2001
Las mujeres, la economía globalizada y el proceso de decisión
June Zeitlin
Women’s Environment & Development Organization (WEDO)
Las tendencias mundiales que apenas emergían en 1995 durante la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de Naciones Unidas, en Beijing, China, ahora están en plena acción. Las más evidentes son el conjunto de reglas, instituciones y actividades económicas llamadas globalización. A partir de Beijing, el implacable énfasis puesto en la liberalización comercial y el crecimiento del mercado, junto con el creciente dominio del proceso de decisión por las empresas trasnacionales y la OMC, han dado nueva forma al medio económico tanto en los países desarrollados como en desarrollo.
Mientras la
globalización generó beneficios para algunos, éstos han sido distribuidos en
forma desigual entre la población, dentro y entre los países. El 20% más rico de
la población mundial gana 74 veces más que el 20% inferior, y las 200 personas
más ricas del mundo tienen más dinero que el ingreso combinado del 40% inferior
de la población mundial.
A pesar de
que EEUU—sin duda el país más rico y poderoso del mundo— pasa por un período sin
precedentes de crecimiento económico, 34 millones de personas viven por debajo
de la línea de pobreza en la superpotencia. Las mujeres dirigen un tercio de los
hogares clasificados como empobrecidos. Las mujeres de las minorías negra e
hispana son especialmente afectadas.
La
globalización perjudica más a las mujeres y de numerosas maneras: como
trabajadoras del sector formal o informal, como vendedoras callejeras y pequeñas
empresarias, como productoras de alimentos, como cuidadoras de su familia y como
activistas comunitarias. A pesar de todo este crecimiento económico, las mujeres
siguen siendo más del 70% de los 1.300 millones de pobres del mundo. El número
de mujeres rurales que viven en la absoluta pobreza aumentó 50% en las últimas
dos décadas, frente al 30% de los hombres. En África, América Latina y Asia la
liberalización comercial acabó con muchos de los medios de sustento
tradicionales de las mujeres y las obligó a tomar empleos poco remunerados y con
malas condiciones de trabajo. Y a medida que decae el apoyo del Estado a los
servicios públicos —salud, educación y agua, entre otros— o que se privatizan
los servicios, las mujeres deben soportar la carga adicional de hallar formas de
acceder a dichos servicios para sus familias.
En las
Naciones Unidas y otros foros internacionales, mujeres de todo el mundo se han
reunido desde hace décadas para formular una perspectiva de género y obligar a
los gobiernos a responder a las necesidades de las mujeres mediante la adopción
de compromisos firmes.
WEDO
es una de las numerosas organizaciones de mujeres que en todo el mundo
desempeñaron un papel importante a la hora de incorporar los asuntos de género
en la agenda de las instituciones mundiales, comenzando con la Conferencia de la
ONU sobre Ambiente y Desarrollo, celebrada en 1992, en Río de Janeiro, Brasil.
Para asegurarse de que estos temas fueran tomados en cuenta, las mujeres
organizaron conferencias preparatorias regionales y mundiales y apoyaron la
inclusión en los documentos oficiales de un texto firme y de perspectivas
relacionadas con el género.
Mediante
estos procesos, las activistas feministas no sólo dejaron por sentado que las
mujeres aportan inquietudes especiales y talento al desarrollo, sino también que
todo problema es un problema de la mujer. Sentimos orgullo de que esté
generalmente aceptado que los derechos de las mujeres son derechos humanos, como
quedó reconocido en 1993 en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, en
Viena. Seguiremos luchando por el derecho de la mujer a una salud reproductiva y
sexual, por el cual abogamos en El Cairo en la Conferencia Internacional sobre
Población y Desarrollo, en 1994.
El compromiso
asumido por 189 gobiernos para adoptar una agenda integral para las mujeres del
mundo —la Plataforma de Acción de Beijing— fue un hito importante. WEDO, en
cooperación con organizaciones nacionales de mujeres, se dedicó a supervisar la
aplicación de dichos compromisos. Comenzando con “First Steps: What Has Happened
Since Beijing”, WEDO publicó cuatro informes que documentan el progreso o el
incumplimiento de los gobiernos en la aplicación de la Plataforma de Beijing.
Publicado en
1998, “Mapping Progress” es el más cabal de estos informes, al abarcar a 80
países. Documenta los pasos positivos dados, desde la redacción de planes
nacionales hasta la adopción de mecanismos de aplicación, a nuevas leyes y
mayores presupuestos.
Pero “Mapping
Progress” también subraya la falta de avances en ámbitos fundamentales, como la
representación política y la situación económica de las mujeres. Para dar forma
efectiva a las políticas que afectan sus vidas, la comunidad y la sociedad en
general, las mujeres deben estar presentes en grandes cantidades sea donde sea
que se tomen las decisiones —a nivel local, nacional e internacional—, tanto en
instituciones de gobierno como económicas.
En 1995, las
mujeres constituían el 10% de los funcionarios electos en los gobiernos del
mundo. Seis años después, esa cifra aumentó al 12,7%, un incremento de tan sólo
0,5% por año. A ese ritmo les llevará a las mujeres 75 años obtener la igualdad
de representación en sus gobiernos nacionales. Ante esta falta de progreso, WEDO
inició la campaña “50/50: Get the Balance Right” para incrementar el número de
mujeres en cargos ejecutivos en todos los niveles del gobierno, los foros
internacionales y los organismos económicos.
El acceso de las mujeres al proceso de decisión es la llave para avanzar hacia
un conjunto más amplio de intereses de la mujer, sobre todo con respecto a la
globalización.
WEDO promueve
un acercamiento integrado para reunir los enfoques micro y macro y para vincular
más expresamente los problemas sociales y económicos. Pero lo que observamos es
que, al dividir la Plataforma de Beijing en áreas problemáticas,
este enfoque integrado se torna más difícil. La separación de los temas
“pobreza” y “economía” pudo haber tenido sentido en 1995, cuando las mujeres
pretendían poner énfasis en las desigualdades de la pobreza derivada del género
y la realidad de la feminización de la pobreza como un fenómeno prácticamente
universal. Sin embargo, en la Revisión Quinquenal de la Plataforma, en el 2000,
quedó claro que esta forma de examinar los problemas adolecía graves defectos.
El principal
obstáculo es que el combate de la pobreza se realizó en forma aislada de los
problemas relacionados con el mercado de trabajo formal y las actividades
económicas mundiales que adquirirían tanto peso en los años siguientes. Esta
división artificial hizo más difícil analizar la situación económica de las
mujeres y combatir la pobreza de las mujeres.
Además, la
Plataforma de Beijing hace hincapié en enfoques de reducción de la pobreza, como
los microcréditos y la microfinanciación, por encima de los enfoques económicos
sistémicos. Este apoyo limitado refleja las actitudes actuales de gobiernos y
donantes internacionales hacia las actividades económicas de las mujeres, tanto
a nivel de política de Estado como en términos de recursos financieros. En un
principio, el microcrédito fue considerado un avance fundamental en el camino
hacia la emancipación económica de las mujeres. Los presuntos logros del Banco
Grameen de Bangladesh —que otorga pequeños préstamos a mujeres sin garantía—
permitieron que millones de mujeres pobres en todo el mundo se mantengan mejor a
sí mismas y a sus familias. Estos programas deben recibir un apoyo mayor. Ahora
es evidente que el microcrédito y la microfinanciación no pueden ser las únicas
estrategias utilizadas para mejorar la situación económica de las mujeres.
WEDO y otras
organizaciones abogaron con firmeza en la Revisión Quinquenal de la Plataforma
de Beijing para que el papel de las mujeres en la economía mundial fuera más
visible y para instar a los gobiernos a dar pasos inmediatos que reviertan los
impactos negativos ejercidos por la globalización en las mujeres. Los obstáculos
estructurales de la Plataforma de Beijing limitaron estos esfuerzos, pero, de
todas maneras, se lograron importantes conquistas.
El documento
final
aboga por el acceso igualitario de las mujeres a la protección social,
incluyendo formas nuevas y más flexibles de empleo asociado con la globalización
(110a). Vincula la globalización con otros problemas económicos fundamentales,
como el comercio y la deuda externa, y llama a una participación mayor y
efectiva de los países en desarrollo en el proceso de decisión de la política
económica internacional, para garantizar la participación igualitaria de las
mujeres en el proceso de decisión macroeconómico (135a). El documento también
pide a los gobiernos que integren la perspectiva de género en todos los procesos
presupuestales (109a), que ratifiquen las convenciones de la OIT sobre los
derechos de la mujer en el trabajo, (127b) y cumplan los compromisos asumidos
para erradicar la pobreza y mejorar el acceso de las mujeres a la vivienda, la
herencia y los derechos de propiedad (135d; 102k).
La Sesión
Especial de la Asamblea General para revisar la Cumbre Mundial de Desarrollo
Social de 1995 (CMDS+5) se celebró en Ginebra poco después de la revisión de
Beijing. Hubo un número sensiblemente inferior de mujeres presentes, pero éstas
lograron avanzar sobre las conquistas de la revisión de Beijing y cimentar los
vínculos entre el comercio mundial, la salud y los derechos humanos en el
documento final.
WEDO, junto con otros defensores de la mujer, también argumentó con éxito por la
integración del género a lo largo del texto, en lugar de concentrarlo en el
Compromiso 5, la sección de Igualdad de Género.
El punto
central de la CMDS+5 fue la erradicación de la pobreza, una inquietud
fundamental de las mujeres en todo el mundo. Y sin embargo, gran parte de la
energía, tiempo y recursos del movimiento femenino se concentró en torno de las
conferencias sobre la mujer. Estas conferencias fueron y siguen siendo
fundamentales para fijar, revisar y reafirmar una agenda integral y mundial de
las mujeres, pero no podemos darnos el lujo de detenernos allí. Esto era verdad
en 1995, y lo es más aún hoy en día.
La puesta en
práctica de estos compromisos conquistados tras una ardua labor depende de la
movilización de recursos nacionales e internacionales. Pero estos asuntos se
discuten y se deciden en otra parte. En retrospectiva es evidente que los
principales problemas sistémicos relacionados con la macroeconomía y la gestión
de gobierno no fueron tratados suficientemente en la revisión de Beijing ni en
la CMDS. Lamentablemente, luego de estas reuniones, muchas organizaciones de
mujeres, junto con numerosos gobiernos, padecieron lo que se denomina fatiga de
la ONU. Aunque esto es comprensible —y, ciertamente, nosotros también
compartimos esa fatiga— es esencial que las ONG, y en particular las
organizaciones de mujeres, utilicen el espacio disponible en la ONU que WEDO y
otros lucharon tanto y tan arduamente para expandir.
Tenemos pocas
alternativas. El Banco Mundial, el FMI y, en especial, la OMC, brindan pocas
oportunidades de participación a la sociedad civil. Las mujeres lograron abrirse
un diminuto espacio en el Banco Mundial con iniciativas comenzadas en Beijing,
incluyendo la creación de grupos nacionales y regionales que trabajan bajo la
supervisión del conjunto de grupos llamado Los ojos de Mujeres sobre el Banco
Mundial (“Women’s Eyes on the World Bank”) . Pero en la OMC, las preocupaciones
de las mujeres son casi invisibles, tanto en las reuniones formales como en la
discusión social más general de las ONG. En la medida en que los funcionarios de
la OMC han trascendido el sector empresarial, lo han hecho para atender los
problemas de las organizaciones ambientales y sindicales. Las voces de las
mujeres, sus perspectivas y experiencias diversas están mayormente ausentes de
estas discusiones.
La
Organización de las Naciones Unidas es el foro internacional más democrático y
transparente, con reglas de procedimiento establecidas para la participación de
las ONG. De esta manera ofrece a las ONG y los gobiernos la oportunidad de un
diálogo serio sobre el sistema económico actual. Durante demasiado tiempo, la
ONU ha sido dejada de lado por el FMI, el Banco Mundial y la OMC, mientras estos
organismos adoptan sin dudarlo políticas de ajuste estructural, libre comercio y
mercados abiertos. La ONU ahora pretende reinsertarse como actor en este
creciente debate, pero aún no queda claro cuál será su lugar.
La reciente
iniciativa del “Compacto Mundial” del Secretario General pide a los líderes
empresariales que apoyen los principios centrales derivados de los acuerdos de
la ONU sobre normas laborales, derechos humanos y protección ambiental a cambio
de que la ONU respalde el libre comercio y los mercados abiertos. WEDO, junto
con muchas ONG, cuestiona esta nueva asociación. La Organización de las Naciones
Unidas fue creada para “nosotros, los pueblos”. Eso no significa que no pueda
tener una relación con las empresas trasnacionales, pero no debería acordar un
pacto con ellas. La ONU debe procurar transformar las leyes que rigen a las
trasnacionales en la arquitectura mundial, y abogar por las necesidades de la
población y por el desarrollo.
En el 2002 se
celebrará en México la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre
Financiación para el Desarrollo (FpD). La FpD, una iniciativa de los países en
desarrollo, busca identificar los mecanismos financieros para apoyar los
compromisos asumidos por los estados miembros de la ONU en las conferencias
mundiales previas. También emprenderá un debate sobre la arquitectura financiera
internacional, el monto y la eficacia de la ayuda al desarrollo.
Las mujeres
activistas deben movilizar sus recursos —intelectuales, humanos y financieros—
para estar presentes en grandes cantidades, para contar sus historias, para
presionar por soluciones innovadoras y para ser partícipes serios en estos
debates mundiales. Debemos procurar influir en las discusiones de los gobiernos
y también en las ONG más destacadas que, con demasiada frecuencia, se les debe
recordar que incluyan la igualdad de género como elemento central de sus
reivindicaciones.
Para las
mujeres, el cambio real y duradero exige la transformación del sistema económico
mundial, que involucra tanto a la economía como a la gestión de gobierno —dos
sectores en los que las mujeres, a pesar de los avances que hemos hecho, aún
estamos muy rezagadas. Ya no podemos quedarnos al lado de la mesa, gritando para
que nos escuchen. Es hora de trasladar las conquistas de las conferencias sobre
la mujer directamente a las salas del poder. Esto sólo puede suceder si estamos
presentes en una cantidad suficiente para plantear nuestras reivindicaciones con
una voz más fuerte y unida.
Debemos
articular con mayor concreción lo que algunas de estas soluciones podrían ser,
trascendiendo la necesidad de una análisis más feminista y de políticas
sensibles al género. También debemos exigir un mayor reconocimiento de las
numerosas funciones de las mujeres, lo esenciales que son dichas funciones para
la sociedad en general y las formas de traducir esas funciones en términos
económicos.
Notas:
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