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2007
Cómo implementar un sistema global de pensiones y subvención juvenil

Robin Blackburn

La situación de vulnerabilidad de los adultos mayores y las predicciones de envejecimiento de la población mundial reclaman la implementación de una pensión global a la vejez. Ésta debería acompañarse de una subvención a las generaciones jóvenes, de forma de apoyar a los dos grupos etarios en situaciones de mayor fragilidad y conservar la justicia intergeneracional. La aplicación efectiva de impuestos a las transacciones internacionales como la tasa Tobin daría viabilidad financiera a estos programas promoviendo la distribución de la riqueza y una conducta más transparente y responsable por parte de las empresas.

Las pensiones de vejez universales y financiadas por el Estado han sido un medio popular y efectivo para reducir la pobreza y extender la ciudadanía social en todos los estados desarrollados[1]. En la era de la globalización está bien que la pensión de vejez (un instrumento aplicado y probado para proteger el sustento de las personas mayores) se aplique en el ámbito internacional por medio de una pensión modesta que se pague a todas las personas mayores en el planeta y que se financie con un pequeño impuesto a las transacciones financieras internacionales y a la riqueza de las empresas privadas.

En primera instancia la pensión mundial de vejez se podría fijar a un dólar por día, teniendo en cuenta que incluso esa pequeña suma ayudaría a sacar de la pobreza a cientos de millones de personas mayores en todos los rincones del planeta. La pobreza aún se asocia fuertemente a la vejez, y especialmente al género y la vejez. Los planes de pensión estatales ayudan mucho a limitar la pobreza en la vejez en el mundo desarrollado, pero no la han eliminado, mientras los planes de pensión de los países en desarrollo suelen abarcar a menos de 25% de la población.

El vínculo que existe habitualmente entre el derecho a las pensiones y las aportaciones laborales no es bueno para las mujeres. Como las mujeres viven algunos años más que los hombres, la mayoría de las personas de edad son mujeres. Y como el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar representa poco en los sistemas de pensión públicos, y nada en los planes privados y ocupacionales, más de 75% de la población pobre y anciana está integrada por mujeres. Asimismo, la labor que las mujeres dedican a cuidar a otros integrantes de la familia suele continuar en la vejez, ya que las mismas cuidan a sus esposos, sus nietos y a los enfermos. En los países afectados por el VIH/sida, las mujeres mayores son esenciales para la supervivencia de la familia al asumir la función de criar a sus nietos y nietas. Si se pudiera encontrar una forma confiable para canalizar USD 30 por mes o USD 90 por trimestre a las personas mayores en los países en desarrollo, no sólo se reduciría la pobreza en gran medida sino que se pondrían los recursos en manos de quienes les darían un buen uso.

En los países más ricos aún persisten bolsones de pobreza resistentes entre las personas mayores, especialmente entre las mujeres. A medida que la población mayor crece en tamaño, y que las empresas y el Estado reducen la cobertura de seguridad social, esos bolsones de pobreza aumentarán. Un cheque de USD 90 por trimestre no acabaría con la pobreza en los países económicamente avanzados, pero sería bien recibido por muchas de las personas mayores pues constituiría una contribución modesta pero útil para sus limitados presupuestos.

En la actualidad existen aproximadamente 560 millones de hombres y mujeres mayores en todo el mundo, o sea personas mayores de 65 años en los países desarrollados y mayores de 60 en el mundo en desarrollo. La incorporación de una pensión mundial de un dólar diario en los próximos años costaría aproximadamente USD 205.000 millones por año, o sea 20% del costo proyectado de la guerra de Estados Unidos en Iraq, o la mitad del presupuesto militar anual de Estados Unidos antes de la invasión a Iraq. No obstante, el costo de la pensión propuesta se duplicará en torno de 2030 y se triplicará para mediados de siglo. El envejecimiento se agudizará en las próximas décadas debido a la creciente longevidad y a la caída de la tasa de natalidad. Estas tendencias no se confinan a los países ricos. Así como la urbanización sucede con o sin el desarrollo económico, lo mismo ocurre con el envejecimiento de la población. Mientras aquel proceso está generando un ‘planeta de tugurios’, éste provoca un problema mundial de indigencia en la vejez.

La División de Población de la ONU prevé que en 2050 habrá 2.000 millones de personas mayores de 60 años en todo el mundo, y que 1.600 millones de esa cifra residirán en los países menos desarrollados[2]. El envejecimiento es más acentuado en Europa y Asia, pero también está avanzando en otras zonas. Para 2050 se prevé que el tamaño de esta población envejecida en África se cuadruplicará hasta alcanzar 207 millones, lo cual equivaldrá a 10,3% de la población total. África tendrá más personas ancianas que América Latina y el Caribe (con 187 millones mayores de 60 años), y casi tantas como Europa (con 229 millones de esa edad). Se prevé que para 2050 Asia, una categoría que incluye a India y China, tendrá un mínimo de 1.249 millones de personas de la tercera edad, lo cual comprenderá a 20% del total de la población en India y hasta 28% en la de China.

A menudo se sostiene que el envejecimiento de la población se puede compensar con la inmigración. Las proyecciones mencionadas[3] suponen que se mantendrán las tendencias actuales en migración. Aunque las corrientes de migración pueden mitigar temporalmente el efecto del envejecimiento en los países receptores no pueden, por supuesto, reducir el envejecimiento de la población mundial.

Hoy en día las mujeres comprenden 55% de las personas mayores de 60 años en todo el mundo, y 65% y 70% de esa población en América del Norte y Europa, respectivamente. En todo el planeta, las mujeres comprendían 63,5% de los mayores de 80 años en 2005, una cifra que se prevé descenderá levemente a 61,4% para 2050. Los ancianos, frágiles y vulnerables son el grupo etario de mayor crecimiento en todo el mundo. En 2005 había 88 millones de personas mayores de 80 años en el planeta, una cifra que se prevé subirá a 402 millones para 2050 según las proyecciones de mediano plazo de la División de Población de la ONU.

La tendencia al envejecimiento será evidente mucho antes de 2050. El sector mayor de 60 años en India superará los 175 millones para 2024. Para 2040 se espera que haya 98 millones de personas mayores de 80 años en China, 47 millones en India y 13 millones en Brasil. Estas personas ya nacieron, circunstancia que le da a la proyección un alto grado de probabilidad.

Muy pocos países tienen los mecanismos adecuados para responder a la necesidad creciente que habrá en el futuro de cuidar y apoyar a las personas mayores. En el mundo en desarrollo y en los países más pobres los mayores suelen estar inmersos en la pobreza absoluta o extrema, mientras en los países ricos padecen una pobreza relativa. Estos problemas se agravarán a medida que las poblaciones envejecidas se dupliquen o tripliquen. Por más preocupante que parezca la perspectiva económica de las personas de edad en la mayoría de los países de la OCDE, la situación es, por supuesto, peor en la antigua Unión Soviética y mucho peor en muchas zonas de Asia, África y América Latina, donde las personas mayores en los asentamientos precarios y zonas rurales suelen carecer de cobertura. Estas circunstancias aportarían su propio sombrío elemento de corrección al supuesto de que habrán de mantenerse las recientes mejoras en la esperanza de vida.

Se calcula que los planes formales de ingresos jubilatorios abarcan a menos de 15% de los hogares del mundo. Incluso estados como India y Chile, con economías en crecimiento y una considerable capacidad administrativa, no suministran las pensiones básicas. El sistema de pensiones de Chile ha sido considerado modelo, pero deja a 40% de la población totalmente sin cobertura y proporciona una cobertura escasa a otro 40%[4]. Las pensiones de vejez en India están sometidas a control de recursos y ascienden sólo a USD 2 por mes para quienes pueden solicitarlas. Los habitantes de zonas urbanas no son tan pobres como para tener derecho a ellas, pero a los habitantes del medio rural les resulta demasiado costoso[5]. A medida que avanza el proceso de envejecimiento demográfico, crece la presión sobre los mecanismos de atención de las personas mayores en las redes de familia y parentesco[6].

La magnitud de la pobreza y la desigualdad es tal en el mundo de hoy que medidas modestas pueden tener importantes consecuencias. Actualmente 2.500 millones de personas viven con menos de USD 2 por día, y la mayoría de las personas mayores pertenecen a esta categoría. Entre tanto, el 10% más rico recibe 54% de los ingresos del mundo. En este mundo de ‘copa de champaña’, los adinerados representan el cuenco lleno, mientras el resto empobrecido representa el fino pie. En estas condiciones, un dólar diario equivale a un error de redondeo para los ricos, pero sería un salvavidas para los pobres de edad del mundo.


Las dificultades de los viejos y los reclamos de los jóvenes

El argumento a favor de la pensión mundial no implica menoscabar el enfoque humanitario, que prefiere simplemente apoyar los reclamos de la humanidad toda, ni los esfuerzos de quienes hacen campaña por la necesidad de aliviar los problemas y la pobreza de grupos específicos, como las madres jóvenes o las personas que viven con VIH/sida. En el mundo desigual y conflictivo en el que vivimos hay varias o muchas maneras con las que se puede superar la pobreza. La paz sería la mejor forma de ayuda para los más pobres en tierras azotadas por la guerra. También está la prosperidad del desarrollo económico, como ha sucedido en China e India en las últimas décadas, que saca a muchos de la pobreza y proporciona un contexto más esperanzador para aplicar estrategias contra la pobreza. Pero la debilidad de la seguridad social destinada a las personas mayores en estos países también muestra que incluso (o especialmente) un crecimiento más acelerado no tiene por qué eliminar la pobreza absoluta, en las zonas rurales o en los nuevos centros urbanos.

Así que la pensión mundial podría generar un apoyo que favorecería el argumento general contra la pobreza. En los países más ricos se teme que el sistema de las pensiones fracase, y en los países pobres preocupa la difícil situación de los muy pobres. En los países en desarrollo existen la alarma o la culpa específicas que ocasiona la pobreza, real o inminente, de padres, abuelos, tíos y tías. Esta sensación ayudó a generar el apoyo a las pensiones de la vejez en los estados desarrollados en el pasado y es probable que lo haga de vuelta en el mundo en desarrollo. La pensión mundial a la vejez, si pudiera financiarse y suministrarse de manera realista, gozaría de una legitimidad considerable y de ninguna manera le restaría a otros esfuerzos para combatir la pobreza relativa o absoluta. Éste ya es el caso, pero esa legitimidad sólo puede crecer en este planeta en proceso de envejecimiento. Hoy la mayoría de los viejos son pobres; mañana la mayoría de los pobres podrían ser viejos.

Aunque debemos ayudar a las personas mayores, sería sensato extender esa misma ayuda a otros grupos etarios que suelen quedar excluidos: los y las jóvenes. La pensión mundial debe ir de la mano con una subvención a la juventud. Las personas de edad se sentirían mejor recibiendo la pensión si también existiera ayuda financiera para los jóvenes, especialmente del tipo de ayuda que les permitiera comenzar mejor sus vidas adultas. Hoy la mitad de los y las jóvenes entre 16 y 24 años padece desempleo (sin trabajo y sin recibir educación) y, por lo tanto, corre un riesgo especial de estar en la pobreza tanto ahora como en el futuro. Si dejamos de lado a una pequeña minoría privilegiada en ambas categorías, entonces hay motivos para creer que los adultos jóvenes y las personas mayores son las generaciones excluidas.

Que toda persona joven pudiera recibir USD 1.500 con fines de enseñanza y capacitación al cumplir los 17 años tendría un costo muy similar a la pensión mundial de un dólar por día. La subvención a la juventud ampliaría el acceso a la sociedad del conocimiento y simbolizaría la concordancia entre las generaciones. La misma podría transformar las posibilidades de los jóvenes en los países pobres, pero sería igualmente bienvenida por la mayoría de los jóvenes en países más ricos. Los y las jóvenes sufren ahora por el costo creciente de la capacitación y la enseñanza. También tienden a apreciar mucho todo paso que los lleve hacia la independencia de sus padres. Incluso en algunos de los Estados de bienestar más avanzados de Europa, como Suecia, los jóvenes que viven por su cuenta ocupan un lugar destacado en las estadísticas de la pobreza. El argumento a favor de la ayuda especial para los jóvenes está tan reconocido actualmente que no requiere más defensa en el presente trabajo[7]. Pero la interrogante sigue en pie: ¿cómo se puede financiar la ayuda financiera a las generaciones ‘excluidas’?


Cómo se pagaría la pensión mundial y la subvención a la juventud

Al principio sólo se necesitarían USD 205.000 millones por año para la pensión mundial propuesta. Pero hay que asumir que esos recursos se duplicarán dentro de una generación y que será necesario generar un fondo considerable ahora, mientras los efectos del envejecimiento son relativamente modestos, para ayudar a financiar los desembolsos adicionales en la mitad del siglo. Además, se debe asumir el compromiso para elevar la pensión mundial de conformidad con el crecimiento de los ingresos promedio generales, para que los mayores compartan la prosperidad futura.

Para recaudar los fondos necesarios de la pensión mundial (y un poco más para los costos administrativos) se necesitará un esfuerzo importante. Los instrumentos fiscales que se adopten deberán estar relacionados con el funcionamiento de la economía internacional en general, para que exista una base imponible amplia y dinámica.

Existen tres tipos de impuestos especialmente adaptados para esa tarea: un impuesto sobre las transacciones monetarias internacionales, un impuesto sobre el combustible utilizado por los vuelos internacionales y un impuesto muy leve sobre la riqueza de las empresas privadas. Los cálculos a continuación son ejercicios improvisados concebidos para determinar que los impuestos propuestos financiarán con facilidad la pensión y la subvención, y tienen el beneficio adicional de arrojar una luz muy necesaria sobre los flujos financieros internacionales.

El famoso impuesto o tasa Tobin se aplica a la venta o la compra de moneda y se ha propuesto como medida para limitar la especulación financiera[8]. Pero también se podría aplicar principalmente como medida para recaudar ingresos. Con un porcentaje de 0,1% (una milésima parte de cada transacción), no valdría la pena evadir el impuesto y aun así generaría grandes cantidades en todo el mundo. A fines de la década de 1990 se calculaba que el impuesto Tobin sobre las transacciones monetarias podría generar cada año entre USD 100.000 millones y USD 300.000 millones. Para 2010 el impuesto Tobin llegaría con holgura a recaudar el extremo más alto de esa escala: USD 300.000 millones.

Aquí se sugiere que aproximadamente USD 150.000 millones de lo recaudado con el impuesto Tobin se destinen para financiar la pensión mundial, y que el resto se dedique a los adultos jóvenes, a quienes se puede ofrecer una subvención única de USD 1.500 para su educación o capacitación cuando cumplan 17 años. Por pequeña que pueda ser esa suma en las sociedades más ricas, no sería despreciable. Si juntamos la pensión mundial de vejez con la ayuda para los jóvenes se comenzaría a imponer un nuevo equilibrio entre las distintas etapas de la vida en un plan de equidad generacional. Sin embargo, esta distribución justificada de los ingresos procedentes del impuesto Tobin implicaría la necesidad de recurrir a otra fuente de recursos para la pensión mundial, especialmente a medida que continúe el proceso de envejecimiento demográfico en el futuro.

En la actualidad, el combustible que se utiliza en los vuelos internacionales casi no se grava y cuesta a las aerolíneas cerca de USD 50.000 millones por año. Si se duplica el precio del combustible se ayudaría a reducir el consumo un 20% o 25% y aun así se recaudarían USD 30.000 millones. No obstante, gran parte de lo recaudado con los impuestos ecológicos se debería utilizar como inversión en otras medidas destinadas a mitigar el calentamiento mundial. Pero ligar al menos una parte de los ingresos (digamos, la mitad) a una causa reconocida universalmente como buena sería una medida que se podría defender. Aunque USD 15.000 millones por año serían útiles, igual se necesitarían otras fuentes de ingresos.

La tercera fuente de ingresos es un leve gravamen sobre los valores de las acciones o las transacciones accionarias. Se podría exigir a todas las empresas con más de 50 empleados o que facturen más de USD 10 millones que paguen un impuesto de 2% sobre sus ganancias anuales, ya sea en efectivo o, en el caso de las empresas públicas, mediante la emisión a la autoridad fiscal de nuevas acciones por ese valor (las empresas privadas podrían emitir bonos, y las sociedades, incluidas los fondos de capital privado, podrían emitir derechos nominales). A todos los fondos de pensiones auténticos se les compensaría por el impacto de la dilución de las acciones sobre sus valores[9].

Se deben señalar dos características importantes de estos mecanismos. Primero, se aplicarían a las ganancias realizadas en todo el mundo. Segundo, las empresas cumplirían con su obligación sencillamente por medio de la emisión de títulos nuevos y no restándole a sus flujos de fondos. En Estados Unidos y Reino Unido, grandes empresas que aportan a los fondos de pensiones se quejan del peso que implica realizar pagos en efectivo a la Pension Benefit Guaranty Corporation y el Pension Protection Fund, las aseguradoras de sus planes de retiro con ‘prestaciones definidas’. En algunos casos las dificultades de las empresas eran tales que no fue posible realizar los pagos. Esto hizo que los tribunales de Estados Unidos (en aplicación del Artículo 11 de la ley de Quiebras que protege a las empresas) exigieran la emisión de nuevas acciones como forma alternativa de realizar una aportación al asegurador. En Reino Unido, el Organismo Regulador de las Pensiones tomó similares recaudos para exigir a empresas en dificultades financieras que emitieran acciones al Fondo de Protección de las Pensiones[10]. Los empleados tendrán derecho a percibir la nueva pensión pero recibirían de buen agrado un tipo de aportación que no debilite en lo absoluto a su empresa.

El impuesto al lucro/gravamen sobre las acciones sería mínimo: un impuesto del 2% de las ganancias recaudaría aproximadamente USD 140.000 millones por año. El gravamen sobre las acciones someramente descrito se fijó en 2% de las ganancias, pero esto es sólo una forma cómoda de medir las operaciones de una empresa y es posible que haya que complementarlo con otras medidas para evitar las distorsiones que apuntan a la evasión. La dilución de las acciones que generaría el gravamen implica que ni siquiera los fondos en los paraísos fiscales se escaparían.

Antes de volver a los cálculos sobre el aporte que efectuaría el gravamen accionario para financiar la pensión mundial resulta pertinente señalar un impuesto financiero que tiene una larga historia y que ha tenido mucho éxito: el impuesto del timbre, un gravamen sobre las transacciones accionarias. El impuesto del timbre del Reino Unido demuestra que un cobro muy modesto sobre un gran volumen de transacciones puede generar grandes sumas a bajo costo y sin efectos secundarios perjudiciales. Este impuesto, del 0,5% sobre las transacciones accionarias (las que no realicen los agentes de los mercados de activos), recauda más de USD 5.000 millones por año. Mientras los contratos de derivados no pagan impuesto del timbre, toda venta de activos subyacentes de los accionistas sí genera el impuesto. La Confederación de la Industria Británica, un grupo de presión empresarial, argumenta que el impuesto debilita la posición de Londres como uno de los principales centros financieros del mundo. Pero la prosperidad financiera londinense desmiente ese argumento. De todas formas, el Tesoro del Reino Unido es muy adepto a este impuesto de fácil recaudación (que se realiza a muy bajo costo como parte de CREST, el sistema central de liquidación de acciones).

Las autoridades financieras de China poseen un instrumento similar que utilizan a la manera del ‘impuesto Tobin’ para desestimular la especulación y que también genera grandes sumas[11]. Varios estados europeos, entre ellos Suiza y Francia, tienen similares impuestos tenues, que se aplican tanto a los bonos como a las acciones. En caso de que el producto de los impuestos sugeridos tenga déficit, o que la aplicación de los mismos genere dificultades, se podría cubrir la brecha con un impuesto del timbre mundial, o impuesto a la transacción financiera (ITF)[12].

Se recordará que la mitad del impuesto Tobin ya recaudaría USD 150.000 millones para la pensión mundial, y que el impuesto al combustible de los vuelos internacionales debería recaudar USD 15.000 millones más por año. Por lo tanto, para empezar se necesitarían USD 40.000 millones adicionales por año del gravamen sobre las acciones (o gravamen de las transacciones accionarias) para reunir el costo anual inmediato de USD 205.000 millones. Esto permitiría que el resto de la suma recaudada por el gravamen sobre las ganancias de las acciones (USD 100.000 millones por año) se acumulara en la red del Fondo de la Pensión Mundial (FPM) como reserva estratégica prometida para equiparar el aumento previsto en la población y la proporción de las personas mayores.

Las autoridades fiscales nacionales recaudarían los diversos impuestos con la asistencia de los organismos internacionales correspondientes, como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA). Los ingresos se entregarían a la oficina mundial del FPM para su consolidación con el fondo mundial[13].

Que un organismo internacional consolide los activos aseguraría una cartera sumamente diversificada, pero el propio organismo tendría que distribuir periódicamente los activos que recibe a una red internacional. Esta red regional de aproximadamente mil oficinas locales del FPM sería la encargada de pagar las pensiones y recibiría los recursos de acuerdo con las características demográficas de la región. En aras de acumular reservas, la red del FPM utilizaría sus ingresos en efectivo para pagar las pensiones actuales pero mantendría las acciones y demás títulos para generar mayores ingresos en el futuro, cuando se los necesite.


Una red internacional de fondos de reserva

Durante la etapa inicial de acumulación sería bueno reinvertir el ingreso de los dividendos en bonos públicos. Como la red FPM no compraría ni vendería acciones tendría menos margen para cometer errores. El conocimiento de que la red del FPM no vendería las acciones en su poder también sería un factor de estabilidad y le impediría perjudicar financieramente a las empresas en las que participa. Aproximadamente en 2034 el total de activos de la red del FPM podría ascender a USD 7,7 billones[14]. Si ese año se comenzaran a realizar los desembolsos en efectivo, y el rendimiento anual sobre el capital fuera del entorno de 3%, se trataría de USD 257.000 millones para ese año. Cada oficina regional tendría unos USD 7.700 millones en activos y recibiría USD 257 millones en ingresos. Véase que, aunque los ingresos por dividendos están sujetos a variación, son menos volátiles que el precio de las acciones, y existen formas de estabilizar esos ingresos.

La pensión mundial sería un plan universal que beneficiaría a todas las personas en su vejez. Los ingresos del impuesto a las transacciones monetarias y el gravamen sobre las ganancias serían evidentemente mayores en las zonas ricas del mundo que en las zonas pobres. Sin embargo, las transacciones monetarias y las ganancias de las empresas a menudo tienen que ver con los paraísos fiscales y los países en desarrollo donde el ingreso por habitante sigue siendo bajo. El impuesto monetario y el impuesto a las ganancias serían bajos, pero se aplicarían en todo el mundo. El mecanismo general de la pensión mundial (si se financia de la forma sugerida) sería un agente de redistribución de ricos a pobres. Por otra parte, la participación de todos los territorios (por más pequeños o pobres que sean) sería fundamental para que estos gravámenes funcionen con eficacia.

El alcance integral de los nuevos mecanismos impositivos, que exigirían a los paraísos fiscales actuales o futuros que informen acerca de los movimientos monetarios y las ganancias de las empresas que permiten registrarse en sus territorios, conformaría a los ciudadanos y las ciudadanas de los países más ricos. La pensión mundial daría a las personas de los países más ricos el derecho a recibir un modesto complemento de la pensión, y como prestación fija ayudaría más a los más necesitados que a los acomodados en todo el planeta. Haría más para reducir la pobreza donde ésta es peor: en el medio rural y en las zonas urbanas descuidadas del mundo en desarrollo. Y por último, pero no por eso menos importante, fomentaría una conducta más transparente y responsable de las empresas y mantendría una organización mundial dedicada al bienestar social.

La red regional de fondos se regiría por normas distributivas de justicia actuarial y tendría la obligación de contratar a personal profesional calificado, pero también debería representar democráticamente a las comunidades locales. La participación en una gran variedad de empresas podría, en principio, dar a la red regional voz en cómo se votarían esas acciones. El impacto de la red sobre la gestión de una compañía dada sería muy pequeño, pero podría tener influencia en temas de principios generales, como el respeto por los derechos laborales o el cumplimiento de las normas ambientales. La red comprendería, como se sugirió anteriormente, aproximadamente mil oficinas en todo el mundo, cada una dedicada a una población de unos seis millones de personas. La red daría voz a las comunidades locales que las grandes empresas suelen ignorar.

No obstante, la función primordial de la red regional y nacional sería la de organizar el desembolso barato y efectivo de la pensión mundial a todos aquellos que tengan derecho a recibirla. En muchos países la tarea se podría tercerizar a las autoridades jubilatorias nacionales. En los casos en que éstas tengan una cobertura incompleta se podría recibir la ayuda (y compartir los costos con) las oficinas de correos, las asociaciones locales de microcréditos y las organizaciones de empleados públicos. Estas últimas existen en muchos países donde la administración nacional es ineficaz o incluso inexistente. Namibia desarrolló un medio eficaz para suministrar las pensiones de vejez, a través de máquinas automáticas activadas por las huellas digitales.

La pensión mundial sería un plan universal de seguridad social, no un programa de ayuda. Canalizaría recursos financieros directamente a las personas mayores en todas las comunidades, ya sean ricas o pobres, urbanas o rurales. Los costos de la administración se gastarían en esas comunidades, dentro de lo posible. Los costos administrativos no deberían superar 1% del fondo anualmente, y posiblemente menos. Se trataría de una ‘pensión social’ no sujeta a control de recursos ni contributiva. Exigir a los beneficiarios de las pensiones que se sometan a un control de sus recursos es degradante y no estimula el ahorro de los pobres. Puede estigmatizar fácilmente a las personas de edad, especialmente a las mujeres mayores[15].

La pensión mundial contribuiría de manera significativa a la ‘seguridad en la vejez’ que plantea el Artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Los organismos y las convenciones de la ONU ayudaron a concentrar la atención del planeta sobre los problemas de la infancia, las mujeres, los enfermos y los discapacitados. En 2002 la ONU auspició la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, en Madrid, que presentó buenas recomendaciones a los gobiernos participantes. Pero por ahora la suerte de las personas mayores y la perspectiva de que esa población se incremente no han sido abordadas por un organismo específico internacional, ni por un plan de alcance mundial. La pensión mundial representaría un paso tangible en la dirección correcta.


Notas:

[1] El presente artículo se basa en la ponencia leída en un evento organizado por Global Action on Aging en el edificio de la ONU en Nueva York, el 14 de febrero de 2007, para las personas asistentes a la reunión coincidente del Consejo Económico y Social de la ONU.
[2] Estas cifras se tomaron de la revisión para 2006 que se encuentra en el sitio web de la División de Población de la ONU. Ver: <www.un.org/esa/population/unpop.htm>.
[3] Ver también el recuadro sobre tendencias demográficas en este Informe.
[4] Ver recuadro sobre fondos de pensiones privadas, con información sobre Chile y varios ejemplos en este Informe.
[5] Las enormes diferencias en la provisión de pensiones están bien documentadas por Larry Willmore, en “Universal Pensions in Developing Countries”, World Development, Vol. 35, No. 1, 2007, p. 24-51. Para el caso de India consulte a Rajeev Ahuja, “Old Age Income Security for the Poor”, Economic and Political Weekly, 13 de septiembre de 2003.
[6] Esta presión es descrita en Jeremy Seabrook, A World Growing Old, Londres, 2003. Se encontrará más información sobre la precaria situación de las personas mayores en las sociedades en desarrollo en el Departamento de Asuntos Sociales y Económicos de la ONU, World Economic and Social Survey 2007, Development in the Ageing World, Nueva York, 2007, especialmente en p. xiv, 93-5.
[7] Los reclamos especiales de los jóvenes son recogidos por Bruce Ackerman y Anne Alstott, “Why Stakeholding” y “Macro-Freedom”, en Bruce Ackerman, Anne Alstott y Philippe Van Parijs, eds., Redesigning Distribution, Londres, 2006, p. 43-68, 209-16. El argumento a favor de la subvención a la juventud también lo hace Roberto Mangabeira Unger en su libro, What Should the Left Propose?, Londres, 2006, p. 43-67. Para ver información sobre la exclusión de la juventud consulte el Annual Development Report 2007, Development and the Next Generation, Banco Mundial, Washington, 2007.
[8] Por información sobre el impuesto Tobin consulte James Tobin, The New Economics, The Elliot Janeway Lectures in Honor of Joseph Schumpeter, Princeton, 1974; J. Frankel, “How Well Do Foreign Exchange Markets Function: Might a Tobin Tax Help?”, Documento de trabajo NBER No. W5, Cambridge, MA, 1996; Keiki Patomaki, The Tobin Tax: How to Make It Real, The Finnish Institute for International Affairs, Helsinki, 1999; Joseph Stiglitz, Globalization and its Discontents, Nueva York, 2004.
[9] El empleo de un gravamen general para crear fondos sociales de reserva se asocia con la labor de Rudolf Miedner, el economista en jefe de la federación sindical sueca, la LO, y el ideólogo del estado de bienestar social sueco. Una descripción más completa de su trabajo se encuentra en el sexto capítulo de Age Shock, op. cit.
[10] El autor ofrece más ejemplos de esta emisión de acciones exigida por los tribunales en Age Shock, op. cit., p. 134-5, 142. No hay duda de que los jueces tomaron esta medida en parte debido a los antecedentes de irresponsabilidad empresarial que se documentan en los capítulos 2 y 3 de este libro.
[11] Consulte a Geoff Dyer y Jamil Anderlini, “Beijing Could Reap USD 40bn Share Tax Bonanza”, Financial Times, 4 de junio de 2007.
[12] Consulte también el informe de John Christensen en este Informe.
[13] El FPM podría contar con oficinas en importantes centros financieros, como Zurich, Chipre, Mauricio, Singapur y demás, elegidos con el fin de reforzar el cumplimiento.
[14] Se supone que las ganancias aumentan a un ritmo de 2,5% anual y que las utilidades de 5% anual se reinvierten en el fondo durante un ‘período de acumulación’ de 27 años. Más información en el capítulo seis de Age Shock, op. cit.
[15] El argumento a favor de las pensiones no sujetas a control de recursos lo expone con fuerza Larry Willmore en “Universal Pensions for Developing Countries”, World Development, Vol. 35, No. 1, 2001.

Robin Blackburn es profesor de sociología en la Universidad de Essex del Reino Unido, e Ilustre Profesor Invitado en la New School for Social Research de Nueva York. Es autor de Age Shock: How Finance Is Failing Us, Londres, 2007. Se lo puede contactar en: .

 

 


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