2007
El riesgo que corren los más pobres: El enfoque del Banco Mundial sobre seguridad social
Antonio Tricarico
Campagna per la riforma della Banca Mondiale
La obstinación del Banco Mundial por promover sistemas privatizados de seguridad social ha sido insólita. Aun cuando estudios del propio Banco señalan que no es posible demostrar el éxito de estas reformas, desde la década de 1980 se desarrolla una política sostenida de privatización de los sistemas de pensiones a la vejez. La actual denominación de este enfoque es ‘gestión social del riesgo’, y declara complementar los sistemas existentes de protección social. Sin embargo, el rol de los gobiernos se ve limitado a compensar las fallas del mercado.
A partir de la década de 1980 las
reformas estructurales promovidas por el Banco Mundial han trasladado sistemáticamente
el equilibrio del riesgo social de las instituciones estatales a la espalda de
las personas. A modo de ejemplo, el objetivo político del Banco Mundial de
priorizar la reestructura y el desarrollo del sistema financiero apunta cada vez
más a la reforma de las instituciones de seguridad social públicas, lo que
implica la privatización de los sistemas de pensiones a la vejez. Esto
incrementa sustancialmente los riesgos que enfrentan las personas longevas, en
especial al reducir la función que cumple la participación común en la
cobertura de los riesgos y al volcar cada vez más sobre cada persona la
responsabilidad de tener suficientes ahorros personales como para satisfacer sus
necesidades de consumo luego de jubilada.
En 12 países latinoamericanos, comenzando por Chile en 1981, los sistemas de
pensión públicos de carácter puramente beneficiario y de reparto – en los
que las pensiones pagadas a los ancianos se financian con las contribuciones de
los trabajadores activos – se recortaron sustancialmente y se impusieron las
cuentas de ahorro individual obligatorias y los planes de pensión voluntarios
en un proceso conocido como el 'enfoque de pilares múltiples' de la reforma de
las pensiones.
La obstinación del Banco Mundial en promover sistemas privatizados ha sido insólita,
ya que las pruebas – incuso los datos de las publicaciones del Banco Mundial
– indican que los sistemas públicos bien dirigidos, como el sistema de
seguridad social de Estados Unidos, son mucho más eficientes que los sistemas
privatizados. De hecho, los gastos administrativos adicionales de los sistemas
privatizados salen directamente del dinero que de otra forma recibirían los
jubilados, lo que reduce sus beneficios de retiro hasta en un tercio en
comparación con un sistema de seguridad social público bien gestionado.
Los gastos administrativos tomados de los ahorros de los trabajadores y las
trabajadoras en un sistema privatizado son las tarifas y comisiones de la
industria financiera, lo que explica su interés en promover la privatización
tanto en Estados Unidos como en otras partes. Por ejemplo, firmas
estadounidenses como Merrill Lynch han sido algunas de las grandes beneficiarias
de la privatización de la seguridad social en países en desarrollo como Chile.
El Banco Mundial ha tenido bastante éxito con la promoción de su criterio
neoliberal en el área de las políticas sociales, entrando así en un campo de
acción pública en gran medida dominado hasta mediados de la década de 1990
por un organismo especializado de las Naciones Unidas, la Organización
Internacional del Trabajo (OIT). La oportunidad se creó con la evaluación crítica
de la pertinencia continua y universal del Convenio 102 de la OIT sobre normas mínimas
de la seguridad social, firmado en 1952.
Específicamente, los enfoques contributivos convencionales de prestación de la
seguridad social, tal como se definieron en este Convenio, son mecanismos de por
sí insuficientes para el financiamiento y la prestación de la protección
social en la gran mayoría de los países menos adelantados. En particular, los
bajos niveles de cobertura de la población – aproximadamente 10% en comparación
con 80% en países industrializados – continúan socavando la legitimidad de
los sistemas de contribución obligatorios. Se estima que los problemas de
pobreza crónica y la inseguridad que conlleva afectan a más de tres cuartas
partes de la población mundial, que no tiene acceso a programas formales de
seguridad social, incluyendo a más de un tercio de la población mundial que
actualmente carece de protección social alguna.
El ataque a los sistemas públicos de seguridad social
La rapidez con que el Banco Mundial desplazó a la OIT en su función
tradicional de depositaria institucional del conocimiento en el campo de las políticas
de protección social, y en especial de la prestación de pensiones para la
vejez, es más bien irónica. No habría que pasar por alto que un factor que
contribuyó a la falla de los mecanismos de seguridad social convencionales en
la prestación de niveles de cobertura más adecuados en el mundo en desarrollo
fue el impacto nefasto que tuvieron las políticas antiestatales de inspiración
neoliberal de los programas de ajuste estructural del Banco Mundial sobre los
niveles de empleo del sector formal en las economías en vías de adaptación y
en transición.
El ataque del Banco Mundial a los sistemas de seguridad social del sector público
en todo el mundo ha sido directo e indirecto. Los ataques indirectos han
revestido mayor importancia en países industrializados como Estados Unidos. El
Banco Mundial ha promovido vivamente la noción de que los sistemas de seguridad
social, como el de Estados Unidos, son insustentables. Esto fue notorio en un
libro decisivo del Banco Mundial sobre la reforma del sistema de pensiones
publicado en 1994, Envejecimiento sin
crisis. El título da a entender
que el aumento de los años de vida a causa del incremento de la riqueza y los
avances de las tecnologías médicas impondrá una carga insoportable a los países
si no modifican radicalmente sus sistemas de seguridad social.
Esta premisa básica del libro fue muy criticada.
Los índices de expectativa de vida han aumentado rápidamente en los países
industrializados a lo largo de más de un siglo. En la mayoría de éstos –
incluido Estados Unidos – el aumento del gasto en los programas de seguridad
social en los pasados 30 o 40 años fue mayor (medido en relación a las
dimensiones de la economía) de lo que se proyecta será en los próximos 30 o
40 años. En otras palabras, habría sido más apropiado que el Banco Mundial
escribiera Envejecimiento sin crisis en
1960 en lugar de en 1994.
La falta de evidencias que apoyen esta premisa básica no ha impedido que Envejecimiento
sin crisis sea extremadamente útil a los grupos políticos que tienen interés
en privatizar los sistemas de seguridad social en todo el mundo. Vale la pena señalar
que Estelle James, quien dirigió el equipo de investigación que preparó el
libro es ahora miembro de la comisión
presidencial de George W. Bush para la privatización de la seguridad social, si
bien no en su calidad de empleada del Banco Mundial.
El protagonismo del Banco Mundial en la promoción de la privatización y de las
reformas estructurales de los sistemas de seguridad social en el mundo en
desarrollo ha sido mucho más directo. Además de brindar apoyo teórico a los
intereses ideológicos y financieros que defienden la privatización, el Banco
Mundial también ha ofrecido préstamos y ayuda técnica a los países que
privatizaron sus sistemas de seguridad social, especialmente en América Latina
y el Caribe, y también posteriormente en países de Europa Oriental.
Sin embargo, en 1999 comenzaron a escucharse las primeras voces críticas dentro
del Banco en relación a su enfoque ideológico de la reforma estructural de los
sistemas de pensión. En especial, el principal economista del Banco Mundial de
ese entonces, Joseph Stiglitz, procuró cambiar el apoyo obstinado del Banco a
los sistemas de seguridad social privatizados y con ese fin participó en la
redacción de un documento que señalaba que no hay pruebas que sustenten varias
de las razones dadas para preferir los sistemas de seguridad social
privatizados. Abiertamente Stiglitz alentó a la institución a reconsiderar su
enfoque sobre el tema, desmantelando críticamente diez mitos sobre los sistemas
de seguridad social.
Si bien reconoció que los problemas que motivaron la reforma de las pensiones
en todo el mundo eran reales, Stiglitz señaló que los argumentos más
frecuentemente utilizados para promover cuentas de retiro individuales a menudo
no encuentran sustento ni en la teoría ni en la práctica. Por lo tanto, el
estudio concluyó que “las autoridades deben adoptar un criterio mucho más dúctil
sobre la reforma de las pensiones que el ofrecido por la interpretación común
de Envejecimiento sin crisis”. Además,
Stiglitz dejó en claro que el criterio uniforme promovido hasta entonces por el
Banco no servía para los muy diversos contextos y situaciones de numerosos países
de todo el mundo.
La nueva 'gestión social del riesgo'
Para contrarrestar estas críticas y dar respuesta a las preocupaciones acerca
de las limitaciones en materia de cobertura de los sistemas de protección
social formales y semi-formales de carácter contributivo, el Banco Mundial
conceptualizó su nuevo criterio de la protección social bajo la denominación
de gestión social del riesgo (GSR). En 2000, en el Informe sobre el Desarrollo
Mundial, el Banco Mundial presentó su nuevo marco de política de “lucha
contra la pobreza” (que también fue el título del informe).
Significativamente, en oportunidad de la definición de los Objetivos de
Desarrollo del Milenio (ODM),
en la Declaración del Milenio de las Naciones Unidas, el Banco estableció
claramente su intento de reconceptualizar la política social como gestión
social del riesgo.
El objetivo político central de la GSR – cuyo marco conceptual utiliza la
terminología común y compartida de gestión del riesgo y seguro comercial y se
nutre de criterios basados en los activos para considerar el bienestar – es la
mitigación de la pobreza extrema a través de una mejor gestión de los
riesgos, definida en sentido amplio como la protección ante los peligros o
eventos de riesgo sociales, económicos, políticos, ambientales y de los
mercados laboral y no laboral.
Se ha presentado la GSR como cumpliendo una función dual: proteger el sustento
básico y promover la aceptación del riesgo. Como tal, el abordaje de la
protección social que emplea la GSR difiere sustancialmente del utilizado por
las políticas sociales convencionales, cuya lógica para la protección social
se explica en temas tan variados como fallas del mercado, solidaridad y obligación
mutua. En resumen, poniendo énfasis en el doble papel de los instrumentos de
gestión del riesgo, la GSR apunta a empoderar a los sectores crónicamente
pobres con una mayor capacidad para mitigar los riesgos previstos del mercado
laboral y del no laboral a través de un mayor acceso a una gama diversificada
de bienes, alentando simultáneamente una mayor actitud (empresarial) de
aceptación del riesgo.
Una vez más, la GSR apunta a restringir el papel que cumple la prestación
estatal de distribución del riesgo a la vez que alienta al sector privado a
tener un mayor protagonismo en la prestación de instrumentos para la mitigación
individual del riesgo. La importancia de este elemento de la GSR es que, al
priorizar la prestación de instrumentos de mitigación individual del riesgo
por parte del sector privado, las personas que no tengan medios financieros
suficientes como para comprar productos de los seguros comerciales están más
propensas a tener que soportar mayores niveles de riesgo. Por lo tanto, el
objetivo general del nuevo criterio es la reducción del riesgo, no la
satisfacción de las necesidades.
En general, la preocupación acerca de la GSR, y en particular de su
deseo explícito de limitar aun más el alcance de la seguridad social formal,
es que habrá una mayor cantidad de personas que pasarán a depender cada vez más
de mecanismos públicos paliativos del estilo de las 'redes de seguridad'. Sin
duda, un sistema efectivo de gestión social del riesgo debería reducir la
necesidad de estrategias paliativas, y no incrementarlas. Es obvio que una
situación de este tipo no resulta deseable, y de hecho va en contra del mantra
neoliberal de incrementar el empoderamiento individual reduciendo la dependencia
de las instituciones estatales.
Un grado similar de incertidumbre persiste con relación a la expectativa de la
GSR de que la posesión de bienes alentará una aceptación exitosa del riesgo.
Dentro del marco de la GSR se asume que si los pobres pudieran embarcarse en
actividades de mayor riesgo y por lo tanto con mayores retornos potenciales,
entonces esto les permitiría salir gradualmente de su pobreza crónica. Sugerir
que los más pobres se abstienen de “embarcarse en actividades de mayor riesgo
pero también de mayores retornos” por falta de bienes y de
capital social parece más bien desubicado y resulta una generalización
desmedida.
¿Cuál es entonces la función del
Estado en el combate de la pobreza?
Un problema clave que enfrentamos al analizar la GSR radica en la dificultad de
delimitar los parámetros de la acción del Estado. En general, y a pesar de la
intención declarada de la GSR de complementar los sistemas existentes de
protección social, el papel 'reposicionado' del gobierno en la protección
social se presenta de una manera prescriptiva y limitada solamente como forma de
compensar la falla del mercado. Por ejemplo, Holzmann y Jørgensen hacen referencia a que la función
del gobierno es “ofrecer instrumentos de gestión del riesgo cuando el sector
privado fracasa” o “aplicar la redistribución del ingreso si los resultados
del mercado se consideran inaceptables desde el punto de vista del bienestar
social”. Sin embargo, las expectativas del Banco con relación al papel
restringido que desearía cumplieran los gobiernos en la prestación de la
protección social surgen nítidamente cuando sugiere que el Estado debería
ofrecer “redes de seguridad social para paliar el riesgo”.
El énfasis puesto por el Banco en las estrategias paliativas sugiere que el
marco de la GSR se construye sobre dos premisas. Primera, las instituciones
estatales de los países en desarrollo nunca estarán en posición de brindar más
que formas muy limitadas de protección social; esta perspectiva parece negar la
posibilidad del progreso social. Segunda, que los países en desarrollo deberían
buscar activamente la implementación de estrategias de protección social en
que la acción estatal se limite solamente a la atención de gastos sociales
específicos.
Esas nociones tienen graves consecuencias para los grupos más vulnerables de la
sociedad. Para los ancianos pobres, la GSR puede resultar doblemente problemática.
Por un lado, los ancianos pobres, especialmente en los países menos adelantados
(PMA), tienden cada vez más a convertirse en actores marginales en los mercados
laborales y en las economías familiares a medida que envejecen. Por el otro
lado, cada vez tienen menos probabilidades de acceder a 'bienes' que puedan
utilizar para mitigar riesgos previstos o imprevistos. Por esa razón, parte de
la solución al problema de los bajos niveles de protección social para las
personas más ancianas, sobre todo en los PMA, debe basarse en la prestación
universal de beneficios en efectivo, financiados con impuestos – un punto muy
criticado por el Banco.
En los países en desarrollo, la protección de los ancianos debería ser
considerada de importancia estratégica en los programas sociales y de
desarrollo económico. Cada vez más se reconoce que los ancianos juegan un
papel importante dentro de los grupos familiares, ayudando a reducir las
consecuencias desestabilizadoras de la creciente urbanización, la migración de
la fuerza de trabajo y, especialmente en África Meridional, los impactos
debilitadores del VIH/sida. Esto se debe a que tradicionalmente la familia ha
sido el mecanismo de protección social más importante – y a veces el único
– de que disponen numerosas personas en el mundo en desarrollo. Por lo tanto,
ofrecer 'bienes' a los ancianos en forma de beneficios monetarios garantizará
que puedan seguir conservando valor en su función de cuidar a la familia y a
los miembros de la comunidad.
Por último, queda por ver si el abordaje de la protección social de la GSR
puede brindar un marco que saque a las personas de la pobreza en el largo plazo.
Desde una perspectiva conceptual, el marco de la GSR se apoya demasiado en la
necesidad de estrategias paliativas para cumplir satisfactoriamente su
autoproclamado papel en la gestión social del riesgo. Para las personas más
ancianas, marginadas y pobres, sin acceso a las oportunidades del mercado
laboral y tampoco a bienes alternativos que mitiguen el riesgo, el único
mecanismo institucional viable para la protección social sigue siendo el
Estado. Por lo tanto, la promoción de políticas que priorizan el papel estratégico
de la prestación de pensiones universales financiadas por impuestos en los PMA
ofrecerían un mecanismo más inmediato para ayudar a mitigar los riesgos de los
ciclos de vida y ayudar a que las personas más ancianas salgan de la pobreza.
Privatizando la deuda externa de los países del Sur
Andrea
Baranes (Fondazione Culturale Responsabilità Etica, Social Watch Italia)
La deuda externa de
varios países del Sur, y sobre todo de algunos de los más pobres del
mundo, ha retrasado el desarrollo, la lucha contra la pobreza y el
financiamiento de la seguridad social en esas naciones durante más de 30
años.
Los gobiernos del
Norte e instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial y
el Fondo Monetario Internacional (FMI), que son los principales
responsables de esta situación insostenible, han declarado reiteradamente
su voluntad de liberar a los países más pobres de la carga de la deuda
así como la necesidad de encontrar una verdadera solución. Pero hasta
ahora las declaraciones enunciadas y las iniciativas formuladas, como las
surgidas de la Cumbre del Grupo de los 8 países más poderosos en 2005 en
Gleneagles, han tenido, como mucho, resultados exiguos.
Ahora los países
pobres y muy endeudados enfrentan una nueva amenaza, pues se ven obligados
a negociar con nuevos acreedores que prestan aun menos atención a sus
necesidades y requerimientos: las instituciones financieras privadas.
En los últimos años, una parte cada vez mayor de la deuda externa en
poder de agencias oficiales de crédito a la exportación (ACE), bancos
privados y en algunos casos incluso países del Norte, se ha vendido en
los mercados financieros secundarios y ahora está controlada por
instituciones altamente especulativas como los private equity funds (fondos de capital privado) y los hedge funds (fondos
de cobertura).
El mecanismo por el
cual esta deuda ha pasado de las instituciones controladas públicamente
como las ACE a los mercados especulativos se denomina securitización o
titulización, un instrumento por el cual una institución financiera
vende créditos de alto riesgo a menor precio a otra compañía financiera
o en el mercado financiero secundario.
Una vez que este
proceso ha tenido lugar resulta muy difícil, y en algunos casos prácticamente
imposible, saber quién controla una parte importante de la deuda externa
de algunos de los países más pobres. Como resultado, toda iniciativa
futura adoptada a nivel internacional con el propósito de eliminar una
parte de esta deuda podría verse seriamente amenazada por estos nuevos
mecanismos financieros.
Numerosos países del Sur deben lidiar ahora con esta nueva situación,
que representa una amenaza a la realización de los derechos humanos y
sociales fundamentales. La securitización y privatización de la deuda es
tan sólo uno de los mecanismos financieros que generan graves impactos
adversos sobre los habitantes más pobres del planeta. Es imperioso
formular y aplicar normas nacionales e internacionales adecuadas para
regular y controlar a las potencias financieras y económicas de manera
que vuelvan a su función original: ayudar a las personas a mejorar sus
vidas, en lugar de representar una seria amenaza para ellas.
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Los hechos hablan: fracasa la ampliación
de la cobertura de las pensiones
Diez años después de hacer teoría con su criterio extremo sobre la
reforma de las pensiones en Envejecimiento
sin crisis, el Banco Mundial realizó una evaluación preliminar de su
experiencia en materia de reformas de los sistemas de pensión en América
Latina y encontró algunos resultados sorprendentes.
Según el Banco, los gobiernos de América Latina que aplicaron renovaciones
estructurales a sus sistemas nacionales de pensiones mejoraron la posición de
su presupuesto, hicieron más equitativas las pensiones públicas y alentaron el
ahorro y la inversión. Pero Guillermo Perry, economista principal del Banco
Mundial para América Latina y el Caribe, admitió abiertamente que “…es
prematuro decir que las reformas fueron exitosas, dado que no lograron extender
la cobertura de la seguridad social a un segmento más amplio de la sociedad y
así la pobreza en la vejez sigue siendo una amenaza para los ciudadanos de la
región”[10].
Además, el estudio del Banco Mundial señaló que “durante su vejez, más de
la mitad de los trabajadores [están excluidos] de tan siquiera el símil de una
red de seguridad”.
En el caso específico de Chile
se encontró que las cuentas de inversión de los jubilados eran mucho menores
de lo originalmente previsto – tan bajas que 41% de quienes reunían las
condiciones para cobrar una pensión continuaron trabajando. Las comisiones
voraces y otros costos administrativos se tragaron grandes porcentajes de esas
cuentas (hasta el 50%), y los costos de transición de cambiar a un sistema
privatizado fueron mucho mayores de lo proyectado, en parte porque el gobierno
se vio obligado a ofrecer subvenciones a los trabajadores que no lograron
acumular en sus cuentas el dinero suficiente como para cobrar una pensión mínima.
Sin embargo, el Banco limitó su autocrítica a la necesidad de mejorar los
mecanismos de mercado para reparar los problemas pendientes en un sistema
privatizado, y en particular prestar más atención a asegurar que los planes de
pensión administrados en forma privada sean eficientes, ofreciendo a los
trabajadores afiliados y sus familias la mejor protección posible a precios
competitivos. Con esto el Banco evitó responder la pregunta inicial que lo llevó
en primera instancia al asunto de la reforma de la seguridad social: la cuestión
de cómo ampliar la protección a los ancianos pobres. Sin embargo, después de
una década finalmente reconoció que los gobiernos deben prestar mucha mayor
atención al papel de prevención de la pobreza que cumplen los sistemas
nacionales de pensiones.
La polémica nueva estrategia de salud
del Banco Mundial
El marco de la GSR y sus nociones erradas también son el eje del enfoque del
Banco Mundial en el caso del plan a 10 años elaborado en 2006 llamado Estrategia de Salud, Nutrición y Población. Por consiguiente, presenta un diagnóstico incorrecto
y por ende una receta incorrecta para la reforma.
Una vez más – como en el caso de la política de seguridad social y la OIT
– el Banco cooperó muy poco con la Organización Mundial de la Salud (OMS) e
ignoró la mayoría de las investigaciones, los asesoramientos políticos y la
asistencia técnica ya ofrecida por esta institución a los gobiernos de los países
en desarrollo. La tendenciosa selección de la investigación y el análisis que
sostienen a la nueva estrategia de salud propuesta lleva al Banco a exacerbar
aun más la escasez existente de trabajadores de la salud, a socavar aun más
los sistemas públicos de salud, especialmente en países de ingresos bajos, y a
implantar sistemas de dos niveles los que se continuará negando el acceso a los
pobres.
El análisis realizado por el Banco para la nueva estrategia de salud asume que
la cantidad de dinero pagada por los usuarios es indicativa de la capacidad y
voluntad de pagar por los servicios. Esto a pesar de la investigación citada en
el mismo documento que demuestra que estos pagos han hundido a millones de
personas marginadas en una pobreza más profunda.
El análisis propone un incremento de los servicios de salud contratados
externamente con el sector privado y la promoción de sistemas de seguro social.
Este diagnóstico considera la situación actual como un hecho consumado para el
futuro y no busca mejorar la capacidad del sistema público. Por ejemplo, no
aborda el problema de la aguda escasez de trabajadores de la salud en general
– según la OMS en todo el mundo se necesitan 4,2 millones más de médicos,
enfermeros y personal de apoyo. Tampoco tiene en cuenta la capacidad del sector
público para coordinar, regular y armonizar sistemas de atención de la salud
sustentables y pujantes. Con esto el enfoque del Banco ignora una gran – si no
abrumadora – cantidad de pruebas de que los países de ingresos bajos con una
capacidad estatal débil no pueden regular e incentivar eficazmente a los
prestadores de salud privados para ofrecer un acceso equitativo a los servicios
para todos. En cambio, necesitan precisamente el enfoque opuesto: mayor inversión
en instituciones públicas que brinden servicios directamente, financiadas con
ingresos nacionales. Ésta es, de hecho, la única forma en que los países –
incluso los países desarrollados – han logrado brindar servicios de salud
basados en las necesidades y no en las capacidades de pago.
Aparentemente, esa parcialidad ideológica de las investigaciones del Banco
Mundial no es una excepción. Una reciente auditoría independiente de las
investigaciones del Banco Mundial que examinó más de 4.000 actividades entre
1998 y 2005 reveló que las políticas, en lugar de ser formuladas en base a un
análisis equilibrado de una amplia gama de investigaciones, frecuentemente se
formulaban en base a preferencias históricas que luego se respaldaban con
investigaciones selectivas y análisis parciales.
El panel que llevó a cabo la evaluación, conformado por distinguidas
personalidades académicas, tuvo críticas importantes a la forma en que la
investigación del Banco Mundial se utilizó para hacer proselitismo a favor de
sus políticas, a menudo sin haber dado una mirada equilibrada a las pruebas, al
punto tal que “el grado de auto-referencia llega casi al nivel de la
parodia”. Esas conclusiones están apoyadas también por investigaciones
recientemente emprendidas por el gobierno noruego con relación a los
condicionamientos de política económica del Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional (FMI): “La debilidad más grave de los informes de la IFI
[institución financiera internacional] es la estrechez de sus puntos de partida
metodológico y disciplinario”.
Los principios en que se apoya la GSR también están en el centro de las
soluciones de mercado propuestas por el Banco para ampliar el acceso a la
protección social en el sector de la salud. En particular, el Banco propone
sistematizar los niveles de pago existentes en sistemas formales, basados en
seguros. En países de ingresos bajos, donde la mayoría de la población vive
con menos de USD 2 diarios, no hay pruebas de que este criterio ayude a
construir sistemas de salud equitativos. Por el contrario, hay pruebas de que
los sistemas financiados con fondos públicos están en mejores condiciones de
brindar acceso universal y equitativo a los servicios en situaciones de ingresos
bajos.
Al elegir esta solución cuestionable, el Banco restringe una vez más,
deliberadamente, el papel del Estado y la intervención pública basándose en
el principio ideológico y no demostrado de que los prestadores de salud
privados son más responsables, de mayor calidad y más eficientes que los
prestadores públicos. Se presenta a los trabajadores del sector público como
corruptos, sin hacer un análisis de por qué tiene lugar la corrupción así
definida dentro de este grupo, y sin realizar un análisis comparativo de cómo
y por qué la corrupción general también ocurre en contratos con prestadores
privados de salud. La estrategia del Banco ignora la experiencia de reformas
exitosas del sector público destinadas a fortalecer la capacitación, el
reclutamiento y la retención de trabajadores de la salud más motivados y mejor
compensados, y tan sólo propone prescindir del sector público a favor de un
sector privado falsamente exaltado. Al promover la prestación de servicios
privados, la estrategia prácticamente promueve la migración interna del sector
público al privado y por lo tanto una mayor fragmentación de los sistemas de
salud pública.
Restricciones
indebidas al espacio fiscal para las políticas sociales y de salud
Debe señalarse que la nueva estrategia de salud apunta solamente a asesorar a
países de bajos ingresos en las reformas que deberían efectuar dentro de sus
limitaciones fiscales y de absorción. Por el contrario, el Banco Mundial debería
tratar de ayudar a los países receptores a superar esas limitaciones, en lugar
de considerarlas un hecho consumado. En especial el Banco no debería presionar
a los países de ingresos bajos para que sean 'selectivos y realistas' acerca de
cuáles resultados pueden alcanzar en este campo, sino que debería, por el
contrario, ayudarlos a brindar una amplia prestación de servicios de salud a
toda la población. Al respecto, la estrategia no reconoce el impacto de las políticas
del FMI sobre la capacidad de los países para resolver adecuadamente la crisis
en materia de recursos humanos y brindar acceso universal a una atención de la
salud de calidad para todos y todas.
En julio de 2007 el grupo de trabajo del Center for Global Development que
examina al FMI y el gasto en salud – presidido por el ex funcionario del FMI
David Goldsbrough e inlcuyendo a funcionarios, académicos y representantes de
la sociedad civil – reveló que el Fondo ha limitado indebidamente las
opciones de política de los países. El grupo analizó en detalle los casos
específicos de Mozambique, Rwanda y Zambia y concluyó que “el FMI apoyó
programas fiscales que a menudo han sido demasiado conservadores o reticentes al
riesgo. En numerosos casos han reducido indebidamente el espacio político al no
investigar más a fondo opciones fiscales más ambiciosas, pero potencialmente
viables, que les permitieran hacer mayores gastos y brindar más ayuda.”
El grupo de trabajo presentó una serie de recomendaciones a las instituciones
financieras internacionales, entre ellas la necesidad de ayudar a los países a
explorar una gama de opciones más amplia para el déficit fiscal y el gasto público
y bajar los topes salariales en casi todos los programas sociales.
¿Una lucha individual contra la pobreza?
El elemento del marco de la GSR que apunta a centrar la política social
en la aceptación del riesgo individual y en la promoción de ese principio es
potencialmente problemático en un sentido más general. El fracaso de las políticas
sociales públicas convencionales para reducir satisfactoriamente la pobreza en
los países en desarrollo y, por otro lado, su muy discutida contribución –
en especial, por medio de las distorsiones del mercado laboral – a la creación
de una subclase dependiente del bienestar social en las economías
desarrolladas, suelen describirse como una señal del 'fracaso del Estado'. Según
este enfoque, debe entenderse, pues, que el énfasis puesto por la GSR en la
necesidad de que la persona asuma un papel cada vez más proactivo e intrínsecamente
riesgoso en su lucha personalizada contra la pobreza permitirá que la pobreza
se defina cada vez más, por lo menos desde una perspectiva neoliberal, como un
'fracaso individual'.
Por consiguiente, en algunos casos el enfoque de la protección social de la GSR
podría en los hechos contribuir más a la exclusión social y económica de los
pobres, mientras que aquellas personas que permanezcan en la pobreza, por la razón
que fuere, posiblemente se enfrenten a un mayor grado de estigmatización hasta
el punto de considerarse que viven en una “condición patológica”.
Por lo tanto, con la posible excepción de los verdaderamente indigentes, podría
llegar a considerarse que la pobreza crónica no solamente no merece ayuda sino
que está fuera de toda posibilidad de ayuda. Una visión tan inaceptable socava
estructuralmente el concepto de que la protección social es un derecho
fundamental de todos los ciudadanos.
Dado que, por definición, las actividades de mayor riesgo prometen la
posibilidad de obtener mayores retornos cuando tienen éxito y también la
posibilidad de soportar pérdidas graves y potencialmente catastróficas cuando
fracasan, en principio puede considerarse inadecuado que una organización
internacional como el Banco Mundial aliente a los individuos a embarcarse en
actividades que tengan el potencial inherente de provocar ese tipo de pérdidas.
Notas:
Banco Mundial (1994). Envejecimiento sin
crisis: políticas para la protección de los ancianos y la promoción del
crecimiento.
Washington, DC:
Oxford University Press.
Baker, D.
(2001). The World Bank’s Attack on Social Security. Washington DC: Center for
Economic and Policy Research.
Ver el artículo
sobre políticas del Banco Mundial en Europa Central y Oriental preparado por
BGRF y BEPA en este Informe.
Orszag, P. (Sebago
Associates, Inc.) y Stiglitz, J. (Banco Mundial) (1999). “Un
Nuevo Análisis de la Reforma de las Pensiones: Diez Mitos Sobre los Sistemas de
Seguridad Social”. Presentado en la conferencia “Nuevas Ideas sobre la
Seguridad en la Vejez”, 14-15 de septiembre. Washington DC: Banco Mundial.
Para más
detalles sobre los ODM, ver el artículo de Joyce Haarbrink en este Informe.
Holzmann R. y
Jørgensen S. (2000). “Manejo Social del Riesgo: Un nuevo marco conceptual
para la Protección Social y más allá”. Documento de trabajo No. 0006 sobre protección
social. Washington DC: Banco Mundial.
Ibid.
McKinnon, R.
(2004). “Social risk management and the World Bank: resetting the
‘standards’ for social security?”, Journal of Risk Research 7 (3), abril.
Carfax Publishing.
Gill,
I., Packard, T. y Yermo, J. (2004). Keeping the Promise of
Social Security in Latin America. The
World Bank y Stanford University Press.
Banco Mundial (2004). “Cumpliendo la promesa de seguridad social en América
Latina y el Caribe”. Comunicado de prensa, 13 de diciembre. Disponible en:
<wbln1018.worldbank.org/LAC/LAC.nsf/PrintView2ndLanguage/146EBBA3371508E785256CBB005C29B4?Opendocument>.
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Reasons Why Privatising Social Security is a Bad Idea”. The Century Foundation.
Oxfam Gran
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informativo elaborado para las organizaciones de la sociedad civil. Reunión de
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use of Conditionality to Encourage Privatisation and Liberalisation. Current
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Global Development (2007). “Does the IMF Constrain Health Spending in Poor
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Vilas, C.
(2006). “Neoliberal social policy: managing poverty (somehow)”. NACLA Report on
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Ver nota al pie
10.
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