Decrece la Pobreza pero crece la Insatisfacción
Pablo Benvenuto; Anabel Cruz; Alma Espino
Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas, Universidad de la República; ICD; CIEDUR; ITeM
Uruguay, pequeño país altamente
urbanizado, ubicado entre Argentina y Brasil, con escasos
tres millones de habitantes, se ubica en una alta
posición en el Indice de Desarrollo Humano del PNUD y ha
registrado una reducción substancial de los principales
indicadores de probreza en la última década. Sin
embargo, las encuestas de opinión muestran un alto grado
de insatisfacción y de ansiedad sobre el futuro entre su
población.
Algunos analistas intentan explicar
este ánimo pesimista con referencias sociológicas al
envejecimiento de la población (resultante del aumento
de la expectativa de vida y la reducción de la tasa de
natalidad). El alto nivel de vida (para la región) es
indudablemente el resultado de décadas de
"inversión social" durante la primera mitad de
este siglo: políticas sociales progresistas (la
educación universal fue introducida a fines del siglo
XIX), distribución de la renta y una sociedad civil bien
organizada (un quinto de la población es miembro de
alguna cooperativa).
La economía uruguaya, alguna vez
próspera, llegó a su pico más alto a mediados de la
década del 50. Los últimos 40 años se han
caracterizado por una economía perezosa, con algunos
períodos excepcionales de crecimiento económico.
Históricamente, este proceso llevó a luchas sociales en
la década del 60, y a una dictadura militar entre 1973 y
1984.
Desde entonces, los gobiernos
democráticos han seguido las políticas de ajuste
estructural dirigidas por el Banco Mundial que han
contribuido al aumento del desempleo y el empleo
informal, y a la reducción del salario real. La
economía se abrió a la inversión extranjera y el
comercio internacional. La liberalización de los
mercados ha dado lugar a un aumento en las importaciones
que compiten con la producción nacional, a la
reestructura del proceso de producción, y a cambios en
el mercado de trabajo.
Pero el ajuste estructural nunca pudo
implementarse como era la intención original, dado que
tres de las medidas fundamentales fueron rechazadas por
los ciudadanos en referendos universales, dos en contra
de las reformas propuestas al sistema de jubilaciones, y
uno que rechazó la ley que preveía la privatización de
los bancos, compañías de telecomunicaciones, energía y
petróleo estatales, que conforman la columna vertebral
de la economía.
Este bloqueo bastante sin precedentes
(para Uruguay y la región) de la implementación del
ajuste estructural por medio de iniciativas ciudadanas,
es responsabilizado por los defensores de una mayor
desregulación como el obstáculo a un mayor crecimiento
económico, mientras que otros argumentan que es la
razón por la cual el IDH local sigue siendo alto.
De cualquier manera, durante la última
década el ritmo de transformación económica y social
se ha acelerado: la intervención del Estado se ha
reducido, se reestructuraron los procesos de producción
y el mercado de trabajo, la economía se ha hecho más
abierta, y el país busca una nueva posición
internacional uniéndose al MERCOSUR (el bloque comercial
formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay).
(Cuadro 1)
El gasto público como porcentaje del
PBI ha caído, como resultado de las políticas fiscales
restrictivas del ajuste estructural y los planes de
estabilización de precios. El gasto público en el área
social -educación, salud, alimentación, etc.- como
porcentaje del PBI cayó del 5,8% en 1990 al 5% en 1992.
(Cuadro 2)
Decrece la Pobreza
Según el gobierno uruguayo, la
"pobreza estructural" se ha mantenido estable
durante los últimos dos años y se redujo en un 40% en
la última década. Un estudio del Programa de
Fortalecimiento del Area Social (FAS), publicado en 1995
dice que el Indice de Necesidades Básicas Insatisfechas
(NBI) cayó en la capital del 10,4% en 1984 al 6% en
1994, y en el resto de los centros poblados del 22,5% al
13,1% en el mismo período.
A pesar de esta mejoría en las
condiciones socioeconómicas, después de 1984 (el fin de
la dictadura militar) el país sólo ha podido recuperar
las posiciones que tenía en la década del 70. Al mismo
tiempo, la forma en que la población percibe la
situación -según las encuestas de opinión- revela un
alto grado de disconformidad, que es difícil de explicar
en función del mejoramiento revelado por las cifras.
Esto podría explicarse en función de parámetros de
bienestar, que los uruguayos asumen como normales y parte
de un pasado colectivo, así como de una actidud
condicionada por la inestabilidad en el mercado laboral y
los factores de riesgo asociados a los cambios que se
vienen operando a nivel de la reforma de estado, la
seguridad social y las nuevas modalidades de inserción
internacional.
Los Pobres son Niños y Mujeres
Los estudios realizados sobre pobreza
muestran una situación desfavorable para los residentes
rurales y los niños por debajo de los 14 años de edad.
En 1992, el 6,6% de los hogares de Montevideo, y el 12.3%
de los hogares urbanos en el interior del país estaban
por debajo de la línea de pobreza. Los hogares
comprendidos en el 20% más pobre de la economía tienen
el número mayor de hijos, con más del 40% de los niños
menores de 14 años. En 1989, en Montevideo, el 9% de la
población total, pero un 24% de los niños menores de 14
años vivían en los hogares más pobres; en elresto del
país los niños constituyen un tercio del sector más
pobre.
En el sector rural, la pobreza alcanza
al 43,6% del total de la población y se constituye por
hogares de pequeños productores y asalariados rurales.
Este fenómeno está asociado a la modernización de la
producción y a la creciente complejidad de los procesos
productivos, a la marginalización de la pequeña
producción, a las consecuencias del modelo económico
aplicado y al debilitamiento del espacio rural por
despoblamiento.
Los hogares monoparentales encabezados
por mujeres, son una parte importante de los hogares, y
dentro de ellos, los que se encuentran en situación de
pobreza están sobrerrepresentados en aquellos que tienen
hijos en edad preescolar y escolar.
En buena medida las situaciones de
pobreza están ligadas a las formas de inserción
laboral: alrededor del 50% de la PEA se encuentra en
situación no satisfactoria en relación al empleo, es
decir que está desempleada o subempleada, trabaja en el
sector informal, se encuentra ocupada en microempresas o
en trabajos precarios donde no tiene adecuada cobertura
institucional. El desempleo continúa siendo un factor
decisivo de la pobreza, pues las tasas de desocupación
según nivel de ingreso de los hogares revelan que el
desempleo abierto afecta en forma más intensa a la mano
de obra de los estratos más pobres. Esta situación es
aún más grave en el interior del país.
Por otra parte, si se consideran otros
aspectos que hacen a las condiciones de vida de la
población, además de los ingresos percibicos, por
ejemplo la cobertura de salud, puede observarse que si
bien el acceso al agua potable y los servicios de
saneamiento presentan buenos nivels -lo cual significa un
importante aporte a la medicina preventiva-, existen
serias carencias en materia de asistencia. En 1992 los
porcentajes de personas sin cobertura de salud ascienden
en Montevideo al 6% y al 7,5% en el interior del país,
mientras que dichos porcentajes eran menores en 1989.
En lo que hace a la educación,
estudios realizados por CEPAL ponen de relieve marcadas
deficiencias en el aprendizaje presentadas por los
niños, así como significativas diferencias en el
aprovechamiento educativo dependiendo del estrato
socioeconómico al que pertenecen.
La Situación en el Mercado Laboral
La fuerza de trabajo
La tasa de participación económica
total está creciendo más rápido que la población
general. Esa evolución es atribuible fundamentalmente al
aumento de la tasa de actividad de las mujeres en tanto
que la de los hombres ha permanecido prácticamente
incambiada. Las uruguayas mantienen una de las tasas de
participación laboral más alta de América Latina,
estimándose que más de un 40% de la población
económicamente activa (PEA) está constituida por
mujeres y, el 44% de las que están en edad de trabajar,
lo hacen efectivamente.
En el caso de las mujeres es aun mayor
su participación en el sector de los servicios. Entre
ellas, más de la mitad lo hace en los servicios
comunales, sociales y personales. Apenas algo más del
20% son trabajadoras de la industria manufacturera.
En el total de la población masculina
decrece el porcentaje de hombres ocupados en la industria
manufacturera. Sin embargo, entre las mujeres ocupadas
ese porcentaje no se altera (presumiblemente a través de
la ocupación en trabajos artesanales y en micro y
pequeñas empresas). Dado que la tasa de desempleo
urbano, alcanza un nivel cercano al registrado
históricamente, ello estaría indicando que la
readecuación de la estructura ocupacional se da a
través de desplazamientos de los trabajadores de un
sector a otro.
Si bien para estos últimos diez años
no se dispone de información sobre la fuerza de trabajo
rural, pues las encuestas continuas de hogares tienen una
cobertura exclusivamente urbana, ente l975 y 1985 los
censos de población dan cuenta de una importante
pérdida de población rural, debida a una importante
migración provocada por el deterioro de las
posibilidades de trabajo en el agro.
El desempleo
Las tasas de desempleo, que se
mantienen en niveles altos, tanto en Montevideo como en
el Interior del país, son mayores entre los trabajadores
de la industria manufacturera y en general, afectan más
a las mujeres que a los hombres, aunque en los últimos
años esas diferencias han tendido a decrecer levemente.
Calidad de los empleos.
Las mujeres acceden a trabajos de menor
calidad que los hombres. En un trabajo reciente realizado
en el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), se
muestra que la mayor parte de las mujeres (56%) se
encuentran en empleos atípicos, a los que está asociada
la desprotección social (servicio doméstico,
microempresas, trabajo por cuenta propia, trabajo
familiar no remunerado). Por su parte, la mayoría de los
hombres (57.5%) están ubicados en empleos
"típicos" con beneficios de seguridad social.
Discriminación salarial.
Tanto la segregación ocupacional como
la discriminación salarial propiamente dicha contribuyen
a que los niveles de ingresos de las trabajadoras sean
inferiores a los de los hombres. Si se comparan los
ingresos principales derivados del trabajo para el
conjunto de las ramas de actividad, puede observarse que
para 1994 en promedio, el ingreso de las mujeres no
alcanza al 60% del de los hombres. Esta situación de
desigualdad es más marcada en el sector privado que en
el público y afecta en mayor grado a las profesionales,
técnicas, personal directiva y en el extremo inferior, a
las trabajadoras en servicios personales.
Entre los empleados de oficina, la
retribución de las mujeres es algo mejor que la
promedial: allí es un 68% del salario masculino; en las
restantes ocupaciones, la mujer no alcanza a la mitad del
promedio de ingreso salarial percibido por los hombres.
Doble jornada.
Si bien el trabajo femenino se ha ido
generalizando, las mujeres no han dejado de cumplir con
las tareas vinculadas a sus roles tradicionales, lo cual
supone más horas de trabajo. La doble jornada provoca
tensiones y conflictos en el interior de las familias y
provoca alteraciones en el estado de salud de las
mujeres. Los servicios de cuidado infantil no se han
masificado considerándose todavía que esa atención
corresponde a la familia (las mujeres). Por otra parte,
no se implementan mecanismos obligatorios para el control
de calidad de los insuficientes servicios privados
existentes.
Legislación laboral y seguridad
social
El país cuenta con la ley 16.045 sobre
"Igualdad de oportunidades y de trato para ambos
sexos en materia laboral". Ella prohibe en términos
amplios la discriminación en el acceso al trabajo y en
las condiciones de empleo (evaluación del rendimiento,
promoción y ascenso, estabilidad, beneficios sociales,
suspensión y despido, formación profesional y
remuneración). Esta ley se aplica a cualquier hombre o
mujer, dentro de la actividad pública o privada, durante
la relación laboral, como aspirante a ella o después de
finalizada. Asimismo prevé un procedimiento judicial
especial para reclamar por infracción a sus
disposiciones, fijándose además sanciones
administrativas. Los Convenios de la OIT (100, 111 y 156)
que entraron al derecho positivo nacional con
posterioridad a esta ley, permiten una mejor
interpretación e integración de la ley 16.045. Sin
embargo, nunca se han sancionado las violaciones a esta
ley, y los diarios dominicales siguen publicando
secciones separadas de "trabajos para hombres"
y "trabajos para mujeres".
Existen varios proyectos de ley
presentados posteriormente, tendientes a que las mujeres
puedan efectivamente ejercer su derecho al trabajo: para
la ampliación de la legislación que otorga derechos a
la madre asalariada, atender al empleo en el servicio
doméstico a los efectos de llenar vacíos y extender las
garantías generales; para establecer el derecho a
prestaciones por derecho jubilatorio y accidentes de
trabajo, para las amas de casa. También se presentaron
varios proyectos tendientes a disminuir la interferencia
del trabajo doméstico con el remunerado: guarderías
infantiles en empresas industriales y comerciales
privadas e instalación de lavaderos automáticos y
servicios anexos en lugares de trabajo y conjuntos
habitacionales.
En nuestro país no se han propuesto
"programas de acción positiva o afirmativa"
para impulsar en el área del empleo acciones concretas
en política de personal, métodos de gestión,
estructura de organización y división de funciones
según el sexo.
La reforma del régimen de la seguridad
social es un tema muy sensible entre otras razones porque
el sistema uruguayo (que en 1990 representaba un 50% de
los gastos del gobierno central), se corresponde a un
país con una estructura etaria progresivamente
envejecida. Algunas correcciones planteadas en la reforma
que se ha aprobado aumentan la edad a la que pueden
acceder las mujeres a los derechos jubilatorios,
utilizando entre otros argumentos, la igualdad de
derechos civiles establecida por la Ley de Derechos
Civiles de la Mujer (10.783), desconociéndose las
desigualdades entre hombres y mujeres en el mercado de
trabajo y en las posibilidades de acceder al régimen de
seguridad social, así como el trabajo no remunerado que
aportan las mujeres para el mantenimiento de los hogares.
Marginación, Relaciones de Poder,
Integración Social
A pesar de reducirse la pobreza, según
estudios realizados por el Programa de Fortalecimiento
del Area Social (FAS), se comprueba un aumento de la
marginación de algunos sectores de la sociedad ligado no
solamente a las condiciones laborales, sino también a
nuevas formas de organización de la vida cotidiana, de
los espacios urbanos, etc. Así por ejemplo, la brecha
entre lo que los medios de comunicación muestran al
"alcance de la mano" en términos de consumo y
condiciones de vida y la realidad, se ensancha cada día
más, creando permanentemente nuevas expectativas,
difícilmente plausibles para vastos secores de la
sociedad.
Los fenómenos de la marginación, la
desintegración social, forman parte de las
preocupaciones más importantes de los tiempos que
corren. La integración social implica la existencia de
un tiempo y un espacio comunes a un conjunto de
individuos o grupos. Una sociedad está tanto más
desintegrada cuanto menos capaz sea de producir un
sentido compartido por sus miembros, y cuanto más
reduzca las posibilidades de la mayoría de incidir en el
poder.
En el modelo de desarrollo tradicional
al que abrió paso la era industrial, la integración se
daba por la uniformidad, lo cual se manifestó tanto en
el modo de desarrollo como en las formas de producir.
La crisis del sistema a nivel
internacional, el nuevo modelo de desarrollo capitalista,
convive con tendencias de alguna manera opuestas: la
integración a nivel supraregional, la globalización de
la tecnología, las finanzas y graves problemas de
desintegración a nivel de las naciones. En este
contexto, el trabajo ha dejado de constituir el gran
integrador que fuera en el modelo antes mencionado. La
convivencia de sociedades ricas y el avance del hambre en
regiones del planeta, de la miseria, la xenofobia, la
violencia, el racismo, los nacionalismos y regionalismos
se desarrollan simultáneamente en un mundo que para
crecer no necesita masas de consumidores sino sectores
con la capacidad de compra que permita el desarrollo de
la producción en base al cambio tecnológico acelerado:
producción diferenciada dirigida a un consumidor
preciso.
El Uruguay contó durante la primera
mitad del siglo con ese modelo de integración, en el que
la educación jugaba un rol fundamental, con un sistema
educativo como palanca de la movilidad social y de
difusión de un sistema de valores, y donde la
ciudadanía se ejercía a través de los derechos civiles
tempranamente conquistados. En ese Uruguay el sistema
logró mecanismos para satisfacer las demandas sociales e
incorporó diversos sectores sociales en la elaboración
de sentido, logrando importantes niveles de integración.
El alto valor otorgado por el público a la educación en
el Uruguay se puso en evidencia en la elección de 1994,
cuando se convirtió en un asunto central de la campaña.
Se realizó, a propuesta de los sindicatos de docentes,
un referendum simultáneamiente con las eleccines, que
habría introducido una disposición constitucional
obligando al gobierno a gastar el 7% del presupuesto en
educación. La propuesta fue derrotada, pero todos los
partidos políticos prometían en sus plataformas un
aumento importante del gasto en educación.
Los Desafíos
La ministra de Trabajo Analía
Piñeyrúa, representante oficial de Uruguay a la Cumbre
de Copenhague recordó al momento de firmar los
compromisos de ella emanados, que una de las metas en la
fundación misma de la Naciones Unidas había sido
promover el progreso social y elevar el nivel de vida
dentro del concepto más amplio de libertad. La
delegación oficial concluyó su alocución expresando
que: Esta Cumbre señala la iniciación en el logro de
tal objetivo. El Uruguay declara que no ahorrará
esfuerzos en cumplir con las posibilidades que le
corresponden.
Al cumplirse un año de la adhesión a
los compromisos de Copenhague y de Beijing, los
mecanismos nacionales de seguimiento son inexistentes o
no funcionan, y un vocero del Director de la Oficina de
Planeamiento ha anunciado públicamente que "no es
necesario un plan nacional anti-pobreza, ya que el ajuste
es, en los hechos, ese plan.
Bibliografía
Aguirre, Rosario - Transformaciones
recientes del empleo femenino en el Uruguay.Serie Seminarios y Talleres
No 86. CIEDUR,
Montevideo,1995.
CEPAL - Panorama social de
América Latina, Chile, 1994.
|