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              El anhelo de paz
            
             
              Nani Zulminarni  
              PEKKA (Empoderamiento de Hogares Encabezados por Mujeres) 
            
            El Gobierno no ha logrado garantizar un nivel satisfactorio de derechos humanos y sociales básicos. La pobreza se ha convertido en campo fértil para la violencia y el Estado no garantiza el respeto por las minorías religiosas, culturales y sexuales. Tanto los grupos extremistas oportunistas como los políticos intentan sacar provecho de la miseria generalizada provocando formas aún más extremas de intolerancia. Los grupos de la sociedad civil reaccionan dirigiéndose a las entidades gubernamentales y al público en general, abogando por un resurgimiento del pluralismo
                        
                    
                 
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             Las manifestaciones de estudiantes y de otros muy diversos grupos   activistas en contra de las políticas oficialistas se han vuelto espectáculo   corriente en casi todas las ciudades principales. Las exigencias comunes son que   el gobierno tome medidas para frenar la suba del costo de vida y poner fin a la   corrupción generalizada. Las autoridades a menudo reaccionan con golpizas,   tiroteos y arrestos. Sin embargo, encarcelar a los manifestantes no puede   ocultar la realidad de que la pobreza sigue creciendo. Sólo en 2008, el total de   personas que vive por debajo de la línea de pobreza (ingresos menores a USD 1   por día), aumentará a 41,7 millones; el 22% de la población, según estimaciones   del Instituto Indonesio de Ciencias. Si el umbral fuera de USD 2 al día, el   porcentaje sería el doble. 
 Petróleo, inflación y pobreza 
 Desde mediados de 2007 millones de personas en casi todo el   archipiélago han estado haciendo cola procurando conseguir algunos de los   productos más básicos que necesitan para sobrevivir, entre ellos arroz y aceite   para cocinar, además de combustible. El precio del fuel oil refinado (BBM, tipo   de fuel oil en Indonesia) ha trepado más del 175% desde 2005, acelerando la   inflación general al 12% para mediados de 2008, según estimaciones del Banco   Indonesia. Sin embargo, el poder adquisitivo no sigue el mismo ritmo.  
 El gobierno ha reaccionado a la suba del petróleo aumentando el   precio del combustible refinado. La producción de petróleo ha venido   disminuyendo desde 2000; el flujo ya ha cambiado de dirección de la exportación   a la importación. Para reducir el déficit presupuestario, el gobierno redujo   radicalmente los subsidios para el combustible, lanzó un programa para la   conversión de fuel oil refinado en gas para cubrir las necesidades hogareñas y   redujo los gastos sociales en educación y salud. Estas iniciativas constituyen   un golpe bajo para los pobres y han provocado un resentimiento generalizado en   contra del gobierno. Cada vez más indonesios sienten la frustración de saber que   más del 30% del presupuesto se dedica a pagar la deuda estatal con instituciones   financieras internacionales y otras entidades crediticias. 
 La solución del gobierno ha sido privatizar los servicios   básicos. En consecuencia, la calidad de los servicios de educación y salud se ha   deteriorado en las comunidades pobres, aumentando la brecha entre éstas y las   más ricas. Para solucionar estos problemas el gobierno ha anunciado una   Iniciativa Nacional para el Desarrollo de las Comunidades (INDC) con un mandato   variado que incluye la ayuda directa en forma monetaria para comunidades pobres,   préstamos para pequeñas y medianas empresas y un programa de desarrollo   comunitario. Sin embargo, entre los críticos reina el escepticismo, ya que   consideran que el sistema para el apoyo social es tan caótico y corrupto y está   tan falto de fondos (además de plagado de errores en la recopilación de datos)   que es imposible que la INDC sea eficaz. 
 Los   activistas y el presupuesto 
 Varios grupos de ONG han efectuado enérgicos reclamos de cambios   en el presupuesto. La comunidad civil reclama más fondos para los servicios   sociales comunitarios; los grupos de mujeres exigen se suministre dinero para   garantizar los derechos de género fundamentales en áreas como la salud, sobre   todo para disminuir los atroces niveles de mortalidad maternal durante el parto   (310 madres cada 100,000 nacimientos). 
 Las mujeres también reclaman medidas para detener la creciente   violencia de género, incluyendo la doméstica; la violencia de todo tipo aumenta   a medida que la pobreza destroza el tejido social. Las denuncias de actos   violentos contra mujeres han aumentado entre el 9% y el 30% por año, según  Komnas   Perempuan   (Comisión Nacional para Detener la Violencia contra la Mujer). Aunque, en parte,   el aumento puede ser el reflejo de una mayor disposición a acudir a las   autoridades, también puede indicar que los incidentes violentos estallan a un   ritmo aterrador. 
  
 Pobreza y violencia basadas en el género 
 La violencia doméstica, sobre todo los ataques de esposos a   esposas, o de padres a hijos, estalla a menudo en épocas de creciente tensión   económica. Los adultos, sobre todo los varones, pierden las esperanzas, se   sienten abrumados por la sensación de impotencia y es entonces mucho más   probable que arremetan contra los miembros débiles o vulnerables de la familia.   Ahora que las tasas combinadas de desempleo y subempleo han trepado a más del   39%, hay muchas más familias que viven al límite. 
  
   
Los esfuerzos de las organizaciones para la mujer de convencer a   las entidades del gobierno de tomar medidas han tenido algún efecto. En su   informe más reciente, Komnas Perempuan hizo un recuento de la cantidad de   medidas oficiales que se han tomado durante la pasada década y citó 11 a nivel   nacional, 15 a nivel de distritos y tres a nivel regional. Lamentablemente, la   aplicación de estas leyes sigue siendo débil. Además, el sistema descentralizado   de gobierno del país ha abierto el camino a la discriminación oficial contra la   mujer. Por ejemplo, 27 distritos tienen leyes que exigen que la mujer se vista   “de forma adecuada”, lo que habilita al Estado a controlar el cuerpo femenino. 
 El   fracaso en garantizar una sociedad plural 
 Las leyes básicas garantizan la libertad y la protección de todos   los indonesios y el gobierno ha ratificado casi todos los acuerdos   internacionales que comprometen a los Estados a proteger los derechos humanos.   Sin embargo, la implementación es otra historia. La débil aplicación de la ley y   un sistema político inmaduro han fragmentado la sociedad indonesia. Las   tensiones aumentan en áreas tales como la religión. Los actos violentos de la   secta Jemaah Ahmadiyah Indonesia (JAI) en los últimos tres años reflejan el   fracaso del gobierno para proporcionar seguridad y protección adecuadas a los   grupos minoritarios. El gobierno ha reaccionado proscribiendo a la JAI, una   medida que viola el compromiso con la libertad de credos a la vez que provoca el   resentimiento de grupos de simpatizantes que podrían reaccionar atacando a   comunidades que se consideran   diferentes. 
 Durante los últimos cinco años, la cantidad de grupos extremistas   que intentan imponer sus creencias por medio de la fuerza ha crecido. A los   activistas de derechos humanos comienza a preocuparles que el gobierno, a la   larga, pueda condescender con ellos y que grupos marginales como las minorías   sexuales puedan sufrir el mismo destino que la JAI. 
 Campo   fértil para la violencia 
 La creciente brecha entre ricos y pobres abre un peligroso camino   para grupos y políticos extremistas. Si las tendencias actuales persisten, los   pobres, las comunidades minoritarias y la sociedad en general pueden llegar a   pagar un alto precio. Los grupos de derechos humanos y las organizaciones   comunitarias, incluyendo las ONG, están respondiendo con esfuerzos para   revitalizar el apoyo indonesio al pluralismo y al respeto a los derechos humanos   fundamentales. Entre sus actividades se destacan programas para la educación   pública y campañas para convencer al gobierno de que debe encontrar formas de   superar los múltiples desafíos a los que se enfrentan el Estado y el país. 
  
            
            
			
               
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