2001
Mecanismos nacionales para el progreso de la mujer en África: ¿Están cambiando las relaciones de género?
Dzodzi Tsikata
Third World Network-Africa
Los mecanismos nacionales para el progreso de la mujer son definidos por las Naciones Unidas como “un conjunto de estructuras coordinadas dentro y fuera del gobierno, con el objetivo de lograr la igualdad en todos los ámbitos de la vida, tanto para las mujeres como para los hombres” (Naciones Unidas, 1999). Los mecanismos nacionales fueron ideados como elemento central para aplicar los compromisos asumidos en diversas conferencias sobre la mujer celebradas por la ONU. Deben informar sobre sus avances a las agencias de la ONU. La Red del Tercer Mundo-Africa publicó un estudio realizado por ONG y académicos sobre los mecanismos nacionales dedicados a las mujeres en ocho países africanos: Botswana, Ghana, Marruecos, Nigeria, Tanzania, Uganda, Zambia y Zimbabwe. Este trabajo discute las conclusiones de dicho estudio en los ocho países, en virtud de los conocimientos actuales existentes en la ONU sobre los mecanismos nacionales en Africa.
Dos décadas de
crisis económica y ajuste estructural, el triunfo del neoliberalismo y la
desmovilización de las organizaciones políticas de masas han cambiado
dramáticamente a muchos países africanos. Estos cambios generaron nuevos
desafíos a la hora de poner en práctica la Declaración y Plataforma de Acción de
Beijing. No es de sorprender que hace mucho que se haya desvanecido el optimismo
que caracterizó a la década de 1970, cuando se crearon los mecanismos para el
progreso de la mujer en muchos países africanos.
Problemas
identificados sólo parcialmente
El informe
Beijing + 5 reconoce expresamente que la globalización perjudicó las vidas de
las mujeres y aumentó la desigualdad, especialmente en los países en desarrollo.
Junto con los programas de ajuste estructural, el elevado costo de la deuda
externa y el deterioro de los términos internacionales de intercambio, las
políticas y procesos de globalización han aumentado las desigualdades de género
y reducido los recursos disponibles para enfrentar estos problemas.
Entre los
numerosos obstáculos que padecen los mecanismos nacionales en Africa, los más
comunes identificados por el estudio en los ocho países fueron: la falta de un
apoyo estatal sólido y claro; escasez e inestabilidad general de recursos
humanos y materiales; la dependencia de los donantes; y la poca credibilidad de
las organizaciones de la sociedad civil. Otros obstáculos son la competencia
desleal y agobiante de otras fuentes de poder, como por ejemplo, las primeras
damas y los sectores femeninos de los partidos gobernantes; la falta de
influencia, autonomía, legtimidad y mandatos claros; y la ausencia general de
coherencia entre sus funciones, estructura y poderes.
Estas
conclusiones confirman estudios anteriores de expertos y declaraciones pasadas
de la ONU sobre la materia. La Plataforma de Acción de Beijing señaló que, con
frecuencia, la labor de los mecanismos nacionales se ve “obstaculizada por
mandatos poco claros, falta de personal adecuado, de capcitación y de
información y de recursos suficientes y por el apoyo insuficiente de los
gobernantes políticos nacionales” (Sección H, párrafo 196). El informe Bejing +
5 también señala que la insuficiencia de recursos financieros y humanos y la
falta de voluntad y compromiso políticos son los principales obstáculos que
padecen los mecanismos nacionales. Estas fallas se agravan por la comprensión
insuficiente de la igualdad de género y de la inclusión de los temas de género
en las gestiones de gobierno, por malas actitudes, mandatos poco claros, una
ubicación marginal dentro de las estructuras nacionales de gobierno y la falta
de datos discriminados por género en muchas zonas, métodos mal aplicados para
evaluar los avances, falta de autoridad y vínculos insuficientes con la sociedad
civil, así como problemas estructurales y de comunicación con y dentro de las
agencias estatales (Sección H, párrafo 25).
Esta lista
resumida es tan reveladora como parcial. Algunos de los problemas centrales que
enfrentan los mecanismos nacionales no son reconocidos, en parte por la
naturaleza misma de este tipo de instrumentos. Sin embargo, más problemática es
la aceptación acrítica por parte de la ONU, gobiernos y muchas organizaciones de
la sociedad civil de algunas ideas discutibles sobre lo que hace falta hacer.
Entre ellas está la creencia generalizada de que los mecanismos nacionales deben
estar ubicados en los niveles más altos de gobierno y que la inclusión de los
temas de género es su función más importante. Algunos de esos problemas omitidos
y de las ideas generalmente aceptadas serán analizadas a continuación.
Los gobiernos
antidemocráticos generan instituciones antidemocráticas
Muchos
mecanismos nacionales fueron establecidos en los años 70 por gobiernos
antidemocráticos: regímenes nacidos de golpes de Estado, gobiernos militares o
regímenes unipartidarios. La amplitud del mandato de la ONU otorgó a los
gobiernos la flexibilidad para decidir sobre la ubicación y la estructura del
mecanismo nacional. Muchas de las instituciones creadas o designadas como
mecanismos nacionales integraban la burocracia del Estado. Un resultado de estos
procesos antidemocráticos ha sido la inestabilidad de la ubicación y la
estructura de muchos mecanismos nacionales. El mecanismo nacional de Ghana, el
Consejo Nacional de Mujeres y Desarrollo (NCWD) ha operado, desde su creación en
1975, al menos desde cinco ubicaciones distintas en cinco sectores distintos del
gobierno, y eso cambiará una vez más en el 2001 cuando asuma un nuevo gobierno.
A pesar de estar
ubicados en distintos ministerios, los mecanismos nacionales estudiados no
participaron en el proceso de decisión política. En su lugar, se dedicaron a
aplicar proyectos financiados por los donantes como forma de reforzar su base de
ingresos y también como forma de oponer menor resistencia. En muchos casos,
también tuvieron que atravesar los campos minados que representan las primeras
damas y sus organizaciones, los sectores femeninos de los partidos gobernantes y
poderosas ONG. A lo largo de las décadas de 1980 y 1990, las primeras damas de
Ghana y Nigeria, junto con sus organizaciones, limitaron el papel de los
mecanismos nacionales al de los primos pobres de estas organizaciones mejor
financiadas, mejor conectadas y más complejas.
La dependencia
de los donantes agrava este problema. La Plataforma de Acción de Beijing y el
informe Bejing + 5 no analizan las consecuencias políticas de esta situación. La
dependencia de los donantes hace que los mecanismos nacionales sean vulnerables
a la interrogante de quién dirige sus actividades. Funciones que no atraen el
apoyo de los donantes son descuidadas. En algunos casos, la naturaleza del apoyo
de los donantes restó a los programas nacionales su coherencia, continuidad y
sustentabilidad.
Compitiendo
con las organizaciones de la sociedad civil
El informe
Beijing + 5 señala que la insuficiencia de las relaciones con la sociedad civil
es un obstáculo que enfrentan los mecanismos nacionales. Una vez más, esto es
más grave de lo que parece. Las relaciones entre los mecanismos nacionales y las
ONG son afectadas por el problema más amplio de las relaciones entre el gobierno
y la sociedad civil. Como parte del gobierno, la mayoría de los mecanismos
nacionales han heredado parte de estas tensiones. Asimismo, los mecanismos
nacionales deben competir con las ONG para acceder a los limitados fondos que
otorgan los donantes.
Las
discrepancias surgidas entre las ONG y los mecanismos nacionales en el
transcurso del estudio en los ocho países ponen de manifiesto estas tensiones.
Las organizaciones de la sociedad civil consideran que muchos mecanismos
nacionales son antidemocráticos. Los mecanismos nacionales aseguran que
consultan con las ONG sobre distintos problemas, pero éstas señalan que esas
consultas se limitan a intentos de silenciar a las ONG, enfrentarlos entre sí o
simplemente constituir un proceso de consulta simbólico. Las ONG cuestionan los
informes presentados por los mecanismos nacionales ante organismos de la ONU. A
su vez, los mecanismos nacionales cuestionaron la representatividad y la
integridad de las ONG. En algunos casos, ambas partes no sabían con claridad
cómo debían ser las relaciones entre los mecanismos nacionales y las ONG.
Al no existir
estructuras que arbitraran estas fuentes de tensiones, las mismas se han vuelto
características de las relaciones entre los mecanismos nacionales y las ONG. En
consecuencia, las ONG más influyentes y establecidas tienden a realizar su labor
prácticamente sin interactuar con los mecanismos nacionales, sobre todo en
situaciones en que existe una historia de represión gubernamental.
Los mecanismos
nacionales no son un tema esencial de la Plataforma de Acción de Beijing, aunque
los mecanismos institucionales están incluidos en una de las 12 zonas críticas.
Esto explica también por qué las ONG tienden a ignorarlas en su labor a la hora
de implementar la Plataforma de Acción de Beijing. Muchas ONG se dedican a
trabajar para resolver problemas reales como la pobreza, la educación y el
proceso de decisión. Sin embargo, los mecanismos nacionales deben ser tomados en
cuenta porque las gestiones de las ONG no pueden sustituir el rol de los
gobiernos. Las ONG no tienen el poder ni el mandato para tomar el mando. Además,
los mecanismos nacionales son parte de la cuestión más amplia de la gestión de
gobierno y la responsabilidad del Estado que debe preocupar a todos los miembros
de la sociedad civil.
Otro problema es
la creciente despolitización de la labor por la igualdad de los géneros. En
algunos casos se cuestiona la necesidad misma de dicha labor. Asimismo, la
sociedad civil es un espacio complicado para la supervivencia de las
organizaciones de mujeres porque los hombres dominan sus actividades y culturas.
El estudio
reveló que la estructura, las funciones y las facultades de los mecanismos
nacionales rara vez coinciden, o sea que los mecanismos nacionales tenían muchas
más funciones de las que se podía pensar que podían implementar, en virtud de su
estructura y facultades. Los mecanismos nacionales toman muchas formas
institucionales: consejos, departamentos del gobierno, ministerios,
subministerios y, en pocas ocasiones, organismos constitucionales. No obstante,
suelen dedicarse a actividades similares y adoptan enfoques similares. Por lo
tanto, tuvieron problemas similares con relación a los problemas específicos de
cada país. Algunas de sus funciones son muy difíciles o inadecuadas para muchos
mecanismos nacionales en su estado actual.
Cuestionando
algunas creencias establecidas
Se han planteado
cuestiones interesantes sobre el tema de la ubicación y la capacidad de los
mecanismos nacionales. Tanto las Estrategias de Avance de Nairobi (NFLS) como la
Plataforma de Acción de Beijing exigieron que los mecanismos nacionales estén
ubicados al más alto nivel de gobierno. En el documento de Bejing + 5, esa
disposición se modificó levemente. El párrafo 61 señala que “mecanismos
nacionales fuertes para el progreso de la mujer y el fomento de la igualdad de
género requieren un compromiso político al más alto nivel”. Esto puede o no ser
un retroceso ante la retórica referida al más alto nivel de gobierno.
Los “más altos
niveles de gobierno” significan algo distinto en cada país. En algunos casos es
la Oficina del Presidente. Para otros, los criterios son presupuestales
(Ministerio de Finanzas) o funcionales (Ministerio de Planificación). El
problema con ubicar los mecanismos nacionales al “más alto nivel” es que, aunque
les otorga visibilidad e influencia, puede dañar la capacidad de los mismos para
desempeñar algunas de sus funciones. Por ejemplo, el proceso de decisión
política quizá no esté ubicado en los niveles más elevados del gobierno y el
relacionamiento con las ONG quizá no sea el mejor desde la Presidencia. Además,
sus detractores argumentan que la Presidencia es el destino a donde van a parar
todos aquellos asuntos difíciles de definir y que compiten por la atención y los
recursos oficiales. El estudio concluye que la mejor ubicación y estructura de
los mecanismos nacionales se debe determinar en relación con sus funciones y
facultades.
Un punto
relacionado es si los ministerios de la mujer son la mejor forma y estructura
para los mecanismos nacionales. Por lo habitual, en los países que no tienen un
ministerio de la mujer los activistas tienden a pensar que dicho ministerio
sería más eficaz. Pero en los lugares que sí tienen o han tenido un ministerio
de la mujer aumenta el escepticismo sobre si dicho espacio es la mejor
estructura para los mecanismos nacionales. La pregunta más significativa
planteada en el contexto de este debate es “¿cuándo es un ministerio un
ministerio en serio?” En Uganda se creó en 1998 un Ministerio para las Mujeres
en Desarrollo bajo el control de la Presidencia, mientras Zimbabwe designó a una
ministra sin cartera. El presupuesto destinado por Ghana al nuevo Ministerio de
Asuntos de la Mujer arroja dudas sobre la capacidad de dicho ministerio.
Otros problemas
son la orientación política y la capacidad del personal, así como la calidad de
los líderes. El personal de los mecanismos nacionales está integrado, con
frecuencia, por burócratas sin raíces en los movimientos nacionales de mujeres.
A menudo no están preparados para la tarea sumamente política de defender la
igualdad de género. Esto ha sido llamado el fenómeno “femócrata”. Las opiniones
sobre los femócratas siguen divididas. Algunos los consideran parte del
movimiento feminista pero operando desde un terreno distinto. Otros los critican
por considerarlos funcionarios de carrera que escalan puestos en la burocracia.
El estudio halló que la mayoría de las mujeres que trabajan en los mecanismos
nacionales no están bien remuneradas ni es factible que sean ascendidas muy a
menudo. De hecho, la elevada proporción de cambio de personal en los mecanismos
nacionales se atribuye a una combinación de malas condiciones del servicio, a la
sensación de estar marginados dentro de la burocracia y a los problemas
políticos que enfrentan muchos mecanismos nacionales.
Los gobernantes
son otro punto problemático. Quienes argumentan que los jerarcas públicos deben
estar a cargo de los mecanismos nacionales implícitamente renuncian a la
necesidad de contar con líderes visionarios y comprometidos con la igualdad de
género. Las más de las veces, las personas sensibles a los problemas de género
no ocupan altos cargos públicos y viceversa. El estudio demostró con claridad
que muchos mecanismos nacionales padecen un pésimo liderazgo y que esto no
mejoró su capacidad de influir en la política del gobierno a favor de la
igualdad de género.
Recomendaciones
El estudio
propuso varias recomendaciones para resolver estos arduos problemas. Recomendó
la democratización de los procesos de conceptualización, establecimiento y
gestión de los mecanismos nacionales. Esto debería resolver la cuestión de la
efectividad y estabilidad de los mecanismos nacionales así como fomentar mejores
relaciones con la sociedad civil. También se recomienda que los mecanismos
nacionales no respondan a partido político alguno, para que puedan representar
los puntos de vista de mujeres de todo el espectro político.
El informe
Beijing + 5 recomienda que los gobiernos consideren establecer comisiones
eficaces u otras instituciones para promover la igualdad. El estudio de TWN
propone un paquete integrado de instituciones que se encarguen de las numerosas
y complejas funciones de los mecanismos nacionales, con claridad sobre la
coordinación, las facultades, funciones y relaciones entre las instituciones
para evitar duplicación y confusión. Una de las instituciones en el paquete
debería ser un organismo constitucional con facultades para hacer aplicar sus
decisiones y efectuar la función de vigilante. Esto es necesario para impedir la
interferencia arbitraria del gobierno, proteger su autonomía y reputación, y
permitirle amplias facultades.
Entre los
criterios para elegir el personal se deben tomar en cuenta tanto la igualdad de
género como la capacidad analítica de género. Los gobiernos deben cumplir sus
obligaciones y probar su compromiso con la igualdad de género al proporcionar
los recursos suficientes. Hace falta mayor cooperación entre los mecanismos
nacionales, las ONG y otras organizaciones de la sociedad civil. Un movimiento
de la mujer y una sociedad civil más fuertes, vigilantes y solidarios
contribuirán a lograr mecanismos nacionales más eficaces. Los problemas
identificados deben resolverse de una manera integrada, ya que resolver una
debilidad sin tocar otras no puede generar un cambio fundamental.
Las
recomendaciones de Beijing + 5, junto con los compromisos de la Plataforma de
Acción de Beijing, son un buen punto de partida. Sin embargo, no comienzan a
resolver los problemas centrales de los mecanismos nacionales. Desde el
principio, queda claro que hacen falta una revisión y una acción más serias para
que los mecanismos nacionales tomen el camino de la recuperación y la utilidad.
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