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2008
Los ODM: decirlos no es medirlos

En septiembre de 2000, articulando una década de importantes conferencias y reuniones cumbre, los líderes mundiales se reunieron en la sede central de las Naciones Unidas en Nueva York para adoptar la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, que comprometía a las naciones a un nueva asociación mundial para reducir la pobreza extrema para 2015 y establecía una serie de metas que luego se organizaron en una lista de ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Los ODM:

  1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre
  2. Lograr la enseñanza primaria universal
  3. Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer
  4. Reducir la mortalidad infantil
  5. Mejorar la salud materna
  6. Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades
  7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente
  8. Fomentar una Asociación Mundial para el Desarrollo

Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, como otros muchos, ha hecho énfasis en que “los ODM han establecido metas fijas en el tiempo, mediante las que se puede medir los avances en la reducción de la pobreza de ingresos, el hambre, las enfermedades, la falta de vivienda adecuada y la exclusión, a la vez que se promueve la igualdad de género, la salud, la educación y la sustentabilidad ambiental.”

Que los ODM sean pasibles de medida es la clave de su éxito. Lo mismo que la atracción de los Juegos Olímpicos (o de cualquier otro torneo) se basa en el simple concepto de que todos los jugadores se rigen por las mismas reglas y que un conjunto de árbitros y tanteadores imparciales vigilan la integridad del “juego limpio”, los ODM derivan su capacidad de motivar a quienes toman decisiones, así como de movilizar el apoyo del público, en el hecho de que tienen fecha tope y son medibles.

A fin de monitorear los avances hacia los ODM a nivel mundial y país por país, los objetivos fueron subdivididos en 48 indicadores, que van desde la proporción de la población que subsiste con menos de USD 1 al día (ajustado según la paridad de poder adquisitivo de los ingresos), hasta el porcentaje de usuarios de Internet. Desde el 15 de enero de 2008 se ha expandido, en forma oficial, la lista de indicadores a más de 60, a fin de incluir datos sobre temas como el empleo, que antes no se contabilizaban.

Sin embargo, en la vida real, la mayoría de los países en desarrollo no cuenta con datos exactos o actualizados con respecto a muchos, si no la mayor parte, de esos 60 indicadores y el conjunto es demasiado complicado para el ojo no experto. De ese modo, la línea de pobreza definida por el Banco Mundial de USD 1 al día se convirtió en el criterio de facto para medir los avances. En 2000 se hizo circular de forma masiva la cifra estableciendo que 1.200 millones de personas vivían en la pobreza y ésta fue citada indirectamente, por los mismos jefes de Estado, en la Declaración del Milenio: “No escatimaremos esfuerzos para liberar a nuestros semejantes, hombres, mujeres y niños, de las condiciones abyectas y deshumanizadoras de la pobreza extrema, a la que en la actualidad están sometidos más de mil millones de seres humanos.”

Para octubre de 2007 la cantidad de personas que vivían en extrema pobreza había disminuido en forma considerable: “Casi mil millones de personas viven con solo USD 1 al día,” dijo el presidente del Banco Mundial, Robert B. Zoelick en su discurso ante la Junta Directiva de la institución. “La globalización no debe dejar atrás a estos ‘últimos mil millones’,” agregó. En junio de 2008 se afirmó en el borrador de la Agenda de Acción de Accra sobre ayuda, redactado principalmente por los gobiernos donantes y los secretariados del Banco Mundial y de la OCDE, que “se ha avanzado. Hace quince años, una de cada tres personas vivía con menos de un dólar al día; hoy, esa cifra se ha reducido a una en cinco. Sin embargo, mil millones de personas aún viven en la pobreza extrema”.

De pronto, el 26 de agosto de 2008 el Banco Mundial anunció que las estimaciones con respecto a la pobreza se habían revisado y que la cantidad de personas extremadamente pobres era, en realidad, 1.400 millones en 2005. De un día para otro, ¡un aumento de casi el 50%! ¿Cómo afecta esto la afirmación de que “se ha avanzado” (y que por lo tanto podrán ser necesarios algunos ajustes pero no un cambio de rumbo significativo)? El Banco Mundial dice que no es motivo de preocupación. Según Martin Ravallion, director del Grupo de Investigaciones sobre el Desarrollo del Banco Mundial, “el mundo en desarrollo es más pobre de lo que pensábamos, pero no menos exitoso en la lucha contra la pobreza”. Para confirmar este punto de vista tan optimista, el equipo dirigido por Ravallion y Shaohua Chen revisó en retrospectiva las cifras de pobreza, llegando hasta 1981, para poder afirmar que las estimaciones anteriores eran erróneas y que, por tanto, la proporción de personas pobres se había reducido a la mitad en los últimos 25 años y, por el mismo razonamiento, aún puede reducirse lo suficiente para cumplir con el primer objetivo de los ODM para 2015.

A los investigadores del Banco les llevó ocho meses calcular, a partir de la publicación de las nuevas tablas de Paridad de Poder Adquisitivo en diciembre de 2007, las nuevas cifras totales de pobres en el mundo, y no las revelaron hasta no haber calculado la serie completa desde 1981. ¿Por qué? Porque el Banco Mundial no es solo un tanteador, responsable de producir la medida de cómo avanza la lucha contra la pobreza, sino también el jugador estrella, una institución con un presupuesto varias veces mayor que el de las Naciones Unidas, que sostiene que trabaja para el logro de “un mundo libre de pobreza”. Y en ese sentido, a fin de cuentas lo que importa es la tendencia. Podemos admitir haber producido estimaciones radicalmente erróneas en el pasado, de hecho tan desacertadas que las nuevas cifras decretan que más de diez mil estudios académicos sobre pobreza, escritos en la última década, están equivocados, por haberse basado en datos falsos. Pero no podemos admitir un error en la tendencia, porque entonces la conclusión lógica sería que debe cambiarse el curso.

Si un Banco Central se diera cuenta de que las predicciones de inflación se incrementaron un 50%, digamos que de 4% a 6%, deberá tomar, de inmediato, medidas drásticas. Si las tasas de desempleo se subestimaran en un 50%, el escándalo político no demoraría en surgir. Pero las estimaciones de pobreza pueden ser aumentadas un 50% sin que ninguna de las muchas organizaciones multilaterales que tratan el problema llame a medidas de emergencia o tan siquiera revalúe sus programas.

Social Watch ha sostenido reiteradamente que el indicador de USD 1 al día no es el correcto. Pero incluso si el concepto base de este indicador lo fuera, ahora sabemos que las estimaciones estaban equivocadas. Y más aún, aunque las nuevas estimaciones y su historia recalculada fueran las correctas, la tendencia de los últimos años no es un pronóstico del futuro, entre otros motivos porque, como el mismo Banco Mundial admite, “las nuevas estimaciones aún no reflejan los efectos adversos, y potencialmente grandes, que tendrán sobre las personas pobres los precios de alimentos y combustible, en alza desde 2005”.

Por medio de tres indicadores sencillos, disponibles en la mayoría de los países del mundo, promediados mediante un método que cualquier estudiante de educación secundaria puede replicar, es puede evaluar, de manera fácil y convincente, las tendencias nacionales e internacionales en la lucha contra la pobreza. El panorama resultante no es color de rosa. Quienes definen las políticas deben comprender que la credibilidad de su compromiso depende, como en los Juegos Olímpicos, de llevar el tanteador en forma honesta, de árbitros imparciales y de reglas que no cambien en medio del partido. Puede que un tanteador negativo en el primer tiempo sea malo para el entrenador; permite, sin embargo, modificar la estrategia para la segunda mitad del partido.

 

 


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