2002
Iluminando los puntos oscuros del sistema financiero
Marina Ponti; Federica Biondi
Mani Tese
Los mecanismos financieros, como están constituidos en la actualidad, no son capaces de contrarrestar las transacciones ilegales. Una mayor transparencia y normas más severas deben ser prioridades de los países más ricos, no sólo como medio de fomentar la justicia social y la redistribución de la riqueza, sino también como instrumento para combatir las operaciones criminales y el terrorismo. En ese sentido, un impuesto a las transacciones monetarias sería un importante avance y proporcionaría un mecanismo concreto para supervisar las transacciones financieras internacionales.
“El problema fundamental es hallar un sistema social que sea eficiente
económicamente y moralmente.”
J.M. Keynes,
1925
Los países
donantes se excusan en la falta de recursos como razón para no cumplir el
compromiso de destinar al menos 0,7% del PBN a la Asistencia Oficial al
Desarrollo. Pero esos mismos países permiten que los numerosos puntos oscuros de
sus mercados financieros provoquen importantes y crecientes pérdidas de ingresos
fiscales cada año. Los mercados financieros no son transparentes; esto implica
una enorme pérdida de ingresos y genera un terreno fértil para las transacciones
ilícitas. El sistema financiero internacional vigente dispersa esos valiosos
recursos, que de otra manera se podrían emplear para aplicar exitosas políticas
de desarrollo. Lamentablemente, la Conferencia de Monterrey sobre Financiación
para el desarrollo no presta atención a este tema, a pesar de su pertinencia
para el desarrollo.
La
transparencia de los mercados financieros implica un correcto manejo de toda la
información derivada de los movimientos de capital. Los beneficios de esa
transparencia son muchos, pero lo más importante es que no se pierden ingresos
fiscales. Habría una mayor cantidad de recursos públicos para aplicar las
políticas de Estado, entre ellas, el desarrollo y una mejor redistribución de la
riqueza. Con frecuencia los países en desarrollo han sido criticados por la
insuficiencia e ineficiencia de sus sistemas financieros e impositivos. Pero
cuando la pérdida de potenciales ingresos fiscales disminuye su capacidad para
garantizar los servicios sociales y defender los derechos humanos, ellos no son
los únicos culpables en el juego. Los países del norte tienen gran
responsabilidad por esta pérdida general de ingresos al permitir que mecanismos
nacionales e internacionales viciados contaminen los mercados financieros.
En Europa hay
muchos ejemplos de sistemas fiscales que permiten que los fondos derivados de
las actividades comerciales de un país pasen a través de una empresa
intermediaria especial antes de ser transferidos a una firma registrada en un
paraíso fiscal. Diversos países europeos permiten que las empresas
intermediarias operen en su territorio. Este sistema funciona así: La empresa
intermediaria (A), situada en uno de esos países europeos, es tanto la empresa
matriz de la firma activa (C) (situada en otro país) como la filial de una
empresa (H) situada en un paraíso fiscal. Dado que la A actúa en nombre de H,
brindando sólo servicios financieros (como la recolección y distribución de las
ganancias de la firma comercial C), sólo se permite a dicha empresa A quedarse
con un pequeño porcentaje de las ganancias creadas por C y destinadas a H. Por
tanto, este mecanismo permite que todas las ganancias de C pasen por A hacia H.
A continuación, H “paga” a A por sus servicios y ese monto es luego gravado en
el país donde está situada A. Pero el monto que H paga a A por sus servicios es
un porcentaje muy pequeño del total de fondos que canaliza.
Las
derivaciones son numerosas: la firma comercial C evade los impuestos en su país,
reduciendo drásticamente los ingresos fiscales de dicho país; el país
intermediario (o sea, el de la empresa A), recibe un ingreso fiscal que de otra
manera no recibiría, dado que el único propósito de la empresa A es “brindar
servicios” a H (o sea, canalizar los fondos); la gran mayoría de los ingresos
producidos por C termina en un paraíso fiscal donde no están gravados, o apenas
mínimamente. Estas operaciones no sólo distorsionan el marco fiscal, sino que
también conducen a efectos fiscales negativos en el país de origen, que, al
percatarse de la reducción de sus ingresos fiscales, busca otras formas de
aumentarlos, por ejemplo, incrementando la presión impositiva. Esto causa el
descontento general entre la población contribuyente, lo cual agrava el riesgo
de fuga ilegal de capitales para evitar los elevados impuestos. Así se establece
un círculo vicioso.
Otro ejemplo
de la falta de transparencia en las transacciones financieras entre países son
las intermediarias que transfieren dinero en todo el mundo a través de giros
postales. Estas intermediarias tienen una red de sucursales en todo el mundo y
son utilizadas principalmente por personas que se trasladaron de un “país
desarrollado” a uno “en desarrollo” para buscar trabajo y que desean enviar
parte de sus ingresos a sus familias sin las complicaciones de abrir una cuenta
bancaria. Si se toma en cuenta la cantidad de gente que está en esta situación,
resulta fácil deducir que las sumas en juego son enormes. Estas transacciones no
están controladas y ni siquiera el sistema bancario tradicional tiene una idea
precisa de su magnitud. Se desprende que las autoridades fiscales tampoco lo
saben.
Un tercer
punto: el secreto bancario con respecto a las autoridades del gobierno, incluso
a las autoridades fiscales, podría permitir a los contribuyentes encubrir
actividades ilegales y evadir impuestos. La administración efectiva y la
aplicación de muchas leyes y disposiciones, inclusive las impositivas, exigen el
acceso y el análisis de los registros de transacciones financieras. Los avances
tecnológicos, especialmente en el área bancaria y del comercio electrónico,
permitieron que la banca internacional sea accesible a una amplia variedad de
contribuyentes, y no sólo a las grandes trasnacionales y a las personas más
acaudaladas. La eliminación de los controles cambiarios por los países de la
OCDE y muchos países ajenos a la misma facilitó la rápida expansión de las
transacciones financieras internacionales. Esta nueva era de “banca sin
fronteras” planteó nuevos desafíos a las administraciones fiscales de todo el
planeta. La experiencia de los últimos 50 años demuestra que la falta de acceso
a la información bancaria ha sido un obstáculo para la administración fiscal y
la aplicación de las leyes. El alcance del incumplimiento de las leyes fiscales,
que es facilitado por la falta de acceso a la información bancaria, es difícil
de medir precisamente porque no hay suficiente acceso a la información
necesaria.
El mismo
problema existe al intentar medir la extensión del lavado de dinero. No
obstante, el informe anual 1995-96 de la Financial Action Task Force on Money
Laundering,[1] calcula que la magnitud del problema asciende a cientos de miles
de millones de dólares por año.
La
eliminación de la evasión fiscal nunca ha sido una prioridad política de los
gobiernos, a diferencia de la lucha contra el crimen organizado y el comercio
ilegal. No obstante, tras el 11 de septiembre las gestiones para utilizar los
mecanismos financieros internacionales con el objetivo de congelar los activos
financieros de presuntos terroristas no tuvieron un éxito cabal debido a la
estructura actual del sistema financiero. A pesar de la urgencia política del
caso, fue imposible obtener toda la información requerida a los bancos y otros
actores en juego. Los mecanismos financieros, como están constituidos en la
actualidad, no son capaces de contrarrestar las transacciones ilegales. Una
mayor transparencia y normas más severas deben ser prioridades de los países más
ricos, no sólo como medio de fomentar la justicia social y la redistribución de
la riqueza, sino también como instrumento para combatir las operaciones
criminales y el terrorismo.
La
cooperación en materia fiscal es crucial para actuar ante problemas sociales y
penales, pero aún no existe la voluntad política para ponerla en práctica. El
marco internacional vigente muestra lo contrario, con la proliferación de
paraísos fiscales (40 países hoy en día). Los paraísos fiscales representan la
ausencia total de transparencia financiera e impiden toda forma de cooperación
fiscal. Ofrecen además numerosos servicios con un valor agregado sumamente alto,
y el costo lo pagan aquellos que no utilizan los servicios. Los mecanismos
financieros que recurren a los paraísos fiscales se pueden emplear para manejar
discretamente las enormes fortunas familiares y los ingresos del mundo del
espectáculo o de los deportes; para especulación y fraude fiscal; para la
evasión fiscal y la transferencia de ganancias de empresas trasnacionales a sus
firmas ficticias extraterritoriales; para financiar partidos y candidatos
políticos; y para pagar por todo tipo de operaciones ilícitas. Los paraísos
fiscales ofrecen una extensa variedad de servicios financieros a costo
relativamente bajo: secreto bancario a salvo de toda indagatoria judicial;
ausencia de controles cambiarios; derecho de estipular todo tipo de contratos,
de realizar todo tipo de transacción y crear todo tipo de empresas, incluso
ficticias; garantizar el anonimato; ausencia de presión fiscal; acceso libre en
tiempo real a todos los mercados mundiales; conexión garantizada con los mayores
circuitos bancarios, que suelen tener representantes en el paraíso fiscal; y
mecanismos débiles o inexistentes para reprimir el delito financiero. La sola
existencia de los paraísos fiscales fomenta su uso.
El primer
borrador del documento preparatorio para la Conferencia de Monterrey
Financiación para el desarrollo, redactado por el ex presidente mexicano Zedillo,
incluía una propuesta muy importante referida a la creación de una organización
fiscal. Esa organización estaría encargada de cuestiones fiscales, de armonizar
los impuestos, de combatir los paraísos fiscales y, en términos más generales,
de la competencia fiscal.
Dicha
organización podría haberse constituido en el foro adecuado para discutir la
puesta en práctica de impuestos internacionales dedicados a financiar los
objetivos de desarrollo contenidos en la Declaración del Milenio, como acordaron
los jefes de Estado y de gobierno en septiembre de 2000. En ese sentido, un
impuesto a la transacción monetaria sería un importante avance y proporcionaría
un mecanismo concreto para supervisar las transacciones financieras
internacionales. Además, la creación de dicho régimen fiscal exigiría
necesariamente la transparencia de los movimientos financieros.
En la
actualidad, la mayoría de las transacciones financieras se realizan a través del
sistema bancario SWIFT. Por tanto, dicho impuesto podría aplicarse a través del
propio SWIFT. Asimismo, como argumentan cada vez más organizaciones de la
sociedad civil, un impuesto a la transacción monetaria permitiría:
-
reducir los
movimientos especulativos de moneda y capitales de corto plazo;
-
reforzar la
autonomía política nacional;
-
recuperar
la cpacidad fiscal de los países, erosionada por la globalización de los
mercados;
-
redistribuir las presiones fiscales más equitativamente entre los distintos
sectores de la economía; y
-
rastrear
los movimientos de capital para combatir la evasión fiscal y el lavado de
dinero.
La
transparencia se alcanzará cuando exista la voluntad política suficiente para
ponerla en práctica. La sociedad civil seguirá luchando por su adopción, a pesar
de la ausencia actual de voluntad política. Transparencia significa democracia,
y la democracia es un elemento vital del desarrollo humano.
“No hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más
peligroso de manejar, que el introducir nuevas leyes. Se explica: el innovador
se transforma en el enemigo de todos los que se benefician con las leyes
antiguas, y no se granjea sino la amistad tibia de los que se beneficiarán con
las nuevas. Tibieza en éstos, cuyo origen es, por un lado, el temor a los que
tienen de su parte a la legislación antigua, y por otro, la incredulidad de los
hombres, que nunca fían en las cosas nuevas hasta que ven sus frutos”
Maquiavelo,
El Príncipe, 1532.
Nota:
[1] Grupo de
Acción Financiera sobre Lavado de Dinero.
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