiótica, aunque contradictoria.

El crecimiento y la crisis

La crisis parece estar contenida en varios países y hubo una modesta pero positiva  recuperación en el rendimiento económico. Pero se aprendieron arduas lecciones y muchas de las economías afectadas tienen que enfrentar los impactos adversos de la crisis y los dolorosos programas de recuperación económica. El panorama optimista de los años de auge económico fue reemplazado por la sombría noción de que la combinación de asimetría, volatilidad y oportunismo operando en un libre mercado globalizado, abierto y desregulado, puede llevar al colapso abrupto y espectacular de las economías, dañando a sociedades enteras. La preocupación en todo el mundo por el “crecimiento rápido” y la crítica concomitante de instituciones internacionales, multiplicaron los reclamos de asesoramiento mundial, de tratamiento diferencial, de normas y regulación, y hasta  hubo quienes pidieron abandonar totalmente el actual “modelo erróneo de desarrollo” para no tragarse más la amarga píldora de los programas de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional (FMI).

La crisis financiera asiática comenzó oficialmente en abril de 1997 cuando la depreciación del baht tailandés causó un efecto en cadena sobre las monedas de  Malasia, Indonesia, Filipinas y Corea de Sur. Esto llevó a la contracción inmediata de la economía de la región y el PBI de cada país cayó uno tras otro frente al alto promedio de crecimiento (entre 8 y 10%) del período anterior. La inflación presionó los  índices de precios al consumo y redujo el ingreso real, el índice de desocupación aumentó, se incrementó la pobreza y la disparidad en el ingreso se amplió (Knowles, Pernia y Racelis, 1999). El impacto económico de la crisis asiática sobre Indonesia fue dramático. A saber: incremento del  60% en el índice de precios al consumo, la caída de 24% del ingreso real per cápita, el descenso de 15,9% del empleo en el sector de la construcción y de 9,8% en el sector manufacturero, y el aumento en la incidencia de la pobreza de 11% en 1996-1997 a 14% en 1998-1999 (ibid).

Hubo un efecto dominó en Hong Kong, Brasil, Rusia y Venezuela, donde se devaluaron las monedas y también hubo fuga de capitales, sobre todo en Rusia. Para muchos, la crisis asiática fue una crisis mundial del actual sistema comercial y financiero en que la volatilidad descontrolada e imprevista  generó grave inestabilidad y un sufrimiento generalizado.

¿Qué falló?

Hay varias maneras de explicar la crisis. La más difundida gravita en torno a tres posiciones definidas (Lim 1999, Khor 1998, Bello 1998). Un grupo –que incluye al Fondo Monetario Internacional (FMI)–cree que las economías asiáticas se descontrolaron debido a fallas internas y a decisiones equivocadas tomadas por actores económicos asiáticos, entre ellos los gobiernos. Las soluciones de este grupo van ligadas a un paquete de ajustes y reformas que incluyen: terminar con la protección del estado, más transparencia y responsabilidad fiscal, fortalecer la regulación financiera y ajustar las cuentas corrientes (Lim 1999).

Otro grupo de economistas (Stiglitz, Krugman, Singh, etc.) reconoce la volatilidad de los mercados financieros y admite que la falta de regulación permitió que las inversiones especulativas se multiplicaran y causaran la inestabilidad económica, sobre todo en los eslabones más débiles del mercado mundial. Estos economistas están a favor de una nueva arquitectura financiera mundial que proteja a las economías de las crisis recurrentes y de las fugas financieras. Monsod (1998) agrega un elemento importante a este análisis señalando que la crisis financiera asiática, en donde los fondos de cobertura tuvieron un papel preponderante, es en realidad la expresión más reciente de una crisis financiera mundial que se remonta a las crisis de deuda externa de los años 70 y 80 generadas por el FMI y el Banco Mundial.

Un tercer análisis emana del segundo pero pone énfasis en la crítica intersección del sector de los bienes con el de las finanzas y las cuentas de capital. Se considera a éste un factor local importante que explica por qué las economías asiáticas sucumbieron a la crisis y por qué tuvieron tanta dificultad para recuperarse. Uno de estos economistas asegura que las economías asiáticas ya estaban inmersas en la disminución del ritmo de crecimiento de las exportaciones cuando tuvo lugar la devaluación de la moneda (Ghosh 1999). Las economías ya no podían contar con ingresos provenientes de las exportaciones; la industria orientada hacia la exportación (o lo que restaba de ella) tampoco podía detener el crecimiento del índice de desempleo. Además, Ghosh asegura que por entonces se debilitó la confianza de los inversores, lo que podría explicar la “mentalidad de rebaño” que llevó a la fuga masiva de capitales.

Lim (1999) formula un análisis similar. Señaló en su estudio sobre Filipinas que el sector agricultor tuvo una larga tendencia a la baja antes de la crisis, mientras que el sector de servicios mostró una expansión notable y homogénea. Este sector cubre a los servicios comunitarios, sociales y personales que incluyen los empleos mal remunerados (empleados domésticos, maestros, empleados públicos y el conjunto de trabajadores informales). Lim señaló que la crisis tuvo el efecto de incrementar aún más el empleo en el sector de servicios, con las mujeres ganando más que los hombres, pero que los salarios siguieron deprimidos. Concluye que si las políticas de gobierno se hubieran concentrado en el desarrollo rural y las interconexiones rurales y urbanas, en lugar de las zonas urbanas de crecimiento económico orientado a la exportación, se podría haber evitado el impacto de la crisis sobre la economía real y asegurado la calidad del empleo.

Finalmente, utilizando un marco que cuestiona la dinámica del capitalismo actual a nivel mundial, Bello (1996, 1999) explica la crisis financiera esencialmente por la “guerra comercial” entre Estados Unidos y Japón. Bello argumenta que Japón pudo adquirir el dominio de un bloque regional comercial y financiero en el sudeste y el este de Asia, no mediante acuerdos comerciales, sino generando oportunidades para las inversiones y los fondos japoneses dentro del capitalismo asistido por el Estado que florecía en la región. Para terminar con el dominio japonés, Estados Unidos tomó medidas unilaterales agresivas para forzar aún más la liberalización financiera de los mercados altamente protegidos de la zona. La subsiguiente liberalización de las finanzas y las cuentas de capital atrajo a nuevos actores, como los inversionistas de cartera en busca de ganancias para los fondos mutuos y de pensiones recaudados en la actual prosperidad económica de Estados Unidos. Bello concluye que Estados Unidos ganó mucho con la crisis financiera en Asia: “se incorporaron medidas en contra del intervencionismo estatal y el proteccionismo en los programas de estabilización que el FMI impuso a los países en crisis como Indonesia, Tailandia y Corea del Sur... Para 1998, las compañías financieras  y multinacionales norteamericanas compraban activos asiáticos de Seúl a Bangkok a precios de remate.”

El papel del FMI

Desde el inicio de la crisis asiática, académicos, gobiernos y organizaciones civiles internacionales participan en un debate mundial acerca de la responsabilidad y el papel del FMI. En definitiva, es él quien lidera la integración de las economías de países en desarrollo al “mercado abierto mundial” a través de sus políticas macroeconómicas a favor de la liberalización del comercio, las finanzas y las cuentas de capital. Mucho antes del estallido de la crisis, había fuertes críticas contra el “síndrome de exceso de préstamos” del FMI y su programa de ajuste estructural (impuesto a 90 países), que agravó la crisis de endeudamiento mundial. Su administración económica y las políticas macroeconómicas a corto plazo que recetó a los países afectados por la crisis, erosionaron aún más cualquier vestigio de credibilidad que pudiera tener, sobre todo cuando se sumó a las críticas nada menos que el ex Economista Principal del Banco Mundial, Joseph Stiglitz.

Otra crítica más profunda sobre el FMI, se refiere a su papel en el gobierno mundial. Sus detractores argumentan que sobrepasó su mandato original consistente en ayudar a países con problemas en sus balanzas de pagos (Feldstein 1998). Se dice que el fondo se convirtió en una institución “jurásica” (Bello 1998) y que de manera arrogante se adjudicó el papel de “jugar a ser dios” (Monsod 1998). Su paquete de ajuste estructural para las reformas económicas, sociales y financieras lo llevó a subadministrar las economías de los países endeudados que continúan sin hallar un alivio real al problema de la deuda.

Los paquetes de  medidas de emergencia y reformas a corto plazo del FMI para las economías asiáticas en apuros, también se encontraron con fuertes críticas y protestas (ver Ghosh, Feldstein, Stiglitz, Sachs, Monsod, Khor, Bello). Medidas contradictorias y deflacionarias como, por ejemplo, reducciones presupuestales y políticas monetarias austeras, en lugar de fomentar el comercio y el empleo provocaron la pérdida de confianza de los inversores, la caída absoluta de la actividad económica y costos sociales. Indonesia, Tailandia y Corea del Sur son casos ilustrativos. Además, la fuga de capitales de Rusia que desembocó en el reciente colapso económico del país, es el resultado de políticas e intervenciones del FMI, según las conclusiones críticas de Stiglitz.

La simbiosis

El impacto más reciente de la crisis fue en el área de la reproducción social. Un informe regional encontró que, sin excepciones, aumentaron los precios de las mercancías básicas con componentes de importación (Knowles, Pernia y Racelis 1999; Ghosh 1998). Los precios de la comida aumentaron más que los precios de otras mercancías no comestibles. Esto impactó fuertemente en los pobres. La rebaja en el consumo (Kamoltrakul 1999), que fuera mencionada como una de las estrategias domésticas para sobrevivir (Knowles, Pernia and Racelis 1999), fue general, y puesto que las mujeres son las principales encargadas de que no falte el pan sobre la mesa, la responsabilidad recayó sobre sus hombros. A principios de la crisis, las mujeres pobres indonesias golpeaban a las puertas de las familias de clase media para ofrecer su trabajo a cambio de comida para sus hijos, o utilizaban sustitutos alimenticios inferiores (Wijaya 1998).

El recorte presupuestario, como parte del paquete de medidas de recuperación del FMI, afectó en forma negativa a los presupuestos de educación y salud de todos los países, salvo en el caso de Malasia donde el de esta última se mantuvo alto (Knowles, Pernia y Racelis 1999). Los recortes presupuestarios se hicieron a través de reducciones en los sectores de escaso presupuesto como el de materiales, mantenimiento y servicios. Información regional del mismo estudio indica que las familias afectadas preferían sacrificar la educación secundaria de sus hijos mayores que la educación primaria de los menores. Además, la falta de ingresos domésticos causó un incremento en la utilización de los servicios de salud pública, salvo en Indonesia donde los aumentos en los costos de salud evitaron que la población de ingresos reducidos recurriera a ellos.

El desempleo aumentó en todos los países, sin excepciones (Knowles, Pernia y Racelis 1999). Los datos disponibles señalan un incremento en el subempleo, el trabajo infantil y el empleo del sector de los servicios e informal (Lim 1999, Kamoltrakul 1999). También se destacó la expansión de la participación de la fuerza laboral femenina de Asia en trabajos mal remunerados en los servicios y sectores informales (incluyendo la prostitución y el trabajo doméstico, CAW 1998, 1999; DAWN-APDC 1998). Hay consenso de que el incremento en el empleo de mujeres en los sectores fuertemente feminizados resultó de las presiones impuestas por la supervivencia de la familia y de la falta de oportunidades que ofrecen los sistemas económicos con visibles preferencias con respecto al género de los trabajadores con relación a ciertos sectores. Este patrón indica también la continuidad de ciertos tipos de empleo—sobre todo aquellos caracterizados por mala remuneración, temporalidad y falta de beneficios—en épocas de  recesión.

Como para compensar por el aumento de dependencia de los hogares de la región de los ingresos femeninos obtenidos en condiciones difíciles y a veces peligrosas, los gobiernos exhortan a las mujeres a ser buenas madres y ciudadanas. Se le pide a las mujeres que se sacrifiquen más por su país y que se responsabilicen más del bienestar de sus familias. Se les pidió a las mujeres pobres, ya bastante preocupadas por el cuidado de sus familias y sus trabajos, que sean “leales y que apoyen a sus maridos”, por parte nada menos que del Estado, en el caso de Corea (DAWN-APDC 1998). Implícita en este resurgimiento del modelo de los llamados “valores asiáticos” está la idea de que si las cosas van mal para la familia o para la nación es, de alguna manera, culpa de la mujer.

La crisis provocó anomia social, suicidios y crímenes. Solamente en Corea se denunciaron 2.300 suicidios causados por depresión derivada de problemas económicos en los primeros tres meses de 1998 (Kamoltrakul 1999). Los índices delictivos aumentaron en toda la región (Kowles, Pernia y Racelis 1999), y antiguas tensiones étnicas provocaron violencia e inestabilidad política en Indonesia. Aumentaron los abusos contra domésticas extranjeras por parte de sus patrones según informaron diarios malasios. En Tailandia se intensificó la prostitución y el tráfico de mujeres jóvenes procedentes de Laos, Camboya, Vietnam y Birmania, así como la explotación y el abuso de inmigrantes económicos indocumentados desde estos países (Kamolktrakul 1999). Hubo un aumento sistemático y descarado del uso de la violencia contra la mujer. En los últimos tres años, grupos en pugna por el poder del Estado, principalmente en  Indonesia, utilizan constantemente la violación y el asesinato de mujeres jóvenes para doblegar a sus oponentes.

La crisis reveló otra faceta. Académicas feministas e historiadores de la sexualidad sostienen desde hace tiempo que el control sobre la mujer y la sexualidad a menudo van de la mano, y que estos controles están relacionados de varias maneras con la lucha por la propiedad y el dominio económico. Una extraña  versión de esta relación se da en Malasia, donde la lucha entre las fuerzas económicas alineadas con el primer ministro Mahathir (¿capitalistas locales?) y aquéllas que representan al opositor Anwar Ibrahim (¿intereses mundiales?) se desarrolla en el terreno de la sexualidad.[1] Tales desplazamientos no son nuevos. La historia está repleta de ejemplos en que las luchas económicas entre fuertes competidores por el poder del Estado aparecen como luchas culturales, sexuales o de género.

Bibliografía

Walden Bello. “Ni mercado ni Estado: el debate sobre el desarrollo en el sudeste asiático”. Ecologist, Vol 26, No. 4, julio/agosto 1996

“Panorama de recientes acontecimientos políticos, económicos y estratégicos en el sur y sudeste de Asia”. FOCUS Files, Octubre de 1997.

 “La jaula de hierro: la OMC, las instituciones de Bretton Woods y el sur”. Por qué la reforma de la OMC es un enfoque erróneo. FOCUS on the Global South, 2000.

Centro para la mujer asiática.”El impacto de la crisis financiera asiática sobre las mujeres trabajadoras.” Ponencia leída en la DAWN-APDC “discusión de mesa redonda sobre el impacto político, económico y social de la crisis financiera asiática sobre la mujer.” Filipinas, 8-11 de abril de 1998.

Declaración leída en el taller sobre trabajo en el foro internacional de ONG para UNCTAD X. Bangkok,  7-8 de febrero, 2000.

Declaración de DAWN y APDC en la “mesa redonda de discusión sobre el impacto político, económico y social de la crisis financiera asiática sobre la mujer”. Filipinas,  8-11 de abril, 1998.

Jayati Ghosh. “Las mujeres y el comercio en la región de Asia y el Pacífico”. Proyecto de UN ESCAP acerca del impacto de la globalización sobre la mujer, mayo de  1998.

Kamol Kamoltrakul. “La crisis asiática y sus efectos sobre los derechos humanos y la pobreza”. Ponencia leída en el “Taller sobre crisis económicas y respuestas de la gente”. Filipinas, 9-11 de agosto de 1999.

Martin Khor. “La crisis económica en Asia Oriental: causas, efectos, lecciones” del “Taller sobre las crisis económicas y las respuestas de la gente “. Filipinas,  9-11 de agosto de 1999.

“Repensando la liberización y reconfigurando la OMC”. Informe de la Red del Tercer Mundo, 2000.

C. Knowles, Ernesto Pernia y Mary Racelis. “Consecuencias sociales de la crisis financiera en Asia: la crisis más profunda”. Ponencia leída en el Foro Social de Manila del Banco Asiático de Desarrollo,  Filipinas, 9-12 de noviembre de 1999.

Joseph Lim. “Los efectos de la globalización y la crisis de Asia Oriental sobre el empleo de las mujeres y los hombres: el caso de Filipinas”. Universidad de Filipinas, 1999. Sin publicar.

Solita Monsod. Discurso en la “Mesa redonda de discusión sobre el impacto político, social y económico de la crisis financiera asiática sobre la mujer”. Filipinas, 8-11 de abril de 1998.

Nota:

[1] N. del E.:  Ibrahim es el ex viceprimer ministro y otrora favorito de Mahathir que cayó en desgracia por diferencias políticas con su antiguo mentor. Actualmente está detenido y procesado por presuntos delitos sexuales.

 

 


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